En un volcán de México: la última pista del tesoro perdido que la República se llevó de España tras la Guerra Civil
Entre los grandes enigmas, misterios o agujeros negros –como prefieran llamarlo– de la Guerra Civil, está sin duda el paradero del tesoro del ‘Vita’. Un botín gigantesco que incluía gran parte del patrimonio histórico artístico español que la República sacó de España en los últimos meses del conflicto español, cuando la victoria de Franco ya estaba clara, y sobre el que todavía muchos aspectos por aclarar.
En junio de 1939, importantes periódicos franceses como ‘Le Temps’ y mexicanos como ‘Excélsior’ y ‘El Universal’ hablaban ya del misterioso cargamento de un buque que había atracado en el puerto de Tampico, en México, con un valor estimado de catorce millones de libras esterlinas procedentes de las reservas del Gobierno republicano español. El último diario siguió la pista de aquel tesoro y, en 1941, volvió a informar del hallazgo accidental en las lagunas del volcán Nevado de Toluca de unas cajas de estaño con joyas y varios objetos de gran valor identificadas con el nombre de Monte Pío de Madrid.
Aunque todavía no se sabía, esta institución estaba relacionada directamente con el cargamento del Vita, el barco de 62 metros de eslora que la República compró desesperadamente a los británicos cuando la victoria de Franco era ya un hecho, con el objetivo de trasladar a México una buena parte del patrimonio artístico español . Más de 80 años después del viaje, la carga exacta del velero y a dónde fue a parar sigue siendo un episodio con muchas preguntas sin responder.
Desde 1939 a 1952 en que se puso fin al racionamiento, cientos de informes internos del régimen denunciaron la escasez de alimentos en todo el país, mientras los españoles echaban mano de la picaresca e imaginación
Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, la posición del Gobierno franquista ante México y Estados Unidos era demasiado débil como para reclamar el tesoro por medio de la diplomacia. España estaba en penosas condiciones y, además, las potencias aliadas promovían su aislamiento. Al llegar la democracia, el presidente Leopoldo Calvo-Sotelo no halló ninguna documentación sólida como para intentar recuperarlo, aunque estuvo entre sus planes. En febrero de 1995, los diputados del PP Rafael Hernando y Sergio Gómez-Alba instaron al Ejecutivo de Felipe González a que comenzaran las gestiones para «recabar información sobre el inventario de bienes del buque Vita y su paradero», pero la respuesta, fechada el 8 de mayo, fue muy vaga.
7.800 cajas de lingotes
La niebla que envuelve a este suceso no se ha disipado del todo. El punto de partida se produjo cuando, en septiembre de 1936, el entonces ministro comunista de Hacienda, Juan Negrín, creó la Caja de Reparaciones. El objetivo era requisar cuantos más bienes artísticos de toda España mejor, y no para protegerlos de las bombas, sino para transformarlos, despedazarlos y venderlos. El dinero obtenido lo destinaría íntegramente a la compra de armas para combatir a Franco, en lo que era una política muy diferente de la que intentaría desarrollar la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) en el exilio al terminar el conflicto.
El expolio comenzó en el otoño de 1936 con el envío de 7.800 cajas de lingotes de oro a Moscú por parte de Negrín. Un episodio mucho más conocido y sobre el que se ha escrito mucho más. El que nos ocupa en este reportaje comenzó en marzo de 1938, cuando el ministro de Defensa y líder de los socialistas, Indalecio Prieto, se sumó a la requisa de bienes mediante una ley aprobada para tal efecto. Se conminó entonces a entregar al Gobierno casi cinco mil cajas de alquiler, una treintena de sobres con joyas depositadas en los bancos privados y más de un millar de depósitos. Entre ellas estaban los del Monte de Piedad de Madrid, algunos de cuyos restos aparecieron en las lagunas del Nevado de Toluca, a unos 4.600 metros de altitud.
Según una lista aproximada de Amaro del Rosal, el miembro de UGT que fue rehabilitado por el PSOE en 2008, aquel tesoro robado incluyó cajas con oro acuñado y otros objetos valiosos depositados por la Generalitat de Cataluña; piezas pertenecientes al tesoro Artístico Nacional, como la joyas de la capilla del Palacio Real de Madrid; ropajes y objetos religiosos de la catedral de Toledo, como el «Manto de las cincuenta mil perlas de la Virgen del Sagrario»; parte del tesoro de la catedral de Tortosa y piezas del monetario del Museo Arqueológico Nacional, entre otros objetos de culto.
La compra del barco por cincuenta mil libras para su traslado se produjo en secreto. Pertenecía a un magnate británico de la aviación y Negrín hasta creó una empresa tapadera, la Mid Atlantic Shipping Company, para no levantar sospechas. La operación fue realizada a través del embajador republicano en Londres, quien encargó a su vez la tarea a un marino fiel al gobierno de Azaña, Mariano Manresa, y a un armador de origen vasco con pasaporte estadounidense que simpatizaba con el PNV, Marino Gamboa. Estos contrataron como capitán a un militante del PNV llamado José Ordorika, cuyo objetivo era salir de Le Havre en febrero de 1939 y atracar en Veracruz.
Estados Unidos
Al cruzar el Atlántico se encontró con dos obstáculos: la oposición del cónsul de Estados Unidos y la de los aduaneros simpatizantes de Franco en la ciudad mexicana. El Vita se desvió a Tampico por orden del presidente de México Lázaro Cárdenas y descargó el tesoro en un muelle propiedad de la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex). Desde allí fue trasladado a la capital con escolta de la guardia presidencial para que quedara a cargo de los colaboradores de Negrín. En ese momento comenzó una guerra entre él y Prieto por el destino de los bienes que ganó este último tras pactar con Lázaro Cárdenas.
Según explicaban en 2014 al periodista de ABC Sergi Doria el catedrático de Prehistoria Francisco Gracia y la especialista en patrimonio cultural Gloria Munilla, autores de ‘El tesoro del Vita’ (Universidad de Barcelona), el presidente mexicano permitió a Prieto desmontar y fundir todas las joyas para venderlas como oro al Banco de México. Entre 1939 y 1941, también vendió otra parte del tesoro a México y un gran número de obras de arte a Estados Unidos. «La historia del Vita es un cúmulo de despropósitos. Un reflejo penoso de los enfrentamientos que condicionaron la derrota en la Guerra Civil y el agotamiento de la política republicana en el exilio como núcleo de resistencia contra Franco», apuntaban los autores.
En otra entrevista publicada por este diario, la conclusión sacaba por Gracia era demoledora: «Una parte del Tesoro Artístico fue destruido por aquellos que tenían la obligación legal de protegerlo. Nunca un gobierno legítimo se había arrogado la posibilidad de requisar una parte de los bienes del patrimonio del Estado al que representaban para convertirlos en recursos, ni tampoco un grupo de políticos que se proclamaban representantes de la voluntad popular había decidido su destrucción». Sea como fuere, en menos de tres años el botín ya estaba liquidado por 5,3 millones de dólares, el equivalente a 79 millones de los actuales dólares, considerando la evolución de la inflación, el peso internacional de la divisa estadounidense y el coste de la vida, según cálculos de estos dos investigadores.
A 4.600 metros
Durante décadas, el tesoro del Vita sirvió de arma arrojadiza entre la dictadura de Franco, para quien se habían expoliado las riquezas nacionales, y los dos bandos del exilio republicano. Para los partidarios de Negrín, Prieto había aprovechado su relación personal con el presidente de México para hacerse con algo que no le pertenecía y usarlo para sus objetivos políticos sin consultarlo con nadie. Estos, además, no eran otros que sustituirle a él como cabeza de la República en el exilio.
En 2010, cuando el equipo de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México iba a realizar una exploración en las lagunas del Nevado de Toluca, para buscar principalmente resto de las culturas prehispánicas, uno de los responsables escondía otro objetivo en su cabeza. Roberto Junco Sánchez quería comprobar también si el oro y las joyas del Vita habían ido a parar realmente a aquel volcán situado a más de 4.600 metros de altitud. La rumorología y algunos hallazgos previos de buzos deportivos así lo apuntaban.
«Nuestro equipo hizo transectos con un detector de metales, yendo de lado a lado en línea durante 50 metros, y apareció un reloj con su esfera y los números de serie con alguna marca más en la parte de atrás», contaba Junco Sánchez en el número 603 de la revista ‘Historia y Vida’. Después encontraron más restos de maquinarias de bolsillo y unas cajitas en las que se leía «Monte de Piedad de Madrid», hoy visitables en el Museo de Rescates Subacuáticos de Quintana Roo. «Todo ese material nos lleva a pensar que se estaban deshaciendo de los restos tras extraer lo valioso del tesoro del Vito, y que tiene que haber sido una actividad ilegal u oculta, porque, si lo puedes tirar a la basura de al lado de casa, ¿para qué te tomas la molestia de ir hasta allá?», se preguntaba después.
El Sol y la Luna
Aquellas dos lagunas de agua potable , conocidas como la del Sol y la de Luna, que tienen 17 y 12 metros de profundidad y que son de las que se encuentra a más altitud del mundo, sirvieron de escondite de las pruebas del expolio republicano. De otra manera no se entiende que llegaran hasta allí. No hay que olvidar que las joyas salieron de España sin registro, entraron en México sin pasar aduanas y fueron vendidas sin pagar impuestos.
Los autores del delito no se imaginaron que, diez años después, el Nevado de Toluca iba a revolucionar el mundo del buceo con Jacques-Yves Cousteau. El famoso inventor y explorador se fue hasta allí para comprobar la efectividad del regulador de oxígeno que había inventado y aparecieron los primeros restos, de los que informó la prensa mexicana sin que tuviera repercusión en España. Por su cercanía de la capital y su altitud, aquellos lagos eran el campo de pruebas perfecto, ya que la presión era menor, en ellos los gases respirables se diluyen de manera diferente y las paradas de descompresión se realizan de otra forma.
En marzo del año pasado, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México informaba de la creación en las lagunas del primer archivo arqueológico «in situ» para bienes culturales sumergidos. En la noticia, que hacía referencia principalmente a los objetos pertenecientes a la cultura Matlatzinca, volvían a olvidarse de los restos del tesoro del Vita.
Tomado de www.abc.es