Grafología, o todo lo que tu letra desvela sobre ti

No hay letra igual en el mundo. Incluso aunque dos personas escriban de modo similar, si sus letras se observan con cuidado, se verá que portan diferencias. Y es que, al igual que nuestros gestos o nuestra forma de hablar nos delatan, la manera en la escribimos es una de nuestras cartas de presentación al mundo, aunque a veces no seamos conscientes de ello.

Es la grafología la encargada del análisis de nuestras escrituras, un complejo proceso en el que, tomando unos parámetros establecidos de antemano y aplicándolos de manera individual, se puede entrever los rasgos de personalidad de la persona que firma el texto. ¿Y qué influye a la hora de analizar las grafías? La grafóloga Sandra Cerro explica que se deben tener en cuenta ocho parámetros distintos: el tamaño, la forma, la inclinación de la letra, la de los renglones, la presión, la cohesión, la velocidad y el orden. Es con estos ocho factores en conjunto cómo se puede realizar un buen análisis acertado y que refleje la personalidad.

En importante saber que todo nos influye a la hora de conformar nuestra manera de escribir. Factores ambientales, como el país en el que hemos nacido, la época en la que vivimos y, por consiguiente, el modelo de enseñanza que hemos tenido; nuestra personalidad, si somos nerviosos, extrovertidos e imperativos, o todo lo contrario; o incluso el estado anímico, si estamos cansados, o tristes, o eufóricos, pueden influir en nuestras grafías.

Los nervios que se ven entre las letras

Aunque es la suma de varios factores lo único que puede determinar de manera genuina los rasgos de carácter al mirar nuestra letra, sí que, comúnmente, hay características que se asocian con ciertos rasgos de personalidad. Por ejemplo, explica Sandra Cerra que las personas nerviosas suelen, por lo general, «tener una escritura rápida, vibrante, con mucho movimiento», así como, debido a la agitación, «tienen a los descuidos de puntuación, como olvidar el punto de la «i» o la barra de la «t»». En cambio, las personas más tranquilas «suelen tener una letra más hecha, en la que predomina la forma al movimiento rápido».

Las personas extrovertidas, «suelen tener una letra bastante grande», así como letras abiertas, es decir «la «m» o la «n» se hacen en forma de «u»». También, tienden tener una inclinación a la derecha, algo que explica la experta «habla de sociabilidad».

Escribir cansados o tristes se nota

Cuando hablamos de cómo el estado anímico afecta a la manera en la que escribimos, comenta Sandra Cerro que, aunque no es el único factor que se debe tener en cuenta, en fácil verlo en la dirección de los renglones. «Cuando estamos contentos el renglón suele ascender. En cambio, si estamos tristes, o cansados, desciende», explica.

La presión y los márgenes son otros de los campos a tener en cuenta a la hora del análisis de una escritura. Por ello es importante saber qué útil de escritura se suele utilizar. «Normalmente elegimos el útil que nos es más cómodo al tipo de presión que hacemos. Si se escribe con pluma, normalmente se aprieta muy poco, mientras que con un lápiz es todo lo contrario», comenta Sandra Cerro. Esto también puede ser un indicador de nuestra personalidad, ya que las personas más nerviosas y ansiosas tienden a ejercer mayor presión al escribir.

Centrándonos en los márgenes de un texto, estos «no solo dan información sobre la capacidad de orden y organización que tiene una persona», sino que, dice la grafóloga, «el margen derecho otorga muchas pistas: si una persona es más o menos impulsiva, o si es más o menos valiente». Esto es porque, el margen derecho «es una representación del futuro», por lo que, «a medida que nos acercamos, o nos alejamos a este, es como si nos aproximáramos, o no, al futuro, como si le tuviéramos miedo».

La importancia de la rúbrica

La firma es un elemento clave dentro de la grafología. «El texto en sí revela el yo aparente, lo que queremos mostrar a los demás, un yo social y profesional», dice la experta, y continúa: «En cambio la forma revela el yo auténtico, pero no se puede analizar por sí sola».

Una firma tiene muy pocas grafías, a veces incluso prescinde de ellas y es tan solo una rúbrica, por lo que es necesario observar el texto normal a la hora de hacer un análisis.

La escritura nos va retratando en cada etapa de nuestra vida. «Es como si nos fueran haciendo una foto en cada edad, en cada vicisitud emocional y anímica», opina Sandra Cerro. Es por ello que nuestra escritura crece con nosotros. Aunque de pequeños a todos nos enseñen el mismo modelo escolar y caligráfico, personalizamos al final nuestra escritura. «Se va madurando, se añaden elementos propios genuinos que nos definen como persona. Ahí está el carácter, el temperamento, las emociones… y a medida que vamos evolucionando va cambiando tanto la forma de escribir como la forma de firmar», explica la grafóloga.

Para terminar Cerro narra la importancia de estos cambios en nuestra forma de escribir. «Las personas que modifican poco su escritura desde el modelo caligráfico infantil son personas mucho más convencionales, que han madurado poco», asevera. Y, al igual que lo normal es modificar nuestra letra, también lo son los cambios en la firma. «Cuando ensayamos una firma de pequeñitos hacemos una rúbrica muy estudiada. A medida que maduramos, esa pequeña representación de nuestro yo más íntimo cambia. Se van quitando elementos, porque te vas sintiendo más seguro de ti mismo», concluye.

Tomado de www.abc.es

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