Un niño que vivió en las montañas de Etiopía hace 2 millones de años, el primero de nuestros antepasados directos

Una mandíbula infantil hallada en Melka Kunture, a 2.000 metros sobre el nivel del mar en el altiplano etíope, es uno de esos fósiles que cambian el cuándo y el dónde, y suponen un vuelco en lo que creíamos saber sobre la evolución humana. Pertenece a un niño de 2 o 3 años que vivió hace 2 millones de años, el miembro más antiguo conocido de Homo erectus, los primeros homínidos con rasgos plenamente humanos y de los que descendemos de forma directa.

El trabajo, publicado en la revista ‘Science’ por un equipo internacional en el que participa la Universidad de Vigo y la Complutense de Madrid (UCM), adelanta en 300.000 años la aparición de esta especie humana y sugiere que su adaptación al clima más frío de las montañas, más exigente que el de las cálidas sabanas, le sirvió de «entrenamiento» para expandirse con éxito fuera de África por toda Eurasia.

El fragmento óseo de ‘Garba’, como los investigadores llaman cariñosamente al niño (o niña, su género se desconoce) por el yacimiento donde apareció (Garba IV), fue desenterrado en 1981. Conservaba visibles dos dientes de leche, pero al no ser definitivos no permitían precisar a qué especie pertenecía. Los dientes definitivos, y por tanto más significativos, estaban en el interior del hueso. Para conocer sus características, la pieza fue enviada a analizar al sincrotrón de electrones de Grenoble (Francia), que confirmó que ‘Garba’ era, sin duda, un Homo erectus.

Una nueva y más precisa datación de las controvertidas huellas de White Sands, en Nuevo México, confirma la ocupación humana de la región durante por lo menos 2.000 años, entre hace 23.000 y 21.000, en pleno máximo glacial

Además, el equipo pudo datar con paleomagnetismo el nivel inmediatamente superior al que contenía la mandíbula. Coincidía con el evento de Olduvai, una inversión de los polos magnéticos que ocurrió a escala global hace entre 1,95 y 1,77 millones de años. Los restos debían de ser, por fuerza, anteriores: unos 2 millones del años. «Los más antiguos de Homo erectus que han podido ser confirmados y en un ámbito geográfico que no se esperaba«, afirma Eduardo Méndez Quintas, colíder del estudio e investigador de la Universidad de Vigo. Los ejemplos más antiguos conocidos hasta el momento habían sido hallados en la cueva sudafricana de Drimolen o en la región del Koobi Fora, en la orilla este del lago Turkana en Kenia, con algo más de 1,8 millones de años. Fuera del continente africano, se encuentran los ejemplares del yacimiento de Dmanisi, en Georgia, de una edad similar.

Es imposible saber qué llevó a ‘Garba’ a la muerte, pero su grupo de homínidos se adaptó a unas condiciones bastante más duras que las de la sabana, con un mayor contraste de temperaturas, mayor altitud y más radiación. «El clima del altiplano era más frío. Mientras en el valle del Rift las temperaturas pasaban de los 30ºC por el día y no bajaban de los 10º o 15º C por la noche, en las montañas rondaban los 20º C de día y no subían de los 5ºC de noche. Además, sufrían un déficit de oxígeno por la altitud», explica Méndez Quintas.

Para el científico, ese ámbito más hostil puede ayudar a entender como Homo erectus se convirtió en la primera especie humana que salió de África para expandirse con éxito. «La especie se desarrolló de origen en condiciones muy parecidas a las que había en Eurasia. El cambio desde el altiplano etíope no fue tan drástico», afirma.

En las montañas, estos individuos se alimentaban de frutas, brotes, algún tubérculo y mucha carne, aunque se desconoce si eran cazadores o carroñeros. Estaban rodeados de ñus y antílopes, pero no de elefantes, rinocerontes ni jirafas como en la sabana. Con la excepción de unos pocos ejemplares de hienas, leones y tigres dientes de sable, no competían con muchos grandes carnívoros, lo que les supuso una ventaja.

Tecnología disruptiva

Otro de los grandes hallazgos del estudio es que H. erectus se convirtió rápidamente en un gran innovador. Aunque los primeros individuos utilizaban una tecnología más elemental, compuesta por núcleos y lascas (Olduvayense), pronto empezaron a fabricar soluciones tecnológicas más sofisticadas, la llamada tecnología Achelense: grandes lascas con las que se tallaban herramientas de piedra como los bifaces, las famosas piezas con forma de almendra que después se expandirían a casi todo el mundo.

La aparición de esta tecnología estaba establecida hace 1,8-1,7 millones de años en algunos yacimientos del fondo del valle del Rift, como la orilla occidental del Lago Turkana (Kenia), la región del Konso-Gardula (Etiopía) o la Garganta de Olduvai (Tanzania). Pero los nuevos datos la adelantan unos 300.000 años. «Se trata de una tecnología totalmente disruptiva y la más universal de la humanidad. Durará 1,8 millones de años«, indica Joaquín Panera, profesor de la Universidad Complutense.

«Hasta ahora se pensaba que esta especie había necesitado unos 200.000-300.000 años para dar este salto tecnológico, cuando la configuración cognitiva para hacerlo ya la tenían desde el primer momento. Era algo que no nos cuadraba», agrega Panera. La cultura Achelense «es importante porque es la que se va a extender no solo por toda África, sino también por Próximo Oriente, India, Sudeste Asiático y Europa. Y va a perdurar hasta el siguiente salto cualitativo tecnológico, que se produjo hace unos 250.000 años de la mano de los sapiens en África y de los neandertales en Europa. Sin ella, ni usted ni yo estaríamos hablando ahora mismo, nos habríamos extinguido», asegura.

A su juicio, las condiciones más exigentes de supervivencia pudieron jugar un papel en esta «disrupción humana que a mí me parece muy superior a la que estamos viviendo ahora con la inteligencia artificial. Funcionaba tan bien que permitió a la humanidad sobrevivir hasta que apareció nuestra especie».

Tanto Panera como Méndez Quintas coinciden en destacar el papel puntero de la ciencia española en el estudio de la evolución humana a nivel internacional. «Hasta hace poco estos estudios estaban dominados por el ámbito anglosajón, pero ahora tanto en yacimientos en Europa como en África somos una primera potencia. Es un triunfo de la ciencia española», se congratulan.

Tomado de www.abc.es

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