LECTURA: La transición demográfica y el régimen demográfico moderno

El régimen demográfico moderno parece definirse por: su baja natalidad, su baja mortalidad (sobre todo su baja mortalidad infantil), y la escasa incidencia de la mortalidad catastrófica. Aunque el crecimiento reducido que implican las tasas bajas puede devolver su protagonismo a la mortalidad catastrófica.

Con la revolución industrial la sociedad, la economí­a y el Estado cambian radicalmente; y también el modelo de familia, y como consecuencia la población. Comienza otro ciclo expansivo de la población conocido como transición demográfica. La transición demográfica es un perí­odo extraordinario de crecimiento de la población. Consiste, básicamente, en el descenso de las tasas de natalidad y mortalidad. La forma cómo se hace este descenso provoca el aumento de la población.

La transición demográfica es el paso del régimen antiguo al régimen moderno de población. Este proceso comienza a finales del siglo XVIII o mediados del siglo XIX en los paí­ses que se están industrializando, y termina, en ellos, en los años 60 o 70 del siglo XX. Durante este perí­odo la población se ha multiplicado entre 2 y 7 veces.

Las causas del descenso de la fecundidad son muchas, pero en la base de todas ellas está el desarrollo económico y la posibilidad efectiva de controlar la natalidad. El control de la natalidad no se hace por motivos maltusianos, puesto que la posibilidad de incrementar la productividad de la tierra es muy superior a lo que creí­a Malthus. Además, no es la falta de alimentos lo que favorece la reducción de la natalidad, sino, muy al contrario, el desarrollo económico. Admitiendo que la coyuntura económica positiva a corto plazo hace aumentar la fecundidad, es el desarrollo económico a largo plazo lo que la hace descender, por diversos motivos.

Para explicar este descenso David Heer expone tres razones: el cambio en la escala de valores, los costes de los hijos y los recursos de tiempo y energí­a que requiere cada nuevo hijo. A medida que los hijos van sobreviviendo, el valor de un nuevo hijo disminuye, puesto que hay cada vez más seguridad de que los hijos van a salir adelante, y es necesario hacerse cargo de todos. Además, el Estado del bienestar permite que durante la vejez no sea necesario depender de los hijos para asegurarse una vida similar a la que se ha llevado.

La decisión de tener menos hijos es fundamental para el descenso de la natalidad, pero también lo son los métodos anticonceptivos que permiten que esa decisión sea efectiva. Es paradójico que la natalidad descienda al tiempo que desciende la edad de matrimonio (18 años para las mujeres). Es la efectividad de los métodos anticonceptivos lo que permite este descenso.

Las causas del descenso de la mortalidad, sobre todo infantil, son más claras. El desarrollo industrial conlleva el desarrollo cientí­fico, y la puesta en práctica de las medidas higienistas que propugnaban los ilustrados del siglo XVIII. Los avances cientí­ficos en la lucha contra las enfermedades, sobre todo infecciosas, son notables. Además, coincide con un descenso de la morbilidad de las enfermedades. Aparece la penicilina (Alexánder Fléming, 1928) y las primeras vacunas: Edward Jenner crea la primera vacuna, para la viruela, en 1796, (Louis Pasteur 1822-1895). En todos los paí­ses se reforma la ciudad, y uno de los criterios que se tienen en cuenta son las condiciones sanitarias de los barrios. Se hacen calles más anchas y mejor ventiladas, alcantarillado, agua corriente, iluminación, etc. Se educa a la población en los hábitos higiénicos, por medio de la escolaridad obligatoria, y se crean hospitales y una infraestructura sanitaria más densa: aparecen los médicos de familia en todas partes. Además, los hospitales, los cementerios, las cárceles, los cuarteles y todas las infraestructuras que se consideran como fuente de enfermedades se trasladan a las afueras de las ciudades.

También se mejora la alimentación, ya que se hace más regular y variada. La revolución industrial asegura la producción agrí­cola, gracias al aumento de la productividad de la tierra. Serán muy pocas la crisis de subsistencia desde entonces, el hambre en Irlanda en 1846-1848, el hambre en la URSS en 1920 y el hambre en España en 1940. Cada vez las crisis de subsistencia son menos violentas, hasta que llegan a desaparecer en los paí­ses ricos.

Si la transición demográfica hace aumentar la población es porque las tasas, y sus correspondientes curvas, de mortalidad y natalidad se separan, haciendo aumentar el crecimiento vegetativo. Según el modelo tí­pico hay tres momentos clave en el proceso, que se suceden en el tiempo y que hacen variar la curva de crecimiento vegetativo. El primero es cuando comienza a descender la mortalidad (a). Este momento se toma como el comienzo de la transición demográfica. El segundo perí­odo es cuando comienza a disminuir la fecundidad (b). Este es le momento de mayor crecimiento vegetativo; pues la distancia entre la natalidad y la mortalidad es la máxima. El tercero se presenta cuando las tasas de natalidad y mortalidad están en sus niveles mí­nimos (c), y por consiguiente el crecimiento vegetativo. A este momento se le considera el fin de la transición demográfica. Para determinar el fin de la transición demográfica es necesario que las tasas bajas se mantengan durante, al menos, 5 años, y que la esperanza de vida al nacimiento para las mujeres sea, como mí­nimo, de 73 años.
Modelo tí­pico

Según la duración, y su máximo crecimiento vegetativo, Chesnais diferencia tres tipos de transición demográfica en los paí­ses desarrollados. El tipo nórdico, en el que le crecimiento vegetativo anual máximo es muy bajo, menos de 2% y la transición demográfica es muy larga, dura entre 150 y 200 años. El tipo centro occidental de más corta duración, entre 90 y 100 años, y también con un crecimiento vegetativo anual máximo menor del 2% que además se alcanza a comienzos del siglo XX. Y el tipo meridional y oriental, de unos 90 años de duración, y al igual que los anteriores con un crecimiento vegetativo anual máximo menor del 2%, pero que se alcanza mucho más tarde, hacia los años 50 y 60.

En los paí­ses subdesarrollados este modelo está alterado. Ninguno de ellos ha terminado la transición demográfica y por lo tanto no se puede saber cuanto durará, pero en todos los casos ha superado el 2% de crecimiento vegetativo anual. En México se ha superado el 7%. La transición demográfica en los paí­ses del Tercer Mundo no fue acompañada del crecimiento económico de los paí­ses desarrollados, lo que implica un desequilibrio grave y unos problemas de paro, pobreza y hambre, que no hubo en Europa. Además, se ha desarticulado el modelo tradicional de sociedad, con lo que no tienen respuestas propias a sus problemas. La superpoblación producida en Europa tuvo la oportunidad de emigrar, gracias al colonialismo y la acogida de los paí­ses nuevos. Esa es una posibilidad que la superpoblación de los paí­ses el Tercer Mundo no tienen.

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