El 33% de los adolescentes hace un uso problemático de internet y las redes sociales: desconexión social, pornografía y suicidio

En España, más del 33% de los niños, niñas y adolescentes pasa más de seis horas frente a la pantalla. ¿Están todos ellos en riesgo de padecer una adicción a las tecnologías? ¿Es posible llegar a normalizar el aislamiento social como una nueva forma de estar en el mundo? El uso y abuso de los juegos online y los smartphones, así como la incapacidad de controlar su consumo, mantiene a muchos de ellos atrapados en las pantallas durante horas. Les desconecta de la realidad e impacta de manera negativa en sus relaciones sociales y familiares.

Es lo que le sucedió a Raúl Molia, un joven de 20 años diagnosticado con TDH que actualmente sueña con trabajar como ingeniero informático, vivir en Londres y viajar a Japón, pero que estuvo a punto de ver cómo sus sueños se esfumaban debido a su adicción a los juegos online. “Mi adicción empezó hace unos 7 años porque no estaba cómodo en casa y no encajaba en clase, y encontré refugio en internet y en los juegos online. Al principio pensé que era normal, hasta que llegué al programa Proyecto Joven en Jerez [está integrado dentro del Proyecto Hombre] y entendí que tenía un problema de adicción que estaba frenando mi vida académica, social y familiar”, explica. Ahora es voluntario en el centro que, según sus propias palabras, le salvó la vida. “He querido pagarles la deuda que tengo con ellos intentando dar algo de mí. Creo que el episodio de la adicción está cerrado, pero estoy muy pendiente de si dejo de dormir o falto a mis responsabilidades y pasiones por estar jugando”.

Las pantallas invaden los cerebros

¿Qué es una adicción? “Es algo que viene a apoderarse de la persona que la padece, pierde su libertad y deja de controlar lo que quiere hacer. Empieza dando y termina quitando. El problema que tienen los adolescentes que quedan atrapados en las pantallas es un reflejo de lo que pasa en el mundo de los adultos, pero a ellos les sucede en una etapa de la vida en la que están construyendo su personalidad y son más vulnerables: en muchos casos no han tenido capacidad creativa de jugar en lo simbólico y tienen muy poca tolerancia a la frustración y al aburrimiento”, señala María Rodríguez Domínguez, psicóloga sistémica experta en adicciones.

En su opinión, “las pantallas han invadido sus cerebros desde muy pequeños”, ya que algunos padres las han utilizado para distraer y entretener a sus hijos cuando tenían una rabieta o no querían comer, por ejemplo. “Así han aprendido a satisfacerse con lo inmediato en lugar de autorregularse. Ser un usuario saludable de lo digital pasa por el acompañamiento del adulto desde lo presencial para ayudar a generar un espíritu crítico”, dice la experta.

Para cortar este problema de raíz, ha surgido Adolescencia Libre de Móvil, un movimiento de familias emergente en grupos de WhatsApp que busca retrasar la entrega del primer smartphone a los más pequeños [está normalizado que se lo den en 1º de la ESO] y cuestiona la influencia de la tecnología en la formación de la identidad, la salud mental y las habilidades sociales de la generación más joven. “Cuando creamos este grupo de WhatsApp la idea era compartir noticias sobre cómo afectaban las pantallas a la salud mental de los niños, y hemos descubierto que han aumentado los intentos de suicidio, hay más ciberacoso, violencia hacia la mujer, pornografía… Nuestro objetivo es educar, conciencia y explicar”, indica Elisabet Rodríguez Permanyer, una de sus artífices.

 

Lo cierto es que en la habitación de los niños, niñas y adolescentes que tienen smartphones se esconde un espacio remoto en el que la comunicación se congela. “Nuestros hijos nunca habían estado lejos estando tan cerca. ¿Qué ocurre tras esas paredes? ¿Qué descubren ellos y ellas en las pantallas? ¿Cómo les afecta?”, se pregunta Gabilondo.

Rocío percibió tarde los problemas que tenía su hija Sandra, una joven que intentó suicidarse con tan solo 15 años. “Nos dimos cuenta justo después de la pandemia. Se sentía incapaz de socializar, se autolesionaba, dejó de comer y se pasaba las horas encerrada en su habitación conectada a internet y las redes sociales”, asegura.

Dos años después, Sandra está prácticamente recuperada, pero su madre reconoce que ha sido un proceso muy largo y duro. No en vano, según el Observatorio del Suicidio en España en 2022, el suicidio es la principal causa de muerte en adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años.

Atrapados en las redes sociales

La adicción a las pantallas está ligada a la gran satisfacción que obtiene la persona al realizar una determinada actividad. Pierda el control sobre ella y hace que sea prácticamente imposible abandonarla.

Así lo explican tres adolescentes de 16 años que, a pesar de que dedican mucho tiempo a hacer deporte y son conscientes de los peligros de quedar atrapados en las pantallas, dicen que son incapaces de ignorar las redes sociales durante su tiempo libre. Así, Marina Gallego está convencida de que la dependencia a los ordenadores se fragua en la infancia: “Hemos crecido con ello y tenemos interiorizado que, cuando tenemos un rato libre, el entretenimiento está en una pantalla, ya sea en las redes sociales, en internet o viendo vídeos”. También reconoce que los vídeos cortos de TikTok o de Instagram están especialmente diseñados para no dejarle escapar: “Es un formato corto, entretenido y que se adapta a tus gustos por el algoritmo que te muestra justo lo que quieres ver”.

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Como ella, Hugo Romero, que juega al tenis después de clase, apostilla que cuando muchos adolescentes se aburren encuentran la solución en TikTok o en Instagram. “Estamos continuamente sobreestimulados. Siempre te sale lo que quieres ver y lo que te gusta. Ello te domina y dejas de controlar el tiempo que pasas atrapado en estas aplicaciones”.

Las redes sociales, además, se han convertido en un indicador de popularidad basado en la cantidad de me gustas. “Se ha dicho que todos los seres humanos siempre quieren que les quieran, pero nunca hemos tenido manera de saber si nos estaban queriendo mucho, poco o regular. Ahora, sin embargo, se han convertido en un permanente termómetro de likes”, añade Gabilondo.

Una puerta a la pornografía

El acceso de niños, niñas y adolescentes a la pornografía se produce a edades más tempranas y más del 40% de los adolescentes asegura haber recibido mensajes de contenido sexual.

Ante este panorama, María Rodríguez Domínguez es pesimista. “La educación afectivo-sexual llega tarde, porque cuando la impartimos ya han llegado a los oídos, vista y cerebro de los niños, niñas y adolescentes un montón de imágenes de lo que la industria de la pornografía quiere compartir y que les empiezan a condicionar. A los padres y madres no les debería dar miedo que hablemos a sus hijos sobre drogas o sexo en cuarto o quinto de Primaria. Antes de que haya aparecido el problema, hay que darles las herramientas necesarias para que, entre las distintas disyuntivas que aparecen en la vida, elijan la que les parezca más sana”.

En la plataforma audiovisual #TenemosMuchoQueDecir se pueden encontrar más contenidos relacionados con la adicción a las redes sociales, las pantallas u otras temáticas que afectan a la infancia y a la adolescencia.

Tomado de www.elmundo.es

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