El origen histórico de la Legión, ‘los novios de la muerte’

La infantería que desfila con una cabra, los oficiales descamisados con barba de chivo, los novios de la muerte… La Legión española es todo eso tan extravagante, pero también son la punta de lanza de las tropas españolas, una de las unidades militares más eficaces de toda Europa y los encargados de acudir a la mayoría de misiones en el extranjero realizadas por España en el siglo XX.

Del Sáhara a los Balcanes, de Irak a Afganistán… La Legión es una unidad con un siglo de historia a sus espaldas, muchas cicatrices y un origen irremediablemente africano. De la primera generación de soldados que lucharon en la Guerra de Marruecos de principios del siglo XX brotó una escuela de militares de esencia colonial, los africanistas, que se caracterizaban por entender de una forma nueva la milicia y por tener un enfoque muy profesional del conflicto.

Estos experimentados oficiales concibieron a su imagen y semejanza a los Regulares y a la Legión.

En el caso del segundo, el romanticismo y un peculiar folclore se adueñaron de su esencia. Numerosas novelas (‘La Bandera’, de Pierre Mac Orlan, o ‘Tras el águila del César’, entre otras) y películas contribuyeron a crear casi desde su origen una imagen novelesca y guerrera de «los novios de la muerte». El responsable de esta mística tan llamativa fue su fundador, José Millán-Astray, al que se le autorizó el 5 de septiembre de 1919 a realizar una visita a los acuartelamientos de La Legión Extranjera francesa en Argelia.

Allí extrajo unas conclusiones de las que nacerían, meses después, La Legión española, cuyo nombre original fue el de Tercio de Extranjeros. El Real Decreto de su fundación, recogido por ABC en la edición vespertina del 28 de enero de 1920, rezaba:

«La conveniencia de utilizar todos los elementos que puedan contribuir a disminuir los contingentes de reclutamiento en nuestra zona de protectorado de Marruecos, inclina al ministro que suscribe a aconsejar como ensayo la creación de un tercio de extranjeros, constituido por hombres de todos los países que voluntariamente quieran alistarse en él para prestar servicios militares tanto en la Península como en las distintas comandancias de aquel territorio. A propuesta del ministro de la Guerra y de acuerdo con el Consejo de Ministros vengo a decretar lo siguiente:

Miguel de Unamuno criticaría la «peliculera» estética de la Legión, su extrema violencia y los aires excéntricos de su «despechugado»

Artículo único. Con la denominación de Tercio de extranjeros se creará una unidad militar armada, cuyos efectivos, haberes y reglamentos por que ha de regirse serán fijados por el ministro de la Guerra».

Ciertos sectores políticos protestaron ante este decreto, puesto que veían peligroso que una unidad española tuviera carácter mercenario, esto es, que aceptara a extranjeros entre sus filas. Miguel de Unamuno criticaría la «peliculera» estética de la Legión, su extrema violencia y los aires excéntricos de su «despechugado» fundador, pero lo cierto es que detrás del humo había una unidad sólida, operativa y necesaria en este teatro de operaciones.

La hora de los legionarios

A consecuencia del desastre de Annual, la I Bandera de la Legión, fundada apenas un año antes, recorrió 96 kilómetros a pie en día y medio para llegar a Tetuán. El objetivo era acudir cuanto antes a Melilla, donde algunas tropas nativas se habían pasado al bando enemigo y la plaza se encontraba indefensa. «¡Legionarios! De Melilla nos llaman en su socorro. Ha llegado la hora de los legionarios. La situación allá es grave; quizás en esta empresa tengamos todos que morir», arengó a las dos banderas de la Legión el fundador de la unidad, el veterano José Millán-Astray.

Cuando las tropas de élite españolas desembarcaron en Melilla, se estaba produciendo un motín y los civiles trataban de evacuar la ciudad a toda costa. Tras un aparatoso desembarco, con Millán Astray dirigiéndose a la multitud para tranquilizarla, La Legión ocupó los blocaos y las trincheras en los siguientes días, encargándose de proteger los convoyes que se dirigían a las posiciones más avanzadas. La unidad guarneció en un solo día quince puestos, y su leyenda se extendió dentro y fuera de las fronteras de España.

El 18 de agosto de 1921, a las nueve de la mañana, una multitud de excombatientes se agolpaba a la puerta de la embajada española en Londres para alistarse en La Legión. A las diez de la mañana los voluntarios pasaban de la cifra de 2.500, de los que finalmente fueron alistados 40. Ese mismo mes, salieron de Nueva York 200 voluntarios y, el 19 de septiembre, llegaron a Cádiz 287 legionarios procedentes de Buenos Aires. El Tercio de Extranjeros había comenzado a escribir su leyenda.

 

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