TEXTO: Las Abdicaciones de Bayona (5 de mayo de 1808)

De Fernando VII en Carlos IV.

Mi venerado padre y señor: Para dar a Vuestra Majestad una prueba de mi amor, de mi obediencia y de mi sumisión, y para acceder a los deseos que Vuestra Majestad me ha manifestado reiteradas veces, renuncio mi corona en favor de Vuestra Majestad, deseando que Vuestra Majestad pueda gozarla por muchos años. Recomiendo a Vuestra Majestad las personas que me han servido desde el 19 de marzo.

De Carlos IV en Napoleón Bonaparte.

Su Majestad el rey Carlos, que no ha tenido en toda su vida otra mira que la felicidad de sus vasallos, constante en la idea de que todos los actos de un soberano deben únicamente dirigirse a este fin […] ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos al trono de España y de las Indias a Su Majestad el emperador Napoleón, como el único que, en el estado a que han llegado las cosas, puede restablecer el orden; entendiéndose que dicha cesión sólo ha de tener efecto para hacer gozar a sus vasallos de las condiciones siguientes:

1º. La integridad del reino será mantenida: el prí­ncipe que el emperador Napoleón juzgue debe colocar en el trono de España será independiente y los lí­mites de la España no sufrirán alteración alguna.

2º. La religión católica, apostólica y romana será la única en España. No se tolerará en su territorio religión alguna reformada y mucho menos infiel, según el uso establecido actualmente.

COMENTARIO

Se nos presenta para comentar un texto que contiene dos breves fragmentos de las abdicaciones que realizaron en Bayona el prí­ncipe Fernando en favor de su padre el Rey Carlos IV y de éste en favor de Napoléon. Todo ello derivado del conflicto que ambos mantení­an y que les llevó (tras el Motí­n de Aranjuez) a poner su destino en manos del Emperador francés. Para realizar el comentario seguiremos el siguiente procedimiento: localización del texto, análisis del mismo y contextualización. Finalizaremos con unas breves conclusiones, señalando la importancia que tuvo el texto.

1.- LOCALIZACIí“N

Nos encontramos ante un texto de carácter polí­tico que recoge concretamente las renuncias de Fernando VII y Carlos IV de Borbón al trono de España en favor de los Bonaparte. Por lo tanto, y aunque a primera vista parece intuirse a sendos monarcas españoles como autores colectivos de estas abdicaciones, es patente que el autor material de las mismas no es otro que el célebre Napoleón Bonaparte, a la sazón emperador de una Francia que se encuentra todaví­a bajo los influjos de la Revolución desatada en 1789.

Cabrí­a situar el texto en los momentos previos al desencadenamiento efectivo de la Guerra de Independencia (1808-14). Concretamente data del 5 de mayo de 1808, fecha para la cual las tropas francesas habí­an penetrado en España con el pretexto de invadir Portugal. Fue redactado en Bayona, ciudad francesa a la que fueron atraí­dos sendos monarcas por parte de Napoleón con la intención de forzar sus renuncias y entregar el trono de España a su hermano José I. Dí­as antes ya habí­a estallado en Madrid una sublevación popular opuesta a la presencia del ejército francés y ciertamente contrariada por la marcha de los citados reyes.

Por último, podrí­amos hablar de un destinatario marcadamente público como es la nación española, la cual es informada mediante el presente texto de las abdicaciones de Fernando VII y Carlos IV al trono.

2.ANíLISIS

El texto consta de dos grandes apartados: el primero (1ª a 5ª lí­nea) recoge la abdicación de Fernando VII en la persona de su padre Carlos IV y el segundo (6ª lí­nea al final) la renuncia de este último a favor de Napoleón Bonaparte.

Por lo que se refiere a la primera, cabrí­a destacar el tono forzado con el que Fernando cede el poder a Carlos. No es vano, meses antes Fernando habí­a obligado a abdicar a su propio padre tras la celebración del denominado el motí­n de Aranjuez. Llevaba pues ocupando la corona española apenas dos meses cuando Napoleón le obliga a renunciar al trono. No resultan creí­bles por tanto los aparentes buenos deseos con los que supuestamente Fernando se dirige a su padre y lo que sí­ parece intuirse es la alargada sombra de Napoleón detrás de cada una de las expresiones con las que procede a la cesión.

En lo concerniente a la segunda parte, esta recoge la cesión de los derechos de la corona por parte de Carlos IV a Napoleón. Cabrí­a preguntarse por qué el emperador francés idea esta sucesión de abdicaciones en lugar de arrebatar directamente el trono español a los Borbones. Probablemente el emperador francés ideó este procedimiento a fin de oficializar esta cesión y de presentarse ante la opinión pública española no como un invasor, sino como un dirigente al que le habí­an entregado voluntariamente las riendas del paí­s tanto el monarca recién coronado, Fernando VII, como el que llevaba ocupando el trono español desde 1788, Carlos IV. De hecho, a buen seguro que el orden de las renuncias no fuese aleatorio, sino que Napoleón idearí­a en primer lugar la renuncia de Fernando a favor de Carlos por considerar ilegí­timo a un monarca que habí­a arrebatado el poder a su progenitor a través de un motí­n y que apenas llevaba reinando un par de meses. Y en segundo término concibió la recepción de la corona española de manos del rey que heredara legí­timamente el poder a la muerte de Carlos III, para finalmente cederla a su hermano José I y convertir a España en un estado satélite de Francia.

Muy en la lí­nea de un déspota ilustrado, Carlos IV apela a la felicidad y el bienestar de sus vasallos para justificar la cesión no solo de los territorios comprendidos en la Pení­nsula Ibérica, sino también de las colonias americanas bajo soberaní­a española. El texto concluye con las que supuestamente fueron las condiciones exigidas por Carlos IV a Napoleón para proceder a la renuncia: el mantenimiento de los lí­mites del territorio español y la conservación de la confesionalidad católica de dicho territorio frente a otras religiones en alza como el protestantismo o el Islam. Sin embargo, cabrí­a preguntarse qué margen de exigencia tendrí­a un Carlos IV atraí­do a tierras francesas frente a un Napoleón que se habí­a erigido en el dirigente más poderoso del planeta en esos comienzos del siglo XIX.

3.- CONTEXTUALIZACIí“N

al y como hemos apuntado anteriormente, las abdicaciones de Bayona que recoge el presente texto suponen el preludio de una Guerra de Independencia que se extenderá por espacio de seis años (1808-14). En los meses inmediatamente anteriores España estaba regida por un Carlos IV cuyo poder estaba siendo contestado por su hijo Fernando. Concretamente el excesivo poder que habí­a ido acumulando su valido Godoy, los problemas hacendí­sticos, el malestar social y la progresiva dependencia de Francia habí­an ido articulando una oposición encabezada por el prí­ncipe de Asturias que finalmente accederá al poder tras la celebración de dos motines consecutivos, uno fallido: El Escorial y otro exitoso: Aranjuez. Precisamente amparado en el creciente acercamiento a Francia el ejército napoleónico se habí­a adentrado en la Pení­nsula Ibérica con el pretexto de invadir Portugal. Dicha campaña se inscribe a su vez en la oleada expansionista que Napoleón llevaba celebrando por toda Europa y a la que prácticamente solo le quedaba incorporar los extremos occidental (España y Portugal) y oriental (Rusia). Ya a finales de abril de 1808 se palpa la tensión entre el ejército invasor y la población española. Por otra parte, la salida de los monarcas hacia Bayona evidencia que las tropas francesas no estaban de paso. En este contexto, será el pueblo madrileño quien inicie una sublevación popular el 2 de mayo que fue duramente reprimida por los invasores. Solo tres dí­as después se hacen oficiales las renuncias de los Borbones al trono a favor de la dinastí­a Bonaparte y lo que empezó siendo un motí­n adquiere la categorí­a de Guerra de Independencia cuando se extiende al resto de la Pení­nsula Ibérica.

 

Se inicia así­ un conflicto en toda regla en el que podrí­amos distinguir tres grandes fases o tendencias:

-Mayo/Octubre de 1808: asistimos a la apertura de las hostilidades y a la confirmación, tras derrotas de los invasores como las de Bailén, que el ejército napoleónico no era invencible.

-Octubre de 1808/Julio de 1812: se despliega la hegemoní­a militar francesa en la contienda, con el mismí­simo Napoleón en tierras ibéricas haciéndose cargo temporalmente de las tropas de la «Gran Armada», frente a las cuales los sublevados españoles respondieron con una guerra de guerrillas y resistiendo al sitio de ciudades claves como Zaragoza o Gerona.

-Julio 1812/1814: el mantenimiento de dos frentes, el español y el ruso, favoreció una gran ofensiva aliada que condujo finalmente a la derrota francesa y el reconocimiento de Fernando VII el «Deseado» como rey de España.

Cabe mencionar asimismo que al mismo tiempo que los conflictos armados tuvo lugar el enfrentamiento de dos modelos polí­ticos: el reformista francés de José Bonaparte en la España colaboracionista y el liberal español en la España sublevada, gestado en las Cortes de Cádiz y plasmado legalmente en la Constitución de 1812.

CONCLUSIONES

Finalmente, por lo que se refiere a las consecuencias del conflicto podrí­amos destacar los más de 300.000 fallecidos, la paralización de la ya de por sí­ casi inexistente revolución industrial en el paí­s, el expolio artí­stico y el incremento de una acuciante debilidad polí­tica que sin duda facilitará la pronta emancipación de las colonias americanas. Además, a medio y largo plazo la Guerra de Independencia supone el punto de inflexión para hablar del paso del modelo absolutista al liberal enunciado en Cádiz durante el transcurso de la disputa. Empero, no podemos olvidar que si no se hubiera producido un triunfo militar frente a los franceses, el trabajo de aquellas Cortes se hubiera quedado seguramente en mero papel mojado. Sin embargo, la victoria permitió la enunciación en España de principios tan importantes como la soberaní­a nacional, la división de poderes, los derechos individuales o la definitiva supresión de derechos feudales entre otros.

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