BIOGRAFíA: Juana «la Beltraneja»

1462. Nace en marzo en Madrid.  Es hija de Enrique IV de Castilla y de su segunda mujer, doña Juana de Portugal.  Su padre, conocido como el Impotente, habí­a obtenido la nulidad de su primer matrimonio con Blanca de Navarra. En mayo en las Cortes de Madrid, queda reconocida como Princesa de Asturias y heredera al trono.

Don Juan Pacheco, Marqués de Villena, anterior favorito del rey y ahora caí­do en desgracia en detrimento del nuevo valido don Beltrán de la Cueva, comienza a alimentar y difundir el rumor de que la princesa no es hija del rey, sino del citado don Beltrán. Este es el principal motivo de que la pequeña Juana pase a la historia con el nada cariñoso apelativo de la Beltraneja.

1463. Como fuere, el caso es que los nobles conspiradores consiguen el alejamiento de don Beltrán de La Corte.

1464. Redactan el Manifiesto de Burgos, mediante el cual hacen saber al rey que consideran que su hija Juana no deberí­a ser la legí­tima heredera al trono, por considerarla bastarda, declarando además, que el citado heredero deberí­a ser el Infante Alfonso, hermanastro del rey. El temeroso rey intenta solventar la situación proponiendo una solución cuanto menos rocambolesca. Propone casar a su hija Juana con su hermanastro Alfonso. Pero los conjurados no aceptan. Entonces, intenta hacer lo propio, proponiendo al Rey de Portugal, Alfonso V, el matrimonio de Juana con su hijo Juan (a la sazón su primo). Incluso el propio Marqués de Villena intenta secuestrar por dos veces a Enrique IV, una en Segovia y otra en Madrid.  En mayo en Alcalá de Henares, el rey reconoce las exigencias de los nobles rebeldes. Mientras tanto, la pequeña Juana, junto con su madre, disfruta de su niñez, ajena a estos turbios asuntos palaciegos, bajo la protección de la familia Mendoza en la localidad madrileña de Buitrago de Lozoya.

1465. El 16 de enero se firma en Medina del Campo una serie de condiciones impuestas por los nobles rebeldes, claramente desfavorable al monarca castellano. Este, se refugia en Zamora solicitando la ayuda portuguesa a cambio de la mano de su hermanastra, la infanta Isabel para el Rey de Portugal Alfonso V. En junio el descontento entre los nobles ha alcanzado su punto álgido. Mediante la llamada Farsa de ívila, deponen simbólicamente al Rey de Castilla y colocan en el trono al infante Alfonso. Castilla se encuentra gobernada por dos reyes. Se suceden escaramuzas casi siempre favorables al bando real.

1467. En septiembre la Liga de Nobles se apodera de Segovia, lugar donde se halla instalada la Corte. Imponen a Enrique IV una serie de condiciones. Una de ellas es el confinamiento en el Castillo de Alaejos de la reina doña Juana, bajo la supervisión del Obispo Fonseca. La pequeña Juana es así­ apartada de su madre.  Se celebra la Batalla de Olmedo con un claro triunfo para las tropas reales.

1468. El 5 de julio se produce la muerte del infante Alfonso con claros signos de haber sido envenenado. Los nobles descontentos vuelven entonces sus ojos hacia su hermana, la infanta Isabel quien, de momento, no quiere problemas con su hermanastro Enrique. El 23 de agosto, su padre firma un documento en Cadalso de los Vidrios, mediante el cual reconoce a su hermanastra Isabel como la legí­tima aspirante al trono, quedando la princesa Juana de esta forma desheredada. Documento que es ratificado oficialmente el 19 de septiembre mediante el Pacto de los Toros de Guisando. Juana de Portugal, mientras tanto, decepcionada con la forma de actuar de su marido Enrique IV, respecto de su hija, ha iniciado una aventura amorosa con el caballero don Pedro de Castilla, de resultas de la cual se encuentra encinta de mellizos. Abandona su retiro forzoso en Alaejos. Enrique IV vuelve a ofrecer la mano de la infanta Isabel al rey portugués, así­ como la de su hija Juana al hijo de aquel.

1469. El 19 de octubre la infanta Isabel, desoyendo las consignas de su hermanastro casa con Fernando de Aragón. Enrique IV monta en cólera al enterarse.

1470. Recibe al Conde de Boulogne, representante del Duque de Guyena, hermano del Rey de Francia, quien viene a pedir la mano de su hija Juana. En Medina del Campo se firman las capitulaciones matrimoniales. El 26 de octubre mediante la Declaración de Valdelozoya, revoca el Pacto de los Toros de Guisando y se procede al enlace. Juana es nuevamente declarada como su sucesora y heredera al trono.  La princesa cuenta con ocho años y el Cardenal de Albi es el encargado de verificar el enlace para el rey francés.

1472. Muere el Duque de Guyena. Enrique IV emprende una frenética búsqueda de un posible candidato para su hija. Entre los nominados se encuentra nuevamente el Rey de Portugal, el hijo de éste, o los Infantes de Aragón y Nápoles.

1473. Enrique IV y su hermana Isabel se reconcilian en Segovia.

1474. En octubre muere don Juan Pacheco I Marqués de Villena, uno de los principales artí­fices de la difusión del rumor de que Juana era hija adulterina. Sin embargo su hijo y sucesor don Diego López Pacheco II Marqués de Villena toma partido por Juana. Dos meses más tarde, el 11 de diciembre muere Enrique IV en Madrid, al parecer envenenado con arsénico. Dos dí­as más tarde, la infanta Isabel se autoproclama como Reina de Castilla en Segovia. Juana cuenta con la fidelidad del II Marqués de Villena, del Duque de Arévalo, del Marqués de Cádiz, del Maestre de Calatrava y del Arzobispo de Toledo Alonso Carrillo. La familia Mendoza que siempre habí­a apoyado a la hija del rey ha cambiado de bando.

1475. Viendo la desigualdad de fuerzas los partidarios de Juana ofrecen la mano de ésta al rey portugués (a la sazón sobrina suya) a cambio de su ayuda. Diego López Pacheco, custodio de Juana, es el encargado de las negociaciones. En mayo Alfonso V de Portugal al frente de un nutrido ejército penetra por Extremadura donde se le une el ejército del II Marqués de Villena. El 12 de mayo Juana casa en Plasencia con su tí­o Alfonso. Cuenta con doce años. Al mismo tiempo enví­a mensajeros a Roma para obtener la dispensa papal por el matrimonio consanguí­neo, intento que resulta vano pues el Papa no accede. Inmediatamente se titulan como Reyes de Castilla y enví­an cartas a las ciudades del reino dando cuenta del hecho. Así­ mismo Juana intenta evitar la posible guerra civil pidiendo en dichas cartas que el voto de las ciudades decida escribiendo lo siguiente: «Luego por los tres estados de estos dichos mis reinos, e por personas escogidas dellos de buena fama e conciencia que sean sin sospecha,
se vea libre e determine por justicia a quien estos dichos mis reinos pertenecen;
porque se excusen todos rigores e rompimientos de guerra
«.

Gesto inútil pues Isabel y Fernando están ya haciendo preparativos para la inminente guerra. Pero Alfonso comete el error de permanecer inactivo en Plasencia y Arévalo dando tiempo a que sus rivales organicen su ejército. Por fin sale de Arévalo al frente de un nutrido contingente entrando sin oposición en Toro y Zamora, ciudades leales a su causa. En Toro instala Juana la Corte, ejerciendo magní­ficamente y mostrando grandes cualidades de reina, a decir de sus parciales. Fernando de Aragón, con tropas reclutadas en ívila y Segovia se presenta en Toro, pero es fácilmente rechazado y cunde la desbandada entre sus huestes.  Pero no todo son parabienes en la parte de Juana. Los soldados castellanos sirven a disgusto bajo banderas portuguesas. Los nobles afines bastante tienen con aguantar las acometidas de los partidarios de Isabel en sus territorios y los nobles portugueses lamentan no poder volver a Portugal a defender su paí­s, asolado por las continuas incursiones de contingentes extremeños y andaluces. El conflicto se generaliza. Juana y Alfonso consiguen una alianza con Francia, mientras que Aragón apoya claramente a Fernando e Isabel. Fernando se dirige a Burgos, ciudad afí­n a su causa al objeto de expulsar de ella a Juan de Zúñiga, partidario de Juana que se ha hecho fuerte en el castillo. No pudiendo conseguir su objetivo, deja a su hermano Alfonso de Aragón al frente de algunas tropas y en diciembre marcha sobre Zamora, ciudad que capitula refugiándose los seguidores de Juana en el castillo.

1476. El 14 de febrero llega a Toro el infante portugués Juan con abundantes tropas portuguesas. La situación en el Castillo de Burgos se torna desesperada. Juan de Zúñiga se halla al lí­mite de sus fuerzas y pide ayuda, pero los refuerzos prometidos son rechazados y sus defensores se rinden.  El 1 de marzo el ejército de Juana es derrotado en Peleagonzalo, cerca de Toro. Algunos nobles de Toro son partidarios de capitular, pero el Conde de Marialba enterado de los hechos, les hace detener. Entre los detenidos se encuentra Antonia Garcí­a, heroí­na toresana por excelencia, su marido Juan de Monroy, Pedro Pañón, Alonso Fernández Botinete y un pastor, de nombre Bartolomé. Finalmente son ajusticiados en la Plaza Mayor de Toro, consiguiendo Juan de Monroy y el pastor evitar la pena capital. Tras esta derrota se rinden: Los defensores del Castillo de Zamora, Madrid, que habí­a tomado partido por Juana, excepto unos pocos seguidores que se atrincheran en El Alcázar, El Duque de Arévalo don Alvaro de Zúñiga, El Maestre de Calatrava don Alonso de Monroy y El Conde de Urueña. El 20 de octubre se rinden los últimos defensores del Castillo de Toro.  El 1 de noviembre las tropas isabelinas marchan sobre la Fortaleza de Castronuño, que se encuentra defendida por Pedro de Mendaña. Los defensores resuelven vender caras sus vidas. Después de intensas negociaciones Fernando de Aragón consiente en dejarles marchar hacia Portugal a cambio de la artillerí­a y bagajes existentes en el castillo. Juana y Alfonso regresan a Portugal, y buscan la ayuda del monarca francés Luis XI, quien parece aceptar como hecho consumado la victoria de Isabel y Fernando.

1477. Sus partidarios escasean cada vez más: El Marqués de Villena, El Arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, Pedro de Sotomayor en Galicia y La Condesa de Medellí­n junto con algunos partidarios en Extremadura

1478. El 15 de noviembre Alfonso de Portugal abdica en su hijo Juan. Sixto IV revoca la dispensa del matrimonio entre Juana y Alfonso. El Papa sucumbe a las presiones y sobornos dictadas por sus adversarios. De esta forma al ex-monarca portugués no se le permite terminar sus dí­as junto a su joven esposa, como es su deseo.

1479. Su última esperanza de desvanece el 24 de febrero cuando un cuerpo de ejército portugués y la Condesa de Medellí­n son derrotados en La Albuera por el Maestre de Santiago Alonso de Cárdenas. El 4 de septiembre mediante la Paz de Alcaí§ovas, Portugal reconoce a Isabel y Fernando como Reyes de Castilla. A Juana los vencedores le dan seis meses de plazo para elegir entre las siguientes opciones:   unirse en matrimonio al hijo de Isabel y Fernando (el prí­ncipe Juan nacido en 1478), siempre y cuando éste alcance la mayorí­a de edad y no ponga reparos a la posible boda (si los pusiera se compensarí­a a Juana con 100.000 ducados y la ceremonia no se realizarí­a) o ingresar en un convento. Demasiado denigrante es la primera opción para una mujer nacida reina.

1480. Con apenas 18 años de edad, la hija de Enrique IV de Castilla ingresa en el Convento de Santa Marí­a en Coimbra. Asisten como observadores al evento los enviados especiales de los Reyes Católicos Dí­az de Madrigal y Hernando de Talavera.

1481. Muere Alfonso de Portugal, decepcionado y olvidado por todos.

1482. A pesar de ejercer como religiosa, recibe una petición de matrimonio de parte de Francisco Febo, hijo de Gastón de Foix y Magdalena de Francia, hermana del monarca francés.

1483. La muerte de Francisco Febo da al traste con el proyecto.

1504. Muere Isabel la Católica. Juana vuelve a recibir una nueva propuesta matrimonial, esta vez de … ¡¡¡Fernando el Católico!!! Tras quedarse viudo, Fernando ha puesto sus ojos en Juana para contrarrestar la influencia que Felipe el Hermoso recibe por parte de los castellanos.  Pero Juana ni siquiera toma en consideración a quien, en su tiempo, la catalogó como hija adulterina de Beltrán de la Cueva.

1530. La Religiosa de Coimbra como la llamaban los castellanos o La Excelente Señora como era conocida por los portugueses muere en Lisboa. Hasta el fin de sus dí­as siempre se habí­a titulado como Reina de Castilla y rubricaba sus documentos con: Yo, la Reina.

http://www.galeon.com/isabelcatolica/beltraneja.htm

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