Insatisfacción sexual, problemas de autoestima o moda, no todo se resuelve abriendo la relación a terceras personas

Cada vez más parejas reconocen que ya no se conforman con una relación tradicional y expresan su necesidad de ser deseados (e incluso amados) por otros. Sin embargo, a menudo se utiliza esta modalidad relacional como una solución mágica para los problemas. El resultado puede ser desastroso. Repasamos aquellas situaciones donde es una mala idea abrir una relación.

La no monogamia se ha convertido en una opción legítima para muchas personas. Algunas de ellas llevan años saliendo y desean romper con la rutina, pero para otras constituye desde el principio del vínculo una casilla de salida. Independiente de la modalidad que elijan (relación abierta jerárquica o no jerárquica, poliamor, swingers o anarquía relacional) las relaciones no monógamas deben plantearse siempre desde el conocimiento de nuestras necesidades y límites, así como respetando las necesidades y límites de las personas con las que nos vinculamos.

A propósito de esta cuestión, se ha impuesto la idea de que la no monogamia puede ser una buena respuesta a los problemas de pareja. Y sí, ¡evidentemente que lo puede ser! Pero no deberíamos aceptar esta idea en términos absolutos, al menos, si nos importa nuestra salud mental, nuestra erótica y el vínculo con el otro.

Insatisfacción sexual

Francamente, es poco probable que una relación no monógama se convierta en una opción viable y positiva cuando no conocemos los motivos de nuestra insatisfacción sexual. La desaparición del estímulo de novedad a medida que madura una relación, el consumo de ciertos psicofármacos, la ampliación de los roles (de amantes a padres) o una espiral de conflictos, a veces relacionados con la convivencia y las expectativas de futuro, pueden llevarnos a esa insatisfacción.

Creer que la no monogamia puede actuar aquí como una tirita es bastante ingenuo, quizá incluso un intento desesperado por romper la relación y no explorar otras opciones, más coherentes con los valores compartidos. En este contexto, la terapia de pareja o la terapia sexual pueden ser mejores opciones que echar una (consensuada) canita al aire… Independientemente del tipo de relación que tengamos, gestionar la insatisfacción sexual requiere tiempo y dedicación. Mi consejo es que actuemos con cautela ante toda ‘solución’ que parezca rápida, breve y milagrosa.

‘Me gusta gustar’

Sospecho que en una cultura hipersexualizada no son pocas las personas a las que les gusta gustar, seducir y, en definitiva, arrasar. Desear gustar no tiene por qué entenderse como algo estrictamente negativo. Confirmar nuestra deseabilidad es algo que posiblemente todos hemos hecho en alguna ocasión. Sin embargo, esta búsqueda de atención puede evidenciar un problema de autoestima cuando usamos las conquistas para llenar un sentimiento de vacío.

Usar las relaciones no monógamas para sortear o sobrellevar nuestras carencias emocionales es un gran error. Además, tarde o temprano podemos acabar haciendo mucho daño a personas que no tienen responsabilidad alguna sobre nuestras carencias. Lo prioritario debería ser sanar y después plantear si para nosotros (y nuestra pareja) es una posibilidad explorar la no monogamia.

Por presión social

En algunos círculos sociales la no monogamia puede ser la norma y, ante ello, resulta complicado evadirse de la presión de grupo. Su vivencia queda sujeta a calificativos como ‘guay’, ‘moderno’ o ‘revolucionario’. En este contexto, las relaciones tradicionales se presentan como una imposición social, enemigas de la libertad y del empoderamiento de los sujetos.

Hay quien se lanza al poliamor o a la vida swinger sin considerar si tales opciones forman parte de sus necesidades y valores sexuales. Es decir, recurren a la no monogamia ‘por moda’ y acaban bien escaldados por su falta de conocimiento de uno mismo. Los celos, las inseguridades sobre el propio físico, la falta de honestidad o la evaluación obsesiva del desempeño sexual pueden dinamitar una relación que, hasta la fecha, no solo era tradicional sino también estable, sana y satisfactoria.

Relación tóxica (o abusiva)

Hay quien cree que abrir una relación es el último cartucho para evitar que una persona nos abandone. Es una ocurrencia nefasta, como también lo es tener un hijo para ‘salvar lo nuestro’. Un mínimo en una relación debería ser sentirnos seguros, es decir, que el vínculo sea confiable y recíproco. La vida no siempre es fácil y en muchas ocasiones, cuando experimentamos un problema, buscamos un ancla en nuestras personas de confianza. A menudo, nuestra pareja está dentro de ese círculo.

Sin embargo, si la relación se caracteriza por una falta de estabilidad y apoyo, donde predomina la falta de comunicación, la comunicación violenta y el miedo al compromiso, será muy difícil afrontar las inseguridades, malentendidos y conflictos propios de una relación no convencional.

Hay muchas personas que proponen una relación no monógama (o que la practican) sin aplicar aspectos que son ineludibles en cualquier relación sana: responsabilidad, honestidad, cuidado mutuo e igualdad (sí, igualdad: la no monogamia no te depura mágicamente de la misoginia). Por supuesto, también existen personas que fuerzan a su pareja para que tome esa decisión y las señalan como ‘cerradas de mente’ o ‘aburridas’. Sin duda, esta actitud es una buena pista para decir no, no solo a una posible no monogamia sino a esa relación concreta. Nadie tiene derecho a presionarte por decidir cómo vivir tu sexualidad y establecer libremente tus relaciones.

Errores de concepto ante la escasa información o una deficiente educación sexual

No tener las ideas claras o carecer de un código común sobre las relaciones no monógamas puede desconectarnos de nuestra pareja. ¿Significa lo mismo para mi pareja amar y desear que lo que significa para mí? ¿Cree como yo que lo ideal es no tener sexo con personas de nuestro círculo amistoso? ¿Es mejor contarle lo que voy a hacer antes o después de que haya pasado?

Idealizar este tipo de vinculación, carecer de habilidades emocionales o no comprender de qué estamos hablando puede dinamitar la relación con nuestro compañero (o compañeros) de viaje. Esto no es un juego y nadie se vincula solo. Si hay dificultades para establecer pactos, gestionar emociones como los celos y la culpa, o negociar los límites, la recomendación es visitar a un profesional de la sexología y aprender a seguir jugando en equipo.

Tomado de www.elmundo.es

 

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