BIOGRAFíA: Maximilien Robespierre

Maximilien Franí§ois Marie Isidore de Robespierre o mejor conocido simplemente como Maximilien de Robespierre fue uno de los más importantes lí­deres de la revolución francesa. Desde su entrada en el movimiento revolucionario se dedicó a defender la causa revolucionaria y la nueva república a capa y espada, sin importar cuan radicales fueran las medidas tomadas ni la cantidad de sangre derramada. Debido a sus fuertes tendencias de rectitud y moral (a las que muchos de sus contemporáneos no pudieron ajustarse) se le conoció como El Incorruptible. Sin embargo, la virtud fue la desgracia de Robespierre, ya que el régimen del terror que habí­a instaurado se volvió en su contra después de la batalla de Fleurús, cuando dejó de existir la amenaza a la república y una coalición cansada de soportar su estricta moral y el régimen de terror impuesto, lo depusieron y finalmente lo mandaron a la guillotina.

Juventud de Robespierre

Robespierre nació el 6 de mayo de 1758 en Arrás, hijo de Franí§ois de Robespierre, abogado y manisero, y de Jacqueline-Marguerite Carraut, hija de un cervecero de Arrás; Robespierre era miembro de la pequeña nobleza del norte de Francia y fue el mayor de cinco hermanos. El último de estos hermanos falleció al nacer y provocó la muerte de la madre poco después. Tras la muerte de su esposa, su padre abandonó a los hijos y se dedicó a vagar por el mundo, quedando aquellos a cargo de su abuelo y de sus tí­as. Robespierre, por edad, también tuvo que cuidar a sus hermanos.

En su juventud, Robespierre mostró interés por la literatura y la filosofí­a, relacionándose con gente de ese ámbito en su localidad. Diversos escritos de esta parte de su vida muestran la influencia de las ideas democráticas de Rousseau.

Robespierre asciende en la polí­tica

Robespierre decide presentarse a las elecciones a los Estados Generales de abril de 1789, haciéndose conocido en su localidad por su panfleto Adresse í  la nation artésienne y es como el quinto diputado del Tercer Estado.

Gran orador en la Asamblea Constituyente (se le registran unos 150 discursos hasta 1791), Robespierre emprende su carrera polí­tica y se perfila como uno de los lí­deres del pequeño grupo de extrema izquierda denominado despectivamente por Mirabeau las «treinta voces».

La revolución francesa y Robespierre

En la época de los Estados Generales, Robespierre participa en el club de «los amigos de la constitución», que al trasladar su recinto al edificio de los monjes jacobinos (dominicos) llegan a ser mejor conocidos como «los jacobinos». Codeado de personas de su mismo origen y clase social, y al volverse cada vez más un club muy restringido, Robespierre gana terreno hasta convertirse en el lí­der absoluto del movimiento en el verano de 1792.

Esa fama convierte a Robespierre en uno de los lí­deres más destacados de los Jacobinos, que agrupaba al partido revolucionario radical, donde llegarí­a a ser el sí­mbolo más visible del movimiento. Allí­, Robespierre sostiene la idea de mantener la paz con las potencias extranjeras para consolidar la revolución en Francia, pues veí­a en la guerra exterior que impulsaban los girondinos un claro peligro de debilitamiento del régimen. Esta circunstancia se darí­a a causa del desgaste que tendrí­an las fuerzas republicanas (del nuevo orden que trajo la revolución) contra las fuerzas monárquicas extranjeras que veí­an en la revolución una amenaza directa; una vez desgastadas las fuerzas de la nueva república, un nuevo movimiento monárquico podrí­a tomar ventaja y restaurar la monarquí­a en Francia.

En el perí­odo de 1792-93 Robespierre se perfila como una figura influyente dentro del movimiento polí­tico de la región. Primero, Robespierre es electo miembro de la comuna que estenta el poder local; a continuación, Robespierre es elegido representante de su localidad ante la Convención nacional que ostenta el poder luego de la monarquí­a; seguido de esto, Robespierre es electo miembro del Comité de Salvación Pública en el que la Convención delega el poder ejecutivo.

Luego, dentro del comité de Salvación, Robespierre, hábilmente le roba el poder a Dantón y se convierte en una especie de lí­der del comité. Temeroso de que en cualquier momento los frutos de la revolución se derrumben (por amenazas como el ataque de las monarquí­as extranjeras, las conspiraciones internas, la pobreza entre las masas, etc.), Robespierre actua con gran temeridad y está dispuesto a lo que sea con tal de mantener la unidad en la recién formada república: comienza el reino del terror. De esta manera, en una especie de dictadura por el miedo, miles de acusados de conspiradores, traidores, espí­as y más, son pasados por la guillotina diariamente en pocas pero constantes cantidades, sembrando el horror y los nervios en todas las figuras públicas, pero consiguiendo mantener la unidad de la república.

Robespierre «El Incorruptible»

Mirabeau dijo de Robespierre: «Este joven hombre cree en lo que dice, va a llegar lejos». Ferviente partidario de las ideas de Rousseau, ya le empezaba a dar forma propia en sus discursos en la asamblea, que eran tachados de extremistas por la mayorí­a.

Robespierre fue dueño de cualidades y defectos que le acarrearon el sobrenombre de «El incorruptible». Por un lado, tení­a habilidad para la oratoria, llevaba un modo de vida austero y daba la imagen de estar comprometido con sus ideales, quizá demasiado hasta el punto de caer en el fanatismo. Por otro, su intolerancia con la resistencia, su misma pulcritud y su radicalidad, le hicieron proyectar un modelo de vida que pocos hombres sino ninguno estarí­a dispuesto a seguir, creándose enemigos hasta en su propio partido, quienes debido al ambiente de terror impuesto, ya no se sentí­an seguros, provocando que con el tiempo, sus propias cualidades se volvieran en su contra.

El culto al ser supremo

Robespierre, como un modo de contrarrestar el movimiento ateo que se habí­a gestado en una parte de la propia revolución, vio a la religión como una forma de mantener la unidad de la república y decidió incorporarla al propio estado, pero separado de religiones previamente establecidas y fundando una religión universal: El culto al ser supremo. En honor a este culto, Robespierre quemó una estatua que simbolizaba el ateí­smo.

El fin de las amenazas a la república y de Robespierre

Robespierre lleva a tal grado su método del terror, que se acarrea enemigos en ambos lados de la contienda revolucionaria y tras asegurarse la estabilidad de la república obteniendo el triunfo de la batalla de Fleurus (26 de Junio de 1794). De esta manera, lo que deberí­a haber sido un alivio para Robespierre se convierte en una trampa mortal que le hace presa del mismo instrumento por él creado: el terror. El 9 Termidor del año II (27 de Julio de 1794), Robespierre es detenido por los reaccionarios y es ejecutado al dí­a siguiente, sin proceso, junto con 21 de sus partidarios. Las cabezas de los ejecutados son depositadas en un baúl de madera y los cuerpos unidos en una carreta con dirección al cementerio de Errancis. Ahí­, echan en fosa común los cuerpos de los muertos y los cubren con cal viva para que no quede rastro de quien instaurara el régimen del terror para salvar la república demócrata recién formada.

 

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