DÍA 11: SAN BENITO DE NURSIA: EL SANTO PATRONO DE EUROPA
San Benito, el venerado santo patrono de Europa, nació en una noble familia en Nursia, Umbria, alrededor del año 480 d.C. Desde joven, mostró una fuerte inclinación hacia la espiritualidad y el desapego de los placeres mundanos. Después de completar sus estudios en Roma, sintió desilusión por el estilo de vida disoluto de sus contemporáneos, lo que lo llevó a retirarse a Affile junto a un grupo de sacerdotes. Fue aquí donde San Benito realizó su primer milagro al restaurar milagrosamente un tamiz de grano de terracota que se había roto accidentalmente por uno de sus sirvientes. La notoriedad que este milagro le otorgó lo apartó aún más de la vida social, llevándolo a refugiarse en una cueva en Subiaco, donde comenzó a vivir como ermitaño. Durante este período de retiro, oración y lucha contra las tentaciones, San Benito recibió apoyo espiritual y material de un monje llamado Romano. Después de tres años, algunos pastores se unieron a él y comenzaron a seguir sus enseñanzas, lo que dio origen a la Orden Benedictina.
La Expansión de la Orden Benedictina y los Milagros de San Benito
Después de resistir una fuerte tentación, San Benito decidió seguir un camino de vida distinto, siguiendo el ejemplo de los Padres del Monacato Cristiano. Aunque inicialmente se le ofreció ser abad en Vicovaro, un intento de envenenamiento lo obligó a regresar a la soledad. Posteriormente, fundó doce monasterios y asignó a doce monjes a cada uno de ellos. Además, estableció un decimotercer monasterio para novicios y aquellos que necesitaban formación. La fama de San Benito se extendió rápidamente, llegando incluso a Roma, donde dos hombres distinguidos, Equicio y el noble Tertulio, le confiaron el cuidado de sus hijos Mauricio y Plácido, quienes luego desempeñarían roles destacados en la Orden Benedictina.
A lo largo de su vida, San Benito realizó numerosos milagros. Encontró agua en una montaña desolada para saciar la sed de sus monjes, recuperó una hoz del fondo de un lago y la unió milagrosamente a su mango, e intervino para evitar que un monje llevara una vida disoluta. Además, permitió que Mauricio caminara sobre el agua para salvar a Plácido de ahogarse.
La Abadía de Montecasino: Símbolo del Impacto de San Benito
La popularidad de San Benito despertó envidias, lo que lo llevó a dejar a sus discípulos y dirigirse a Cassino. Entre los años 525 y 529 d.C., fundó la Abadía de Montecasino, que luego se volvería famosa en toda Europa. Bajo su guía, la antigua acrópolis-santuario de Casinum fue transformada en un gran monasterio, superando a los de Subiaco. En Montecasino, San Benito realizó numerosos milagros, incluido el despertar de un joven, el suministro milagroso de harina y aceite para el monasterio y el don de la profecía. También se dedicó a la evangelización de la población local que aún adoraba a deidades paganas.
La Muerte y el Glorioso Recuerdo de San Benito
Poco antes de su muerte, San Benito presenció el alma de su hermana, Santa Escolástica, ascender al cielo en forma de paloma. Según la tradición, San Benito falleció el 21 de marzo de 547 d.C. Había previsto su muerte inminente e informado a sus discípulos cercanos y lejanos al respecto. Seis días antes de su partida, hizo abrir la tumba que compartiría con su difunta hermana Santa Escolástica. Luego, completamente agotado, pidió que lo llevaran a su oratorio, donde recibió la última Sagrada Comunión y exhaló su último aliento, apoyado por sus monjes. Su muerte fue considerada gloriosa y su vida permaneció legendaria por sus virtudes y los milagros que realizó. Hoy en día, las reliquias de San Benito, junto con las de su hermana, se conservan en la Abadía de Montecasino.
La Regla Benedictina: Un Profundo Aporte a la Espiritualidad Cristiana
Uno de los aportes más significativos de San Benito a la espiritualidad cristiana es la creación de la Regla Benedictina. Compuesta alrededor del año 540 mientras residía en el Monasterio de Montecasino, esta regla refleja una profunda comprensión de las necesidades espirituales del ser humano y los desafíos de la vida monástica. Inspirado por las experiencias de otros santos hombres y sus propios encuentros, San Benito creó un modelo de vida que enfatiza la disciplina, la espiritualidad y el respeto por la personalidad humana.
La Regla Benedictina se basa en tres pilares fundamentales: la oración común, la oración personal y el trabajo. Estos tres aspectos se combinan para formar una vida monástica equilibrada centrada en Dios. La oración, tanto comunitaria como personal, permite que el monje contemple a Cristo a través de la Palabra Sagrada, fomentando una conexión más cercana con la presencia divina.
Tomado de www.mondocatolico.com