La tragedia de la brigada republicana que conquistó Teruel

El escritor e investigador Pedro Corral, autor de varios ensayos y novelas sobre la Guerra Civil, publicó en 2004 un libro atípico acerca de la contienda española, sobre un tema aún más atípico en estos tiempos de «memoria histórica» sesgada y sectaria: las feroces medidas aplicadas dentro del Ejército Popular para mantener la disciplina en sus filas. Todo un aldabonazo contra el mito del «ejército del pueblo» que retrataba la crueldad e inhumanidad demostrada por algunos mandos republicanos contra sus propias tropas.

El libro, titulado Si me quieres escribir, relataba la trágica peripecia de la 84.ª Brigada Mixta durante la batalla de Teruel. Se trata de la unidad ante la que el 8 de enero de 1938 se rindió el jefe de la guarnición nacional de la ciudad aragonesa, el coronel Domingo Rey D’Harcourt, después de tres semanas de durísimos combates dentro y fuera de la urbe. Doce días después de la conquista de Teruel, la única capital de provincia tomada al enemigo en toda la guerra por las fuerzas republicanas, la 84.ª Brigada sufrió un terrible castigo por parte de sus mandos y acabó siendo disuelta.

El libro tuvo en su corta vida dos ediciones en rústica y una de bolsillo, hasta que la editorial decidió descatalogarlo a pesar de sus buenas críticas. Desde entonces, los lectores continuaron buscándolo, aunque a precios disparados, en el mercado de segunda mano, mientras Si me quieres escribir se iba convirtiendo para muchos en un clásico de la Guerra Civil.

Diez años de silencio editorial después, Corral ha decidido rescatarlo vía autoedición en Amazon. «Era ya una cuestión personal. No sólo por los lectores que me han reclamado en todos estos años una reedición, sino por conseguir que no caiga en el olvido esta historia. La tragedia de la 84.ª Brigada Mixta en la batalla de Teruel nos acerca a una realidad de la Guerra Civil que se suele dejar de lado en esa visión romántica que rodea al llamado «ejército del pueblo», y es la implacable disciplina bajo la que estuvieron sometidas las tropas republicanas durante la contienda, incluidas las brigadas internacionales», dice Corral.

La 84.ª Brigada Mixta, formada a partir de unidades de milicias de Aragón y Levante, como la famosa «Columna de Hierro», a las que se le fueron añadiendo reclutas obligatorios, formó parte de la 40.ª División en la batalla de Teruel. El jefe de la división era el antiguo alcalde socialista de Mérida, Andrés Nieto Carmona, incorporado como mayor a las fuerzas de Carabineros por mediación del entonces responsable de este cuerpo, Juan Negrín, ministro de Hacienda.

Nieto Carmona, que hoy tiene dedicada una calle en Mérida, dirigió el asedio a los reductos donde las tropas nacionales se refugiaron en Teruel con ánimo de resistir. Como en el Alcázar de Toledo, los mandos republicanos autorizaron la voladura de minas subterráneas para acabar con la resistencia, aun sabiendo que en los reductos había mujeres, niños y ancianos. A la dura lucha casa por casa, calle por calle, se sumó la terrible inclemencia invernal, con temperaturas de veinte grados bajo cero y nieve, que dio lugar a tremendas gangrenas entre las tropas, tan insólitas que los médicos las dieron un nombre específico: los conocidos como «pies de Teruel».

«Durante la lucha fuera y dentro de Teruel, la 84.ª Brigada tuvo entre sus filas a los más destacados corresponsales extranjeros de la Guerra Civil, como Ernest Hemingway, Robert Capa o Herbert Matthews. De hecho, Capa dedicó la única crónica escrita que publicó en toda la contienda, en el diario francés Ces Soir, a los hombres de la 84.ª Brigada en su asalto al Gobierno Civil, donde tenía su puesto de mando Rey D’Harcourt. Es decir, pudo haber sido la unidad más famosa del Ejército Popular, pero su celebridad fue ocultada por el baño de sangre que sus propios mandos ordenaron contra sus filas», explica Corral.

 

En efecto, después de la rendición de Teruel, la unidad es recompensada con un permiso en retaguardia, en la localidad de Rubielos de Mora, a cincuenta kilómetros del frente. Allí van llegando sus fuerzas, a pie, a partir del día 16 de enero. Solo tres días después, cuando aún siguen llegando parte de las tropas a Rubielos para su merecido descanso, la 84.ª Brigada recibe la orden de volver al frente después de que Franco haya iniciado la contraofensiva para recuperar Teruel.

El jefe de la 40.ª División, en vez de defender a sus hombres y pedir que sea otra unidad la que sea llevada a primera línea, como había hecho con éxito solo unas semanas antes el comunista Enrique Líster con los hombres de su 11.ª División, acata la orden del mando para salvar su propio pellejo. Aquí la historia rescatada por Corral tiene un gran paralelismo con Senderos de gloria, el filme antibélico de Stanley Kubrick. Explica Corral,

«Nieto Carmona había estado a punto de ser procesado por ordenar el 1 de enero la retirada de sus tropas que asediaban los reductos de Teruel sin justificación alguna. Porque los asediados no se fiaron, creyendo que la retirada era una estratagema, pero la decisión de Nieto Carmona pudo haber precipitado la reconquista de Teruel por las fuerzas de Franco. Su necesidad de cubrir esa mancha en su expediente le llevó a aceptar que sus fuerzas, después de un mes de combates, con más de un tercio de bajas, debilitadas por el frío y las enfermedades, suspendieran su permiso».

La consecuencia de esta decisión es que dos batallones de la 84.ª Brigada, el «Azaña» y el «Largo Caballero», se insubordinan abiertamente en su acuartelamiento, un convento de Rubielos, exigiendo que se respete su permiso.

La respuesta del antiguo alcalde socialista de Mérida, ahora jefe de la 40.ª División, es implacable: engaña a sus hombres haciéndoles creer que acepta su reclamación, y luego detiene a quienes han entregado su arma para no ir al frente.

Cerca de trescientos combatientes son detenidos, y de ellos son seleccionados más de medio centenar a los que, sin juicio alguno, fusila en la madrugada siguiente en un paraje de las afueras de Rubielos conocido como Piedras Gordas. Tres sargentos, doce cabos y treinta y un soldados de la unidad fueron masacrados por orden de su propio bando doce días después de haber dado a la República su mayor triunfo de toda la guerra.

La 84.ª Brigada fue finalmente disuelta a raíz de su insubordinación y más de un centenar de sus soldados fueron enviados a campos de trabajos forzados para el resto de la contienda. Después de la guerra, muchos siguieron penando en las cárceles de los vencedores por haber combatido en las fuerzas republicanas.

Estos españoles, los perdedores de los perdedores de la contienda, derrotados por ambos bandos, tuvieron su propia versión de una conocida canción de la guerra, que algunos testigos les oyeron entonar cuando fueron confinados de nuevo en el convento de Rubielos antes de ser enviados como castigo a los campos de trabajos forzados republicanos:

«Si me quieres escribir

ya sabes mi paradero,

después de tomar Teruel,

en la cárcel de Rubielos» .

Tomado de www.libertadigital.com

 

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