BIOGRAFíA: Juan Negrí­n

Juan Negrí­n López (Las Palmas de Gran Canaria, 3 de febrero de 1892Parí­s, 12 de noviembre de 1956) fue un médico fisiólogo y polí­tico español, Presidente del Gobierno de la II República entre 1937 y 1945 (ya en el exilio).

Juan Negrí­n fue uno de los personajes más controvertidos de la Guerra Civil Española. Según el historiador Stanley G. Payne, tras el fin de la guerra no habí­a personaje más odiado. El bando franquista lo consideraba un «rojo traidor», en tanto que dentro del campo republicano, la mayor parte de sus correligionarios le echaban en cara la prolongación inútil de la guerra y que hubiese servido a los planes de la Unión Soviética. Sinesio Vaudilio Garcí­a Fernández, conocido bajo el seudónimo de Diego Abad de Santillán, militante anarquista, escritor y editor español y figura prominente del movimiento anarcosindicalista en España y Argentina fue excepcionalmente crí­tico con el gobierno y la persona de Juan Negrí­n, denunciando continuamente los crí­menes cometidos por el PCE.

El caso de Negrí­n fue atí­pico en la polí­tica española. Se incorporó tardí­amente a ella tras, como médico y profesor de fisiologí­a, labrarse una carrera de investigador y dirigir una clí­nica privada en Madrid. Entro en 1930 en el PSOE, abandonando las actividades investigadores. Hablaba varios idiomas, algo inhabitual para los polí­ticos españoles de la época.

Vida

Juventud

Hijo primogénito de un próspero hombre de negocios, Negrí­n estudió las primeras letras en su ciudad natal en el colegio privado La Soledad y obtuvo las máximas calificaciones en el Bachillerato, a la edad de 14 años. En 1906 su padre le envió a estudiar Medicina a Alemania. Comenzó la carrera de Medicina a los quince años, primero en la Universidad de Kiel y luego en la de Leipzig, vinculándose a la Escuela de Fisiologí­a de esta última, dirigida por Ewald Hering. En 1912, a los veinte años, obtuvo el grado de Doctor. Trabajó como asistente numerario en la misma Universidad y con la movilización de sus superiores durante la Primera Guerra Mundial asumió nuevas responsabilidades docentes. En este tiempo aprendió inglés, alemán y francés, y tradujo del francés al alemán L’Anaphylaxie de Charles Richet.

El 21 de julio de 1914 contrajo matrimonio con Marí­a Fidelman Brodsky, pianista e hija de una familia acomodada rusa exiliada que viví­a en Holanda. De los cinco hijos que tuvo el matrimonio, fallecieron las dos niñas y sobrevivieron los tres varones: Juan, Rómulo y Miguel.

Carrera médica

Regresó a España en 1916, siendo promovido por Santiago Ramón y Cajal para la dirección de un nuevo Laboratorio de Fisiologí­a General en Madrid, por entonces situado en los sótanos de la Residencia de Estudiantes. En 1919 convalidó su tí­tulo de Licenciado de Medicina y Cirugí­a y al año siguiente realizó su tesis doctoral: «El tono vascular y el mecanismo de la acción vasotónica del esplácnico». Obtuvo la cátedra de Fisiologí­a de la Universidad Central de Madrid en 1922, puesto desde el que creó una escuela de fisiologí­a de renombre mundial. Fue maestro, entre otros, de los profesores Severo Ochoa (galardonado con el premio Nobel de Fisiologí­a y Medicina) y Francisco Grande Covián.

Carrera polí­tica

Ingresó en el Partido Socialista Obrero Español durante la dictadura de Primo de Rivera, y fue diputado por Las Palmas a partir de 1931. En 1934 obtuvo la excedencia por su condición de diputado.

Negrí­n no sentí­a gran interés por las teorí­as marxistas. Nunca mantuvo relaciones con los sindicatos y pertenecí­a al ala prietista del partido. Profesaba un socialismo moderado y estaba convencido de la necesidad de implantar un dominio izquierdista en España para hacer progresar al paí­s. Mal orador, antes de la guerra desempeñó puestos polí­ticos de importancia menor.

La Guerra Civil

Ministerio de Hacienda

Negrí­n fue nombrado ministro de Hacienda en el primer gobierno de Largo Caballero, creado el 4 de septiembre de 1936, en representación del PSOE y como miembro del ala prietista.

Al frente de Hacienda, hizo aprobar y supervisó el traslado secreto, tras la aprobación de un decreto que lo amparaba, de la mayor parte de las reservas de oro del Banco de España, 460 de las 635 toneladas de oro fino, hacia Cartagena, y su depósito final en Moscú (el célebre Oro de Moscú).

La decisión de enviar el oro a Moscú, en un principio efectuada debido a la necesidad de ponerla fuera del alcance de los nacionales, acabó siendo relacionada con la financiación de la adquisición de suministros militares y civiles. Los sublevados consideraron la operación simple y llanamente como un robo, porque las mencionadas reservas no eran propiedad del Gobierno de la República –del Tesoro Público– sino del Banco de España, que no serí­a nacionalizado hasta la promulgación del Decreto-Ley 18/1962, del 7 de junio de 1962. El Banco de España no era, pues, banco nacional, sino una sociedad anónima por acciones cuyas relaciones con el Gobierno estaban regidas por una Ley (Ley de Ordenación Bancaria del 29 de diciembre de 1921, refundida el 24 de enero de 1927 y modificada por Ley de 26 de noviembre de 1931) que no autorizaba a este último a disponer de las reservas de oro, más para ejercer una acción interventora con relación a la estabilidad cambiaria de la peseta. Sin embargo, el enví­o secreto del oro se justificarí­a (a posteriori) por la alteración el curso de la legalidad republicana.

Negrí­n convirtió el cuerpo de carabineros en una unidad de élite mandada por hombres de su confianza, perfectamente equipada, con intendencia especial, equipamiento sanitario de primer orden y exclusivamente a sus órdenes. Una especie de ejército privado que pronto fue conocido popularmente como los «Cien mil hijos de Negrí­n». Aunque en teorí­a uno de sus fines era evitar la infiltración comunista, dirigidos por Rafael Méndez al frente, los Carabineros de Negrí­n se dedicaron a incautar depósitos privados de bancos y montes de piedad, amén de saquear incontables domicilios particulares, iglesias, monasterios e incluso museos.

En tanto que los soviéticos como Erní¶ Gerí¶ afirmaban que el gran enemigo de la situación es el pluralismo que mantiene Negrí­n en el Frente Popular, uno de sus más acerbos detractores, el anarquista Diego Abad de Santillán escribí­a:

Tení­a la llave de la caja y lo primero que se le ocurrió en materia de finanzas fue crearse una guardia de corps de cien mil carabineros. No hemos tenido nunca 15.000 carabineros cuando disponí­amos de tantos millares de costas y de fronteras, y el Dr. Negrin, sin fronteras y sin costas, ha creí­do necesario – ¿para asegurar su polí­tica fiscal? – un ejército de cien mil hombres. El delito de los que consintieron ese desfalco al tesoro público merece juicio severí­simo. Y los que han tolerado sin protesta esa guardia de corps de un advenedizo sin moral y sin escrúpulos, también deben ser responsabilizados, por su negligencia o su cobardí­a, de ese atentado al tesoro y a las conquistas revolucionarias del pueblo, que a eso se reducí­a, en última instancia, esa base organizada y bien armada de la contrarrevolución.

Tiene el arte maquiavélico de corromper a la gente, y es esa corrupción que le rodea lo que permite el secreto de la polí­tica que practica, polí­tica que, a causa de la inmoralidad y de los derroches en que se apoya, no puede ser más que secreta, como el arte del atraco. La clandestinidad (…) en asuntos como los financieros, no tiene antecedentes en ningún paí­s. El propio Mussolini, í­dolo de Negrí­n, tiene que acudir al parlamento para que apruebe sus presupuestos y vote los créditos para sus hazañas. La dictadura negrinesca (…) es más absoluta que la de Hitler y la de Mussolini, pues no necesita ni considera necesario dar cuenta a nadie, ni siquiera a sus ministros, de los miles de millones de pesetas evaporados.

Esa polí­tica de manos rotas para corromper individuos de todos los colores y matices polí­ticos, ha hecho posible operaciones como la del traslado de gran parte del oro del Banco de España a Rusia, sin saber en qué condiciones, y la apertura de depósitos cuantiosos de centenares de millones en el extranjero para la presunta ayuda a los futuros emigrados de la España republicana. De todo esto no se ha dado cuenta ni siquiera al Gobierno. En este sentido Negrí­n es un innovador, pues ha hecho con la tapadera de la guerra lo que ningún gobernante, ni siquiera la monarquí­a absolutista, habí­a podido hacer en España…

Presidencia del Consejo de Ministros

En la primavera de 1937, pasó a desempeñar un papel crucial en la polí­tica de la España republicana. En esos meses, el gobierno de Largo Caballero se tambaleaba, ante el descontento de comunistas, prietistas y republicanos de izquierda, debido a la falta de integración del gobierno y la mala gestión del esfuerzo bélico (Largo Caballero era también Ministro de la Guerra). Sus opositores le acusaban de ineficacia, falta de centralización y condescendencia hacia las fuerzas de la izquierda republicana (anarquistas, caballeristas y trotskistas del POUM). Los comunistas provocaron una crisis de gobierno, pidiendo su sustitución al frente de la cartera de Guerra, algo en lo que el presidente de la República, Azaña, se mostró de acuerdo. Finalmente, ante la presión de los prietistas, que proponí­an a Negrí­n como presidente, tras la dimisión de Largo Caballero el 17 de mayo de 1937 el Presidente de la República Manuel Azaña le nombró Presidente del Gobierno. Desconoció el asesinato de Andreu Nin y de la plana mayor del POUM hasta después de los hechos, o los aceptó tácitamente. En todo caso, intentó pasar tales hechos por alto para seguir contando con la ayuda de los soviéticos. Bajo su gobierno se produjeron numerosos desmanes cometidos por comunistas y anarquistas, cuyas reyertas se convirtieron en una verdadera guerra civil dentro de la Guerra Civil, en especial en Cataluña.

El primer acto polí­tico importante del nuevo Gobierno Negrí­n fue la publicación el 30 de abril de 1938 del documento donde formulaba su programa polí­tico. Eran los famosos «Trece Puntos», que establecí­an y concretaban los objetivos por los cuales se continuaba la lucha y sobre los cuales podí­a establecerse un principio de acuerdo con los nacionales:

La independencia de España.

Liberarla de militares extranjeros invasores.

República democrática con un gobierno de plena autoridad.

Plebiscito para determinar la estructuración jurí­dica y social de la República Española.

Libertades regionales sin menoscabo de la unidad española.

Conciencia ciudadana garantizada por el Estado.

Garantí­a de la propiedad legí­tima y protección al elemento productor.

Democracia campesina y liquidación de la propiedad semifeudal.

Legislación social que garantice los derechos del trabajador.

Mejoramiento cultural, fí­sico y moral de la raza.

Ejército al servicio de la Nación, estando libre de tendencias y partidos.

Renuncia a la guerra como instrumento de polí­tica nacional.

Amplia amnistí­a para los españoles que quieran reconstruir y engrandecer España.

La oferta fue rechazada por Franco, que exigió hasta el final una rendición incondicional. Frustrado el intento de lograr la paz, Negrí­n reforzó sus poderes e impulsó una nueva y gran ofensiva, que fue un desastre para los republicanos. Si cuando se hizo cargo del poder, en mayo de 1937, todaví­a era concebible una victoria del Frente Popular, a un año vista, los resultados militares del gobierno Negrí­n habí­an constituido un lamentable rosario de fracasos. Se habí­an perdido las batallas de Brunete, Belchite, todo el Norte, Teruel, Alcañiz, Lérida, Tortosa y Vinaroz (Batalla del Ebro), quedando cortada en dos la España republicana. Trasladó el Gobierno a Barcelona (octubre de 1937), y en abril de 1938 reorganizó su gobierno (en el que acumuló la cartera de Defensa, que ostentaba Prieto), con el apoyo de la CNT y de la UGT. Negrí­n pretendió fortalecer el poder central frente a sindicatos y anarquistas, aliándose con la burguesí­a y clases medias, tratando de poner coto al movimiento revolucionario y creando una economí­a de guerra. Llevó a cabo una polí­tica de fortalecimiento del Ejército y del poder gubernamental, puso la industria bajo control estatal e intentó organizar la retaguardia. Disconformes con su centralismo, el 16 de agosto de 1938 dimitieron los ministros Irujo y Ayguadé. El 21 de septiembre de ese mismo año anunció la retirada de las Brigadas Internacionales, esperando una acción recí­proca de los voluntarios italianos en el bando nacional. Todo ello tení­a la intención última de enlazar el conflicto español con la Segunda Guerra Mundial, que creí­a inminente, aunque los Acuerdos de Munich hicieron desvanecer definitivamente toda esperanza de ayuda exterior. Antony Beevor afirma que Negrí­n trató de restringir la actividad polí­tica por medio de la censura, destierros y detenciones de modo parecido a como lo hací­a la maquinaria estatal franquista. Sin embargo, la mayorí­a de los simpatizantes de la República en el exterior, que habí­an defendido su causa porque era la causa de la libertad y la democracia, callaron ante los desmanes de las policí­as secretas. Ante el derrumbe de Cataluña, propuso en la reunión de las Cortes en Figueras la rendición con la sola condición del respeto a las vidas de los perdedores, pero al no poder alcanzar este objetivo se trasladó en febrero de 1939 a la zona Centro con la intención de lograr la evacuación con el mismo éxito con que se habí­a realizado en Cataluña, pero la rebelión del Consejo Nacional de Defensa (integrado por personas de prestigio del bando republicano como el general José Miaja, el coronel Segismundo Casado o Julián Besteiro, y apoyado militarmente por el anarquista Cipriano Mera) frustró este último plan. En estos últimos dí­as de la guerra, formó un inmenso tesoro con bienes incautados para el sostenimiento de los exiliados republicanos que se transportó a México en un yate de lujo de 690 toneladas fletado expresamente, el Vita, anteriormente conocido como Giralda, yate real de Alfonso XIII.A la llegada del Vita a Veracruz, Prieto se apoderó del barco, iniciando una larga y amarga disputa con Negrí­n.[3] Se ha acusado a Negrí­n, tanto desde la izquierda como desde la derecha, de utilizar esos fondos en beneficio propio. Negrí­n afirmó que su intención era utilizar ese dinero para financiar el flete de barcos para el traslado de exiliados republicanos a México. Para ello, organizó el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE). Sin embargo, Indalecio Prieto entendí­a que era más apropiado destinar ese dinero a la ayuda directa de los refugiados (en comida, etc.), creando la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE).

El exilio

Al final de la contienda se instaló en Francia, de donde huyó a Londres, y desde donde continuó presidiendo el Gobierno de la República en exilio hasta 1945. Sin embargo, la mayorí­a de los partidos polí­ticos y diputados a través de la Diputación Permanente desconocieron la legalidad de un Gobierno en el exilio en julio de 1939, poniendo en cuestión la gestión del Servicio de Evacuación y creando una Junta de Auxilio a los Refugiados.

Trasladado a México con ocasión del final de la Guerra Mundial, sus divergencias con Indalecio Prieto y Diego Martí­nez Barrio provocaron su dimisión ante las Cortes en el exilio. Después de pasar un tiempo en el Reino Unido, fijó su residencia definitiva en Francia. Falleció en Parí­s a la edad de 64 años.

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