DEBATE 236: Adolescencia y pornografía (1º de la 1ª Evaluación)
Uno de cada tres adolescentes españoles ve contenidos pornográficos «con frecuencia» a través de Internet y casi el 80% reconoce tener un «enganche» medio-alto a los dispositivos electrónicos, especialmente al teléfono móvil.
Son dos de los datos más reveladores que se desprenden de la encuesta realizada por Aldeas Infantiles SOS a más de 2.000 estudiantes de Secundaria y Bachillerato de todas las Comunidades Autónomas, en el marco del Programa de Educación en Valores «Párate a pensar», que la organización inició hace más de 20 años.
Con respecto al consumo de pornografía, la diferencia entre chicos y chicas es abismal: mientras que más del 30 % de los varones ve porno «con frecuencia», el número de chicas que lo hace con igual intensidad es del 3 %.
Los resultados, que forman parte del Observatorio de la Adolescencia 2025, han sido presentados en la VII Jornada Nacional de Jóvenes celebrada en Madrid, y en la que también se reveló que los propios adolescentes son conscientes de los problemas de adicción que sufren a causa de sus dispositivos electrónicos.

El texto plantea dos cuestiones clave de la adolescencia actual: la adicción al móvil y el consumo de pornografía. Los datos son preocupantes, ya que muestran un uso constante y poco crítico de estos contenidos. Además, la diferencia entre chicos y chicas evidencia un problema cultural en cómo se vive la sexualidad. La pornografía distorsiona la percepción de las relaciones afectivas y del consentimiento. Por otro lado, la dependencia de los dispositivos afecta al rendimiento y a la salud mental. El reto está en educar para un uso responsable con el móvil y ofrecer otras alternativas de entretenimiento.
Cuando una persona consume pornografía, el cerebro suelta grandes cantidades de dopamina en muy poco tiempo, que afecta al desarrollo adecuado del cerebro en la adolescencia. Después de un tiempo, para conseguir este mismo chute de dopamina la persona tendrá que consumir contenido más fuerte y más violento. Para muchos, su primera toma de contacto con lo que son las relaciones sexuales es viendo este tipo de contenido, que no puede estar más alejado de la realidad. El consentimiento en este tipo de videos es dudoso o incluso nulo, y se le refiere a la mujer con términos vejatorios.
Es verdad que la pornografía ha existido desde siempre, desde las pinturas rupestres en las cavernas de parejas manteniendo relaciones sexuales, pero nunca ha tenido un enfoque tan misógino como el actual. Aun así, nunca se podrá hacer tal cosa como prohibir el porno. La mejor medida posible ahora mismo sería restringir el contenido pornográfico para menores de 18, como se ha tratado de hacer en Inglaterra (sin éxito, tengo que añadir, pues el sistema de reconocimiento facial que utilizaron, al funcionar con IA, falla constantemente). Adicionalmente, cada familia debería ocuparse de dar una educación sexual adecuada a sus hijos, haciendo especial hincapié en el consentimiento, para que en la adultez puedan tener relaciones sexuales sanas y seguras.
Me resulta preocupante la normalización del consumo de pornografía entre los adolescentes. Muchas veces se accede a este tipo de contenido sin tener la madurez suficiente para entender lo que realmente representa, lo que puede llevar a crear una imagen distorsionada de las relaciones sexuales. Además, detrás de esta costumbre hay una notoria falta de educación afectiva y sexual que nos deja expuestos a ideas equivocadas, donde todo se basa en el placer inmediato y no en el respeto o la comunicación. No creo que la solución más efectiva sea prohibirlo, sino enseñar a cuestionar lo que vemos y a pensar en las consecuencias que puede tener.
Por otra parte, creo que el uso excesivo de las tecnologías está generando una especie de dependencia de la que muchos no somos conscientes. Pasamos horas delante de una pantalla sin darnos cuenta de cómo afecta a nuestra concentración, a nuestro estado de ánimo, a nuestras relaciones personales, etc… Todo lo mencionado me hace concluir que la sociedad de la actualidad no sabe disfrutar sin estímulos constantes y al haberlo normalizado, la situación no parece poder ir a mejor.
Los datos reflejan algo incuestionable: nuestra generación no solo usa mucho la tecnología, sino que en muchos casos depende de ella para entretenerse, socializar o incluso escapar del aburrimiento. El problema no es el móvil en sí, sino cómo se ha convertido en un refugio constante y en un espacio donde buscamos aprobación, distracción rápida o placer inmediato.
El caso del consumo de pornografía es todavía más complejo. La gran diferencia entre chicos y chicas demuestra que no se trata solo de curiosidad, sino de una construcción cultural: a los hombres se les empuja a relacionar la masculinidad con el consumo de sexo explícito, mientras que a las mujeres aún se les juzga más al expresar su deseo. Es una doble moral que, además de generar desigualdades, alimenta expectativas poco realistas sobre las relaciones y la intimidad.
Frente a esto, no creo que la respuesta sea prohibir ni criminalizar el uso del móvil o del porno. Al contrario, lo que necesitamos es educación: aprender a gestionar el tiempo de pantalla, desarrollar una mirada crítica hacia los contenidos digitales y hablar de sexualidad de una forma natural, sin tabúes ni silencios. Si no lo hacemos, dejamos que Internet sea nuestro único maestro, y todos sabemos que no siempre enseña bien.
Resulta impactante leer algo así, al menos para mi. La adicción a los móviles o directamente a las redes sociales es algo de lo que todos somos conscientes aunque no parezcamos querer admitirlo. Realmente no suena tan horrible si lo comparamos con la adicción a la pornografía. Los datos que se muestran en este texto son muy preocupantes, destacando los de los hombres ya que el porcentaje de varones jóvenes es 10 veces mayor que el de las mujeres. Los avisos sobre el enganche que tiene la juventud a el porno están por todas partes, telediarios, periódicos… pero son ignorados por la sociedad.
Sin embargo, no creo que el verdadero problema sea el hecho de consumir pornografía, sino la falsa imagen que se crea sobre las relaciones sexuales. Recibir una educación sexual digna es sin duda alguna de gran importancia, por desgracia es un tema tabú que pocos adultos se atreven a mencionar frente a menores. Esa falta de información lleva a los jóvenes a querer saber, investigar, y la pornografía parece ser la mejor fuente de información cuando se queda lejos de serlo.
El texto me parece muy preocupante, porque muestra cómo cada vez más adolescentes ven pornografía y están enganchados a los dispositivos electrónicos. Lo que más me llama la atención es la gran diferencia entre chicos y chicas: más del 30% de los chicos ven porno con frecuencia, mientras que en las chicas solo es un 3%. Me preocupa que cada vez se empiece a consumir este tipo de contenido a edades más jóvenes y que esto se vea como algo normal.
En mi opinión, la pornografía es algo muy negativo para los adolescentes. Creo que afecta a la forma en la que ven las relaciones y el respeto hacia los demás y puede llegar a cambiar la manera en que entienden el significado de una relación sana. Además, me parece muy grave que haya gente que defienda que esto es bueno para los jóvenes, como si fuera algo que les ayuda a relajarse o a estudiar mejor. Esto es lo que más me preocupa, porque normaliza algo que puede hacer mucho daño y que puede afectar a toda una generación.
También pienso que muchos padres no son conscientes de lo que sus hijos ven en Internet o simplemente lo dejan pasar. Creo que deberían hablar más con ellos y enseñarles lo que es sano y lo que no, porque si no los adolescentes siguen aprendiendo de estas páginas en lugar de tener una educación sana y respetuosa.
Hoy en día, las nuevas tecnologías han hecho que la pornografía sea mucho mas accesible a loss jóvenes de lo que era hace unas decadas por lo que la mayoría de los adolescentes la consumen con bastante frecuencia. El consumo de pornografía y el uso excesivo del móvil son dos de los principales problemas del adolescente moderno. Los jóvenes de esta edad todavia no tienen la suficiente madurez para entender la diferencia entre las relaciones reales y ficticias. Además, hay un riesgo de adicción lo que afecta tanto el rendimiento academico como la vida social.
Por otro lado, la curiosidad sexual es natural en la adolescencia y debido a que es casi imposible impedir el acceso, lo importante es educar correctamente en este aspecto. Siempre y cuando los adolescentes aprendan a diferenciar entre fantasía y realidad la pornografía no tiene porque ser dañina.
En mi opinión la solución no pasa solo por prohibir, sino por educar: enseñar a gestionar el tiempo de pantalla, cuestionar lo que se ve en Internet y hablar de sexualidad con naturalidad, para poder construir relaciones más sanas y responsables.
Una noticia así es desconcertante de leer. Este fragmento nos plantea dos asuntos muy comunes en la generación de hoy en día, el uso de la pornografía y la adicción a las pantallas o teléfonos móviles. Ambas no son sanas para nuestro bienestar y nos perjudica mucho. Si que es verdad, que el uso excesivo de las redes sociales atrae muchos problemas, porque nos aislan de nuestro alrededor, pero no suena tan obseno como lo es, consumir pornografía como si fuese una rutina.
En mi opinión la pornografía es una imagen distorsionada de lo que de verdad es mantenerr relaciones sexuales, es más, en la pornografía es todo más violento y más guarro y eso conlleva a llevarlo a la práctica. Lo mejor que se puede hacer,sobretodo para los padres y madres que ya son adultos y tienen como deber el responsabilizar a sus hijos, es tomarles un poco de control o educarles para saber que esas cosas no están bien y no le hacen el bien a nadie. Una solución no es restringirles el móvil o todos los aparatos electrónicos que haya en casa porque de una manera u otra van a conseguir lo que quieren. Lo ideal sería una conversación profunda tratando sobre ambos temas para que ellos mismos reflexionen y recompongan su cabeza.
Este fragmento nos plantea dos cuestiones que en la actualidad los adolescentes viven, la pornografía y la adicción a las pantallas. Los adolescentes tiene mucho acceso a cualquier plataforma por lo que acceden con facilidad a la pornografía. Esto es un problema grave ya que el uso excesivo de las pantallas es malo para la vista, la concentración y la mente, y menos el hablar sobre la pornografía que puede hacer a los adolescentes ver las cosas ficticias de manera real, cosa que podría ser muy preocupante.
El uso de estos temas debe detenerse o ser poco frecuente ya que si los adolescentes siguen así pueden tener problemas o pensamiento irreales, una solución a ello no sería reteniendo el teléfono ya que eso no sirve de nada, la solución correcta sería hablarlo seriamente para que los adolescentes propios entiendan la gravedad de estos dos asuntos, otra opción seria el bloqueó de tiempo con el dispositivo o el bloqueo de aplicaciones o paginas web como la de la pornografía para que no se pueda acceder a ello de ninguna manera.
A mí me preocupa bastante lo normal que se ha vuelto que muchos adolescentes vean porno. La mayoría lo hace sin tener todavía la madurez para entenderlo bien, y eso puede hacer que tengamos una idea equivocada de cómo son en realidad las relaciones. Yo creo que falta más educación sexual, porque el porno al final solo enseña placer rápido y no cosas importantes como el respeto o la comunicación. No pienso que prohibirlo sea la solución, sino aprender a pensar y a cuestionar lo que vemos.
Algo parecido pasa con los móviles y las pantallas, ya que pasamos tantas horas enganchados que aunque seamos conscientes de que eso no es bueno, nos cuesta un montón poner límites. Eso afecta a nuestro humor, a la concentración e incluso a la manera en la que nos relacionamos con los demás. En mi opinión, todo esto demuestra que la tecnología y el contenido que consumimos nos están controlando más de lo que pensamos, y deberíamos aprender a usarlos de forma responsable para que no nos acaben pasando factura en el futuro.
Hoy en día, el acceso es demasiado fácil: con un par de clics un adolescente puede entrar a un mundo que muchas veces no refleja la realidad. El problema es que a esa edad todavía se están formando las ideas sobre el cuerpo, la intimidad y las relaciones, y la pornografía suele mostrar modelos irreales, centrados más en el consumo que en el afecto o el respeto.
No digo que el tema se solucione solo con prohibiciones, porque la curiosidad siempre va a estar. Más bien creo que el reto está en la educación: hablar de sexualidad en casa y en la escuela de manera abierta, sin tabúes, para que los adolescentes tengan herramientas críticas. Si se logra eso, la pornografía deja de ser un manual equivocado y pasa a ser solo un contenido más, que no define cómo deberían vivir su intimidad.
creo que el problema no es solo el acceso, sino la falta de conversaciones honestas que ayuden a poner las cosas en contexto.
Lo que más me llama la atención es cómo el consumo de pornografía y la adicción a las pantallas se han convertido en algo casi cotidiano entre los adolescentes, como si fuese una parte más de crecer. El problema es que muchas veces no se analiza el impacto que esto tiene en la manera en que entendemos las relaciones, el respeto y la intimidad. Cuando la primera referencia sobre sexualidad proviene de un vídeo pornográfico, es lógico que se generen expectativas irreales o incluso dañinas.
Creo que la solución no está en censurar ni en prohibir, porque siempre habrá formas de acceder al contenido. Lo que hace falta es educación sexual real, que no se limite solo a lo biológico, sino que incluya también valores como la comunicación, el consentimiento y el respeto mutuo. En cuanto a las pantallas, tampoco sirve de mucho prohibirlas, sino enseñar a usarlas de manera equilibrada. En definitiva, el problema no es solo el acceso, sino la falta de herramientas para interpretar lo que vemos y decidir de forma responsable cómo queremos vivir nuestras relaciones y nuestro tiempo.
Dos de los grandes problemas que tienen los jóvenes hoy en día son la adicción a la tecnología y a la pornografía. Por un lado, la mayor causa de la adicción a la tecnología es el temprano acceso y sin ningún tipo de límites. Aparte de que las aplicaciones que consumimos como TikTok o Twitter están diseñados para captar y mantener nuestra atención el mayor tiempo posible, con un algoritmo personalizado y con el scroll infinito. Por otro lado, el problema de la pornografía lo considero mucho más grave. La pornografía es perjudicial porque distorsiona la percepción del sexo y las relaciones, promoviendo expectativas poco realistas y a menudo machistas. Puede generar adicción, afectar la autoestima y dificultar el vínculo afectivo con otras personas. Además, suele reemplazar la educación sexual sana por modelos poco éticos y deshumanizados.
Me parece alarmante el nivel de normalización que está alcanzando el consumo de pornografía entre los adolescentes. Que uno de cada tres lo haga con frecuencia demuestra que hay una falta de educación sexual seria y adaptada a la realidad actual. La pornografía, en la mayoría de los casos, no muestra relaciones basadas en el respeto, la comunicación o el consentimiento, sino todo lo contrario: se enfoca en el placer inmediato, muchas veces desde una perspectiva violenta o machista. Lo preocupante es que muchos jóvenes, al no tener otra referencia, terminan creyendo que eso es lo normal o lo deseable.
Además, me parece muy llamativo que sean sobre todo los chicos quienes consumen este tipo de contenido. Esta diferencia tan grande entre géneros refleja que también hay un problema en la forma en que se construye la masculinidad desde pequeños. Parece que se sigue esperando que los chicos no hablen de sus emociones, pero sí que estén «informados» sobre el sexo, aunque sea a través de fuentes equivocadas.
En cuanto al uso del móvil y las pantallas, no sorprende que tantos adolescentes se sientan enganchados. Vivimos rodeados de estímulos constantes y es fácil caer en la dependencia sin darnos cuenta.
Creo que la solución no pasa por prohibir el acceso a Internet o a los móviles, porque eso no funciona. Al final, si quieren ver algo, lo van a encontrar. Lo que sí puede marcar la diferencia es una buena educación, basada en la confianza y en el diálogo. Hablar sin miedo sobre estos temas, escuchar lo que piensan y ayudarles a reflexionar es mucho más útil que castigar o ignorar el problema.
Los datos que aparecen en este texto son bastante preocupantes. Hoy en día, tenemos acceso a todo tipo de contenido con solo tocar un botón, y muchas veces sin que nadie nos explique nada ni nos ayude a entenderlo. Esto hace que muchos adolescentes se enfrenten a cosas que todavía no saben cómo procesar.
El tema de la pornografía me parece muy serio, porque puede hacernos tener una idea equivocada del sexo y de las relaciones. Mucha gente joven piensa que lo que se ve ahí es normal o real, y eso puede afectar a cómo tratamos a los demás o a cómo entendemos el amor y la intimidad. Además, la diferencia entre chicos y chicas es enorme: más del 30 % de los chicos lo ve con frecuencia, mientras que apenas un 3 % de las chicas lo hace.
Por otro lado, lo del uso del móvil y otros dispositivos electrónicos es un reflejo de lo dependientes que somos de la tecnología. Pasamos horas y horas conectados, muchas veces sin darnos cuenta, y aunque sepamos que no es bueno, nos cuesta dejarlo. Esto puede afectar nuestro descanso, nuestra concentración y hasta nuestras relaciones con amigos y familia.
Por último, los colegios e institutos deberían de dar más charlas sobre estos temas de la actualidad, para que los adolescentes tengan más conocimiento sobre esto.
En mi opinión, los datos sobre el consumo de pornografía entre adolescentes son muy alarmantes. Que uno de cada tres chicos vea este tipo de contenido con frecuencia y que el porcentaje de chicas sea tan bajo demuestra una gran diferencia entre géneros y una falta de educación sexual adecuada. Me preocupa que muchos jóvenes estén aprendiendo sobre las relaciones y el sexo a través de algo que no muestra la realidad, sino una visión machista y sin respeto.
Además, que casi el 80 % de los adolescentes afirme tener una fuerte adicción a los dispositivos electrónicos lo empeora, porque hay acceso constante a contenidos que pueden influir negativamente en la forma de pensar. Creo que estos datos deberían hacernos reflexionar sobre la necesidad de educar mejor en valores, respeto e igualdad.
Estos datos comentados en este debate son extremadamente alarmantes porque reflejan una realidad actual que esta afectando directamente al desarrollo emocional y social de los adolescentes y que tendrá grandes repercusiones en el futuro de la sociedad. El hecho de que uno de cada tres consuma pornografía con frecuencia y que casi el 80 % reconozca una fuerte dependencia del móvil muestra que estamos ante un problema serio que no puede ignorarse, ni tomarse a la ligera. Ya que estos problemas de adicción tanto a las nuevas tecnologías como a la pornografía puede generar en el consumidor problemas de todo tipo desde visiones distorsionadas de la realidad, hasta provocar problemas de concentración, ansiedad o dependencia.
Por ello es importante dar las herramientas y el apoyo necesario en colegios y hogares para aprender a gestionar estas adicciones, ya que el problema reside más en la gestión que en la consciencia de esta misma.
En mi opinión la solución más eficaz a este problema, seria la aplicación de medidas como el control gubernamental del tiempo de uso de dispositivos, similar al modelo chino, donde se limita el acceso a videojuegos y redes sociales en horarios concretos. Además, también sería útil exigir registro obligatorio para acceder a páginas proveedoras de pornografía, con verificación de edad real, para evitar que menores entren sin ningún tipo de filtro.
En mi opinión, el consumo de pornografía entre los adolescentes puede entenderse como un instinto natural, pero me parece preocupante la adicción que genera en muchas personas. No solo es grave la idea del alto consumo si no que es preocupante que los varones lo consuman en una medida tan desproporcionadamente mayor. Este consumo repetido puede afectar la forma en que los jóvenes perciben las relaciones además de ser malo para el desarrollo de la mente.
Por otro lado, la adicción al móvil es otra preocupación igual de importante. Ya que la mayoría de los adolescentes reconoce estar muy enganchado a sus dispositivos, lo que puede afectar a su concentración, al sueño y a las relaciones sociales. Además, hay que tener en cuenta lo malas que son las pantallas para el ojo humano acelerando gravemente su deterioro
En mi opinión, es necesario enseñar a los adolescentes a usar la tecnología de forma responsable y a comprender los riesgos de adicciones como la pornografía, para que no interfieran en su desarrollo personal y emocional.
La verdad, este texto da mucho para pensar. Tenemos muy normalizado este tema y no suele sorprender que tantos adolescentes vean porno o estén medio enganchados al móvil, pero sí da un poco de miedo cuando ves los números tan claros. Uno de cada tres viendo porno con frecuencia es mucho, y el 80% con enganche medio-alto al móvil básicamente significa que casi todos estamos pegados a la pantalla.
Lo del porno es un tema delicado. No se trata solo de verlo o no verlo, sino de cómo afecta la forma en que pensamos sobre el sexo, las relaciones o incluso sobre el cuerpo. Muchos chicos acaban creyendo que lo que ven en esos vídeos es real, y luego eso se traslada a expectativas poco sanas o a comportamientos raros en la vida real. Y las chicas, aunque vean menos, también reciben las consecuencias de esas ideas distorsionadas sobre las relaciones, el cuerpo..etc.
Y lo del móvil, pues es literalmente una adicción. Lo usamos para todo: hablar, estudiar, entretenernos y hasta para distraernos de nuestros propios problemas. Pero a la vez, nos roba tiempo, concentración y sueño. Es como si el móvil nos manejara más a nosotros que al revés.
Sinceramente creo que estamos creciendo en una generación que lo tiene todo al alcance de la mano, pero sin que nadie nos haya enseñado bien cómo manejarlo. No se trata de prohibir cosas, sino de aprender a usarlas sin que nos controlen.
Me ha sorprendido bastante que uno de cada tres adolescentes vea porno con frecuencia y que casi el 80 % esté enganchado al móvil. Creo que refleja un problema serio con la tecnología y la falta de educación sexual.
Esto puede afectar a cómo entendemos las relaciones y el respeto, y muchos recurren a Internet porque no se habla de sexo de manera real ni en casa ni en el colegio. No se trata solo de prohibir, sino de aprender a usar la tecnología y entender la sexualidad de forma responsable.
En resumen, hacen falta límites y educación para que podamos gestionar mejor el tiempo en pantalla y tomar decisiones conscientes.
Me parece muy preocupante que tantos adolescentes estén viendo pornografía con tanta frecuencia, ya que esto puede influir negativamente en la forma en que entendemos las relaciones, el afecto y el respeto hacia los demás. La gran diferencia entre chicos y chicas también muestra que aún existen muchos estereotipos y desigualdades en torno a la sexualidad. Además, el alto nivel de adicción a los dispositivos electrónicos refleja que dependemos demasiado del móvil y de las redes sociales. Esto puede afectar nuestra concentración, nuestras relaciones personales y hasta nuestra autoestima. A veces, sin darnos cuenta, pasamos más tiempo mirando pantallas que hablando cara a cara con la gente. Creo que deberíamos recibir más educación afectivo-sexual en los centros escolares y aprender a usar la tecnología de forma responsable. Así podríamos tener una visión más realista y sana de las relaciones y evitar que Internet distorsione lo que realmente significa querer o respetar a alguien.
Este texto enseña algo bastante preocupante sobre cómo usamos el móvil y el Internet los jóvenes. Que uno de cada tres adolescentes vea porno a menudo y que casi todos admitan estar bastante enganchados al móvil demuestra que muchos jóvenes no saben poner límites. Además, se nota una diferencia enorme entre chicos y chicas sobre el tema de ver porno, lo que también dice mucho sobre la educación y lo que vemos en la sociedad.
En mi opinión, esto es un tema demasiado preocupante como para pasarlo por alto. No basta solo con quitarnos el móvil o prohibirnos cosas, debemos aprender a usarlo bien y saber cómo nos puede afectar estar tanto tiempo conectados o ver ciertos contenidos como el porno sin pensar.
La adicción a la pornografía se ha convertido en un problema cada vez más común entre los adolescentes. Muchos jóvenes, sobre todo chicos, acceden a este tipo de contenido con frecuencia sin ser realmente conscientes del impacto que puede tener en su forma de pensar y en su desarrollo emocional. El fácil acceso desde el móvil o el ordenador hace que sea algo habitual, y eso puede provocar una visión irreal del sexo y de las relaciones.
Además, este consumo constante puede generar dependencia y dificultar que los adolescentes vivan su sexualidad de manera sana y natural. Les puede llevar a aislarse, a tener expectativas poco realistas y a confundir placer con afecto. Por eso, es importante que en los centros educativos y en casa se hable más sobre el tema, sin juicios, para que aprendan a usar internet con responsabilidad y entiendan las consecuencias de este tipo de adicción.
Los resultados del estudio son un reflejo inquietante de cómo la tecnología está moldeando la vida y los hábitos de las nuevas generaciones. Que uno de cada tres adolescentes españoles vea pornografía con frecuencia y que casi el 80% reconozca un nivel medio o alto de adicción al móvil no son datos menores: hablan de una generación hiperconectada, que vive gran parte de su desarrollo emocional y social a través de una pantalla.
La diferencia entre chicos y chicas en el consumo de pornografía demuestra cómo los modelos de masculinidad y feminidad siguen influyendo en la manera en que los jóvenes se relacionan con la sexualidad. En muchos casos, los chicos se acercan al porno como una forma de aprendizaje o curiosidad, pero acaban asimilando patrones de comportamiento poco realistas o incluso dañinos. Mientras tanto, las chicas, aunque menos consumidoras, no están exentas de las consecuencias, ya que muchas veces sufren la presión de esas mismas expectativas distorsionadas.
Lo preocupante es que estos datos no solo hablan de consumo, sino de carencias: falta de educación afectivo-sexual, escasa orientación emocional y una necesidad constante de validación digital. El teléfono móvil se convierte en una extensión del yo, un refugio y a la vez una fuente de ansiedad. Los adolescentes reconocen su dependencia, pero carecen de las herramientas para gestionarla.
Me parece preocupante el dato de que tantos adolescentes consuman pornografía con frecuencia, sobre todo porque muchas veces no son conscientes del impacto que puede tener en su forma de ver las relaciones o la sexualidad. En esta etapa de la vida todavía estamos formando nuestra identidad y nuestros valores, y la pornografía puede dar una imagen muy distorsionada del sexo, el consentimiento o el respeto hacia la otra persona. Además, la diferencia entre chicos y chicas es enorme, lo que demuestra que todavía existen muchos estereotipos y presiones sociales diferentes según el género. También me llama la atención el nivel de enganche al móvil, porque es algo que todos notamos pero pocas veces reconocemos como un problema real. Creo que sería importante hablar más de estos temas en clase o en casa, no para prohibir nada, sino para entender mejor lo que consumimos y cómo nos afecta.
La verdad es que los datos de este estudio me parecen bastante preocupantes. Que uno de cada tres adolescentes vea porno con frecuencia dice mucho sobre lo fácil que es acceder a este tipo de contenido hoy en día y, sobre todo, sobre la falta de educación sexual real que tenemos. Me llama mucho la atención la diferencia entre chicos y chicas: más del 30 % de los chicos frente a solo un 3 % de las chicas. Eso demuestra que todavía hay una brecha enorme en cómo vivimos y entendemos la sexualidad según el género.
También me preocupa lo del “enganche” a los móviles. Que casi el 80 % de los adolescentes reconozca tener una adicción media o alta al teléfono o a otros dispositivos es algo serio. Me da la sensación de que cada vez estamos más pendientes de una pantalla y menos del mundo real, de hablar cara a cara o disfrutar de cosas simples.
Lo positivo es que los propios jóvenes son conscientes de ese problema, y eso ya es un paso importante. Pero creo que hace falta más educación tanto en casa como en el colegio para aprender a usar la tecnología y el internet de una forma más sana, y también para hablar abiertamente de temas como el sexo, las emociones o las relaciones sin tabúes ni juicios.
Es inquietante que tantos adolescentes vean contenidos pornográficos con frecuencia, ya que eso puede afectar la manera en que entendemos las relaciones, la intimidad y el respeto hacia los demás. También llama la atención la gran diferencia entre chicos y chicas, lo que refleja que aún existen distintos tipos de presión social y desigualdad entre ambos géneros. Por otro lado, el hecho de que la mayoría reconozca sentirse enganchada al móvil demuestra que somos conscientes del problema, pero muchas veces no sabemos cómo controlarlo. Creo que es fundamental que tanto las familias como los profesores ayuden a fomentar un uso más responsable de los dispositivos y que se dialogue abiertamente sobre estos temas, sin prejuicios ni silencios. En resumen, este estudio nos invita a pensar en cómo las pantallas están influyendo en nuestra forma de vivir y a buscar un equilibrio entre el mundo digital y la realidad cotidiana.
Los datos sobre el consumo de pornografía entre adolescentes son preocupantes. Que uno de cada tres chicos vea pornografía con frecuencia muestra que muchos jóvenes acceden a contenidos que no reflejan relaciones sanas ni respetuosas y que pueden distorsionar su percepción de la sexualidad. La marcada diferencia entre chicos y chicas en el consumo de pornografía evidencia la necesidad de una educación afectiva y sexual más equitativa y adaptada a la realidad actual.
Es fundamental abordar la pornografía desde la educación y el diálogo. No se trata de prohibirla, sino de enseñar a los adolescentes a comprender que la pornografía no representa relaciones reales, que el respeto, el consentimiento y la comunicación son esenciales, y que deben cuestionar lo que ven. Una educación sexual basada en la reflexión permite que los jóvenes consuman información de manera crítica y responsable.
En mi opinión, creo que la pornografía es algo de lo que casi nadie quiere hablar, pero que muchos adolescentes conocemos demasiado pronto. El problema es que la mayoría llega a ella sin querer y sin que nadie nos explique nada. Y al final te puede dar una imagen muy irreal de lo que son las relaciones, del cuerpo, del consentimiento o incluso de cómo debería sentirse una relación íntima de verdad.
A veces pienso que la gente adulta se limita a decir “no la mires” sin entender que internet lo pone delante de tu cara. Lo que necesitamos es más información real: qué es sano, qué no, cómo afecta a la autoestima, y que la pornografía no representa relaciones normales. Creo que si hubiera más educación sexual sincera y menos tabú, muchos adolescentes no creceríamos con ideas equivocadas ni con presiones absurdas.
Esta noticia la verdad es que impacta bastante, porque muestra dos cosas que pasan muchísimo entre gente de nuestra edad: el enganche al móvil y que muchos adolescentes ven contenidos que no son apropiados. Las dos cosas nos afectan más de lo que parece, aunque a veces lo veamos como algo normal. Es cierto que estar tantas horas con el móvil nos desconecta del mundo real, pero también preocupa que se consuman ciertos contenidos sin pensar en cómo pueden influir en nuestra forma de ver las relaciones o la vida.
Sinceramente, creo que estos temas se deberían hablar más, pero de forma real, sin juzgar ni soltar discursos. Quitar el móvil no sirve de nada, porque al final cualquiera busca la manera de seguir usándolo. Lo mejor sería que los adultos hablen con nosotros en plan tranquilo, explicando por qué algunas cosas no son buenas y ayudándonos a entenderlo. A veces una conversación sincera ayuda mil veces más que cualquier prohibición.
El texto expone una realidad preocupante sobre el consumo de pornografía y la dependencia tecnológica entre los adolescentes. Los datos presentados reflejan un fenómeno que va más allá del simple uso de dispositivos electrónicos: evidencian una falta de educación afectivo-sexual y un acceso sin control a contenidos que pueden distorsionar la percepción de las relaciones humanas y la sexualidad.
Resulta especialmente llamativa la diferencia entre chicos y chicas en el consumo de pornografía, lo que sugiere la existencia de una brecha en la forma en que ambos géneros se relacionan con este tipo de contenidos. Esto pone de relieve la necesidad de abordar la educación sexual desde una perspectiva crítica y responsable, que permita a los jóvenes comprender las consecuencias del consumo de pornografía y fomentar una visión más sana del deseo, el respeto y la intimidad.
Además, el texto señala el alto nivel de dependencia hacia los dispositivos electrónicos, lo que contribuye a un estilo de vida cada vez más digitalizado y menos consciente. En conjunto, estos datos deberían servir como punto de partida para reflexionar sobre la importancia de la educación en valores, el diálogo familiar y el acompañamiento adulto en el desarrollo emocional y tecnológico de los adolescentes.
No me sorprende que tanta gente de nuestra edad vea porno o pase tanto tiempo con el móvil. Vivimos pegados a las pantallas y el acceso a internet lo hace muy fácil. Pero creo que el problema no es solo verlo, sino que muchas veces el porno muestra cosas que no son reales y puede confundir sobre lo que es una relación sana o el consentimiento.
También pienso que en los colegios se debería concienciar más a los adolescentes sobre los problemas que tiene ver este tipo de contenido a nuestra edad. En cuanto a los móviles, sí, creo que estamos un poco enganchados. Nos sirven para todo: hablar, estudiar, distraernos… pero a veces se nos va de las manos.
Deberíamos aprender a controlar mejor el tiempo que pasamos en redes, porque aunque parezca que no pasa nada, al final afecta mucho a nuestra salud y bienestar.
Los datos presentados por Aldeas Infantiles SOS reflejan una realidad preocupante sobre los hábitos digitales de los adolescentes españoles. El elevado consumo de pornografía y la fuerte dependencia del teléfono móvil evidencian cómo la tecnología se ha convertido en un elemento central en su vida cotidiana, no solo como medio de comunicación o entretenimiento, sino también como una vía de exploración y aprendizaje. Sin embargo, esta exposición constante plantea riesgos importantes, entre ellos la normalización de contenidos sexuales poco realistas y la pérdida de control sobre el tiempo de uso de los dispositivos.
La notable diferencia entre chicos y chicas en el consumo de pornografía, revela, una construcción cultural de la sexualidad marcada por estereotipos de género. Mientras a los hombres se les asocia con una búsqueda activa del deseo, a las mujeres se las sigue juzgando por expresarlo. Ante esta situación, resulta imprescindible una educación sexual integral y un acompañamiento familiar que fomente el pensamiento crítico y la gestión del entorno digital. A través de la formación y el diálogo será posible prevenir adicciones, promover relaciones más sanas y equilibrar el impacto de la tecnología en el desarrollo adolescente.
Me parece muy preocupante lo que muestra este estudio, sobre todo porque cada vez somos más conscientes de lo normalizado que está el uso excesivo del móvil y las redes. Muchos adolescentes pasan tantas horas conectados que ya no saben desconectar del todo, y eso puede afectar tanto a su concentración como a su forma de relacionarse.
El tema del consumo de pornografía también es alarmante, especialmente por la diferencia tan grande entre chicos y chicas. Creo que habría que hablar más de esto en los centros educativos, pero también en casa, porque muchas veces se evita el tema y eso solo empeora las cosas.
En mi opinión, no se trata de prohibirlo todo, sino de aprender a usar la tecnología con responsabilidad y entender las consecuencias que puede tener cuando se nos va de las manos.