BIOGRAFíA: Indalecio Prieto

Orí­genes

Aunque nacido en Oviedo de origen humilde, muy pronto se fue a vivir a Bilbao, donde estudió en un centro religioso protestante. Autodidacta, se vio obligado a trabajar desde muy joven en los más diversos oficios para ganarse la vida. Inició su vida laboral como taquí­grafo en el diario La Voz de Vizcaya. Cuando apenas tení­a catorce años comenzó a asistir al Centro Obrero de Bilbao, donde se relacionó con los socialistas, e ingresó en 1899 en la Agrupación Socialista de Bilbao. Ya convertido en periodista, empieza a trabajar como redactor del diario El Liberal, del que con el tiempo llegarí­a a ser director y propietario, el cual serí­a el portavoz de sus opiniones polí­ticas.

Entrada en la polí­tica

Como periodista, en la primera década del siglo XX, Prieto se convierte en figura destacada del socialismo en el Paí­s Vasco. En este trabajo aprendió los recursos de la oratoria que tan importantes fueron en su carrera polí­tica posterior. Fue ferviente partidario de la colaboración electoral con los republicanos, a través de la cual consiguió sus primeros cargos públicos –diputado provincial por Vizcaya en 1911– para lo que tuvo que enfrentarse con el núcleo socialista contrario, liderado por Facundo Perezagua, al que expulsó del partido en 1914. Fue elegido concejal en el Ayuntamiento de Bilbao en 1917.

Es este un periodo marcado por la Primera Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral, lo que reportó grandes beneficios a la industria y al comercio españoles. Pero estos beneficios no se vieron reflejados en los salarios de los obreros, por lo que se fue generando una gran agitación social, que culminó el 13 de agosto de 1917 con el comienzo de una huelga general revolucionaria que, ante el temor de la repetición en España de los hechos acaecidos en Rusia por esas fechas, es reprimida duramente mediante la intervención del ejército y la detención en Madrid del comité de huelga. Prieto, involucrado como estaba en la organización de esta huelga, huye a Francia antes de ser detenido y ya no volverí­a hasta el mes de abril de 1918, después de haber sido elegido diputado.

Muy crí­tico con la actuación del gobierno y del ejército en la Guerra de Marruecos, tuvo frases muy duras en las Cortes con motivo del denominado Desastre de Annual de 1921, así­ como sobre la más que probable, aunque no probada, responsabilidad del rey en la imprudente actuación militar del general Fernández Silvestre en las operaciones de la zona de la comandancia de Melilla.

Dirigente del PSOE

Su fama como parlamentario aumentó en paralelo a su influencia en el partido, entrando en la Ejecutiva del PSOE. Contrario a la incorporación del partido a la Tercera Internacional, permaneció en el PSOE tras la escisión del Partido Comunista en 19211922.

Opuesto a la lí­nea de Largo Caballero de colaboración de su partido con la dictadura de Primo de Rivera, se produjeron agrios enfrentamientos entre ambos, lo que le llevó a apartarse de la dirección del partido. En este sentido siempre representó el ala más polí­tica y parlamentaria del partido frente al radicalismo sindical de Largo.

Al final de la dictadura tomó partido por la República como salida a la crisis del paí­s, llegando a comparecer, a tí­tulo personal, ante la oposición de Julián Besteiro, en la formación del llamado Pacto de San Sebastián en agosto de 1930, formado por una amplia coalición de partidos republicanos que se proponí­a acabar con la Monarquí­a. En esta cuestión, sin embargo, sí­ que contó con el apoyo del ala liderada por Largo Caballero, ya que este creí­a que la caí­da de la Monarquí­a era el único camino por el que, en esos momentos, el socialismo podrí­a alcanzar el poder.

La Segunda República

Proclamada la II República el 14 de abril de 1931, Prieto fue nombrado ministro de Hacienda del Gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora y participó en los primeros gabinetes de la República, ocupando las carteras de Hacienda (abrildiciembre de 1931) y Obras Públicas (hasta septiembre de 1933), siendo Jefe de Estado Alcalá-Zamora y Jefe de Gobierno Manuel Azaña.

Como ministro de Hacienda, firmó la entrega de la Casa de Campo al Ayuntamiento de Madrid para uso y disfrute de sus vecinos, y tuvo que hacer frente a las repercusiones de la crisis internacional en la economí­a española, manteniéndose en una estricta ortodoxia liberal. Pese a todo afrontó la oposición de los empresarios, que desconfiaban de él, y la del Banco de España, que se resistí­a a una mayor intervención del Estado en este organismo.

Siendo ministro de Obras Públicas, continuó y amplió la polí­tica de obras hidroeléctricas iniciadas en la época de la dictadura de Primo de Rivera, así­ como un ambicioso plan de mejora de infraestructuras en Madrid, como el de los enlaces ferroviarios, la construcción de una nueva estación en Chamartí­n y el túnel de enlace, bajo el suelo de Madrid, entre esta estación y la de Atocha (que la prensa opositora bautizó como Túnel de la Risa, nombre que llega hasta nuestros dí­as), obras estas que no verí­an la luz hasta muchos años después, como consecuencia de la guerra civil.

El golpe revolucionario de 1934

La crisis de septiembre de 1933 provocó la salida de los socialistas del Gobierno y que concurrieran en solitario a las elecciones de noviembre. La victoria electoral del centro-derecha y la posibilidad de que la CEDA accediese al poder orientó al socialismo español a preparar la insurrección de octubre de 1934, movimiento en el que Prieto tuvo una participación muy activa. Su propia opinión sobre el golpe revolucionario y su participación en él, la expuso públicamente con toda sinceridad años después en una conferencia pronunciada en México y editada más tarde en un libro de su autorí­a:

Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario [de octubre de 1934]. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minorí­a socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí­ que debí­a ser el programa del movimiento. Y yo –algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero– acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí­.

El fracaso del movimiento revolucionario le condujo nuevamente al exilio y abrió la brecha entre caballeristas y prietistas por el control del PSOE y la estrategia a seguir: Prieto representaba un punto de vista moderado dentro del partido y apoyaba la colaboración con los republicanos de izquierda para volver al poder y como garantí­a de estabilidad de las instituciones republicanas. Por ello se opuso a las veleidades revolucionarias de la izquierda del partido -reflejadas por el diario Claridad- a la radicalización de las juventudes y a la colaboración con el PCE y la CNT.

La Guerra Civil

Prieto era un firme convencido de que la situación polí­tica y social de España en 1936 necesariamente desembocarí­a en una guerra civil, y así­ lo escribió y publicó en diversas ocasiones a lo largo de la primavera de dicho año.

Iniciada a los pocos dí­as la guerra, en septiembre de 1936, tras la caí­da de Talavera de la Reina, Largo Caballero se convierte en Presidente del Gobierno, siendo nombrado Prieto ministro de Marina y Aire.

Tras los sucesos revolucionarios de mayo de 1937 en Barcelona, cae el gabinete Largo Caballero y forma gobierno Juan Negrí­n, en principio afí­n a su polí­tica, siendo Prieto designado ministro de Defensa Nacional, aunque, en su fuero interno, reconocí­a que la guerra no podí­a ganarse por carecer la República del apoyo de las potencias democráticas (durante su ministerio, el acceso marí­timo para los suministros soviéticos quedó cortado por los ataques de los submarinos italianos y la frontera francesa estaba cerrada).

Tras la caí­da del Frente Norte en octubre, presenta la dimisión que no le es aceptada, aunque en marzo de 1938, tras el derrumbe del frente de Aragón y sus enfrentamientos con Negrí­n y con los ministros comunistas, sale del gobierno.

El exilio

Se aparta de la polí­tica activa el resto de la guerra, aunque acepta una embajada extraordinaria en varios paí­ses de Sudamérica, donde le sorprende el fin de la guerra. Desde su exilio en México lidera la fracción mayoritaria del Partido Socialista. En 1939 se funda la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), que tiene por finalidad el administrar los fondos de ayuda a los exiliados republicanos y que Indalecio Prieto liderará. En 1945 entra a formar parte del gobierno de la República en el exilio. En el congreso de Toulouse del PSOE en 1946 triunfaron sus tesis: condena de Negrí­n y su polí­tica, ferviente anticomunismo y colaboración con los monárquicos para restaurar la democracia en España. Sin embargo, la consolidación del régimen franquista invalidó sus proyectos y le llevó a dimitir de su puesto de la ejecutiva en noviembre de 1950. Murió en México en 1962.

De sí­ mismo dijo que se sentí­a «socialista a fuer de liberal».

Durante su estancia en México escribió varios libros, entre ellos: Palabras al viento (1942), Discursos en América (1944) y ya al final de su vida Cartas a un escultor: pequeños detalles de grandes sucesos (1962).

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