Las «purgas» de Stalin

Stalin preside la segunda etapa de la historia de la Rusia soviética. Nos falta todaví­a un estudio definitivo sobre su figura. Rodeado durante bastantes años por una aureola de popularidad, concentró a partir de 1934 en sus manos todos los resortes del poder y eliminé a la vieja guardia bolchevique, que podrí­a discrepar o hacerle sombra.

Glorificado por la historiografí­a soviética, comenzó a ser criticado después de su muerte (1953). Sin la brillantez de Lenin y Trotski, era un marxista riguroso, quizás el mejor conocedor del problema de las nacionalidades -la gran laguna de la literatura marxista–, y un formidable organizador que impulsóí² los planes quinquenales.

Pero no faltan perfiles terribles en un balance de su gestión. Pravda publicaba en diciembre de 1969 una crí¬tica abierta: «Stalin ha cometido errores teóricos y polí­ticos que adquirieron carácter de gravedad en el último periodo de su vida… El resultado fueron limitaciones injustificadas de la democracia y groseras violaciones de la legalidad socialista, y una represión injustificada contra dirigentes importantes del Partido, del Estado, de los jefes militares y de los otros cuadros  

Los procesos que tienen lugar en Moscú entre 1936 y 1938 constituyen uno de los más sorprendentes fenómenos de la Rusia del siglo XX. Se inician en agosto de 1936 con el juicio contra los dirigentes de la vieja guardia bolchevique: Zinóviev, Kaménev, Smirnov y otros trece. Todos admiten las acusaciones y se reconocen culpables de traición al Partido, al Estado, y de colaborar con la Gestapo alemana; tan paladina confesión provoca el asombro mundial. Los supervivientes, rehabilitados en 1953, han testimoniado sobre torturas psí­quicas y fí­sicas. En enero de 1937, la persecución de los bolcheviques históricos continúa con el proceso contra Piatákov y dieciséis diri­gentes más.

En el tercer proceso, en el mes de junio, se inicia la depuración del ejército, y se condena a muerte a héroes de la guerra civil, como Tujachevski. En el cuarto proceso –marzo de 1938– le toca su turno al sector derechista del bolchevismo (Bujarin y Rikov). En procesos menores se purga a dirigentes de la industria que no siguen las consignas de los planes quinquenales y a jefes de la policí­a caí­dos en desgracia a los ojos del dictador.

La invasión alemana en la Segunda Guerra Mundial demostró que el objetivo de Stalin de convertir aceleradamente a Rusia en una gran potencia habí­a sido acertado, aunque el precio pagado fue alto y dejó en la URSS huellas que en ningún momento desaparecerí­an totalmente de su vida colectiva.

CUANTIFICACIí“N DE LAS PURGAS ESTALINISTAS 

Problema de difí­cil precisión todaví­a hoy por lo reciente del cambio polí­tico en la antigua URSS; sin embargo planteamos el estado de la cuestión para señalar que es tema que ha de ser esclarecido por los historiadores en el futuro. Testimonios sin cifras están al alcance de cualquier lector occidental interesado: el discurso secreto de Kruschev y varios discursos públicos en el XXII Congreso del Partido (octubre de 1961) constituyen viñetas de las purgas; algunas ví­ctimas pudieron publicar sus relatos en Occidente (Memorias de Ivanov-Razumnik; de Margarete Buber-Neuman, viuda de un miembro del Bu­ró Polí­tico; relato del profesor Swianiewicz, estudioso dc la organización económica de los campos de trabajo); las narraciones literarias, como Archipiélago Gulag y Un dia en la vida de Iván Jenisovich, de SOLzHIiN1TSYN y El cero y el infinito, de KOESTLER, están confir­madas por testimonios de exiliados, por ejemplo el de KRAVCNENKO, Yo escogí­ la libertad (Madrid, 1953), o elmás general de KRJvJTSKI, Yo fui agente de Stalin (Londres, 1940), o el del viejo trostkista ANTí“N CILIGA, El enemigo ruso (Londres, 1940). Mayor interés his­toriográfico ofrece el estudio de Bo­RIS StJVARINE, aparecido en ruso en 1939 (edición reciente: Staline. Aperí§u historique du Bolchevisrne, Ed. Champ Libre, Parí­s, 1977).

Son escasas las fuentes que permitan una cuantificación, pero se dispone de alguna. Sobre ellas ha efectuado un espléndido estudio Lorimer, La población de la Unión Soviética. Historia y perspectiva. Ginebra, Sociedad de Naciones, 1964. 500 carpetas de los archivos del Partido en Smolensko fueron capturadas por los alemanes en 1941 y terminaron en poder de los norteamericanos. En castellano disponemos de un estudio de conjunto,  de R. CONOCEST, El gran terror: Las purgas stalinianas de los años treinta, Caralt, Barcelona, 1974.

En el momento de los juicios las posiciones occidentales fueron contradictorias. En Estados Unidos una comisión presidida por Dewey consideró que la acusación en los grandes procesos estaba falseada, pero un manifiesto de intelectuales, enca­bezado por Granville Hicks, atacó a    la comisión. En Inglaterra el Manchester Guardian ofreció amplia información. Un periodista conocedor del ruso, Walter Duranty, consideró juntos los juicios. Pero éstos no constituyen más que una página de la gran purga, que afectó a millones de ciudadanos soviéticos.

 Las cifras de la represión

Consignemos, en primer lugar,  algunas cifras sobre detenidos. Por las Instrucciones Secretas de 8 de mayo de 1933 de Stalin-Molotov sabemos que habí­a en las cárceles 800.000 presos, sin contar los de los campos y colonias de trabajo. Para los años 1937-38 varios testimonios coinciden en contabilizar entre seis y ocho millones de presos polí­ticos. Sólo en Moscú existí­an 3.000 interrogadores. El fí­sico Alexander Weissberg, que estuvo preso en la cárcel de Kharkov de marzo de 1937 a febrero de 1939, estima que el 5,5 por ciento de la población de la región pasó por la cárcel; en esta  proporción coinciden otros testimonios, lo que supone, consultando el censo de 1939, un total de 8,5 millones de detenciones. Otros cálculos, el del yugoslavo Dedijer, y  de Uralov, funcionario del Partido, lo rebajan a 7 millones.

Teniendo en  cuenta que parte de los detenidos eran miembros del Partido resulta útil comparar los datos de dos Congresos: en el XVII (1934) tení­a 2.817.000 afiliados, en el XVIII (1939) habí­a descendido a 1.568.000; a la diferencia habrí­a que sumar los miembros nuevos, unos cuatrocientos mil, y deducir las bajas por razones diversas, desde fallecimientos hasta expulsiones que no iban acompañadas de detención, y quedarí­a una cifra de un millón de miembros del partido arrestados. Sobre ejecuciones disponemos de bastantes datos parciales. Un escritor soviético (Ginzburg) ha afirmado que, en la prisión de Lefortovo, en agosto de 1937, eran fusilados 70 hombres por dí­a.

Diversos testimonios calculan que elnúmero de ejecutados es de un 10% con total de detenidos, lo que supo entre 600 y 700.000; Uralov lo rebaja a 500.000; un oficial de la NKVD (Petrov) lo eleva a dos millones, y Dedijer a tres millones, cálculos con toda probabilidad exagerados. Conquest se inclina por una cifra aproximadamente un millón. Ante la disparidad de cifra es imprescindible recurrir a las fiuentes estadí­sticas, como los censos de bajadores forzados organizados la NKVD o simplemente los oficiales de población.

 El cálculo de Conquest

El cálculo de Conquest ofrece la fiabilidad relativa de provisional: 5 millones de encarcelados hasta enero de 1937, 7 millones de detenidos entre enero 1937 y diciembre de 1938; de un millón de ejecutados y dos millones de muertos en los campos. El estudio de Lorimer sobre población permite afirmar que al menos las cifras de detenidos pueden aceptarse como un indicador (calcula 6.790.000 en los campos trabajo).

Por otra parte, la contabilización de Conquest nos ofrece otra partida: los fallecidos en los campos, en proporción doble a la de ejecutados. El censo soviético 1959 hace posible otra aproximación al tema. La proporción de 453 hombres por 547 mujeres en el grupo de los 30 a 34 años puede atribuirse a muertes de soldados jóvenes, menores de veinte años, en la Primera Guerra Mundial. En el grupo de 35 a 39 la diferencia, sorprendentemente, es todaví­a mayor, 391 hombres para 609 mujeres, y aún más desigual para los grupo 40-44, 45-49 y 50-54: 384 hombres por 616 mujeres. Este desequilibrio de la pirámide solo puede explicarse sobre la suposición de que la purga golpeó sobre todo a los varones entre treinta y cincuenta años.

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