Recópolis, la olvidada ciudad visigoda que quiso ser una Constantinopla en miniatura para España

La Hispania visigoda del siglo VII llegó a ser el estado más poderoso de Europa, tanto a nivel cultural, económico como militar, pero a finales de ese siglo tuvo lugar una crisis de la que nunca se recuperó este reino que se movía entre las influencias romanas y las bizantinas. Uno de sus reyes más icónicos, Leovigildo, se vestía, se comportaba, fundaba ciudades, acuñaba monedas siempre pensando en actuar como un emperador de Bizancio… Como un César con un toque oriental.

Como muestra de su enorme poder, este rey visigodo levantó en 578 un complejo palaciego en Guadalajara de 33 hectáreas (22 de ellas amuralladas): la única ciudad construida en el Medievo de nueva planta por iniciativa de un estado en Occidente. Todo un alarde de poder en la cima de la Hispania visigoda.

Llamada Recópolis, en honor a su heredero, Recaredo, este complejo palaciego se inspiró en el urbanismo de Constantinopla en un intento de dotar al reinado de Leovigildo de cierto aire imperial. «Paara entender el significado de Recópolis hay que adentrarse en la poderosa figura de Leovigildo y en su afán por el fortalecimiento del poder real, la imitatio imperii como reflejo de su posición y poder, trono, vestiduras reales, acuñar moneda con su nombre y fundar ciudades como sucede con Recópolis. La figura de Leovigildo es muy potente», apunta el historiador Daniel Gómez Aragonés, que acaba de publicar el libro «Historia de los visigodos» (Almuzara).

Los hallazgos arqueológicos señalan que Recópolis no fue ni mucho menos una pequeña ciudad, sino algo que puede aguantar la comparación en muchos sentidos con la urbs regia, Toledo. Situada a orillas del río Tajo, Recópolis contaba con murallas dotadas de torres cuadrangulares y en su zona más elevada estaba ocupada por los edificios administrativos y por un importante conjunto palatino. En los lados norte y sur se erigieron dos edificios alargados de dos plantas y de grandes dimensiones (unos 133 metros de longitud). En el lado oriental, por su parte, había otra estructura mucho más pequeño, de un solo piso, y una basílica de tres naves con planta de cruz latina inscrita en un rectángulo con ábside semicircular peraltado. La singularidad de su planta está relacionada con los templos áulicos cruciformes edificados en Bizancio por iniciativa imperial.

Un arco monumental, situado en la parte sur, unía el complejo palaciego con la zona residencial de la ciudad a través de un barrio comercial y artesano, que incluía talleres de orfebrería y de vidrio y tiendas de la venta de vinos, aceites y todo tipo de comidas.

Un centro clave para el comercio

Más allá del valor simbólico de esta ciudad palaciega, la importancia de Recópolis residía en su papel comercial como puerta de entrada de materiales importados, en muchos casos procedentes del mundo oriental y africano, destinados a las élites de la monarquía. Un acueducto, el único que hasta el momento se conoce de época, suministraba agua desde un manantial a unos 3 kilómetros al conjunto palatino, mientras que el resto de la ciudad visigoda empleaba un sistema de cisternas para el consumo de agua. Se calcula que en la localidad llegaron a vivir 4.000 personas, en una Hispania que por entonces alcanzaba una población de 3.000.000 de habitantes.

La grandeza de esta urbe constata, en palabras de Daniel Gómez Aragonés, lo incorrecto de «considerar que la sociedad visigoda era mayoritariamente rural y que las ciudades se dejaban de lado entrando la mayoría en crisis, etc. Por supuesto que el ámbito y el hábitat agrario jugaron un papel fundamental en el Reino Visigodo de Toledo pero también las ciudades, ya que éstas eran centros desde los cuales se articulaba el poder. Además, hubo ciudades que experimentaron un inmenso desarrollo como lógicamente ocurrió con Toledo. Pero hubo urbes como Mérida, Córdoba, Sevilla, Narbona, Braga o Tarragona, todas ellas con un fortísimo pasado romano, tuvieron un gran protagonismo y jugaron un papel destacado en la administración del reino. Aparte, las ciudades también era determinantes para el poder religioso y su administración, esta circunstancia fue abriendo camino para lo que fue el modelo de ciudad medieval, el cual estaba ampliamente marcado por el organismo eclesiástico y sus necesidades».

El proyecto arqueológico está desde 1992 en manos del catedrático de Arqueología de la Universidad de Alcalá de Henares Lauro Olmo Enciso, y aún queda mucho trabajo por hacer en un yacimiento donde apenas se ha excavado un 8%. «Ojalá pueda seguir avanzado en sus investigaciones, ya que nos encontramos ante un yacimiento de primer nivel y de relevancia internacional. Me atrevería a decir que Recópolis genera “envidia” en Europa», apunta Gómez Aragonés.

En la actualidad se puede visitar el Parque Arqueológico de Recópolis, formado por los yacimientos arqueológicos de la ciudad visigoda y la ciudad andalusí de Zorita. La espectacular Zorita de los Canes (Guadalajara), primero árabe y más tarde cristiana, fue en parte construida con las piedras de la vecina Recópolis, que a principios del siglo IX sufrió un incendio y terminó transformada en una cantera. La ciudad andalusí se elevó como una de las más importantes del centro peninsular y un enclave estratégico fundamental para controlar el río Tajo.

Tomado de www.abc.es

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