DEBATE 38: Comenzar el Curso como es debido: con estrés.
El «estrés» tiene mala prensa. Todos nos acogemos a él para justificar, en muchos casos, al inoperancia, la abulia, la falta de planificación, la indisciplina, etc… Con frecuencia se oye, a los mismos padres, decir que su «niño» está estresado, que con las ocupaciones que tiene está estresado, que el profesor le estresa, que el entrenador le estresa, etc… La verdad es que el estrés es una respuesta natural y necesaria no sólo para la vida sino para la simple supervivencia. Cosa diferente es que, en determinadas circunstancias (del sujeto o del entorno) acabe siendo una patología. No más que un exceso en el deporte, en la comida, en la religión o en el sexo. Error grave es tomar lo excepcional por lo común.
Y esto ya no sólo se aplica a los adultos sino que, en cascada, se lo atribuimos (cuando no se lo aplican ellos mismos) a los jóvenes, adolescentes e, incluso, niños. Es frecuente (hablo de Bachillerato) que, ante una pregunta normalita reiterada, te espeten inflexibles «déjame, que estoy estresado» o «no me estreses«. Ante ello, caben dos respuestas: callarte para evitar una denuncia por acoso o responder, con la misma inflexibilidad, «menos mal que estás estresado». Entonces se pasa a lo que realmente ocurre: desgana, falta de trabajo… abandono escolar.
Tengo comprobado que estos mismos jóvenes emplean una media de cuatro horas diarias (semana completa) para «perder» el tiempo con los medios de comunicación. No baja este dato en los cinco últimos años aun cuando hayan cambiado los medios (de la «tele» a la «informática»). Con este dato es materialmente imposible que cumplan con sus obligaciones académicas. Dicho de otra manera: no dan «un palo al agua» o lo hacen «incorrectamente». Cualquier exigencia por parte del profesor lo único que demuestra es su incompetencia que, a la hora de justificarla, se envuelve, entre otras cosas, en un «estoy estresado».
Debemos, en mi opinión, cambiar estos hábitos de una manera radical. Sin contemplaciones. Sin ningún temor a crear «estrés» o «escuatro». Los niños y los adolescentes serán lo que sean menos tontos o inválidos (intelectuales). Sacar lo mejor de lo que deben ser no es tarea fácil (para el educador) ni es fácilmente asumible (por el alumno). ¿A quién le gusta porque sí el esfuerzo, la dedicación, la disciplina?… Es, por ello, por lo que, si queremos ser alguien en la vida (y ahora toca estudiar) no queda otro remedio que pasar por dos arcos que se llaman PLANIFICACIí“N y DISCIPLINA. Mediante la primera organizamos nuestros tiempos (de estudio, de ocio, de descanso) con toda precisión posible; mediante la segunda, hacemos todo el esfuerzo posible por cumplir con lo planificado. Que esto causa «tensión» no lo pongo en duda pero, sin ella, no vamos a ninguna parte. ¡Al tiempo!
El estrés al igual que todo en la vida es bueno y necesario en su justa medida, puesto que todo en exceso siempre es malo. Por ello, hay que recurrir al término medio. No obstante, muchas veces, se tiende a exagerar los estados aprovechándose de que hoy en día casi todo parece enfermedad: estrés, depresión, trastornos del sueño…
En mi opinión, todo ello no es susceptible de ser calificado de enfermedad, a pesar de que sí sea cierto que durante un determinado período de tiempo nos puedan llegar a causar ciertos malos ratos, pero por muy habituales que sean jamás serán enfermedades.
Por tanto, en conclusión, la vida hay que disfrutarla sabiendo afrontar las dificultades con lo que hay que tener, es decir, con un par de dedos de frente.
Estoy de acuerdo contigo, todo esto viene por los valores que actualmente son inculcados en esta sociedad, la ley del mínimo esfuerzo, después vienen las consecuencias, dicho esto hay que reconocer que hay jóvenes que tienen otras metas en su vida.
Desde mi punto de vista, tal y como se expresa en el artículo el «estrés» no es más que la consecuencia de una mala planificación de nuestro tiempo libre.
Si bien es cierto que en muchos casos esta mala organización está fomentada por un desinterés hacia los estudios, creo que la principal causa de nuestra pésima planificación es que no nos damos cuenta realmente de los beneficios que puede suponer «ordenar nuestra vida»: más tiempo para el ocio.