Muere Juan Marsé, la gran novela del siglo XX

El escritor, que falleció en Barcelona a los 87 años, alcanzó la fama con la publicación de ‘Últimas tardes con Teresa’. Premio Cervantes en 2008, sus libros retrataron a una sociedad en evolución desde el tardofranquismo a la democracia

Juan Marsé, la memoria literaria de la infancia de posguerra, constructor de un de las mejores narrativas españolas desde los años 60 con obras como Si te dicen que caí, Un día volveré o Últimas tardes con Teresa, falleció ayer noche en el Hospital de Sant Pau de Barcelona a los 87 años, según ha trascendido esta mañana. Uno de los autores más carismáticos de la llamada Escuela de Barcelona, con nombres que eran también amigos como Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan García Hortelano, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Terenci Moix y Eduardo Mendoza, tuvo una vida que bien podía haber sido una aventi, las historias que se contaban los niños que poblaban sus obras, en esa infancia marcada por el frío, el estraperlo, hijos todos de los vencidos, en una Barcelona gris delimitada por los barrios del Carmelo, el Uinardó y Gràcia, donde el escritor, nacido Juan Faneca en 1932, vivió tras ser dado en adopción.

Creador del Pijoaparte, en 2000 publicó ‘Rabos de lagartija’, novela que fue galardonada con los Premios Nacional de Narrativa y el de la Crítica.

En 1960, aconsejado por Gil de Biedma, viajó a París y allí trabajó como ayudante de laboratorio en el departamento de Bioquímica Celular del Instituto Pasteur, donde conoció al premio Nobel Jacques-Lucien Monod y cuya militancia comunista pudo inspirar a Marsé al decidirse a afiliarse al Partido Comunista de España, en el que militó durante cuatro años. Trabajador en un taller de joyería, entró en el círculo de Carlos Barral al escribir Encerrados con un solo juguete, que quedó finalista del premio Biblioteca Breve. Vuelve a Barcelona, donde publica, en 1962, Esta cara de la luna, que nuca más quiso reeditar. Mientras iba escribiendo colaboró en el mundo publicitario y guiones cinematográficos, siempre cercano al movimiento cultural de la Gauche Divine barcelonesa, siendo hasta redactor jefe de la revista Boccaccio y colaborador de la revista Por favor, una de las cabeceras clave de la Transición, donde llegó a ocupar el puesto de jefe de redacción.

Con Si te dicen que caí, que obtuvo el Premio México de Novela tras tener problemas de censura en España inició una ya destacable carrera novelística cuyo primer aldabonazo fue La muchacha de las bragas de oro, que en 1978 obtuvo el premio Planeta, y que ratificó apenas cuatro años después con una de sus obras mayores, Un día volveré. Ronda del Guinardó (1984, premio Ciudad de Barcelona), El amante bilingüe (1990, Premio Ateneo de Sevilla), El embrujo de Shanghai (1993) y Rabos de lagartija (2000, premios de la Crítica y Nacional de Narrativa), fueron junto a títulos más populares y que marcaron una iconografía como Últimas tardes con Teresa, (1966) algunas de las principales obras de un autor que fue reconocido con el premio Cervantes en 2008.

Su relación con el relato fue muy intensa como lector y algo más intermitente como autor. “El cuento plantea mayores dificultades que la novela”, admitía el autor de uno de los mejores cuentos del último medio siglo, Teniente Bravo (1987) en una entrevista con EL PAÍS. En 2005 dimitió como jurado del Premio Planeta disgustado con el sistema de selección de las novelas presentadas y tras criticar la baja calidad de todas ellas, afirmando que ganaría “la menos mala”. “La experiencia vivida como miembro del jurado del premio Planeta fue muy negativa, muy frustrante. Advertí enseguida que el negocio editorial primaba sobre la literatura”, aseguraba en un artículo en EL PAÍS. Su peripecia personal, incluyendo la historia de su adopción, conformó Caligrafía de los sueños, novela de 2011. En 2008 ganó el Premio Cervantes. Un año después depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que estará allí guardado hasta 2029.

Tomado de www.elpais.com

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