Nuestros antepasados llegaron a la Península Ibérica 5.000 años antes de lo que creíamos

Nuestra historia como especie no cambia, es la que es. Lo que sí cambia es cómo la contamos en función de los nuevos datos que las ciencias van iluminando. Un yacimiento puede transformarlo todo y, de repente, encontrar en él pruebas sobre nuestro pasado que ni siquiera sospechábamos. Y eso es lo que ha sucedido.

Hasta hace unos días, el estado del arte en paleoantropología era asumir que los primeros humanos modernos llegaron a la actual España hace unos 43.000 o 46.000 años. Al menos esa era la historia que contaban otros yacimientos. Sin embargo, los restos encontrados en la Cueva de Lapa do Picareiro, en Portugal, indican una antigüedad mayor, concretamente 5.000 años antes. Pero ¿cómo podemos saberlo? ¿Es posible estar seguro con tanta precisión?

El peligro del tiempo

El maestro J.R.R. Tolkien escribió una vez que, el tiempo…

Todas las cosas devora, aves, bestias y flora. El hierro corroe, el acero perfora, y tritura hasta las más duras rocas.

Esa es el mayor problema al que se enfrenta cualquier que quiera centrar su mirada en el pasado. Los milenios deterioran cualquier certeza y solo gracias a nuestros conocimientos de geología y física podemos hacernos una idea de cuándo ocurrió qué. En este caso, las nuevas evidencias han permitido remontar nuestros primeros pasos en la península un 10%, que no es poco, y la clave está, en parte, en la tierra del yacimiento.

Una alternativa, por ejemplo, es comparar el tipo de herramientas encontradas o de especies con otros yacimientos ya datados. Si estas coinciden es probable que sean coetáneos o, al menos, cercanos. Una opción algo más precisa es, siempre que sea posible, fijarse en los distintos estratos que presenta el suelo del yacimiento. La tierra y las rocas sedimentarias se depositan formando una suerte de capas, la más profunda suele ser la más antigua. Al menos así es siempre que no haya tenido lugar algún tipo de movimiento de tierras, como un desprendimiento o un pliegue. De este modo, también podemos hacernos una idea sobre la antigüedad relativa de un yacimiento.

Finalmente, existen métodos de laboratorio muchísimo más precisos y capaz de dar una antigüedad absoluta. El ejemplo más famoso es el del carbono 14, que permite saber en qué momento murió un organismo. La mecánica es sencilla. El carbono 14 es un tipo de carbono radiactivo que consumimos en nuestra dieta y que no supone ningún riesgo. Con el tiempo pierde su radiactividad a un ritmo que conocemos bien, por lo que según esta característica podemos estimar hace cuanto comió un organismo por última vez, lo cual da una fecha muy aproximada de su muerte. En este caso, estos métodos sumados incluso a otros más precisos apuntan a que estos antiguos sapiens ya estaban en tierras ibéricas hace 38.000 o 41.000 años. Y no se trata de una aproximación laxa, sino de un dato de gran precisión.

Confirmando las sospechas

Precisamente, porque existen tantas posibles formas de datar un yacimiento, no todas son igual de robustas. Algunas aportan pruebas más fiables que otras. De hecho, para ser precisos, el yacimiento de Lapa do Picareiro no ha sido el primero en apuntar en esta dirección. Antes que ella ya se hablaba sobre la cueva de Bajondillo, en Málaga. La datación del yacimiento de Bajondillo batía el récord de antigüedad en cuanto a restos de humanos modernos encontrados al sur del Ebro. Una frontera fluvial relevante, porque con ella suele determinase en estas disciplinas el principio de nuestra península. Sin embargo, la solidez de estas pruebas era controvertida y las encontradas en Portugal han permitido confirmarlas.

Según indica la revista científica en la que ha sido publicado el hallazgo (Proceedings of the National Academy of Sciences), los investigadores encontraron herramientas de origen indiscutiblemente nuestras. De hecho, este tipo de artilugios prehistóricos se han encontrado previamente en otros yacimientos desperdigados a lo largo de Europa y Asia. Puede que esto parezca trivial, pero nosotros, los sapiens, no éramos os únicos humanos que poblaban las tierras ibéricas. De hecho, hasta ahora se creía que los neandertales, nuestros primos evolutivos, habían llegado bastante antes que nosotros. Pero si las pruebas recogidas en Lapa do Picareiro han sido interpretadas correctamente, entonces la historia cambia y puede que ambos llegáramos casi al mismo tiempo, en el caso de los neandertales hace 42.000 and 45.000 años.

Tal vez parezca anecdótico, pero conocer este “orden de llegada” puede ayudar a aclarar por qué desaparecieron los neandertales de la península apenas unos milenios después. Una información relevante para entender nuestra relación con el medio y los potenciales peligros a los que nos enfrentamos como especie. Aunque puede que lo más estimulante sea la promesa de futuro que hace este yacimiento. A diferencia de lo que pueda parecer a simple vista, Lapa do Picareiro no es en sí misma un nuevo descubrimiento, al contrario: se trata de toda una leyenda de la paleoantropología. De hecho, hace 25 años que está siendo investigada y parece haber estado tan poblada que no conocemos ninguna cueva que la supere durante los últimos 50.000 años.

Por ese mismo motivo, porque los yacimientos de nuestra península tienen todavía mucho más que ofrecernos, es posible que Lapa do Picareiro no tenga la última palabra. Puede ser cuestión de días, meses o años que aparezca una nueva prueba, anterior incluso a las que nos hemos estado refiriendo. Pruebas que sitúen la llegada de nuestra especie a la Península Ibérica incluso antes de lo que acabamos de redefinir. Es más, de alguna manera tuvieron que llegar a Portugal, ya fuera siguiendo la costa o bajando ríos. Eso significa que, muy probablemente, haya más indicios esperándonos en algún lugar de nuestra tierra. El mismo tiempo que los ha enterrado será quien nos responda.

QUE NO SE LA CUELEN:

Los neandertales no son nuestros antepasados, y aunque el motivo de su extinción sigue siendo una incógnita, existen hipótesis bastante relevantes que apuntan a una causa multifactorial. En ellas, el frío, la mezcla con poblaciones de sapiens más numerosas y alguna desventaja genética a raíz de la hibridación, pudieron ser los clavos de su ataúd.

La ciencia está en constante revisión y eso no es una debilidad, sino la fuente de su fortaleza. Cuando más verificada ha sido una hipótesis de carácter científico (y por lo tanto falsable) más robusta parece. No obstante, nada está asegurado y cualquier nueva prueba puede forzarnos a reescribir buena parte de nuestro conocimiento para así aproximarla un poco más a la realidad que perseguimos.

Tomado de www.larazon.es

 

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