LECTURA: República

República (del latí­n res publica, «la cosa pública, lo público»), en sentido amplio, es un sistema polí­tico caracterizado por basarse en la representación de toda su estructura mediante el derecho a voto. El electorado constituye la raí­z última de su legitimidad y soberaní­a. Muchas definiciones, como la de Encyclopí¦dia Britannica de 1911, resaltan también la importancia de la autonomí­a y del Derecho (incluyendo los derechos humanos) como partes fundamentales para una república. Por extensión, se suele denominar así­ al Estado que posee dicha organización, aunque muchas otras formas de gobierno se han autodenominado repúblicas siendo en realidad estados totalitarios por ejemplo China, la antigua URSS o Chile bajo el gobierno de Augusto Pinochet.

Definición

Tradicionalmente se ha definido la república como la forma de gobierno de los paí­ses en los que el pueblo tiene la soberaní­a o facultad para el ejercicio del poder, aunque este último sea delegado por el pueblo soberano en gobernantes que elige de un modo u otro. Suele pensarse que en la práctica, la forma de estado de un paí­s es la monarquí­a si tiene soberano o rey no soberano, y república.

Lo cierto es que una república está fundamentada en el «imperio de la ley» y no en el «imperio de los hombres». Una república es, de este modo, independiente de los vaivenes polí­ticos, no compatible con tiraní­as, monarquí­as ni democracias, y en el cual tanto los gobernantes como los gobernados se someten por igual a un conjunto de principios fundamentales normalmente establecidos en una constitución.

«Un montón de gente puesta junta no necesariamente es una república» Aristóteles.

Y la constitución, de ser apegada al Derecho, sirve para protegerlo y definir incluso qué leyes son buenas y cuáles malas en el marco de referencia constitucional.

El desconocimiento de estos principios clásicos en el mundo moderno lentamente ha conducido a muchos a expresarse en términos de «repúblicas democráticas» o «repúblicas islámicas», sin considerar la contradicción que tales frases contienen.

Son elementos comunes que participan del contenido de la definición tradicional que la cultura occidental ha elaborado del concepto «República»: 1.-la periodicidad en los cargos; 2.-la publicidad de los actos de gobierno; 3.-la responsabilidad de los funcionarios públicos; 4.- la separación y control entre los poderes; 5.- la soberaní­a de la ley; 6.- el ejercicio de la ciudadaní­a; 7.- la práctica de la tolerancia con las ideas opuestas; 8.- la igualdad ante la ley; 9.- la idoneidad como condición de acceso a los cargos públicos.

República y Religión

Una de las principales motivaciones por las que se cambiaba del régimen monárquico al republicano era el aspecto religioso.

La mayorí­a de Monarquí­as tení­an una religión oficial del Estado de la que no se podí­an discernir, mientras que las repúblicas, sobre todo desde que la francesa y la estadounidense establecieran las bases para el derecho que actualmente recogen la mayorí­a de constituciones, la libertad de culto dejan este aspecto a la libre elección del ciudadano.

Repúblicas laicistas

Muchas veces, las revoluciones que han propiciado el cambio de Monarquí­a a República han sido altamente laicistas, lo que en ocasiones ha despertado un importante sentimiento anticlerical a raí­z del apoyo y el simbolismo que algunas confesiones religiosas como el catolicismo han prestado al Antiguo Régimen, o por su estrecha vinculación con las oligarquí­as, así­ como el papel eminentemente reaccionario que las jerarquí­as eclesiásticas han tendido a desempeñar en su complicidad o defensa activa del orden establecido. En los casos de mayor exacerbación, o de mayor acumulación histórica de frustración y sufrimiento por parte de las clases populares y oprimidas, a raí­z del statu quo, esto ha llegado a provocar quemas de iglesias, persecución de religiosos y destrucción de arte sacro, etc. Casos de ello se dieron en Francia, durante la revolución francesa, o en algunas revoluciones socialistas, como las que dieron paso a las distintas Repúblicas Soviéticas (algunas de corta duración), así­ como las de Vietnam, Corea del Norte, China, o la inconclusa Revolución social española de 1936, que tiene lugar en el seno de la II República tras el frustrado golpe de Estado fascista, por parte de los militares sublevados, que dio lugar al estallido de la Guerra Civil, siendo los intentos o afiliaciones revolucionarias duramente reprimidas desde el bando sublevado ó nacional. Aunque también la imposición de monarquí­as o estados totalitarios han fomentado en ocasiones la persecución o ataque a minorí­as religiosas como a los judí­os, o a los cristianos en el Japón Tokugawa, o han legitimado su poder en la religión, como la dictadura de carácter fascista del General Francisco Franco y su nacionalcatolicismo.

En los Estados Unidos, no sucedió esto, probablemente, porque la suya más que revolución, fue ante todo una Guerra de Independencia para librarse de los abusos de la corona británica. No obstante, la joven nación no eligió ninguna religión de Estado en especial, aunque sí­ hace referencia en ocasiones a la Biblia o a Dios, por ejemplo en su constitución. Francia, pionero en la independencia de la religión y el estado, asumirí­a la laicidad del estado finalmente a principios del siglo XX.

Repúblicas confesionales

Si bien es cierto que muchas veces se ha esgrimido el sentimiento anti-religioso para favorecer la implantación de un régimen republicano, otras tantas veces, ha sido al revés, se ha utilizado un sentimiento religioso (en ocasiones, incluso fundamentalista), con idéntico objetivo.

El sentimiento religioso jugó un importante papel, por ejemplo, en el derrocamiento del Régimen del Sha en Irán, que fue substituido por una república dirigida por los lí­deres espirituales islámicos, los ayatolás. De hecho, Irán tiene como nomenclatura oficial la de República Islámica de Irán.

Algunos paí­ses se han organizado como una república, para establecer una religión estatal en su constitución. El ejemplo más evidente es el de las República Islámicas, aunque no son las únicas, lo mismo sucede el polo opuesto, en el Estado de Israel.

Históricamente, muchas repúblicas se han definido en función de una religión, como la República católica de Irlanda o la República protestante de los Paí­ses Bajos.

En este caso, al dotar a la República de una determinada religión oficial, lo que se busca es impedir injerencias en el culto estatal, provengan dichas injerencias de dentro del propio Estado o del exterior.

República y Democracia

La república, a menudo, se asocia con la democracia. De hecho, si todos los estados que se autodenominan repúblicas realmente se acoplaran a la definición, no habrá problema en que esta asociación fuera automática. El problema es que en muchas autodenominadas repúblicas, la soberaní­a no reside en el pueblo.

El derecho a voto ha sufrido una larga evolución. De hecho, no se generalizo el sufragio universal (derecho a voto para los mayores de edad) hasta mediados del siglo XX. Antes, este derecho estaba bastante restringido. Sólo determinados estratos sociales podí­an votar, o se discriminaba por cuestiones de origen, color de piel, sexo, etc. Actualmente, a muchas formas de democracia de la antigí¼edad (incluyendo la Democracia ateniense se las denomina Plutocracias, pues sólo permití­a votar a la oligarquí­a dominante)

El referéndum

Un instrumento de democracia directa son los referendos, pero éstos sólo son convocados, normalmente, por algún motivo extraordinario. Pocos paí­ses, entre los que está Suiza, convocan varios referendos al año.

Paí­ses declarados como regí­menes o estados socialistas o comunistas, en cambio, suelen tener un alto í­ndice de participación del pueblo, de lo que denominan proletariado, pero en cambio, las decisiones que ahí­ se toman, no son de gran alcance o bien no cuentan con una base realmente democrática donde se puedan discutir y plantear por toda la sociedad las ventajas o inconvenientes al apoyarlos. Es el caso, por ejemplo, del Régimen de Fidel Castro en Cuba que organiza los llamados comités populares para que los ciudadanos puedan participar en la toma de decisiones.

Además, muchas de las antiguas repúblicas socialistas de Europa del Este incorporaron a su nombre la denominación titular de democracia, pero al igual que el concepto de república moderno, no se ajustaban a la realidad o a la definición común. Ni se trataba de regí­menes participativos de manera transparente y con derechos humanos básicos, ni se ejercí­an consultas directas (referendos) a la ciudadaní­a en las condiciones adecuadas. Un ejemplo serí­a, antes de la reunificación de Alemania, la hoy ya desaparecida, República Democrática Alemana.

En otros estados considerados democráticos como México, sin embargo, esto se puede comparar, según algunas opiniones, con los famosos plebiscitos que toman la opinión del pueblo pero sin que la sociedad en sí­ tome parte activa en la legislación.

República o Monarquí­a

Aunque, teóricamente, la república hace referencia a que la soberaní­a reside en el pueblo de forma democrática, en la práctica, el concepto república se lo pueden atribuir estados que simplemente no adopten como a una forma de monarquí­a, incluyendo en ocasiones estados con sistemas totalitarios, oligarquí­as o dictaduras, como Corea del Norte. Por ejemplo, los autócratas tratan de maquillar su forma de gobierno con trajes democráticos llamándose presidentes, en vez de reyes y república a la forma de gobierno de su paí­s en lugar de monarquí­a o dictadura.

Siempre han existido repúblicas, en cierto modo con rasgos de monarquí­as absolutistas, donde el Jefe de Estado puede tener muchas de las caracterí­sticas de un monarca o rey, llegando a instalar a presidentes vitalicios (concepto muy cercano o paralelo al de dictador). Este tipo de presidente, muchas veces, tiene un poder más allá de lo que es habitual en una democracia. Un ejemplo es el caso de la República írabe de Siria en la que a partir de 1970 el cargo presidencial puede devenir en hereditario.

Durante mucho tiempo, república era un concepto de estado moderno y de ideas ilustradas o liberales diametralmente opuesto a monarquí­a, sí­mbolo del Antiguo Régimen. í‰ste es el caso, no sólo de Antigua república romana sino de estados modernos como Estados Unidos de América, tras su independencia del estado monárquico de Gran Bretaña o Francia, tras la revolución francesa, punto de referencia de la actual historia moderna. En cambio hoy, esta radical oposición ha quedado diluida por la propia aceptación y evolución de algunas monarquí­as, especialmente europeas, hacia sistemas de monarquí­a constitucional o parlamentaria, régimen similar a una república, en el sentido de concederse casi totalmente la soberaní­a en el pueblo en forma de derecho a voto, aunque conservando como máximos representantes del estado en un cargo heredable entre otras particularidades. Es el caso de Gran Bretaña o España, entre otros paí­ses.

El debate no obstante sigue abierto y paí­ses como Australia en 1999 celebraron un referéndum para convertirse en República, rechazada con un 55% de los votos, otros paí­ses de reciente creación, como Montenegro, aún a pesar de tener herederos a la corona real y basarse su escudo nacional en el sí­mbolo real de 1918, paradójicamente han aceptado formalmente la República como forma de gobierno.

Evolución histórica

 

1.      En la antigí¼edad

En la Antigí¼edad, las repúblicas no se entendí­an, como entiende la ciencia polí­tica el concepto de república.

Aunque República significara la cosa pública, no todos podí­an participar de esa cosa pública. La llamada democracia ateniense no lo era en el mismo sentido que tomamos actualmente. En realidad, las polis griegas estaban gobernadas por oligarquí­as (aristoi, «los mejores») y sólo los ciudadanos (y no todo los miembros del pueblo eran ciudadanos) eran los únicos que participaban en las discusiones del ágora. (No podemos decir que la República antigua era «mal llamada» así­, pues la noción de Libertad era distinta para lo antiguos, lease la Libertad de los Antiguos y la Libertad de los Modernos de I. Berlin).

Pocos textos antiguos sobrevivieron a la oscurantista Edad Media, entre estos pocos está La República de Platón. No obstante, pese a los elevados ideales de ésta, cuando Platón puso sus ideas polí­ticas en práctica en la polis de Siracusa el resultado fue un completo fracaso.

También Cicerón intento algo parecido en tiempos de la Antigua Roma y tampoco logró reforzar el gobierno de la República romana, muy a su pesar, sólo logró un preludio de lo que luego serí­a la Roma imperial.

2.      En el Renacimiento

Durante el Renacimiento se fomentó la revisión del mundo antiguo, no sólo de su arte, sino también de su cultura, de su pensamiento polí­tico y de su literatura y, la mayorí­a de los pocos escritos que lograron sobrevivir a la Edad Media fueron traducidos. Entre estos los que hací­an referencia a las Repúblicas de la Antigí¼edad que fueron rebautizadas como Repúblicas clásicas.

La filosofí­a renacentista vio en la república una especie de Estado ideal y los Estados que surgieron en ese periodo como Paí­ses Bajos adoptaron esta forma de organización polí­tica. Aunque más que los ideales republicanos, pesó en su decisión su sentimiento anticatólico (por ello, se autodenominaron República Protestante de los Paí­ses Bajos) y el hecho de que no encontraron a ningún candidato que les convenciese como monarca.

3.      Republicanismo ilustrado

La Ilustración trajo consigo toda una nueva generación de polí­ticos y filósofos ilustrados que se replanteó los principios de la ciencia polí­tica que habí­an estado vigentes hasta el momento. Locke, por ejemplo, se habí­a planteado la división de poderes y la Separación Iglesia-Estado cuando el Absolutismo aún era moneda de cambio. Estos planteamientos polí­ticos serí­an los que se establecerí­an no mucho después en las constituciones promulgadas tras la Revolución Francesa y la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. De hecho, la Ilustración definió el estándar de lo que habí­a de ser una república y de las monarquí­as constitucionales que empezarí­an a consolidarse en el siglo XIX.

Los principios más importantes establecidos por la Ilustración fueron:

La autoridad de la ley.

La exigencia de que los gobiernos se interesen por los ciudadanos a los que afecta dicha ley.

La necesidad de que los gobiernos establezcan el llamado interés nacional, de tal modo, que fuesen comprensibles por el pueblo en general.

Que existiese algún modo de autodeterminación (En el sentido de consulta popular de tipo referéndums, elecciones, etc).

Desde el final del absolutismo, tanto el liberalismo (repúblicas con sistemas económicos librecambistas), como el socialismo (repúblicas con sistemas económicos planificados), así­ como, las monarquí­as constitucionales se basaban en los ideales republicanos aparecidos durante la ilustración y desarrollados en las repúblicas de Estados Unidos y Francia. Estos ideales son la creencia en la autodeterminación de los pueblos y la dignidad individual humana.

4.      República de partido único

Karl Marx argumentó que las clases sociales tení­an intereses y que los gobiernos existentes representaban los intereses de la clase dominante, y que, tarde o temprano, estos gobiernos serí­an derrocados por las clases proletarias.

Cuando las predicciones de Marx se cumplieron y aparecieron las nuevas Repúblicas Socialistas, éstas se proclamaron como las herederas más directas de los ideales de la Ilustración.

Cuando aparecieron estas Repúblicas socialistas tuvieron que enfrentarse a un grave problema, la mayor parte del proletariado carecí­a del interés o de la experiencia de gobierno necesaria para que los ideales republicanos socialistas se pudieran poner en marcha. Por ello, las estructuras de gobierno socialistas acabaron siendo, en la práctica, muy piramidales.

5.      República islámica

Muchos eruditos occidentales no consideran a las repúblicas islámicas como auténticas repúblicas, pues sus ideales están fundamentados en el Corán, no en los ideales de la Ilustración, ni tienen ningún otro lazo con la tradición occidental del republicanismo que puede remontarse hasta la Antigua Roma.

Estas repúblicas islámicas surgieron en las zonas de dominio del Islam, tras las descolonizaciones de la segunda mitad del siglo XX.

 

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