LECTURA: Los regí­menes demográficos

1.- El régimen antiguo de población

Durante todo el ciclo demográfico antiguo la población no deja de crecer, aunque muy lentamente. Sin embargo, el rasgo más destacado de este modelo es que, en los ciclos cortos, los crecimientos y las crisis catastróficas, demográficas, dependen de la coyuntura económica, las crisis de subsistencia, las guerras y las emigraciones forzosas.

El régimen antiguo de población se define: por la alta natalidad, la alta mortalidad y la dependencia del tamaño de la población de la coyuntura económica. La mortalidad catastrófica tendrá una importancia decisiva en el tamaño de la población.

  1. La fecundidad alta

La alta natalidad y fecundidad parece un hecho cierto, pero no tan absoluto como pudiera creerse. El objetivo es que sobrevivan a la pareja dos o más hijos, y debido a la alta mortalidad infantil para ello es necesario tener muchos hijos.

En la Europa preindustrial, según el método de reconstrucción de familias desarrollado por Fleury y Henry, podemos afirmar que la fecundidad tiende a controlarse, y a reducirse, muy lejos de los máximos biológicos, teóricos y observados.

Los mecanismos más comunes de reducción de la fecundidad son: el matrimonio tardí­o, 25 años para la mujer, y una tasa de solterí­a definitiva muy alta, que en la España del XVII pudo llegar hasta el 10% de la población. Sólo esto permite reducir la fecundidad biológica en 1/3, a pesar de la natalidad ilegí­tima. Tampoco fueron extraños otros métodos de controlar la natalidad legí­tima: como el aborto y el infanticidio, y las prácticas de abstinencia sexual. Los grupos étnicos con fecundidades muy altas, como los mudéjares, siempre fueron una minorí­a.

b.- La mortalidad alta

La mortalidad también fue muy alta, sobre todo la mortalidad infantil, que llegó a suponer el 50% de todas las defunciones de un año. La mortalidad infantil actúa, sobre todo, durante los primeros siete años de vida. Una vez superados se entra en la mortalidad ordinaria y disminuye significativamente. Los altos í­ndices de mortalidad vuelven a aparecer a partir de los 60 años.

Las causas de las defunciones son muchas: biológicas, alimenticias, sanitarias, sociales, epidemias, guerras, hambres, etc. La mortalidad por causas biológicas, aunque es alta, se considera normal; pero la mortalidad catastrófica puede hacer reducir drásticamente la población. Por otra parte, este tipo de mortalidad suele incidir con más virulencia en las clases bajas de la sociedad; peor alimentadas y más propensas a las enfermedades contagiosas (por el hacinamiento), y el peor acceso a la infraestructura sanitaria. Además, son carne de cañón en las guerras. Será el desarrollo económico el que permita mantener un determinado tamaño de población.

Con este tipo de mortalidad y fecundidad, el histograma de frecuencias de la población tiende a presentar un aspecto de columna. La mortalidad catastrófica puede dar al traste con las generaciones más pequeñas.

Para evitar la mortalidad catastrófica, sobre todo en casos de crisis económica, se suelen tomar medidas para controlar la natalidad. Según los gráficos de Wrigley si la natalidad se mantiene aparece la mortalidad catastrófica, que puede hacer disminuir el tamaño de la población.

Una segunda hipótesis aparece cuando la mortalidad comienza a actuar. Es entonces cuando se comienza a reducir la natalidad.

La tercera opción es reducir la fecundidad antes de que empiece a actuar la mortalidad catastrófica, evitando sus consecuencias.

De todas formas, hay otro mecanismo muy utilizado en las regiones superpobladas, la emigración, bien sea esta voluntaria (por motivos económicos), o forzosa: como la expulsión de los judí­os de España en 1492, o la de los moriscos en 1609.

La emigración de las regiones menos desarrolladas a las más desarrolladas es una práctica muy antigua, así­ como la emigración de las regiones superpobladas a las que tienen perspectivas de desarrollo económico, como la emigración a América y los paí­ses nuevos.

2.- La transición demográfica y el régimen demográfico moderno

El régimen demográfico moderno parece definirse por: su baja natalidad, su baja mortalidad (sobre todo su baja mortalidad infantil), y la escasa incidencia de la mortalidad catastrófica. Aunque el crecimiento reducido que implican las tasas bajas puede devolver su protagonismo a la mortalidad catastrófica.

Con la revolución industrial la sociedad, la economí­a y el Estado cambian radicalmente; y también el modelo de familia, y como consecuencia la población. Comienza otro ciclo expansivo de la población conocido como transición demográfica. La transición demográfica es un perí­odo extraordinario de crecimiento de la población. Consiste, básicamente, en el descenso de las tasas de natalidad y mortalidad. La forma cómo se hace este descenso provoca el aumento de la población.

La transición demográfica es el paso del régimen antiguo al régimen moderno de población. Este proceso comienza a finales del siglo XVIII o mediados del siglo XIX en los paí­ses que se están industrializando, y termina, en ellos, en los años 60 o 70 del siglo XX. Durante este perí­odo la población se ha multiplicado entre 2 y 7 veces.

Las causas del descenso de la fecundidad son muchas, pero en la base de todas ellas está el desarrollo económico y la posibilidad efectiva de controlar la natalidad. El control de la natalidad no se hace por motivos maltusianos, puesto que la posibilidad de incrementar la productividad de la tierra es muy superior a lo que creí­a Malthus Además, no es la falta de alimentos lo que favorece la reducción de la natalidad, sino, muy al contrario, el desarrollo económico. Admitiendo que la coyuntura económica positiva a corto plazo hace aumentar la fecundidad, es el desarrollo económico a largo plazo lo que la hace descender, por diversos motivos.

Para explicar este descenso David Heer expone tres razones: el cambio en la escala de valores, los costes de los hijos y los recursos de tiempo y energí­a que requiere cada nuevo hijo. A medida que los hijos van sobreviviendo, el valor de un nuevo hijo disminuye, puesto que hay cada vez más seguridad de que los hijos van a salir adelante, y es necesario hacerse cargo de todos. Además, el Estado del bienestar permite que durante la vejez no sea necesario depender de los hijos para asegurarse una vida similar a la que se ha llevado.

La decisión de tener menos hijos es fundamental para el descenso de la natalidad, pero también lo son los métodos anticonceptivos que permiten que esa decisión sea efectiva. Es paradójico que la natalidad descienda al tiempo que desciende la edad de matrimonio (18 años para las mujeres). Es la efectividad de los métodos anticonceptivos lo que permite este descenso.

Las causas del descenso de la mortalidad, sobre todo infantil, son más claras. El desarrollo industrial conlleva el desarrollo cientí­fico, y la puesta en práctica de las medidas higienistas que propugnaban los ilustrados del siglo XVIII. Los avances cientí­ficos en la lucha contra las enfermedades, sobre todo infecciosas, son notables. Además, coincide con un descenso de la morbilidad de las enfermedades. Aparece la penicilina (Alexánder Fléming, 1928) y las primeras vacunas: Edward Jenner crea la primera vacuna, para la viruela, en 1796, (Louis Pasteur 1822-1895). En todos los paí­ses se reforma la ciudad, y uno de los criterios que se tienen en cuenta son las condiciones sanitarias de los barrios. Se hacen calles más anchas y mejor ventiladas, alcantarillado, agua corriente, iluminación, etc. Se educa a la población en los hábitos higiénicos, por medio de la escolaridad obligatoria, y se crean hospitales y una infraestructura sanitaria más densa: aparecen los médicos de familia en todas partes. Además, los hospitales, los cementerios, las cárceles, los cuarteles y todas las infraestructuras que se consideran como fuente de enfermedades se trasladan a las afueras de las ciudades.

También se mejora la alimentación, ya que se hace más regular y variada. La revolución industrial asegura la producción agrí­cola, gracias al aumento de la productividad de la tierra. Serán muy pocas la crisis de subsistencia desde entonces, el hambre en Irlanda en 1846-1848, el hambre en la URSS en 1920 y el hambre en España en 1940. Cada vez las crisis de subsistencia son menos violentas, hasta que llegan a desaparecer en los paí­ses ricos.

Si la transición demográfica hace aumentar la población es porque las tasas, y sus correspondientes curvas, de mortalidad y natalidad se separan, haciendo aumentar el crecimiento vegetativo. Según el modelo tí­pico hay tres momentos clave en el proceso, que se suceden en el tiempo y que hacen variar la curva de crecimiento vegetativo. El primero es cuando comienza a descender la mortalidad (a). Este momento se toma como el comienzo de la transición demográfica. El segundo perí­odo es cuando comienza a disminuir la fecundidad (b). Este es el momento de mayor crecimiento vegetativo; pues la distancia entre la natalidad y la mortalidad es la máxima. El tercero se presenta cuando las tasas de natalidad y mortalidad están en sus niveles mí­nimos (c), y por consiguiente el crecimiento vegetativo. A este momento se le considera el fin de la transición demográfica. Para determinar el fin de la transición demográfica es necesario que las tasas bajas se mantengan durante, al menos, 5 años, y que la esperanza de vida al nacimiento para las mujeres sea, como mí­nimo, de 73 años.

NOTA: desconocemos el origen del artí­culo

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1 respuesta

  1. Es un gran artí­culo, aunque algo complejo para 3º de ESO. Explica ampliamente cómo funciona el crecimiento o decrecimiento de la población…

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