BIOGRAFíA: Isabel II

La hija de Fernando VII y su cuarta esposa, Marí­a Cristina de Borbón, fue proclamada reina a los 3 años, tras el fallecimiento de su padre en septiembre de 1833. Para alcanzar la corona, don Fernando tuvo que abolir la Ley Sálica y promulgar la Pragmática Sanción, lo que no fue admitido por su hermano Carlos Marí­a Isidro, quien se convirtió en el lí­der del absolutismo y se auto-reconoció rey de España como Carlos V.

La reina gobernadora, doña Marí­a Cristina, buscó el apoyo de los liberales provocando el estallido de la Primera Guerra Carlista, conflicto que finalizarí­a con el Abrazo de Vergara (1839) entre Espartero y Maroto.

En el periodo que comprende la minorí­a de edad de la pequeña Isabel se suceden dos regencias. En primer lugar la de su madre, que abarca entre 1833-1840, momento en el que se promulgó el Estatuto Real de 1834, se llevó a cabo la Desamortización de Mendizabal en 1836 y se promulgó la Constitución de 1837, de carácter progresista. En 1840 será el general Espartero quien ocupe la regencia durante un periodo de tres años, desarrollando una polí­tica de talante más progresista.

A los 13 años Isabel es declarada mayor de edad e inicia su reinado personal. Uno de las primeras cuestiones con las que se enfrenta será su matrimonio, resultando elegido su primo don Francisco de Así­s de Borbón y Borbón, duque de Cádiz. La boda se celebrará en 1846 y de este enlace nacerán once hijos de los que sólo cuatro alcanzarán el matrimonio: Isabel, Alfonso, Marí­a de la Paz y Eulalia.
En mayo de 1844 habí­a sido elegido presidente del Consejo de Ministros el general Narváez, iniciándose la llamada Década Moderada. En estos diez años se promulgó la Constitución de 1845, se realizó la reforma fiscal de Mon y se tranquilizó el proceso desamortizador.

En 1854 se produce uno de las numerosas conspiraciones que definen el siglo XIX español: la Vicalvarada, que precede a la revolución de julio. Los progresistas son llamados a ocupar el poder, siendo Espartero el elegido para formar gobierno. Se inaugura el Bienio Progresista, momento en el que se elaboró la Constitución de 1856 -no promulgada- y se llevó a cabo la desamortización general de Madoz. El progresismo tuvo que dar paso en 1856 a un nuevo gobierno moderado en manos del general O’Donnell, recuperando la Constitución de 1845. La alternancia beneficiará a moderados y miembros de la Unión Liberal, gobernando estos últimos entre 1858-1864. Los progresistas se verán apartados del poder e iniciarán una intensa labor para destronar a la reina. La firma del Pacto de Ostende en agosto de 1866 -en el que participó entre otros el general Juan Prim– llevará a la unión de progresistas y demócratas y el estallido de la Revolución de 1868 conocida como la Gloriosa. Para hacerse una idea de la precariedad polí­tica que se vivió en el reinado de doña Isabel II resulta interesante conocer que serán 32 los jefes de gabinete nombrados, algunos de ellos permaneciendo en el poder sólo 24 horas como el conde de Cleonard en 1849.
Si bien polí­ticamente hablando España vivirá una etapa de crisis, durante el reinado de Isabel II el paí­s pondrá en marcha su particular revolución liberal burguesa. Se desarrollaron las comunicaciones al hilo de la inauguración de la primera lí­nea ferroviaria en la pení­nsula entre Barcelona-Mataró, impulsándose la construcción del ferrocarril desde 1850. La sociedad capitalista tendrá un fuerte impulso con todo el entramado legal que se desarrolló en aquellos momentos, como la Ley de Bolsa de 1846 o la Ley sobre constitución de bancos de emisión de 1848. Ese mismo año se promulgó el Código Penal y cuatro años antes se habí­a creado la Guardia Civil, lo que indica el interés de los gobernantes liberales por regular el orden público.
En cuanto a la polí­tica exterior, durante el reinado de Isabel II se confirmó la decadencia española en la polí­tica europea que se empezó a manifestar en los reinados de Carlos IV y Fernando VII. La expansión por el norte de Africa dio lugar a enfrentamientos como la Guerra de Marruecos en 1860. Las relaciones con la Santa Sede estuvieron caracterizadas por las dificultades hasta la firma del Concordato de 1851, por el que Roma reconocí­a a Isabel reina de España y se admití­a la desamortización eclesiástica a cambio del importante papel ocupado por la Iglesia en la enseñanza. Precisamente en este campo destacó la ley de instrucción pública de 9 de septiembre de 1857 llamada «ley Moyano».

Tres la triunfante revolución de 1868 la reina parte para el exilio y busca refugio en Francia, instalándose en Parí­s. El matrimonio decide separarse amistosamente -desde el primer momento se aludió a la homosexualidad de don Francisco de Así­s, siendo famosa una anécdota sobre su noche de bodas alusiva a su ropa interior, considerando que llevaba el rey más puntillas que la propia reina- y doña Isabel toma posesión del llamado Palacio de Castilla, donde abdicará a favor de su hijo Alfonso en 1870. Seis años más tarde regresará de nuevo a España para instalarse en El Escorial aunque no definitivamente ya que tendrí­a diferencias con su hijo en primer lugar y con su viuda posteriormente. Fijó su residencia en Parí­s pasando breves temporadas en tierras españolas. Será en la capital francesa donde fallezca, tras recibir la visita de doña Eugenia de Montijo.

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