‘Cosmeticorexia’: adolescentes adictas al cuidado facial (y al bisturí)

Iratxe Flores calcula que esa niña no tenía más de doce años. Apenas rozaba la adolescencia, pero aquella tarde de otoño estaba empeñada en abandonar esa perfumería del centro de Bilbao -en la que Flores trabajaba como dependienta- con un sérum antiedad, el mismo del que una conocida influencer habla maravillas en un vídeo viral de Tik Tok. “Esto se está convirtiendo en un problema, cada vez son más las adolescentes que demandan productos de skincare (cuidado facial) que no están indicados para ellas”, advierte. Lo que Iratxe considera un contratiempo ya tiene nombre: cosmeticorexia. Esta es su única filiación, todavía no tiene apellido porque no existe consenso entre los especialistas sobre si se trata de un trastorno de conducta o de una moda pasajera. Según los titulares que se acumulan en internet, describe la obsesión por lucir un cutis perfecto que está comenzando a afectar de manera especial a las jóvenes y, de acuerdo con las fuentes consultadas por DEIA, está asentándose en Bizkaia.

“De media, atiendo hasta a cinco chavalas al día que vienen buscando cosméticos con retinol, niacinamida o vitamina C”, afirma Iratxe, que continúa desempeñándose como dependienta en otra gran superficie. Asegura que trata de disuadirles de la compra de estos productos porque los químicos que contienen no están formulados para pieles tan jóvenes. “Y les traen más problemas que beneficios”, insiste. Cristina Naharro, dermatóloga del equipo de la doctora Sara Carrasco, que pasa consulta en Bilbao, detalla que el uso de estos potingues pueden alterar la barrera cutánea de las adolescentes. “Especialmente en aquellas con tendencia a la dermatitis atópica”, precisa. “Las consecuencias en estos casos serían, entre otras, la aparición de rojeces o irritaciones”, subraya. Por otro lado, advierte de que una rutina no adecuada para el cutis de una quinceañera puede llegar a generar brotes de acné. Eso sí, más allá del riesgo que estos cosméticos entrañan para la piel, considera que su uso indiscriminado puede llegar a generar problemas de salud mental.

Todavía no se han abordado en profundidad las consecuencias de la cosmeticorexia en la psique. Al menos, esto es lo que sugiere la poca literatura académica que se ha producido sobre la materia. Uno de los pocos estudios realizados hasta la fecha (El uso de cosméticos como un tipo de trastorno de dependencia comportamental) define esta tendencia como “una nueva adicción fruto del deseo constante por mantenernos siempre jóvenes” y tiene por objetivo determinar si existe un Trastorno de Dependencia Cosmética. Para resolver la x de la ecuación, los investigadores que impulsan este estudio han recogido una muestra compuesta por 279 personas de entre 19 y 39 años, de las que casi el 82% son mujeres. Sus resultados arrojan que un 25,1% de las participantes admite dedicar “una hora o más al cuidado personal”, mientras que el 16,1% confiesa “usar más cosméticos de los que necesita”.

Así las cosas, el análisis concluye que más de la mitad de las encuestadas (concretamente, el 67%) podrían desarrollar un trastorno de conducta relacionado con los productos de belleza. “Estos hallazgos sugieren que es necesario desarrollar herramientas para la detección y diagnóstico de este trastorno, e impulsar las investigaciones sinérgicas entre los campos de la psiquiatría, la psicología y la dermatología cosmética”, zanja el equipo de la Universidad Católica de San Antonio (Murcia). Uno de sus homólogos vizcainos, el psiquiatra Iván Ruiz, que forma parte del Gabinete Hara Albia, afirma no tratar a pacientes aquejados por estos síntomas. Sin embargo, y al contrario que sus colegas murcianos, que definen la cosmeticorexia como una adicción, considera que este trastorno en ciernes está ligado a la obsesión. “Los patrones adictivos responden a la búsqueda de placer y, a mi juicio, lo que les ocurre a estas jóvenes es que sienten altos niveles de ansiedad”, afirma. Para calmar ese nerviosismo, según Ruiz, elaboran rituales cada vez más complejos que les proporcionan una calma momentánea, ritos que se traducen en rutinas de cuidado facial que constan de varios pasos y múltiples productos.

‘Influencers’ sin formación

La puerta de entrada a este mundo suele ser Tik Tok u otras redes sociales como Instagram o YouTube. Todas ellas alojan cuentas gestionadas por mujeres con poca o nula formación dermocosmética. “Si bien es cierto que ciertos profesionales sanitarios ejercen activamente labores de divulgación en redes sociales, su alcance suele ser, salvo excepciones, bastante limitado”, añade Cristina Naharro. Por eso, los adolescentes encuentran información procedente de influencers con muchísima más rapidez. Y estos perfiles, según la doctora, “son los que más daño causan por su alto potencial de influencia y viralización”. Además, recuerda que los algoritmos de las propias redes, “tan capaces de detectar nuestras preferencias”, ofrecen contenido adicional de manera automática del mismo tipo de fuentes y en formatos similares. “Esto puede facilitar la agudización de ciertas obsesiones”, destaca, “y en estas edades se es especialmente vulnerable en este aspecto”, reconoce. Por otro lado, el Estado es el país que más tiempo pasa en las redes sociales. Concretamente, los adolescentes que viven entre Gibraltar y los Pirineos pasan una media de 420 minutos semanales pegados a la pantalla.

Así lo afirma el informe Nacer en la era digital: La generación de la IA, elaborado por la plataforma Qustodio. Determina, también, que Tik Tok es “la red social favorita de los menores a nivel global”, seguida de cerca por Instagram. En ambas plataformas proliferan los filtros que modifican el aspecto físico de los usuarios. Por ejemplo, hacen desaparecer las imperfecciones, engrosan los labios, alisan el rostro o le añaden unos pómulos prominentes, que desaparecen cuando uno apaga el teléfono y se mira al espejo. En definitiva, devuelven a quien los usa una imagen completamente diferente de sí mismo en un solo click. Según varias voces, el uso intensivo de estas herramientas puede acentuar problemas de autoestima y alimentar el deseo de alterar su aspecto físico. Así, las personas jóvenes, quienes más uso hacen de estas plataformas, están comenzando a recurrir a la cirugía plástica al filo de los 20 años, según los últimos datos de la Sociedad Española de Medicina Estética. Tanto la dependienta y la dermatóloga como el psiquiatra consultados por este periódico concluyen que estos datos evidencian una realidad: hay que construir una autoestima no basada (únicamente) en la apariencia física.

Tomado  de www.deia.eus

 

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