Goya y el 2 de mayo: ¿por qué pintó contra los franceses si simpatizaba con ellos?

La vida de Francisco de Goya es una de las más interesantes de la historia española. No solo por su enorme talento como pintos y sus variados intereses intelectuales, sino porque, como pintor de la corte y al mismo tiempo intelectual, en muchas ocasiones se vio obligado a conjugar ambos intereses. Todas esas circunstancias confluyeron cuando se produjo la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas: en ese momento, Goya trabajaba en un “Retrato ecuestre de Fernando VII”, pero, al mismo tiempo, mantenía estrecha amistad con intelectuales “afrancesados”, es decir, con ideas liberales, las que encarnaba la Revolución Francesa, y que habían sido adoptadas en algunos círculos en España. Esa fuente de contradicciones persiguió al pintor durante muchos años.

La adscripción política de Goya no puede definirse con precisión por las fuentes historiográficas existentes. Si bien no se significó públicamente, está reconocida y ampliamente aceptada sus ideas contrarias al absolutismo, que él presenciaba de cerca en la Corte de Fernando VII. Muchos de sus amigos tomaron decidido partido por José I Bonaparte, instalado en el trono español por su hermano Napoleón. El mismo Goya había tenido contacto con las ideas reformistas y modernizadoras de Godoy, y que representó en diversas alegorías, y en muchas ocasiones se había mostrado crítico con la ignorancia y el atraso educativo que percibía en España.

En 1808, con el francés instalado en el trono, Goya regresó a Madrid, tras el decreto de José Bonaparte, por el que se instaba a los funcionarios de la corte a volver a sus puestos so pena de perderlos. En la corte del hermano de Napoleón, pintó retratos de generales y políticos franceses revolucionarios, incluid el de José I. El 11 de marzo de 1811 recibió de su mano la Real Orden de España.

Ejemplo paradigmático de estos vaivenes fue la “Alegoría de la villa de Madrid” (1810), un cuadro que representaba a la ciudad y en la que el retrato de José I aparecía en un ángulo, junto a la Victoria y la Fama subordinadas al monarca, junto a la imagen de un perro como símbolo de fidelidad. En 1812, con la huida de los franceses, el rostro de Bonaparte quedó cubierto por la palabra «Constitución», en referencia a la de 1812, pero el regreso de José I en noviembre obligó de nuevo a pintar su retrato. Su marcha definitiva devolvió el lema «Constitución» a la obra y en 1823, con el fin del Trienio Liberal, Vicente López pintó el retrato del rey Fernando VII. En 1843, finalmente, se volvió a hacer desaparecer para sustituirlo por el lema «El libro de la Constitución» y posteriormente por el que se contempla actualmente de “Dos de mayo”.

Entre 1808 y 1814, año en que se produce la vuelta de Fernado VII, Goya fue testigo de las cruentas batallas entre los dos bandos. Presenció el sitio de Zaragoza junto al general Palafox, y también asistió a la derrota española en la batalla de Tudela. Esa experiencia fue el material de donde surgió su serie “Los desastres de la guerra”, pero con la restauración fernandina la situación de Goya en la corte era delicada. Fue en ese momento cuando llegaron las pinturas calificadas de “patrióticas”: “El dos y El tres de mayo de 1808” (o “La carga de los mamelucos” y “Los fusilamientos del tres de mayo”, que es como se conocen más estas obras), escenas en las que se ensalza el coraje del pueblo español frente al brutal invasor. Ambas obras de gran dramatismo, dan valor a la colectividad del pueblo frente a un héroe concreto y sirvieron para apaciguar los ánimos.

Comtra el pintor se había levantado un expediente de depuración tras la Restauración e incluso uno llevado a cabo por la Inquisición contra él por “La maja desnuda”, que se consideraba obscena. Goya fue exonerado al ser considerado «un viejo sordo que vivía encerrado en su casa». En el citado informe se señala que Goya no cobró sus honorarios durante el reinado de José Bonaparte y que se hallaba en una pésima situación económica. También se indica que intentó refugiarse en Portugal, pero fue interceptado. Ciertamente, su situación económica era mala y su reputación, cuestionada. Pero supo navegar entre las aguas turbulentas realizando encargos oficiales y refugiándose en la Quinta del Sordo, donde más tarde llevaría a cabo la que para muchos es su obra maestra, “Las pinturas negras”.

Tomado de www.larazon.es

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