Menos txakoli, pero de mejor calidad
Menos cantidad pero más calidad. Así, expresado de una forma simplificada y resumida, se presenta la cosecha de txakoli en Bizkaia de 2024. Para cuantificar exactamente la reducción de la producción –estimada a priori en un 20%– y calibrar de forma adecuada la categoría de esta añada, que apunta a excelente, habrá que esperar, no obstante, a que concluya una vendimia que, entrados ya en octubre, aún sigue a toda máquina. Y es que la escasez de horas de sol que ha ofrecido un verano deslavado, en plena fase de maduración de la uva, ha retrasado en quince días respecto al año pasado la recolecta del fruto de la vid. Por ello, tras días de intensas lluvias, los cielos luminosos y la subida de las temperaturas que acompañan a este fin de semana resultan una bendición para los viticultores, quienes ven cómo estas condiciones benignas pueden acabar de redondear la materia prima del que saldrán los vinos que, dentro de unos meses, tendremos ya disponibles en el mercado.
“Llevamos tres años complicados, no hace el tiempo que debe hacer cuando le corresponde”, apunta José Ramón Calvo, enólogo de la bodega Gorka Izagirre de Larrabetzu, la cual acaba de cumplir 19 años de existencia. Alude al cambio climático como un factor que desestabiliza el ciclo vegetativo de la vid: “La planta necesita un poco de orden y no lo hemos tenido. No hemos tenido frío cuando debíamos tenerlo ni sol cuando tocaba”. Respecto al retraso en la vendimia, recalca que en los últimos años, la tendencia era a irse adelantando, “pero ese mismo cambio climático que hizo que el 2023 fuese la cosecha más temprana de nuestra historia, ese mismo desorden de las estaciones hace que este año sea la más tardía”.
En referencia a la pérdida de producción, esta “se gestó muy pronto”, como señala Calvo. El origen está en el corrimiento de flor que se sufrió en la época de floración de la vid, entre los meses de mayo y junio. “En aquella época llovió. Debido a esa humedad, la flor de la que sale el fruto aborta, porque es incapaz de abrirse. Eso hizo que en cada racimo se perdiera un 20% de grano, aproximadamente”, explica. La contraprestación viene de la mano de una excelente calidad, aunque esta no surge por generación espontánea. “El trabajo de mis compañeras y compañeros ha hecho que lleguemos a la fase de maduración con la hoja de la vid perfectamente sana. Tenemos mucha hoja y muy sana trabajando para mucha menos uva, con lo cual ésta va a recibir mucho más alimento que en un año normal”, expone.
El corrimiento de flor afectó más a la Hondarrabi Zuri, variedad autóctona que aporta el 50% de la producción de uva –unos 400.000 kilos en total– de las 42 hectáreas de viñedos con que cuenta Gorka Izagirre tanto en Larrabetzu como en otros municipios vizcainos, como Dima o Zornotza. La otra mitad de la cosecha es de Hondarrabi Zerratie, una apuesta firme de esta bodega. Se trata de una variedad que “estaba prácticamente extinta” por diversas razones y que, en la totalidad de la producción de la Denominación de Origen Bizkaiko Txakolina ocupa un 21% “aunque está creciendo”. Calvo revela que “es más propensa a las enfermedades, da menos producción en el viñedo y menos rendimiento en prensa”. Por contra, ofrece otras ventajas: “Su ciclo es más tardío desde el principio, la floración se produjo más tarde que en el caso de la Hondarrabi Zuri y cuando floreció no llovió tanto. Además, es una variedad que aguanta mejor la lluvia en la floración”.
A la Zerratie le quedan aún un par de semanas para madurar del todo y estar lista para la recogida. La que ha traído de cabeza al equipo de Gorka Izagirre ha sido la Hondarrabi Zuri. Esta uva “estaba ya para cosechar la semana pasada, estaba muy blanda”. La borrasca Aitor les costó “un parón de cuatro días en la vendimia”, ya que en días de lluvia se aparca la recogida y “otras tantas noches sin dormir”, como confiesa Calvo: “Nos preocupaba mucho cómo iba a llover, ya que en esta última fase el pellejo de la uva se vuelve muy finito y las lluvias torrenciales pueden llegar a romper el grano de la uva”. Afortunadamente, los daños no fueron significativos.
Además de a las inclemencias meterológicas, el viticultor debe estar alerta ante otros enemigos que atacan a la uva y a los vides, como son los jabalíes, los corzos, la avispa asiática y, sobre todo, los pájaros. De hecho, sorprende el graznido que se escucha al adentrarse en el viñedo de Astoreka, el más grande con que cuenta Gorka Izagirre. “Es un equipo digital que imita el sonido de una rapaz para ahuyentar a las aves”, desvela el enólogo.
En llevar el grano sano y salvo a bodega se afanan en estos días la treintena de vendimiadores que, en esta época, se unen a los once empleados habituales de plantilla para recoger la uva. Lo hacen de forma totalmente manual, ya que el fuerte desnivel del terreno tampoco invita a utilizar maquinaria. Sobre las tres de la tarde empieza a llegar la uva a la bodega, donde se inicia el proceso para convertir su zumo en el txakoli que se podrá degustar en bares, restaurantes o en el propio hogar. Calvo nos anticipa sus características: “El grado alcohólico va a ser contenido, entre 12 o 12,5. Y al haber una maduración más tardía, la uva va a tener un punto de acidez mayor de lo que venía siendo lo habitual en los últimos años. Eso no significa que sea de menor calidad. El txakoli joven, de año, ha de ser un vino fresco, alegre, debe tener acidez. Y los vinos de guarda necesitan partir de una uva con mucha acidez para tener muy larga esperanza de vida. Este 2024 va a ser un buen año para hacer vinos de guarda”.
Esta afirmación la corrobora el enólogo de Gorka Izagirre con un anuncio: “La uva promete y este año vamos a hacer Ama, un txakoli de dos años de guarda que solo hacemos con añadas excepcionales. Antes solo se ha hecho en 2015, 2019 y 2021”. Y es que precisamente este es uno de los caballos de batalla de Calvo, quien realiza un augurio: “El mercado no está aún maduro para asumir txakolis viejos, pero creo que Bizkaia va a dar mucho que hablar a nivel mundial con los txakolis de guarda”.
Tomado de www.deia.eus