A mi hijo no le gusta el fútbol, ¿y qué?

Se acabó el dilema entre fútbol, baloncesto o ballet y gimnasia rí­tmica. Ese ha sido el cuarteto de extraescolares tradicional durante muchos años y habí­a niños que no encajaban. Estaban los que no les gustaba el fútbol, o sea, los raros, ajenos a los fichajes, a los resultados de la Liga, a los cromos y a la jerga de las jugadas. También las niñas que se consideraban patosas para el ‘ballet’ o con poca flexibilidad por la gimnasia rí­tmica. Que no quisieran ser las únicas del equipo de fútbol y que no fuera lo suyo botar la pelota de baloncesto. Ya no ocurre: ahora podrán elegir entre robótica, ciencia, programación, ajedrez o talleres de teatro o de debate o matemáticas personalizadas. Y la clásica academia de inglés, claro.

Cuadrar el cí­rculo del inicio de curso consiste en encontrar horas, logí­stica y puntos de acuerdo entre los deseos de los niños en actividades extraescolares y los anhelos de los padres. Si todo se ha fraccionado, si el mercado segmenta por gustos, tení­a que pasar en las extraescolares: se acabó el dilema entre fútbol, baloncesto o danza y gimnasia rí­tmica. Ese ha sido el cuarteto de extraescolares tradicional durante muchos años y habí­a niños que no encajaban.

Completar la formación

Gregorio Luri, pedagogo y autor del libro ‘Mejor Educados’, ve la explosión de las extraescolares como «un fenómeno sociológico digno de estudio. Las cosas pasan por algo. Está claro que buscan lo que no nos proporciona el colegio». Y eso, ahora, pueden ser las actividades que fomentan las vocaciones de ciencia y tecnologí­a, la robótica o la programación.

La afición al ajedrez como complemento también crece. Con la generación de padres más leí­dos de la historia sobre educación, son muchos los que ya saben sobre los beneficios de jugar con el tablero y las piezas, cómo potencia el razonamiento y la concentración.

Sustitutas del canguro

Luri pone el acento en el deseo de los padres de completar lo que se ofrece en la escuela y eso puede ser precisamente tiempo: usar actividades como una prolongación de la jornada escolar. Maribel Becerra, madre de tres niños y profesora de un colegio público, es consciente de este uso de canguro: «Recuerdo una madre que sabí­a que la clase de ‘ballet’ de su hija era estar media hora en serio y media hora jugando, pero le daba igual. Los colegios han pasado a ser guarderí­as de tarde para conciliar horarios. Lo de menos es la actividad, aunque intentan que sea del gusto del niño; pero lo más importante es el horario».

A patinaje está apuntada una hija de Sonia Ruiz, que explica sus razones: «Está cerca y lo hago por comodidad pero Nuria es una niña que necesita movimiento y hay actividades extraescolares que son poco dinámicas».

Lo que ha permitido la explosión de estas clases es adaptarse mejor a los perfiles de cada niño. En Sevilla, los curiosos, por ejemplo, tienen Thamer, una academia donde se potencia la creatividad y la actividad emprendedora, con retos y con la necesidad de saber explicarse bien en público.

Cómo elegir

A la hora de decidir, entra en escena también la imposición o la elección de la actividad por parte de los niños. «Después de los deberes y el colegio, la condición es que le entusiasme», dice Adriana de la Osa, madre de Martí­n. «Dejamos que elijan, pero alguna tiene que ser un deporte obligatorio», cuenta Mercedes Lara, madre de dos niñas. Norberto Obregón, padre de otras dos, dice que la condición es que «lo que se elige en septiembre, se acaba en junio».

Luri concluye que los padres de ahora se dan cuenta de que hay una brecha entre lo que les van a demandar a sus hijos en la vida adulta, los deseos de los niños y lo que les ofrece la escuela y, en esa brecha, surge la explosión de extraescolares. A veces se necesita de un refuerzo. «En mi instituto, veo niños que, al primer suspenso, van a la academia por la tarde. Como para solucionar lo que el niño solo en casa no puede», explica Sonia Ruiz, profesora de Quí­mica. Los hay que se toman las actividades como una polí­tica preventiva ante el suspenso o el miedo a una asignatura, lo que explicarí­a la proliferación de actividades matemáticas como Kumon, Aloha o Smartick, que se puede hacer ‘online’.

La cuadratura del cí­rculo: intereses, dinero, suspensos y compatibilidad de horarios. Y, muchos progenitores, a escuelas de padres. A cuadrar el planillo.

Tomado de www.elmundo.es

A mi hijo no le gusta el fútbol, ¿y qué?

Se acabó el dilema entre fútbol, baloncesto o ballet y gimnasia rí­tmica. Ese ha sido el cuarteto de extraescolares tradicional durante muchos años y habí­a niños que no encajaban. Estaban los que no les gustaba el fútbol, o sea, los raros, ajenos a los fichajes, a los resultados de la Liga, a los cromos y a la jerga de las jugadas. También las niñas que se consideraban patosas para el ‘ballet’ o con poca flexibilidad por la gimnasia rí­tmica. Que no quisieran ser las únicas del equipo de fútbol y que no fuera lo suyo botar la pelota de baloncesto. Ya no ocurre: ahora podrán elegir entre robótica, ciencia, programación, ajedrez o talleres de teatro o de debate o matemáticas personalizadas. Y la clásica academia de inglés, claro.

Cuadrar el cí­rculo del inicio de curso consiste en encontrar horas, logí­stica y puntos de acuerdo entre los deseos de los niños en actividades extraescolares y los anhelos de los padres. Si todo se ha fraccionado, si el mercado segmenta por gustos, tení­a que pasar en las extraescolares: se acabó el dilema entre fútbol, baloncesto o danza y gimnasia rí­tmica. Ese ha sido el cuarteto de extraescolares tradicional durante muchos años y habí­a niños que no encajaban.

Completar la formación

Gregorio Luri, pedagogo y autor del libro ‘Mejor Educados’, ve la explosión de las extraescolares como «un fenómeno sociológico digno de estudio. Las cosas pasan por algo. Está claro que buscan lo que no nos proporciona el colegio». Y eso, ahora, pueden ser las actividades que fomentan las vocaciones de ciencia y tecnologí­a, la robótica o la programación.

La afición al ajedrez como complemento también crece. Con la generación de padres más leí­dos de la historia sobre educación, son muchos los que ya saben sobre los beneficios de jugar con el tablero y las piezas, cómo potencia el razonamiento y la concentración.

Sustitutas del canguro

Luri pone el acento en el deseo de los padres de completar lo que se ofrece en la escuela y eso puede ser precisamente tiempo: usar actividades como una prolongación de la jornada escolar. Maribel Becerra, madre de tres niños y profesora de un colegio público, es consciente de este uso de canguro: «Recuerdo una madre que sabí­a que la clase de ‘ballet’ de su hija era estar media hora en serio y media hora jugando, pero le daba igual. Los colegios han pasado a ser guarderí­as de tarde para conciliar horarios. Lo de menos es la actividad, aunque intentan que sea del gusto del niño; pero lo más importante es el horario».

A patinaje está apuntada una hija de Sonia Ruiz, que explica sus razones: «Está cerca y lo hago por comodidad pero Nuria es una niña que necesita movimiento y hay actividades extraescolares que son poco dinámicas».

Lo que ha permitido la explosión de estas clases es adaptarse mejor a los perfiles de cada niño. En Sevilla, los curiosos, por ejemplo, tienen Thamer, una academia donde se potencia la creatividad y la actividad emprendedora, con retos y con la necesidad de saber explicarse bien en público.

Cómo elegir

A la hora de decidir, entra en escena también la imposición o la elección de la actividad por parte de los niños. «Después de los deberes y el colegio, la condición es que le entusiasme», dice Adriana de la Osa, madre de Martí­n. «Dejamos que elijan, pero alguna tiene que ser un deporte obligatorio», cuenta Mercedes Lara, madre de dos niñas. Norberto Obregón, padre de otras dos, dice que la condición es que «lo que se elige en septiembre, se acaba en junio».

Luri concluye que los padres de ahora se dan cuenta de que hay una brecha entre lo que les van a demandar a sus hijos en la vida adulta, los deseos de los niños y lo que les ofrece la escuela y, en esa brecha, surge la explosión de extraescolares. A veces se necesita de un refuerzo. «En mi instituto, veo niños que, al primer suspenso, van a la academia por la tarde. Como para solucionar lo que el niño solo en casa no puede», explica Sonia Ruiz, profesora de Quí­mica. Los hay que se toman las actividades como una polí­tica preventiva ante el suspenso o el miedo a una asignatura, lo que explicarí­a la proliferación de actividades matemáticas como Kumon, Aloha o Smartick, que se puede hacer ‘online’.

La cuadratura del cí­rculo: intereses, dinero, suspensos y compatibilidad de horarios. Y, muchos progenitores, a escuelas de padres. A cuadrar el planillo.

Tomado de www.elmundo.es

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