LECTURA: Los Agotes

En todo lo relacionado con la localidad de ARIZCUN (Baztán-Navarra), se hace mención a esta singular raza de gentes, de confusa procedencia y peculiar idiosincrasia, que ha sido objeto durante muchos siglos y hasta hace bien poco de una marginación social total y absoluta, cargando con las culpas de todos los desastres y malas cosechas y siendo blanco de la mofa y el desprecio de los lugareños.

Queda constancia de su presencia también en el pirenaico valle navarro de Roncal, aunque es Baztan el asentamiento más citado en la bibliografí­a referida al asunto, tanto en Elizondo, Irurita, Elbete y Amaiur (de forma ocasional) como sobre todo y principalmente en el barrio arizcundés de BOZATE.

ETIMOLOGIA

El halo de misterio que envuelve a los agotes empieza por el origen de su propio nombre, tan poco claro como el de la raza misma. En efecto, en Bearnes a la palabra cagots se le da el significado de «perros godos», «cas-gots», que por contracción dio «cagots». De la misma forma, si se suprime la «a» de «agote» nos queda «got», siendo ésta una traducción que favorece la opinión que da a los agotes procedencia goda, de los que dicen que después de la invasión de los francos algunas familias visigodas se escondieron en los Pirineos quedando hasta nuestros dí­as, con signo de infamia, en los barrios más miserables.

Para otros, como J. Altadil, «agote» significa confinado por enfermedad de la boca, y «Bozate» confinado por afoní­a, o confinamiento de afónicos. Llegó hasta tal punto la cosa que el término que nos ocupa se llegó a considerar un insulto, como así­ lo demuestra una sentencia de la Corte en 1820, condenando a un hombre a pagar 25 libras por llamar «agote» a otro en una discusión.

ORIGEN Y CARACTERISTICAS

Tampoco el origen de estas gentes está nada claro; diversos autores les otorgan las más variadas procedencias, a juzgar por los rasgos que advierten comunes en todos ellos (aunque ni en este punto están de acuerdo, como se verá).

Pí­o Baroja, por ejemplo, los describe así­ en su libro Las horas solitarias: «Cara ancha y juanetuda, esqueleto fuerte, pómulos salientes, distancia bicigomática fuerte, grandes ojos azules o verdes claros, algo oblí­cuos. Cráneo branquicéfalo, tez blanca, pálida y pelo castaño o rubio; no se parece en nada al vasco clásico. Es un tipo centro-europeo o del norte. Hay viejos de Bozate que parecen retratos de Durero, de aire germánico. También hay otros de cara más alargada y morena que recuerdan al gitano».

Por el contrario Cenat Moncaut (Histoire del Peuples et des Etats Pyrenees, 1873) nos los pinta con la cabeza grande, cuerpo raquí­tico, piernas torsas, bocio, mirada indecisa y apagada, palabra vacilante. Este aspecto lo relaciona con el hambre y miseria, y la abundancia de agua de las altas montañas que ocasionarí­a el bocio.

Otro autor, Michel Francisque, los ve descendientes de los godos, con rostro blanco colorado, pelo rubio, ojos azules grisáceos, frente convexa, lóbulo hinchado y redondo, y también sin lóbulo en las orejas.

Esta última es una de las caracterí­sticas más extendidas sobre sus personas para su reconocimiento como agote. Es curioso el dicho que atribuye esta carencia lobular al hecho de haber nacido de noche.

En cualquier caso, las investigaciones más recientes apuntan a que se trató de un grupo de delincuentes fugitivos en su origen de leproserí­as galas en las que se habrí­an refugiado para escapar de la justicia del paí­s vecino, y es ésta la teorí­a que aparece como más fidedigna.

MARGINACION SOCIAL

Estos agotes han estado discriminados por el resto del pueblo desde tiempo inmemorial, (parece ser que se asentaron en Baztán en el s. XIV) llegando a estar fuertemente marginados incluso a nivel religioso, teniendo que sufrir todo tipo de injusticias aún en pleno siglo XX, a pesar de la leyes promulgadas en siglo anteriores por las Cortes navarras equiparando a este grupo con los demás y prohibiendo la denominación de agote como injuria.

El primer documento que ha llegado hasta nosotros es una Bula pontificia fechada el 13 de mayo de 1515, en la que se recomienda al Chantre de la catedral de Pamplona el examen de la petición que los agotes elevaron al Papa para que se les tratase como al resto de los fieles.

La sentencia eclesiástica en su favor no surtió demasiado efecto en la práctica, como tampoco lo hicieron sendos decretos dictados en 1534 y 1548 por las Cortes de Navarra a favor de este grupo marginado.

En 1673, Pedro de Ursúa -esta familia defendió y amparó siempre a los agotes-, escribió un alegato a favor de algunos de ellos para que se les reconociera como originarios de Baztan.

Por último, el 27 de diciembre de 1817 se promulgó una ley por la que se suprimí­an todas las discriminaciones que existí­an, y se aprobaba la igualdad de derechos con sus vecinos de Arizkun, Baztan y Navarra.

Y es que el odio hacia estas gentes llegó al punto de que de padres a hijos se iban transmitiendo auténticas barbaridades sobre ellos, incluso sobre su anatomí­a: se decí­a que eran lujuriosos, como todos los leprosos, debido al color de su sangre; coléricos, orgullosos, susceptibles, arrogantes, astutos, que ocultaban entre ellos muchas cosas. Se les creyó cretinos, homosexuales, hechiceros, que se uní­an con las bestias, que olí­an mal, que su apestaba su aliento, que donde poní­a el pie un agote no volví­a a crecer la hierba…

Para ser distinguidos a distancia, se les obligaba a llevar en la espalda, en sitio bien visible, una señal en forma de PIE DE GATO DE COLOR ROJO, y tení­an que hacer sonar una campanilla en su recorrido para avisar de su presencia.

Sin embargo, otros testimonios nos hablan de su muy buena condición.

Eran laboriosos e industriosos, pací­ficos (ante tanta violencia no tomaban la iniciativa, sólo se defendí­an), serios y sedentarios. Tení­an alma de músicos, eran los txistularis, tamborileros y bertsolaris de las tierras navarras, y destacaron como artesanos, carpinteros y poetas.

Valga citar como ejemplo a Eleuterio Tadeo Amorena (nació en 1819 en Pamplona, aunque su padre era natural de la casa Amonea de Bozate), que creó en el año 1860 los actuales gigantes de la comparsa de Pamplona.

Las caracterí­sticas fí­sico-morales que se les atribuí­an junto con su origen desconocido hicieron de ellos una raza maldita, y como tal fueron recluí­dos en sus barrios separados de los demás, no permitiéndoles vivir en el pueblo mismo ni mostrar el escudo blasonado en sus fachadas, y mucho menos casarse con los naturales, sino entre ellos mismos.

En la iglesia debí­an ocupar un lugar aparte, en el fondo, a la izquierda, debajo del coro, teniendo un pequeña puerta de acceso exclusiva para ellos.

En los actos religiosos, se les trataba con todo tipo de discriminación: no podí­an ascender a la parte delantera de la iglesia, no pasaban por la pila de agua bendita (solí­an tener una propia), el monaguillo descendí­a a recibir su ofrenda, que se apartaba de las demás.

Se les daba la paz con el portapaz puesto al revés y cubierto con un paño.
En algunos lugares se pretendí­a que ni se les diese la paz, sino dejársela en un banco donde ellos la pudiesen tomar. No podí­an ser ordenados sacerdotes.

En Baztan, por ejemplo, no podí­an sentarse a la misma mesa que los nativos baztaneses, y en la iglesia de Arizkun una verja les separaba de ellos.

El libro Nuevo Baztan de Eusebio Bartolomé hace sobre el tema un acertado resumen: «Lo cierto es que, con la sospecha y el temor a la lepra, se les fue encerrando en un cí­rculo moral y psicológico peor que el sanitario.  Los tuvieron por leprosos. Las leyes les sentenciaron como a tales. Y la experiencia nos enseña que, cuando escasea la cultura y abunda la ignorancia, la inteligencia está muy despierta para inventar toda clase de cuentos y fábulas con que cargar las espaldas de los odiados.»

¿ORIGEN?

Resurrección Mª de Azcue nos cuenta: Los Condes de Irumberri, de Lukuze, de Tardets, de Tolouse y alguien del Baztán, en apoyo de los Albigenses, trajeron desde Italia a los AGOTES y a los CATAROS, y de Bohemia a los gitanos.Al perder la guerra los trasladaron. Irumberri a la Baja Navarra, Luzuke a Mehaine, Tardets a Mendikota, pero ¿y a Arizcun y Baigorri?, R. Mª de Azcue no duda que se trata de leprosos de la Edad Media.

Pí­o Baroja piensa que el origen Albigense tiene mucha base, debido a que sólo un fanatismo religioso puede ser tan violento. Además se les llama Chrestiaas, que significa «Cristianos Nuevos».

Mª Carmen Aguirre Delclaux pasó muchos años investigando e intentando aclarar el verdadero origen de este pueblo humillado, marginado por sus vecinos, pero no se atreve a decidirse por una, nos descubre de todos modos la historia de un pueblo desconocido por muchos, sin embargo ella, como todos, tiene una opinión y puesto que esos años de investigación e incluso convivencia con agotes nos parece la mas acertada.
Mª Carmen dice: Nos parece muy posible que en aquellos tiempos medievales se separase al enfermo del trato común con la gente a la menor sospecha. Eran unos años que la lepra y la peste, con sus mortandades masivas, causaban terror, hasta el punto de descubrirse de padres a hijos.

Es fácil que se confundiese la lepra con cualquier enfermedad cutánea, que podrí­an curarse con el tiempo, o que no las padeciesen sus descendientes. Las leproserí­as, cargadas de enfermos, pronto vieron que esa gente no ofrecí­a cuidado y se les permitió vivir en barrios. Pero los pueblos era gente ignorante y muy temerosa, y no vieron con buenos ojos estos grupos que se iban acercando. Siempre con el temor de la lepra se les fue encerrando en un cí­rculo moral y psicológico peor que el sanitario. Los tuvieron por leprosos, las leyes les sentenciaron como a tales, con diferencia de los leprosos recluidos, pero con un yugo más pesado.

No se les trataba del todo como a leprosos, pues se les permitió construir la obra de carpinterí­a del Castillo de Montanes, ir al mercado, estar en la iglesia con todos, aunque su lugar fuera el último, y colocarse en las procesiones.

DE QUí‰ VIVIAN

Desde que tenemos conocimiento de la existencia de los agotes, sabemos que tení­an los peores oficios que existí­an. Debido a la ignorancia, o al temor a ser contagiados, les estaba prohibido criar ganado y sembrar la tierra, recordemos que la creencia popular era que si un agote pisaba la hierba descalzo no volví­a a crecer, así­ pues sus trabajos eran carpinteros principalmente, debido a que la creencia popular de aquellos tiempos, era que por la madera no se transmití­an las enfermedades.

Fueron los restauradores del Castillo de Pau y de la construcción de toda la carpinterí­a del Castillo de Montaner. Pero también tení­an otros oficios, como el de sepulturero, un trabajo nada agradable, los habí­a también canteros, molineros, tejedores, pescadores, leñadores…

Si bien estos oficios los pudieron realizar conforme el paso del tiempo.  Hací­an también tornillos de prensa, carrocerí­as, bancos, la parte mecánica de los molinos, elevaron campanas, construyeron naves e hicieron puentes. También hací­an las sogas para los ahorcamientos y la gente no agote no querí­an ser carpinteros por temor a ser confundidos con ellos.

No eran pues siervos, gozaban de la protección de la Iglesia y de una libertad en términos muy restringidos. Estaban libres de pechas, pero también de los derechos vecinales.

TRATO QUE SE LES DABA

Se les acusó de herejes, de tener trato con bestias, de hechiceros, , y que carecí­an del lóbulo de la oreja, también se decí­a que tení­an una oreja mas grande que la otra, y que una de ellas estaba rodeada de pelo, hasta canciones y poemas se hací­an eco de esta anomalí­a.
Los padres de una pastora impiden sus amores con el pastor por ser agote, pero al observar sus orejas, ve que son iguales, lo que va corriendo a sus padres para comunicárselo, en prueba de que no es agote y así­ puede seguir amándolo.

Que en vez de pelo tení­an plumón y sus uñas eran abarquilladas, que tení­an rabo.

No podí­an pisar descalzos, bajo pena de abrasarles las plantas de los pies, donde un agote pisaba, la hierba no volví­a a crecer, que si sostení­an una manzana en la mano se pudrí­a, ya que los agotes tení­an la sangre mas caliente.

Estaban separados de todo trato con los vecinos, incluso sus antepasados tení­an que llevar unas cliquetas para advertir de su presencia, estaban obligados a llevar una marca que los diferenciase del resto, un pie de pato de color rojo, viví­an exclusivamente en barrios apartados, tení­an prohibido mezclarse con el resto, casarse con personas no agotes, en algunos sitios bajo pena de muerte.

Si un hombre no agote, se casaba con una mujer agote, los hijos serí­an agotes. Si un agote le favorecí­a la fortuna y se casaba con una mujer no agote, unas coplas burlescas al respecto amargaban el festejo.

Las fiestas las tení­an que hacer en sus barrios si no querí­an verse humillados, les estaba prohibido participar en los bailes. En tiempos de Oyernat, los vascos llevaban el pelo largo, a los agotes se les obliga a cortárselo para que sean diferenciados del resto.

Les estaba prohibido llevar armas y vestir de gentil hombre.  No podí­an pescar en los rí­os, criar ganado, cortar leña de los bosques comunales, beber en las fuentes públicas, ellos tení­an sus propias fuentes, en un juicio, el testimonio de 7 hombres libres, equivalí­a al de 30 agotes, e incluso hay una sentencia de un vecino que le llamó a otro agote, al considerarse esto un insulto, se le obligó a pagar 25 libras.

LOS AGOTES, HOY

La casa donde habitan los agotes tiene su nombre propio, por lo general el apellido de la familia que la habita, tiene forma de caserí­o vasco y en algunas ocasiones esta dividida por la mitad, ocupándola familias distintas. Al ser casas de campesinos suelen tener tres plantas, en la baja esta la cuadra y algún trastero, la del medio es la destinada a vivienda y la superior el desván para guardar productos.

Conservan sus antiguos hogares pero ya disponen de cocinas de butano o eléctricas, hay un lavadero pero ya tienen lavadoras automáticas, si bien algunos vecinos siguen usando el lavadero porque dicen que les queda la ropa más blanca.

Los hombres visten botas fuertes de cuero o goma con un poco de pierna les llaman «Francesas». Cuando llueve y tienen que trabajar el campo usan un traje todo engomado, pantalón, chaqueta con cremallera y sombrero, todo a juego, se le llama «Paragua».  Las mujeres usan lo tí­pico: Combinación, faldas, jersey, niquis. La combinación de las niñas se llama saya. Los trajes tí­picos no ofrecen ninguna particularidad con los del Paí­s Vasco.

Los nombres con los que se designa a los familiares son los normales: ama, aita, amatxi, aitatxi, alaba…Los nombres son los normales, a veces algo cambiados, a un tal Ignacio le llaman Nisio. No emplean nombres Bí­blicos como se dice en la novela de Urabayen, sólo hay un Noé en todo el barrio. La gente se tutea pero a los mayores se les trata de Vd. Con los sacerdotes se emplea «Beroli» pero no lo usan todos.

El que hereda la casa no es el mayor de los hijos, al heredero lo eligen los padres. La mujer que vaya a entrar en la casa por su matrimonio debe llevar dote.

La dueña de la casa pasa a ser la novia que ha traí­do la dote, lo cual es muy duro para la suegra y las cuñadas solteras. Los bautizos y las primeras comuniones son como en todos los sitios, después de la misa desayunan todos juntos con el párroco en la fonda Echevarrí­a.

La celebración del matrimonio es similar al resto de los sitios, suben todos andando sin un orden especial, entra primero el novio del brazo de la madrina, después la novia con el padrino seguido por los demás. La comida que antes se hacia en la casa, ahora la tienen en un restaurante, y como suele ser por la tarde, sólo se hace cena.

RESTOS DE PAGANOS

Según la teorí­a, muy probablemente cierta, que arguye la escritora TOTI MARTINEZ DE LECEA, los agotes eran simples paganos precristianos que eran «apartados» por razón de no haberse cristianizado.

Después de vivir discriminados al menos durante ocho siglos, sin poder
mezclarse con los no agotes ni tener acceso a los estudios, resulta cuando menos sorprendente que no conservaran ninguna costumbre, creencia o vocablo de su vida «anterior», que no hubieran transmitido por ví­a oral los avatares y la procedencia de su comunidad.
Tras quince siglos de exclusión, los judí­os europeos no sólo conocí­an las diversas lenguas y habí­an adoptado las formas de vida de los lugares en los cuales se asentaron, sino que también mantuvieron la lengua ritual, la religión y los modos que les eran propios, y continúan haciéndolo.  En ningún documento se menciona que los agotes fueran en nada diferentes a sus vecinos, a excepción hecha del estigma de la lepra y del hecho de que no poseyeran tierras.

Pero ¿eran nuestros agotes navarros realmente leprosos? Algunos expertos no mencionan en sus trabajos el hecho de que la Iglesia católica llamase «leprosos espirituales» o «leprosos de alma» a los heterodoxos, herejes, conversos o simplemente paganos.

Aunque pueda parecer extraño, en la Edad Media aún existí­an PAGANOS en Europa, gentes aferradas a sus creencias y costumbres precristianas que sobreviví­an en zonas montañosas y boscosas, alejadas de las principales ví­as de conmunicación, tardí­amente cristianizadas. Los leñadores, carpinteros, almadieros,, carboneros y sus familias viví­an de la madera, alejados de las poblaciones que iban poco a poco fundándose en los valles. Una villa significaba una iglesia, una calle y una muralla o empalizada. Quien NO viví­a en un pueblo tampoco asistí­a a las prédicas dominicales y difí­cilmente podrí­a haber escuchado y aceptado el mensaje cristiano.

Por si quedase alguna duda, en cuanto al mantenimiento del PAGANISMO, en el siglo XIV, y en algunas zonas de la montaña navarra, aún se incineraban cadáveres, práctica prohibida por la Iglesia al considerarla pagana. Asimismo, y al igual que otros pueblos, los vascos conservan fiestas y ritos claramente paganos, en especial los que giran en torno a la diosa Madre, representación de la Tierra. La diosa matriarcal precristiana continúa viva en la memoria colectiva del ámbito vasco, lo cual significa que la antigua religión sobrevivió sobrevivió durante mucho tiempo como algo más que simple folclore.

Dejando a un lado tradiciones y leyendas, muchas de las cuales tienen un origen claramente medieval, que han sufrido transformaciones y cambios a lo largo de los siglos, se mantiene la esencia de lo que debió de ser la creencia en la Gran Madre, la diosa de la fertilidad, dadora de vida, vientre fecundo del cual nací­an las plantas, los animales y, por supuesto, los seres humanos, y a cuyo seno se regresaba una vez transcurrido el perí­odo vital.

Las moradas de Amari se hallan en las montañas, en simas de difí­cil acceso, algunas de las cuales fueron utilizadas como cuevas sepulcrales. La cueva era para los antiguos la puerta de entrada a la Tierra, el útero de la diosa.

Maternidad y divinidad estaban estrechamente ligadas en la mente popular, de forma que el «famoso» matriarcado vasco no provendrí­a del poder de las mujeres en el sentido que se le da de ordeno y mando, sino de la creencia en la diosa Madre mantenida mucho después de la cristianización. Bruja en vasco se traduce por sorgiña, que proviene de sortu y egin («hacer salir, hacer nacer), es decir: «la que hace nacer», la partera. Las mujeres perseguidas durante la caza de brujas no eran sino parteras y curanderas, continuadoras del culto a la diosa pagana.

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