¿Debemos borrar al ‘ex’ de nuestras redes sociales tras la ruptura?

Aunque el término ‘contacto cero’ se ha popularizado de un tiempo a esta parte, lo cierto es que la idea no es nueva. Alude a la necesidad de cortar cualquier tipo de comunicación con otra persona (ya sea nuestra pareja, una amistad o un familiar), tras evidenciar que dicha relación nos supone algún tipo de perjuicio.

Esto último es lo que la psicóloga Leticia Menéndez, del gabinete Sagüés Psicología, define como una relación tóxica: «Se da cuando una o ambas personas sufren y desarrollan conductas inadecuadas, que pueden suponer cierta vulnerabilidad mental y psicológica para la otra parte. Estos signos de alerta suelen ser sutiles, indirectos y subjetivos, lo que dificulta tomar conciencia de lo inoportuno de estos comportamientos. El resultado es que las personas se ‘enganchan’ y quedan atrapadas en una peligrosa dinámica negativa de la que es difícil salir».

En este contexto, numerosos terapeutas recomiendan la técnica del contacto cero para dar carpetazo a una historia de amor imposible o sacar de nuestra vida al amigo que únicamente se preocupó por sí mismo. El problema radica en la dificultad: vivimos en una sociedad hiperconectada y evitar coincidir en un mismo lugar no basta. Los smartphones nos acercan a los demás para bien y para mal, por numerosas vías como las llamadas telefónicas, las aplicaciones de mensajería instantánea o las redes sociales. A esto habría que sumar las sensaciones que experimentamos al tomar distancia, explica Menéndez: «Se asemejan a los síntomas presentes en un estado de abstinencia: la privación de una persona o relación desencadena una tormenta de emociones (ansiedad, pensamientos obsesivos, arrepentimiento, insomnio…), lo que conlleva una necesidad casi incontrolable de búsqueda y establecer de nuevo un contacto».

Los beneficios de romper lazos

Por fortuna, indican los expertos, las mentadas sensaciones pierden intensidad con el tiempo y los beneficios del contacto cero terminan compensando el proceso. Entre ellos, el gabinete Clasifical Psicólogos, destaca la recuperación de la autoestima: «El volver a conectar con nosotros mismos, generar actividades que nos apasionen y darle foco a nuestras necesidades, ayuda a que nuestra autoestima se haga más grande y sólida».

El contacto cero también nos aparta de pensamientos negativos (usualmente relativos al vínculo que acabamos de romper) y nos ayuda a trabajar nuestro yo interior, al tiempo que establecemos prioridades: «El paciente retoma el control de su vida; abandona comportamientos impropios y dañinos para sí que únicamente radican en el dolor. También observa su antigua relación de pareja desde otra perspectiva, detectando cuáles fueron sus fallos y aprendiendo a evitarlos en sus próximas relaciones», concluye el centro de Psicología Clínica.

Pero nada de lo anterior se consigue sin una metodología estricta: existe un acuerdo en los pasos a seguir para un contacto cero realmente efectivo. Para evitar cualquier tipo de comunicación con la otra persona conviene atender, como decíamos, a nuestras interacciones digitales. La mayoría de redes sociales permiten dejar de seguir, bloquear o silenciar a cualquiera de nuestros contactos. Incluso a la inversa: podemos impedir que el otro vea o comente nuestras publicaciones. En los casos más extremos, incluso las alusiones indirectas pueden echar por tierra el proceso, por ejemplo cuando un amigo en común muestra al otro en una de sus ‘historias’ o vemos que a esa persona le ha gustado determinada fotografía.

Tanto o más importante es evitar ‘googlear’ el nombre del sujeto, preguntar por éste a gente en común o que la misma nos aporte información al respecto (para lo cual debemos pedirlo explícitamente o abandonar los círculos sociales compartidos).

Otros consejos útiles son no acudir a aquellos lugares donde exista una alta probabilidad de coincidencia y combatir los recuerdos persistentes centrando la atención en otra cosa. Suelen funcionar la actividad deportiva (por algo están los gimnasios llenos de almas atormentadas) y los encuentros con viejos conocidos a los que quizás no hayamos frecuentado tanto como nos gustaría.

En último término no hay que juzgarse: al fin y al cabo las relaciones terminan por muchos motivos sin que haya un culpable. El contacto cero puede suponer, al tiempo, una oportunidad de conocer a nuevas personas y abandonar una zona de confort social que, visto lo visto, no resultaba tan confortable como pensábamos.

¿Valen las segundas oportunidades?

Aunque por lo general todo contacto cero resulta en un distanciamiento irreversible de las partes, existen ocasiones en que la relación de amistad o pareja termina pesando más (fruto de una reflexión calmada durante el proceso de separación). Si es nuestro caso, la psicóloga clínica Catalina Aguayo recomienda que la reconexión se produzca de forma paulatina: «Es importante que ambos puedan expresar sus sentimientos, sensaciones, pensamientos y determinaciones; que conversen sobre qué sintieron en ausencia del otro y analicen la relación en retrospectiva. El vínculo solo podrá restaurarse cuando haya un acuerdo sobre las cosas que se deben trabajar, lo que a menudo requiere pedir ayuda a un profesional».

Tomado de www.elcorreo.com

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