LO FIRMO: Carta de una profesora agotada: «Estoy cansada de sentir que el objetivo que tienen no es aprender sino aprobar»

Creo que es la primera vez en veinticinco años como docente que siento el desasosiego, que no tengo ánimo suficiente para abrir la plataforma y leer los mensajes de los estudiantes, que no tengo desviados los avisos al correo personal, y es porque necesito volver a construirme esa pequeña burbuja de cristal transparente donde proteger mi pequeño espacio personal.

Supongo que fui utópica cuando esto empezó, cuando sentí que este aislamiento social nos iba a hacer mejores, que las ganas de abrazar que teníamos nos iba a hacernos sentir cerca pese a la distancia, que los estudiantes iban a mirar al futuro con ganas de mejorar y cambiar el mundo, porque solo en ellos está nuestro futuro. Pero eso fue, una utopía que poco a poco se fue diluyendo como una tenue brisa que ya no está.

Aquel espíritu inicial nos hizo dar lugar a una sobrecarga de trabajo intentando buscar cercanía en el cable de la red, siempre sabiendo que era esta una situación forzada y quizá pensando que iba a durar menos de lo que realmente ha sido.

Nuestros mensajes a los estudiantes intentaron transmitir cariño e interés por sus personas queridas, desde una distancia en la que no sabíamos cómo estaban, ni si estaban sufriendo una pérdida o una enfermedad. Sus respuestas, sin embargo, transmitieron exigencia hacia nosotros, una sensación de que debíamos dar infinito, por si no era ya suficiente abrirles las puertas de nuestra casa, porque ahí estábamos cada semana, mi marido, mis hijos y las decenas de estudiantes que se asomaban al salón de mi casa, al lugar que en otro tiempo fue mi refugio.

Estoy cansada, cansada de sentir que el objetivo que tienen no es aprender sino aprobar, y si puede ser con poco esfuerzo, tanto mejor. Pero en el fondo lo que más me duele es la tristeza al sentir que he perdido la emoción por enseñar, que me han robado el ansia de aprender.

Quiero, sin embargo, terminar mi carta con una petición de disculpa a esos pocos estudiantes, muy pocos, que han sido correctos, que se han preocupado por preparar con mimo e ilusión sus tareas, que tuvieron alguna palabra capaz de sacarnos una sonrisa. Ellos, sin saberlo, consiguieron que conservásemos un hilo de energía para terminar el curso.

Tomado de www.abc.es

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