Así nació la recta de Ugarte
La imagen es de la Diputación de Bizkaia, de 1986, cuando quiso plasmar la construcción de la autovía que años más tarde conectaría con Cantabria y se convertiría en la columna vertebral de la movilidad del oeste de Bizkaia. Era la llamada Solución Ugaldebieta, cuyo primer tramo recto atravesó inmisericorde la zona baracaldesa de Ugarte. Fue inaugurado el 1 de julio de 1987 y formaba parte del trecho que discurría entre los enlaces con la Solución Sur y con Sestao. Es este último, el que hoy acoge miles de vehículos a diario, el que se identifica sin problemas en la parte inferior de la instantánea, igual que en la superior es reconocible un barrio de Retuerto en crecimiento con los edificios de la calle Zubitxueta al otro lado de la autovía. A la derecha está la central eléctrica, ubicada en la paralela carretera N-634, que todavía hoy aporta energía, y el edificio donde ofrece comidas el Restaurante Josune. Son algunos de los pocos testigos de la construcción de la macrocarretera en aquella década de incipientes construcciones forales viarias.
El resto es todo un erial de solares y parcelas apenas enmarcados por algún camino rural. Nada que ver con la actual saturación urbanística protagonizada por centros comerciales gigantescos, nueve rascacielos en formato semicircular y hasta un jardín botánico para solaz de los vecinos.
Han pasado 36 años de esta fotografía, donde lo que más destaca es la presencia del río Castaños, en cuya margen derecha apenas se intuyen unas chabolas de huertas y una pequeña chatarrería, a la que se accedía por un camino sin asfaltar. Un cauce que fue domesticado en su curso natural para poder construir los pabellones del actual Megapark. En una de esas curvas pretéritas, cerca de Retuerto, se levantaba el último molino de mareas ubicado en Barakaldo, el perteneciente a la familia Olaso. Era movido por el agua salada de las mareas que llegaba hasta esta altura del cauce y se le atribuía una antigüedad de más de 400 años. Estuvo activo hasta 1940 y su presencia pasó a la historia con la construcción de la autovía foral, que obligó a su demolición. Actualmente, dada la sensibilidad arqueológica institucional, su derribo quizás no hubiera sido posible.
Polo de atracción de compradores
Las curvas fluviales que ofrece la imagen al lector son ahora rectas en paralelo a la autovía y a la carretera que enfila hacia Sestao. El cauce fluye a su sombra hasta alcanzar el río Galindo antes de desembocar en la Ría. Una actuación de ingeniería hidráulica que fue necesaria para presentar la actual sucesión en línea de grandes tiendas de cadenas multinacionales y una variante viaria soterrada para la localidad que ya han cumplido la mayoría de edad.
Más vetusto es su competencia al otro lado de la vía rápida, Max Center. Aunque no lo parezca, fue inaugurado en el siglo pasado, concretamente el 5 de mayo de 1994, veteranía que ha supuesto que durante el último año haya sido remodelado de arriba a abajo, tanto en su interior como su exterior. Junto a estos centros comerciales, que se han hecho dueños y señores de la vega, fueron surgiendo con los años otros pabellones con concesionarios de vehículos, tiendas de muebles y cadenas de supermercados, que suponen un polo de atracción masivo de compradores sobre todo los fines de semana.
La llanura del área, junto a la facilidad del acceso viario que implica la autovía, han sido los dos elementos esenciales que apoyan la progresiva colonización no solo de la zona que recoge la imagen, también de otras colindantes donde hoy están Aparcabisa, un outlet con decenas de comercios o polígonos industriales. Pero también la trama urbana de Barakaldo se expandió por la vega del río Castaños en los años fronterizos de los siglos. Además de las torres de fachada colorista que rascan el cielo señoriales, se generaron anchas avenidas y parques peatonales que acaban en la calle Zuloko. Muchos de los jubilados que hoy en día pasean por estos modernos espacios urbanos recordarán cómo era la zona y pensarán, para bien o para mal: «¡Ay! ¡Cómo ha cambiado todo!».
Tomado de www.deia.eus