El Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807)

Ascendido al trono Carlos IV, tanto él como su ministro Floridablanca, desde el momento en que se inició la Revolución Francesa intentaron evitar a toda costa cualquier contagio revolucionario procedente del paí­s vecino. Para ello procuraron impermeabilizar la frontera a fin que ni personas sospechosas ni ningún tipo de escrito penetrase en España. Tras un corto perí­odo de gobierno, Carlos IV tomó una decisión clave en su reinado, nombró ministro a Manuel Godoy en 1792.

La ejecución de Luis XVI en enero de 1793 provocó la ruptura de la tradicional alianza con Francia. España se unió a una coalición internacional y participó en la denominada Guerra de la Convención. La derrota militar española fue rápida y concluyente. El fracaso bélico precipitó la firma de la Paz de Basilea, y se volvió a la alianza con Francia.

La creciente debilidad del gobierno de Godoy, llevó a España a una creciente dependencia de la polí­tica exterior francesa, lo que desembocó en la catástrofe naval de Trafalgar, donde la armada franco-española fue derrotada por el almirante inglés Nelson.

El 27 de octubre de 1807 se firmaba (Godoy y Napoleón) en la ciudad francesa de Fontainebleau un Tratado en el que se acordaba con la Francia napoleónica y la España regida por Carlos IV, el reparto de los territorios de Portugal y sus colonias, provocando además el bloqueo comercial de Inglaterra. El detallado reparto que el Tratado de Fontainebleau establecí­a, nunca se llevó a cabo, pues tras entrar las tropas francesas en Lisboa el 30 de noviembre de ese mismo año, muy pronto comenzarí­an a tomar posiciones en las principales ciudades de España con el pretexto de asegurar las comunicaciones con su nueva anexión.

Cuatro cuerpos del ejército francés cruzarí­an los Pirineos: dos de ellos se establecerí­an en las estratégicas plazas de Pamplona y Barcelona, los otros dos se adentrarí­an en la Pení­nsula preparándose para los futuros planes de invasión de Murat y todo ello sin que estuviera estipulado en el Tratado. En total 65.000 soldados franceses acantonados en las localidades antes indicadas y en Burgos, Salamanca, San Sebastián y Figueras, controlando las comunicaciones con Portugal, Madrid y Francia.

Esto confirmarí­a que el pacto no era sino una excusa para obtener el control total de toda la Pení­nsula Ibérica.

A estas alturas la figura de Godoy era ya duramente criticada, tanto por la nobleza que se sentí­a desairada por el favor real a un advenedizo, como por el clero, asustado ante la amenaza de una desamortización de los bienes eclesiásticos.

Este descontento cristalizó en la formación de un grupo de oposición en torno al Prí­ncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, que rápidamente se puso a trabajar para acabar con el gobierno de Godoy y, por qué no, del rey que le habí­a nombrado.

Muy pronto se hizo evidente para todos que la entrada consentida de las tropas napoleónicas se habí­a convertido en una ocupación del paí­s, y Godoy tramó la huida de la familia real hacia Andalucí­a, trasladando antes la corte a Aranjuez. Pero le salió mal la jugada, ya que el 19 de marzo de 1808 estalló un motí­n popular organizado por la facción de la Corte partidaria del Prí­ncipe de Asturias. Fue el llamado Motí­n de Aranjuez. Poco después, 2 de mayo, estallarí­a la guerra nacional antifrancesa (Guerra de la Independencia).

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