LECTURA: La década ominosa (1823-1833)

fusilamiento_torrijos2.1. TRAYECTORIA DE LA REPRESION AL REFORMISMO.

Comienza en los primeros meses de la nueva etapa del reinado de Fernando VII, que concluirá en diciembre de 1833.

Se caracterizará por una dura polí­tica represiva, un plan sistemático de depuraciones, régimen de terror, con el llamado «Ministerio Universal», y los «Tribunales de la Fe», como sustitutos de la Inquisición no establecida.

Por presión de las potencias europeas moderadas se acaba con el gobierno presidido por el confesor real Damián Sáez, y se nombrará un ministerio de claro matiz reformista.

La represión continuará hasta 1827. Las nuevas medidas tomadas por el gobierno serán: la amnistí­a,  la organización del ejército y varias reformas de hacienda, agricultura y administración.

2.2     SITUACIí“N DE LA ECONOMíA Y Dí‰FICIT DE LA HACIENDA.

Toda la polí­tica de Fernando VII estaba condicionada por la bancarrota de la hacienda. Los primeros intentos de reforma iban dirigidos hacia una contribución general, reforma que se impugnó por considerarla semejante a la de Garay.

Con el nuevo gobierno surgirá la figura de López Ballesteros y su sistema de hacienda, que posee dos caracterí­sticas esenciales: la reforma tributaria y el aumento de la deuda. Estos dos rasgos se verán limitados por la obligación de adoptar un sistema tributario tradicional y por el aumento de las bolsas europeas.

Lo más importante del sistema de hacienda (1824) es la reforma administrativa, necesaria para el buen funcionamiento de la hacienda, siendo capaz de fiscalizar la actuación de los ayuntamientos, los cuales estaban en manos de las oligarquí­as locales que defraudaban a hacienda. Los impuestos indirectos que gravaban el consumo van a suponer una carga para los contribuyentes humildes, lo que provocará el descontento popular.

Como consecuencia, surgirá una crisis económica, que al repercutir en la misma situación del ejército aumenta la posibilidad de que el descontento desemboque en un movimiento insurreccional, como ocurrirá en agosto de 1825 en Brihuega con unos voluntarios realistas, dirigidos por Bessierés, que pondrá de relieve la debilidad del gobierno y la existencia de una amenazadora conspiración motivada por el descontento de los sectores realistas más exaltados.

A raí­z de estos acontecimientos se creará la Junta Consultiva de Gobierno, el Duque del Infantado sustituirá a Cea Bermúdez al frente del gobierno, y desde primeros de 1826 el Consejo de Estado sustituirá al Consejo de Ministros. El Consejo de Estado apunta como solución de la crisis la reducción de gastos. Se abandonará la idea de hacer de la nación una gran potencia para conseguir mantener estable el edificio de la sociedad del Antiguo régimen, renunciando a las reformas que podí­an conducir a la revolución (era una censura ultraconservadora a las reformas de 1824).

Es de destacar la creación del primer presupuesto español -reflejo del establecimiento de una administración fuerte, capaz de ordenar y organizar gastos e ingresos del gobierno- no pudiéndose dar en el Antiguo Régimen, siendo la revolución liberal la que sentó las bases de las reformas que permití­an una organización eficiente de la hacienda, perfeccionándose y consolidándose en la Restauración.

A comienzos del XIX la implantación del presupuesto era una necesidad ineludible para todos aquellos paí­ses que aspiraban a mantener un rango mí­nimo en la escena internacional. La oposición del Consejo de Estado muestra las tensiones que existí­an entre los consejeros y los ministros, y entre los ministros más reaccionarios y otros con afán de renovación dentro del absolutismo.

Desde  este momento la gestión económica del gobierno dependerá mucho menos de la voluntad real y quedará mucho más bajo el control de los ministros. El presupuesto, incluso en un régimen absoluto -donde sólo obliga moralmente al rey y donde no existen las fiscalizaciones adecuadas para vigilar su comportamiento- era un paso hacia la centralización administrativa y un paso de consecuencias revolucionarias a largo plazo, como lo entendió muy bien el Consejo de Estado.

Su alternativa era una serie de medidas vagas y generales que no serví­an para nada en la situación del paí­s (guerra de los agraviados) y que declarará una bancarrota total sin que el fomento de la agricultura y el arreglo de los aranceles hubiesen cambiado la situación económica del paí­s.

El presupuesto evitó tanto la quiebra como las reformas substanciales, aunque fue un rasgo conservador, ya que huí­a de una modernización que barrí­a los usos del Antiguo Régimen.

Otra cuestión económica importante era el problema de la deuda, que el gobierno de Fernando VII intentó solucionar con la medida más trascendental y equivocada de todas, la decisión de no reconocer los empréstitos de las Cortes, decisión polí­tica impuesta por los «ultras» del régimen, que puso en contra a los banqueros extranjeros, los cuales rehusaban tratar con un gobierno que acababa de declarar una bancarrota.

Hasta 1833 los tratos con el crédito exterior se hací­an a través del banquero español afincado en Parí­s Aguado.

Otro factor importante que contribuye a la crisis económica son las reclamaciones extranjeras y la deuda con Holanda. Para tratar de solucionar los problemas de la hacienda, el Antiguo Régimen habí­a venido reposando en la creación de enormes masas de deuda, problema que recaerá sobre los regí­menes liberales, condicionando su actuación. El problema no es la codicia del monarca y la rapacidad de sus colaboradores, sino los fallos en el planteamiento de la polí­tica.

Una serie de circunstancias polí­ticas, derivadas en gran parte de la revolución francesa de 1830, y en mayor medida de la crisis interna de la monarquí­a española, iban a dar al traste con el difí­cil equilibrio de la Hacienda de Ballesteros.

– Tres crisis polí­ticas: la desencadenada por el triunfo de la revolución francesa de 1830, que podí­a producir  infiltraciones de los liberales por la frontera, el recrudecimiento de los intentos liberales (Miura, Torrijos) y la conspiración de los absolutistas extremos contra el gobierno y Fernando VII desde la Pragmática Sanción de 1789. Triple amenaza que incrementa los gastos del gobierno y los problemas polí­ticos que desví­an la atención del gobierno:

Se produce la posición a Ballesteros, defensor de una ví­a semi-reformista (a semejanza del despotismo ilustrado), que le enfrentará a los sectores conservadores más radicales.

– En 1832 tiene lugar la crisis definitiva, con un cambio de gobierno y los sucesos de la Granja. El nuevo gobierno estará dirigido por Cea Bermúdez, enemigo acérrimo del grupo ultra. No supondrá una ruptura con el pasado, ya que las medidas más espectaculares (amnistí­a o convocatoria de Cortes) serán impuestas por el rey. En el aspecto hacendí­stico no hay modificaciones.

– El problema central en esta década va a hallarse en los crecientes gastos y en la reducción a la mitad de los ingresos. Se necesitaba más dinero para mejorar la administración, para sostener un ejército permanente (garantí­a del mantenimiento de la estabilidad social). Encuentran la solución en el endeudamiento y degradación de la hacienda, lo que obligó a la renuncia de la reconquista de las colonias americanas y la devaluación del papel de España en el contexto internacional, además de favorecer a la decadencia del ejército y la ruina de la marina, junto con la de la agricultura, el aumento de la presión fiscal y el descontento popular.

Los errores polí­ticos hacen inútiles las reformas (al condenar las directrices polí­ticas y económicas del trienio constitucional no podí­an modernizar la administración).

2.3     CONFLICTIVIDAD SOCIAL

La manifestación de esta conflictividad social se producirá a partir de 1826, cuando la suavización de la intransigencia de 1823 coincidirá con la polí­tica de cautelosa «apertura centrista», polí­tica que provocarí­a entre 1827 y 1828 la reacción ultra de los «agraviados en Cataluña.

La extraña rebelión de los apostólicos, en nombre de una monarquí­a absoluta contra el monarca absoluto (fue desempeñado un papel decisivo -estí­mulo y cauce ideológico- por determinados sectores de la Iglesia, pues temí­an que cualquier conexión de tipo ilustrado pudiera llevar a un replanteamiento de la desamortización de los bienes del clero, cuyo primer capí­tulo se habí­a abierto durante el trienio, y con especial importancia en Cataluña. Como en 1820, el elemento militar será decisivo en la coyuntura de 1827. Los voluntarios realistas como jefes, y el campesinado catalán como soldado. La burguesí­a urbana, la nobleza, la población más ilustrada se mantuvieron al margen, hasta la llegada de Fernando VII, cuando se adhirieron a él, sobre todo por traer consigo el decreto de 1827 confirmando el proteccionismo para la industria textil.

Vencida la insurrección, el régimen alcanza uno de sus raros momentos de equilibrio, pero sólo durará hasta 1830, momento en el que se produce la quiebra financiera, se publica la pragmática sanción, que restablece la sucesión femenina y se produce la revolución francesa que va a significar un nuevo estí­mulo para los liberales exiliados. Sus primeras consecuencias serán los frustrados motines de Valdés, Mila, Milans por la parte francesa y en1831 nuevos intentos en la parte de Gibraltar protagonizados por Torrijos.

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1 respuesta

  1. Miriam Burgos dice:

    Fernando VII recupera los poderes en 1820 (Intervención de los Cien Mil hijos de san Luis) y mucha gente sale de España a Francia. Esta vez para no vivir el fracaso tras la pasada experiencia absolutista, el rey decide introducir medidas reformistas, como el Consejo. Luis López es el ministro de hacienda y adopta unas medidas para salir de esa bancarrota económica a través de la bolsa, así­ también se crea el primer presupuesto español para acabar con el problema de la deuda.
    La polí­tica reformista del gobierno provoca a los absolutistas que durante al gobierno liberal habí­an apoyado al rey. Los absolutistas son la oposición más fuerte contra el rey, formando un movimiento de rebeldí­a llamado la guerra de los agraviados. Fernando aprueba la ley sálica, al no tener descendientes varones, como consecuencia se formas los sucesos de La Granja.
    Surgen crisis polí­ticas derivadas del triunfo de la revolución francesa, el recubrimiento de intentos liberales y la conspiración de los absolutistas extremos contra el gobierno.
    Por problemas económicos, se renunció a reconquista de colonias, devaluación de España en el contexto internacional, decadencia del jerecito, marina, agricultura. Habí­a mucho descontento popular formándose así­ conflictos en la sociedad.
    1830 se produce la quiebra y más sucesos. En 1831 gracias a la revolución francesa los exiliados reintentan entrar a España.

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