DEBATE 8: ¿Extraños en la noche?
Los padres y madres de un instituto de Villena se han comprometido por escrito ante el centro a obligar diariamente a sus hijos a hacer los deberes en casa y también a asistir a las reuniones que convoquen los profesores para el seguimiento del curso.
Estos dos compromisos forman parte de un «decálogo de buenas prácticas» que por primera vez este año han firmado en el momento de presentar la matrícula los padres o tutores de la práctica totalidad de los casi 900 estudiantes de 12 a 18 años del instituto Antonio Navarro Santafé, considerado «tranquilo» y sin una especial conflictividad.
La directora del centro, María íngeles Corella, y el presidente del AMPA, Juan Martínez, ha explicado este domingo que, junto a este documento de intenciones de los padres o tutores, los alumnos y profesores también han suscrito otros dos decálogos parecidos con el mismo fin de mejorar la «conexión» entre las tres partes para lograr mejorar el rendimiento escolar.
Además de obligar a sus hijos a estudiar en casa y a acudir a las reuniones, este «contrato» establece que los padres deben fijar un horario de los deberes y que se tienen que asegurar de que se cumple, así como que contrastarán con el profesorado la información que llega a través del alumno, en caso de necesidad.
Normas de convivencia
También prevé el cumplimiento de las normas de convivencia y régimen disciplinario, la colaboración con los docentes para que se respete la figura del profesor, fomentar en el menor los valores del trabajo y esfuerzo diario, y sugerir las posibles mejoras a beneficio de los escolares y el centro.
Para la directora, «al acercarse a los centros, los padres reconocen el trabajo de los profesores y se fomenta una responsabilidad más práctica y más cercana».
En caso de que los familiares incumplan el decálogo, Corella ha indicado que probablemente sentirán «una responsabilidad moral» por el fracaso, «lo que a la larga es más importante que una sanción material».
Paralelamente a esta «toma de responsabilidad» por parte de los padres en la educación de sus hijos, los alumnos también han firmado otro «contrato-compromiso» en el que prometen asistir a clase, hacer los deberes, respetar a los compañeros y el material del instituto y trasladar a sus padres la información que el centro les pida.
Considero absurda la necesidad de utilizar convenios de esta índole. Implican un mayor nivel de presión en el rendimiento del alumno, que a la larga puede resultar perjudicial. La organización del estudio, a mi juicio, es responsabilidad del propio estudiante, si bien ha de ser aconsejado y guiado por especialistas. Además, según dice el texto, el no cumplir dicho contrato producirá al alumno o a los padres una responsabilidad moral, por lo que ¿qué valor moral tiene un acuerdo que, en su incumplimiento, produce dicha sensación?
Mi forma de ver la cuestión planteada se identifica plenamente a la de Jon Koldo añadiéndole un pequeño matiz como anexo.
Dicho matiz radica en que, a mi juicio, el valor moral del convenio consiste en adoctrinar a los chavales de tal manera que se introduzcan en una dinámica de trabajo.
Pero eso no significa que se tenga que llevar a tal extremo tal y como el texto hace ya que los extremos nunca son buenos.
Ya lo decía Aristóteles, «la virtud se encuentra en el término medio».