Borracheras adolescentes

Marisa Landeras (62 años) tiene cuatro hijos que ya han pasado la adolescencia, esa etapa a veces volcánica que atraviesa a los que son niños todavía. Este periodo, lleno de hormonas, construcción personal y descubrimientos, es también el momento en el que se producen los primeros contactos con el alcohol y otras sustancias. Así le pasó a una de sus hijos.

Con 16 años, hizo lo que muchos: quedar en el aparcamiento de un súper y jugar a cualquier cosa en la que bebe quien pierde. No debió acertar ni una. Ingirió mucho vodka y muy rápido, así que pasó lo que tenía que pasar: «No había bebido nunca y cayó redonda, sería un coma etílico. Sus amigas llamaron a la ambulancia y aunque no tuvieron que llevarla al hospital, estuvo inconsciente». Los médicos la atendieron y volvió en sí. Hoy es una mujer a la que después de ese consumo en atracón o ‘binge drinking’, sigue sin sentarle bien tomar una copa.

Esto del atracón tiene una definición académica y consiste en tomarse cinco o más bebidas en un lapso de dos horas. Dice la ‘Encuesta sobre uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias en España ESTUDES 2021’, del Plan Nacional sobre Drogas, que lo practican más ellas que ellos, con un 29,6% frente a un 26,3%.

Marisa reconoce que el control siempre le ha parecido esencial para acompañar la adolescencia, así que lo vio claro: «Compré un alcoholímetro y lo primero que hacía mi hija cuando llegaba a casa era soplar. Así hice durante un año y nunca dio positivo», recuerda. De nada sirvió que su hija le reprochase que no confiaba en ella: «Le dije que con que diese una sola rayita, no volvería a salir». Sin paños calientes.

Sí, tus hijos van a beber

Diana Al Azem es madre de dos chavales, profesora de Secundaria y creadora del portal digital Adolescencia Positiva. Este año ha publicado una guía para ayudar a los padres que, desnortados, no saben cómo afrontar ni disfrutar de esta etapa de sus hijos. En el libro, ‘AdolescenteZ de la A a la Z’ (Plataforma Editorial, 2023) aborda, entre otras muchas cuestiones, qué hacer cuando los jóvenes prueban el alcohol. Es clara dirigiéndose a los progenitores: «No nos engañemos. Lo más probable es que nuestros hijos, en algún momento, lo consuman, pero eso no significa que vayan a sufrir alcoholismo». La encuesta ESTUDE 2021 le da la razón y evidencia que la edad media de iniciación en el consumo de alcohol está en los 14 años y que entre los 14 y los 18, el 73,9% de los chavales ya lo ha probado. Aunque el dato es grueso, es la cifra más baja desde 1994.

También sostiene la experta: «Que aceptemos que pasará no quiere decir que no tengamos que prestar atención a lo que sucede». Está demostrado el daño que el alcohol provoca en los más jóvenes en áreas del cerebro como la corteza prefrontal, una de las últimas en madurar y responsable, entre otras funciones, de la toma de decisiones, del control comportamental y de los procesos de atención. Cuando un adolescente se emborracha, tiene más posibilidades de caer en otros comportamientos de riesgo, como conducir ebrio, practicar sexo no seguro, meterse en peleas, etc.

Las consecuencias, por tanto, de ingerir alcohol a los 14 no son las mismas que a los 18, de modo que el objetivo de los progenitores debería ser retrasar ese consumo todo lo posible.

Afirma Al Azem que los chavales beben porque es una costumbre muy arraigada en España: «Los padres lo hacemos y los niños lo integran y lo normalizan para socializar». Por eso, hay que centrarse en la prevención: «Tenemos que explicarles qué sucederá, contarles cómo afecta a su cerebro y que podrán tener actitudes kamikazes. Esa conversación tiene que suceder antes de que esto ocurra», sostiene. ¿Cómo? Esta profesora propone, incluso, ensayar con los adolescentes cómo resistirse a la presión social que sentirán cuando les ofrezcan alcohol u otra sustancia.

Si el ejemplo que damos los adultos es tan importante, ¿significa eso que no debemos beber? «Podemos hacerlo de otra manera y enseñarle que el control es posible, que nos tomamos dos cervezas pero no cuatro», dice.

¿Cómo reaccionamos ante una borrachera?

Ahora bien, si está escrito que un chaval llegará borracho a casa, muchos padres se preguntan qué deben hacer. ¿Alcoholímetro, como Marisa? ¿Tercer grado? ¿Bronca? Cristina Cuadrillero, psicóloga y creadora del blog de Instagram @miadolescenteyyo, pone un poco de freno: «No explotes con reproches, humillaciones, sentimiento de vergüenza y decepción. En ese momento se encuentra mal, probablemente sea la primera vez que está así y en ese momento necesita que le cuides, no que le enjuicies». Al Azem agrega: «No es momento de montarle un pollo, sino saber si necesita vomitar, ir al médico, acostarse, beber agua… Tenemos que hacer lo mismo que haríamos con un amigo, ¿o acaso le echaríamos la bronca? Pues con un hijo tampoco».

Ambas expertas coinciden en que a la mañana siguiente, ya tocará hablar «con calma, viendo qué ha pasado y pensando qué hay que hacer en el futuro para que no se vuelva a repetir», dándole estrategias para sortear la presión de grupo. «Es importante entender por qué ha bebido de ese modo, si hay una falta de autoestima, si no se considera capaz de ligar sin una copa, si ha cambiado de amigos… A lo mejor hay detrás una necesidad y tenemos que saberlo».

El riesgo de perder su confianza

Lejos de ejercer una vigilancia estrecha o de, incluso, hacerle pasar por el polígrafo del alcoholímetro, Cuadrillero insta a la ternura: «Un abrazo podría sellar ese momento, como puerta de entrada al aprendizaje y a la confianza».

Diana Al Azem también es contraria a estrechar el cerco sobre el adolescente. Si lo hacemos, afirma, el mensaje que lanzamos es que no confiamos en él y no aprenderán a controlarse. «Eso no quiere decir que no pongamos límites ni normas. Los actos tienen que tener consecuencias, pero vigilar en exceso o hacerles soplar por un alcoholímetro es demasiado», concluye.

Tomado de www.elmundo.es

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