DEBATE 37: El primer botellón de la historia

Les veo y no les entiendo-. Me lo dice un hombre al que conozco desde siempre, pero apenas reconozco. Le preocupa que su hijo se pase los viernes y sábados de botellón con los colegas. Curioso que entendamos una borrachera juvenil cuando es propia y la critiquemos cuando es ajena. Porque a mi interlocutor le llamábamos garganta profunda, allá por los 80. Se metí­a un tubo de cerveza en la boca y se lo bebí­a de un trago, solo para hacer la gracia. Hace cosa de un año escribí­ sobre las cosas del beber. Del mucho beber, me refiero. Y dí­as después recibí­ un correo de un lector que no solo compartí­a que la memoria es hipócrita sino que además obvia los hechos. Y con ello, la Historia. En el texto incluí­a datos sobre famosas borracheras. Y lo que me llamó la atención fue que, lo de hacer botellón, viene de viejo.

Si ahora la bebida estrella en estas citas es el ron de marca blanca, hace miles de años era hidromiel. Miel destilada y fermentada con alcohol. Así­ se agarraban las melopeas en el Neolí­tico. Y en vez de elegir el calor de la cueva, preferí­an la intemperie. Al menos es lo que dan a entender los restos arqueológicos. Y hay más. Los egipcios también eran dados a reuniones al aire libre para darle al trago. Llegaron a tener una veintena de variedades de cerveza y bastantes más de vino. Emborracharse, lejos de ser impopular, era signo de poderí­o. En muchas tumbas del Valle de los Reyes se representan escenas de aquellas fiestas. En una de ellas Nubmehy, mujer de posibles, le dice a su criado que le dé 18 copas de vino. -¿No veis que quiero emborracharme?-. Y luego decí­an de Sue Ellen, la mujer de JR.

Ahora pasemos a Grecia. Allí­ mezclaban religión y vino en honor al dios Dionisio. Y tampoco se conformaban con hacerlo bajo techo. Subí­an al monte Parnaso para celebrar un botellón. Total que, en pelota picada, le daban al alcohol y a las drogas, las que se llevaran entonces, hasta alcanzar el éxtasis. Lo habitual era que ellas se lo montaran por un lado y ellos por otro. Sexo incluido. Aunque el vino se llevaba la palma, la cerveza era muy popular. Y más barata. De ahí­ que fuera la elegida por el pueblo. Aunque tomar vino no evitaba sufrir «garrafonazo». También habí­a de eso en aquellos tiempos. Y lo argumentaban. Algunos señores mantení­an que tomar vino sin rebajarlo con agua era propio de pueblos bárbaros. Cada casa hací­a su propia mezcla. Y no fueron los únicos. En Roma, como aperitivo, tomaban muslum. Vino mezclado con miel. Según avanzaba el dí­a o tocaba comer, le añadí­an pimienta o azafrán. Nerón iba más allá y acostumbraba a emborracharse hasta vomitar para hacer sitio a la comida. Un encanto.

La borrachera de Noé

¿Y qué me dicen del carácter ético y moral del asunto? ¿Estaba mal visto por las religiones lo de beberse hasta el agua de los floreros? Pues no. Aun siendo cierto que la gula y entregarse a los placeres siempre fue pecado, se daban situaciones curiosas. Más allá de que uno de los milagros destacados en la Biblia es el que realiza un joven Jesús al transformar el agua en vino, conocí­ algún tasquero que también lo hací­a, hay citas que dejan claro que lo de beber no era tan malo. Noé, para celebrar que su arca les habí­a salvado «….bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda». Así­ aparece en el Génesis. Y no hace falta subrayar la importancia del vino en las liturgias religiosas. Por no hablar de los monjes y la elaboración de cerveza, vino y licores. Y pensarí­an -si la iglesia bebe, no será tan malo-. Eduardo I de Inglaterra proclamó en el siglo XIII que sus soldados debí­an recibir cuatro litros de cerveza al dí­a. Y Carlos V, amante de esta bebida, la ingerí­a como si fuese agua.

A partir del XVI, Europa comienza a ser menos alcohólica. En 1520 y en Edimburgo, solo se podí­a vender whisky a barberos y cirujanos. Argumentaban que lo necesitaban en su trabajo. Lo que tení­a que ser ir a afeitarse. Total que el pueblo acabó montando destilerí­as clandestinas. ¿Les suena? Se acabó cometiendo el mismo error cuatrocientos años después. Fue en EE UU, con la famosa Ley Seca. El resultado resultó demoledor. En 1925 existí­an más de 100.000 bares ilegales en todo el paí­s. Esta ley también se aplicó en la parte central y suroeste de México, lo que incentivó su contrabando. Está claro. Prohibir, de nada sirve. Incluido el botellón. La clave está en saber beber. Cientí­ficos de la Universidad de Oxford han llegado a la conclusión de que tomar la cuarta parte de un vaso de vino o de una pinta de cerveza a diario reduce la incidencia de enfermedades cardí­acas, hipertensión, diabetes, cirrosis hepática, epilepsia y cinco tipos de cáncer. Y puestos a romper mitos, sepan que el alcohol no solo no ayuda a olvidar sino que provoca lo contrario. Cuando lo tomamos la dopamina liberada le dice al cerebro que lo que está haciendo es gratificante y que debe ser recordado y repetido. De ahí­ el error de relacionar alcohol con pasar un buen rato.

No hay diferencia entre lo que hací­an en aquél primer botellón del Neolí­tico y lo que se hace ahora. Buscar un estado cercano a lo que se llama «estar a gusto». El problema no es el alcohol. Como dijo Chesterton, «Bebed porque sois felices, pero nunca porque seáis desgraciados». El peligro del botellón, más allá de higienes, ruidos y seguridades, es el mismo que el que se encuentra en casa o en la barra de un bar. Pretender limpiar las heridas del alma con alcohol. Lo escribo aquí­, pero se lo dije ayer al hombre cuyo hijo busca en el botellón lo que su padre y su abuelo buscaban en los bares. No quiere beber, sino ahogar penas. Así­ llevamos miles de años y no vamos a cambiar ahora. Al final, las más listas fueron las griegas que subí­an al Parnaso. Aquello sí­ que era un botellón con fundamento.

Tomado de EL CORREO

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1 respuesta

  1. Sandra Holgado dice:

    Lo primero de todo es aceptar que el botellón está en nuestra sociedad y que es tarea casi imposible prohibirlo. Aún asi, hay que valorar otros factores e intentar corregir algunos errores que puede provocar el alcohol en los jóvenes. Muchos jóvenes creen que el único medio que tienen para olvidarse de sus problemas es el alcohol, pero deben saber que los efectos del mismo duran poco tiempo y volveran a sentir el mismo sentimiento de dolor, pena, sufrimiento… Además, se creen que sin beber no pueden divertirse; esto tampoco es cierto, no es necesario estar borracho para poder pasar un buen rato con tus amigos.
    Por otra parte, no hay nada de malo en tomarse un copa o dos, para desconectar un poco. Se puede beber, siempre y cuando lo hagamos con cierta responsabilidad y moderación.

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