LECTURA: La unificación alemana

En 1862, Bismark es nombrado canciller por el rey de Prusia en un intento por resolver un grave problema polí­tico: el Parlamento, en un intento por conseguir ampliar sus atribuciones, se negaba a aprobar el presupuesto que el ejecutivo presentaba para reformar el ejército (lo que permitirí­a a Prusia tener el poder militar suficiente para llevar a cabo su «misión»), si no conseguí­a poderes para controlar el gasto militar. Para Bismark y para los sectores sociales que apoyaban al estado prusiano el problema militar era clave: si la unidad alemana se debí­a realizar sobre la base del poder de Prusia (cara el interior, mediante el reconocimiento de esa supremací­a; y cara el exterior, mediante la asunción de lo inevitable), era imprescindible dotar al Estado del medio de poder mas caracterí­stico: un ejército capaz de hacer frente a los problemas que se avecinaban.

Durante los años 60, Austria llevó a cabo las negociaciones que iban a poner fin a la rivalidad austro-húngara y que conducirí­an al establecimiento de la Doble Monarquí­a. Esta situación de cierta inestabilidad limitaba el poder austriaco y permití­a a Prusia ver con optimismo sus perspectivas unificadoras.

Pasos en la unificación:

a/ El problema de Schleswig-Holstein. El tratado de Londres de 1852 establecí­a que al rey danés, que no tení­a hijos, le sucederí­a Cristian de Glí¼cksburg, como heredero de Dinamarca y de Sch-H. La situación se complicaba porque Holstein pertenecí­a a la Confederación Germánica y Schleswig no. En noviembre de 1863, Cristian subió al trono y otorgó una constitución al reino danés, en el que se incluí­an Sch-H. Los estados alemanes, en medio de una creciente agitación nacionalista, lo consideraron una violación del tratado. En enero de 1864, Austria y Prusia firmaron un tratado anti danés. Entre febrero y agosto del mismo año, tropas austro-prusianas derrotaron a Dinamarca y conquistaron los ducados, pero, en vez de «devolverles la libertad» en el seno de la familia alemana, Austria pasó a administrar Holstein y Prusia Schleswig. Los problemas entre las dos potencias alemanas comenzaron a crecer a propósito de rivalidades fronterizas y de la forma de administrar esos territorios.

b/ Guerra austro prusiana. En 1866, Prusia firmó un tratado con el naciente estado italiano (apoyado por Francia) por el que en caso de una guerra con Austria, Italia se comprometí­a a abrir un segundo frente en el Véneto. En caso de victoria aliada, Italia adquirirí­a esos territorios. Por su parte, Austria firmaba poco después un tratado secreto con Francia por el que esta se comprometí­a a ser neutral en caso de conflicto con Prusia, a cambio de lo cual, si vencí­a Austria, el Véneto pasarí­a a manos francesas, que posteriormente lo entregarí­an a manos piamontesas. Poco después comienza la guerra: Prusia invadió Holstein y llamó a sus estados vecinos a ser sus aliados, ante la negativa de estos, ocupó Hannover, el electorado de Hesse y Sajonia. Los estados meridionales movilizaron sus ejércitos, pero no los sacaron de sus fronteras. Austria fue derrotada. El 28 de agosto de 1866 se firmó la paz de Praga, por la que:

*Se mantení­a la integridad territorial de Austria.

*Se disolví­a la Confederación Germánica.

*Austria aceptaba su exclusión de la futura organización alemana.

*Se creaba la Confederación Alemana del Norte, bajo supremací­a prusiana.

*Prusia se anexionaba Schleswig, Holstein, Hesse-Casel, Hannover, Nassau y Fráncfort.

*Los estados del Sur formaban la Confederación Alemana del Sur.

Posteriormente, ante la «amenaza prusiana», la debilidad austriaca y las «pretensiones francesas» (aireadas y manipuladas por Bismark), los estados del Sur firmaban un acuerdo con Prusia por el que se comprometí­an a poner sus ejércitos bajo el mando prusiano, si Prusia se veí­a atacada y amenazada en su integridad territorial.

c/ La constitución de la Confederación Alemana del Norte (1867) es el más claro ejemplo de como Prusia (la lite prusiana) concebí­a la unificación y las reformas liberales:

-El Bund o Confederación se concebí­a como un conjunto de estados asociados, con gobernantes propios (los gobernantes que no se habí­an opuesto a la unificación conservaban sus tronos), sus propias leyes y constituciones, así­ como el derecho a la recaudación fiscal. La plasmación institucional del Bund era el Bundesrat (Consejo Federal), donde se reuní­an los representantes de los diferentes gobiernos estatales en número proporcional al tamaño de cada estado (quedaba así­ asegurada la primací­a prusiana).

-El rey de Prusia era el presidente del Bund, jefe de su ejército y tení­a derecho exclusivo sobre el nombramiento del canciller, la polí­tica exterior y para declarar la guerra o firmar tratados de paz.

-El Reichstag era el parlamento alemán, elegido por sufragio universal masculino, con competencias sobre las atribuciones legislativas, pero no de control del ejecutivo.

-El canciller era el jefe de gobierno, responsable ante el rey y el bundesrat.

d/ La guerra franco-prusiana. Siguiendo esta polí­tica de vencer las resistencias exteriores a la unificación a la par que se utilizaba la guerra para ampliar la unidad alemana, el siguiente obstáculo era Francia, con pretensiones históricas sobre la zona renana y rival en el objetivo prusiano de convertirse en la potencia hegemónica continental. Por su parte los estados del Sur se mostraban reticentes a seguir los pasos prusianos y, ante la ausencia del contrapeso austriaco, no les quedaba más remedio que confiar en el papel «protector» de Francia. Para Prusia una guerra (y victoria) con Francia supondrí­a poner a estos estados del Sur en una difí­cil situación:

-Ante una situación de guerra deberí­an optar entre su «germanidad» (apoyando a la Confederación del Norte e iniciando el camino de una progresiva integración) o pasarse al bando enemigo, con lo que podí­an pasar a ser inmediatamente conquistados e integrados «a la fuerza».

-Ante la eventualidad de la derrota francesa, estos estados se quedaban sin posible protector, sin nadie que los pudiese defender del poder prusiano.

Napoleón III, por su parte, se encontraba en una situación delicada: necesitaba «éxitos» para poder justificar su polí­tica exterior: el fracaso en Méjico, el fracaso en Alemania (no habí­a obtenido compensaciones por su «neutralidad») y la dudosa situación italiana (no habí­a conseguido hacer de Italia su ní­tida esfera de influencia, por el contrario, las tropas francesas que defendí­an Roma se encontraban enfrente de un estado italiano que reclama completar su unidad). Junto a ello, y de fondo, la nueva Alemania se erigí­a como el rival a la pretendida «grandeza» europea de Francia. Su posición internacional no era mejor: enfrentada a Rusia (apoyo a los polacos y guerra de Crimea) y a Austria (apoyo a la causa italiana), no le quedaban más resortes que acudir a una alianza con Gran Bretaña (que se inicia con el tratado comercial de 1866), pero esta no está interesada en una participación directa en los conflictos continentales, ni ve con buenos ojos las pretensiones territoriales francesas.

En esta situación, Francia optó por una polí­tica de «salvar la cara» ante la opinión pública interna y de mantener «cierta» tensión con Alemania. Así­, intentó hacerse con Luxemburgo, pequeño estado que esperaba no crease demasiados problemas internacionales. Para ello, presionó al rey de los Paí­ses Bajos para que renunciase a Luxemburgo, a cambio de lo cual, Napoleón se comprometí­a a defender sus fronteras frente al «peligro» alemán. Pero Alemania querí­a la guerra: amenazó a los Paí­ses Bajos y proclamó a Luxemburgo como territorio alemán. La tensión fue en aumento.

En 1869, estalló el casus belli. España, tras expulsar a Isabel II se encontraba buscando un monarca para su trono. Francia consideraba a nuestro paí­s dentro de su área de influencia o, al menos, no la querí­a ver dentro del área de influencia de sus enemigos. Por eso, interpretó la candidatura de un Hohenzollern (rama dinástica católica del Sur, emparentada con la casa prusiana) al trono español como un ataque a su seguridad y pretendió presionar a Prusia para que desistiese. El 19 de julio de 1870 se desató la guerra. El 1 de septiembre el ejército francés era destrozado en Sedan. El 4 del mismo mes, una insurrección parisina estableció la Comuna, que resistió hasta el 28 de enero de 1871, que se produjo la capitulación francesa. Mientras tanto, el 18 de enero, en Versalles, Guillermo I era proclamado káiser alemán. Los estados alemanes se integraban en la unidad y la Confederación se transformaba en el II Reich alemán.

La unidad alemana vino, así­, acompañada con el afianzamiento del poder europeo de la nueva nación, como se puso de manifiesto en la cláusulas de la capitulación francesa: Alemania se anexionaba Alsacia y la mitad oriental (la más próspera económicamente) de Lorena, mientras que Francia se comprometí­a a pagar una indemnización de cinco billones de francos.

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