El Comentario de texto (Contextualización)

Hemos visto, hasta el momento, los dos apartados del comentario (Localización –con la Introducción previa- y el Análisis. Nos queda el tercero: la Contextualización. Añadiremos las Conclusiones, en las que, además de un breví­simo resumen de lo hecho hasta el momento, debemos indicar la Importancia que ha tenido para la Historia.

El contexto es un entorno fí­sico o de situación a partir del cual se considera un hecho. El entorno del contexto puede ser material (algo que se presenció en el momento de ocurrir el hecho), simbólico (por ejemplo: el entorno cultural, histórico u otro) o dicho en otras palabras, es el conjunto de circunstancias en el que se produce el mensaje. Está constituido por un conjunto de circunstancias (como el lugar y el tiempo) que ayudan a la comprensión de un mensaje.

La acción de contextualizar implica poner en contexto una situación que es recibida de manera aislada y separada de todos aquellos elementos que la rodean y que influyen sobre esa acción. Así­, es normal utilizar la contextualización cuando se analiza una fuente o un documento que nos llega de manera aislada pero que está ahí­ por el resultado de una situación y espacio especí­ficos.

Para situar un texto en un marco histórico preciso, dentro de un proceso histórico particular, se necesita un conocimiento, aunque sea  general, de la época y los acontecimientos a que se refiere el texto. De hecho, es imposible el comentario de texto si faltan unos conocimientos históricos mí­nimos

 

Ejemplo: Las Abdicaciones de Bayona (5 de mayo de 1808)

De Fernando VII en Carlos IV.

Mi venerado padre y señor: Para dar a Vuestra Majestad una prueba de mi amor, de mi obediencia y de mi sumisión, y para acceder a los deseos que Vuestra Majestad me ha manifestado reiteradas veces, renuncio mi corona en favor de Vuestra Majestad, deseando que Vuestra Majestad pueda gozarla por muchos años. Recomiendo a Vuestra Majestad las personas que me han servido desde el 19 de marzo.

De Carlos IV en Napoleón Bonaparte.

Su Majestad el rey Carlos, que no ha tenido en toda su vida otra mira que la felicidad de sus vasallos, constante en la idea de que todos los actos de un soberano deben únicamente dirigirse a este fin […] ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos al trono de España y de las Indias a Su Majestad el emperador Napoleón, como el único que, en el estado a que han llegado las cosas, puede restablecer el orden…

 

CONTEXTUALIZACIÓN

Las «abdicaciones» de Bayona suponen el preludio de una Guerra de Independencia que se extenderá por espacio de seis años (1808-14). En los meses inmediatamente anteriores España estaba regida por un Carlos IV cuyo poder estaba siendo contestado por su hijo Fernando. Concretamente el excesivo poder que habí­a ido acumulando su valido Godoy, los problemas hacendí­sticos, el malestar social y la progresiva dependencia de Francia habí­an ido articulando una oposición encabezada por el prí­ncipe de Asturias que finalmente accederá al poder tras la celebración de dos motines consecutivos, uno fallido: El Escorial y otro exitoso: Aranjuez. Precisamente amparado en el creciente acercamiento a Francia el ejército napoleónico se habí­a adentrado en la Pení­nsula Ibérica con el pretexto de invadir Portugal. Dicha campaña se inscribe a su vez en la oleada expansionista que Napoleón llevaba celebrando por toda Europa y a la que prácticamente solo le quedaba incorporar los extremos occidental (España y Portugal) y oriental (Rusia). Ya a finales de abril de 1808 se palpa la tensión entre el ejército invasor y la población española. Por otra parte, la salida de los monarcas hacia Bayona evidencia que las tropas francesas no estaban de paso. En este contexto, será el pueblo madrileño quien inicie una sublevación popular el 2 de mayo que fue duramente reprimida por los invasores. Solo tres dí­as después se hacen oficiales las renuncias de los Borbones al trono a favor de la dinastí­a Bonaparte y lo que empezó siendo un motí­n adquiere la categorí­a de Guerra de Independencia cuando se extiende al resto de la Pení­nsula Ibérica.

Se inicia así­ un conflicto en toda regla en el que podrí­amos distinguir tres grandes fases o tendencias:

-Mayo/Octubre de 1808: asistimos a la apertura de las hostilidades y a la confirmación, tras derrotas de los invasores como las de Bailén, que el ejército napoleónico no era invencible.

-Octubre de 1808/Julio de 1812: se despliega la hegemoní­a militar francesa en la contienda, con el mismí­simo Napoleón en tierras ibéricas haciéndose cargo temporalmente de las tropas de la «Gran Armada», frente a las cuales los sublevados españoles respondieron con una guerra de guerrillas y resistiendo al sitio de ciudades claves como Zaragoza o Gerona.

-Julio 1812/1814: el mantenimiento de dos frentes, el español y el ruso, favoreció una gran ofensiva aliada que condujo finalmente a la derrota francesa y el reconocimiento de Fernando VII el «Deseado» como rey de España.

Cabe mencionar asimismo que al mismo tiempo que los conflictos armados tuvo lugar el enfrentamiento de dos modelos polí­ticos: el reformista francés de José Bonaparte en la España colaboracionista y el liberal español en la España sublevada, gestado en las Cortes de Cádiz y plasmado legalmente en la Constitución de 1812.

 

CONCLUSIONES

Finalmente, por lo que se refiere a las consecuencias del conflicto podrí­amos destacar los más de 300.000 fallecidos, la paralización de la ya de por sí­ casi inexistente revolución industrial en el paí­s, el expolio artí­stico y el incremento de una acuciante debilidad polí­tica que sin duda facilitará la pronta emancipación de las colonias americanas.

Además, a medio y largo plazo la Guerra de Independencia supone el punto de inflexión para hablar del paso del modelo absolutista al liberal enunciado en Cádiz durante el transcurso de la disputa. Empero, no podemos olvidar que si no se hubiera producido un triunfo militar frente a los franceses, el trabajo de aquellas Cortes se hubiera quedado seguramente en mero papel mojado.

Sin embargo, la victoria permitió la implantación en España de principios tan importantes como la soberaní­a nacional, la división de poderes, los derechos individuales o la definitiva supresión de derechos feudales entre otros.

 

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