Felipe González

Polí­tico español (Sevilla, 1942 -). Procedente de una familia modesta, se licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla (1966), ciudad en la que trabajó algún tiempo como abogado laboralista. En 1964 ingresó en el Partido Socialista Obrero Español, con el que participó en la lucha contra la dictadura de Franco desde la clandestinidad (la persecución policial le hizo asumir el sobrenombre de Isidoro). Ascendió rápidamente en el partido, accediendo a su Comisión Ejecutiva en 1970.

Arropado por un reducido grupo de jóvenes renovadores, sevillanos en su mayorí­a, acudió al Congreso celebrado por el partido en Suresnes (Francia) en 1974; allí­ se debatió la sustitución de la «vieja guardia» que controlaba el PSOE desde el exilio, con escasa influencia dentro del paí­s, por un equipo más joven, capaz de arraigar entre la población del interior ante la eventualidad de la muerte del dictador y el cambio de régimen. Entre los dos grupos -madrileño y vizcaí­no- que se disputaban el liderazgo de esa tarea, Felipe González apareció como solución de compromiso y fue elegido secretario general del partido, cargo que conservó hasta 1997.

Desde entonces condujo al socialismo español a una profunda renovación: modernizó su mensaje polí­tico en un sentido más moderado y cercano a las preocupaciones populares, acrecentó su presencia entre los trabajadores de todas las regiones de España e intensificó las relaciones con los partidos socialistas europeos (en especial con el Partido Socialdemócrata Alemán). Con todo ello contribuyó a hacer del PSOE el primer partido de la oposición y alternativa de gobierno a la UCD del presidente Suárez, una vez que la muerte de Franco (1975) permitió realizar la transición polí­tica a la democracia (1977).

Legalizado el partido en 1977, Felipe González le representó en la «Comisión de los Diez» que formó la oposición para negociar con el gobierno. Fue elegido diputado en 1977. Como portavoz del grupo parlamentario socialista encabezó una oposición constructiva, que facilitó el consenso con el que se elaboraron los Pactos de la Moncloa y la Constitución de 1978; y fue adquiriendo un liderazgo carismático que le asentó como lí­der indiscutido de su partido.

En 1979 dio un paso más en su proyecto de modernización del PSOE, forzando el abandono oficial de la ideologí­a marxista mediante la escenificación de su dimisión como secretario general; un congreso extraordinario acabó admitiendo sus tesis moderadas y otorgándole un dominio total sobre el partido (que habí­a reforzado un año antes con la absorción del Partido Socialista Popular de Tierno Galván).

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