IVÁN JUARROS desde HONDURAS: ha llegado el huracán Eta
Dicen que cada 20 o 25 años un gran huracán sacude Honduras. En el 1974 fue el huracán Fifi. En 1998 el recordado huracán Mitch. En el 2020 el Eta, que recibe su nombre de la séptima letra del alfabeto griego.
Eta ha sido el más fuerte de la temporada de huracanes del Atlántico de la temporada 2020, y el segundo más fuerte registrado en el mes de noviembre (casi ya fuera de la temporada de huracanes). Se formó como depresión tropical el 31 de octubre. Al día siguiente ya era tormenta tropical, y se intensificó rápidamente alcanzando el rango de huracán el 2 de noviembre, en tiempo record, y llegando a tener categoría 4 (en una escala de 5). Eta tocó tierra en Nicaragua el 3 de noviembre con vientos de 225 km/h, pero para entonces ya había producido lluvias abundantes en Nicaragua, Honduras, Guatemala, Panamá y parte de México, ya que la cantidad de nubes que atrajo abarcaban un área de 400 km de largo. Degradada a tormenta tropical y después a depresión tropical, entró en territorio hondureño la noche del miércoles 4, y atravesó Puerto Cortés en la tarde-noche del jueves muy debilitado, con vientos de apenas 40 km/h. Pero para entonces todo el daño estaba hecho. En Puerto Cortés llovió abundantemente desde el domingo hasta el miércoles. El lunes ya había entrado agua en algunas casas de la colonia La Esperanza, cuando el huracán ni siquiera había alcanzado tierra nicaragüense. Las previsiones de “vientos catastróficos” (en Nicaragua) e “inundaciones catastróficas amenazantes para la vida” (en Honduras) no eran nada halagüeñas. El miércoles llovió torrencialmente y cayeron cerca de 150 mm de lluvia en Puerto Cortés.
El martes por la tarde ya había cerca de 60 familias evacuadas en los barrios de la Esperanza y Nuevos Horizontes. El miércoles por la tarde eran más de 400 familias en todo el Puerto, y el número no ha dejado de crecer. Los últimos datos hablan de 1.427 familias (7 008) personas) ubicadas en 68 albergues en nuestro municipio, sin contar los evacuados que se encuentran en casas de familiares o amigos.
El jueves dejó de llover y salió el sol; el agua que anegaba algunos barrios comenzó a bajar, algunos volvieron a sus casas. Sin embargo, aún nos quedaba una sorpresa. La cantidad de precipitaciones que se dieron en el interior del país y en el Occidente aumentó enormemente el caudal de los ríos Ulúa y Chamelecón. El caudal del Ulúa creció 4 metros más que en el Mitch. El jueves por la mañana nos sobresaltaba la noticia de que el Ulúa se había desbordado en la Lima y la colonia Planeta. El río entró por las calles con toda su furia, torrencialmente. La gente no tuvo tiempo de salir y muchos quedaron atrapados sobre el tejado de sus casas. Desde allí llegaban llamadas urgentes a todo aquel que tuviera lanchas para ayudar en las tareas de evacuación, que se prolongaron por más de dos días. Hubo familias enteras que pasaron hasta dos días sobre el tejado de sus casas, sin agua potable ni alimentos, esperando que los rescataran, con la angustia de no saber si el agua los anegaría por completo. Actualmente hay gente desaparecida en estos lugares. Al día siguiente era el río Chamelecón el que se desbordaba en Choloma, provocando una situación similar, y por la noche la crecida llegaba al sector de Baracoa, ya en el municipio de Puerto Cortés. Incluso lugares que en un principio habían servido de albergues quedaron anegados y tuvieron que ser evacuados, y las personas reubicadas en nuevos albergues. El sábado la crecida llegó a las colonias de La Esperanza y 14 de agosto. La laguna subió paulatinamente de nivel durante todo el día, y por la tarde se dio orden de evacuar por precaución los barrios de Pueblo Nuevo, Nuevos Horizontes y Buenos Aires. El canal de Chamber, que comunica el río Chamelecón con la laguna, fue el culpable, en gran medida, del aumento de nivel de la laguna. La situación fue crítica en el sector mar, sobre todo en Bajamar y Brisas, que quedaron incomunicadas y en gran parte anegadas por el agua. El agua entró también en Travesía y varias familias tuvieron que refugiarse en el centro de la tercera edad. Afortunadamente, en la madrugada del domingo el agua empezó a bajar y todos respiramos tranquilos después de una noche más de tensión y preocupación.
Las comunidades rurales también han sufrido daños, con el aumento del cauce de los ríos que ha destruido algunas casas, la destrucción de caminos (algunas aldeas siguen incomunicadas) y los derrumbes. Parece que no hay que lamentar, no obstante, pérdidas humanas. No se han cuantificado las pérdidas en los cultivos, pero también se espera que sean notables. Algunas aldeas han visto cortado el suministro eléctrico y el suministro de agua potable ha sido interrumpido por algunos días en toda la ciudad del Puerto, aunque se trabaja arduamente para restablecerlo, y ya se ha logrado hacer en parte.
La tarea que queda por delante es ardua. La reconstrucción será un trabajo de todos. Por un lado está la destrucción de infraestructuras: puentes, carreteras, caminos, tendido eléctrico, suministro de agua, recogida de aguas residuales… Los daños son muchos en todo el país. Luego están las empresas y negocios, ya golpeados por el confinamiento y la pandemia del COVID19. Grandes empresas maquiladoras han sufrido la inundación de sus instalaciones y daño en parte de la maquinaria. No es mejor la situación de los campesinos que han perdido gran parte de su cosecha. Será necesario apoyarlos y ayudarles con semillas. Y no nos olvidamos de aquellos que han perdido sus casas, o que conservan las cuatro paredes pero han perdido lo que guardaban dentro; familias que tienen que empezar de cero en un contexto en que las oportunidades son cada vez más escasas.
Por el momento, una gran ola de solidaridad se ha levantado en todo el pueblo. La gente se organiza para conseguir alimentos y llevarlos a los albergues, para ofrecer ropa y colchonetas… Iglesias, empresas, organizaciones civiles, bomberos, ciudadanos de bien, todos se esmeran para ayudar a los que lo han perdido todo.
Lo que asusta es el mañana. Tendremos que ser creativos para ayudar, en la medida de nuestras fuerzas, a los más golpeados por la tormenta. Necesitaremos unir fuerzas y trabajar juntos.
Iván Juarros, C.M.
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