Amor y verano: como el viento y la ola
Los amores de verano son inolvidables aunque no hayan transcurrido exactamente como recordamos. ¿Pero eso a quién le importa? Para el ser humano es más relevante su memoria que la verdad, porque somos adictos a las leyendas. Y el amor tiene mucho de legendario. Pero para amar también se necesita tiempo, y eso es lo que a menudo sobra cuando llegan las vacaciones.
Porque si la descarga de serotonina, dopamina y oxitocina te coge tecleando en un ordenador en la oficina o subido al andamio, va a ser más difícil que se traduzca en un amor de verano. Se necesita también un escenario propicio para establecer relaciones sociales diferentes a las rutinarias. Las vacaciones, la playa o los viajes son esos contextos en los que la descarga hormonal del verano es mucho más efectiva.
Porque hasta el verano sabe y huele diferente. Variamos nuestra dieta para adaptarnos a esos contextos diferentes y las mayores satisfacciones culinarias también estimulan nuestros deseos. ¿Quién no se ha sentido pletórico en la sobremesa de una buena paella al borde del mar?
Y el olor. Si los centros comerciales utilizan los olores para estimular a los consumidores y pasar ante un Starbucks nos recuerda que la vida es más bonita con un café en mano, qué podemos decir del olor a verano. Vale, que el verano también tiene otros olores menos agradables, pero pensemos en crema solar, barbacoa y cerveza. Solo tienes que probar un día de invierno a cerrar los ojos y oler una crema solar que tengas por casa. ¿Qué sientes? Nostalgia de aquel verano.
Pero, aunque el verano y el amor se entienden tan bien como la ola y el viento, ni la oxitocina, ni la crema solar, ni siquiera la cerveza pueden esclarecer por completo el amor de verano: eso solo lo entiendes cuando, ya sin bata blanca de científico, te bañas en los labios más húmedos de una noche de verano.
Tomado de www.publico.es