Los restos de una ‘mariscada’ neandertal, otro clavo en el ataúd de su supuesta inferioridad

En la Gruta da Figueira Brava, una cueva portuguesa a menos de 50 km al sur de Lisboa, un equipo de paleontólogos dirigido por Mariana Nabais, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA), acaba de descubrir los restos de una opípara cena neandertal. Una que incluye marisco en abundancia y que demuestra, una vez más, que esa especie humana desaparecida era, por lo menos, tan inteligente y adaptable como la nuestra.

Junto a los restos de hogueras, huesos y herramientas de piedra, en efecto, los investigadores hallaron un gran número de fragmentos de conchas de grandes cangrejos. Hace 90.000 años, los neandertales que vivieron ahí aprendieron a cocinarlos y a consumirlos con regularidad. El hallazgo se publica esta semana en ‘Frontiers in Environmental Archaeology‘.

«Al final del último periodo Interglacial -explica Nabais-, los neandertales recolectaban regularmente grandes cangrejos pardos. Los llevaban a estanques de la costa rocosa cercana, apuntando a animales adultos con un ancho de caparazón promedio de 16 cm. Los animales fueron llevados después enteros a la cueva, donde fueron asados».

La caza y el posterior aprovechamiento de toneladas de carne implica la existencia de grupos mucho más grandes y estables de lo que se creía hasta ahora

Entre las conchas halladas en la cueva, los investigadores pudieron identificar una amplia variedad de mariscos, aunque la inmensa mayoría pertenecían a estos grandes cangrejos pardos, posiblemente bueyes de mar. Su tamaño pudo estimarse calculando lo grande que era el caparazón en relación con las pinzas de los cangrejos, que se han conservado mejor. Después, Nabais y su equipo estudiaron el método con el que se abrieron las conchas y si estas daban muestras de haber sido sometidas a altas temperaturas.

De este modo, los científicos descubrieron que, en su mayoría, los cangrejos eran adultos de gran tamaño, capaces de suministrar hasta 200 g de carne cada uno. Los patrones de daño en las conchas y las pinzas, además, descartan la participación de otros depredadores. De hecho, no había marcas de carnívoros o roedores, por lo que el equipo está muy seguro de que todo aquel marisco fue consumido por los propios neandertales. Por último, más del 8% de los caparazones daban claras muestras de haber sido quemados, y muchos de los demás presentaban evidencia de haber sido fracturados de forma intencionada.

Abiertos y cocinados

Según se explica en el artículo, los cangrejos de la Gruta da Figueira Brava habían sido abiertos con la clara intención de acceder a la carne de su interior. Una carne que, además, en muchas ocasiones los neandertales asaban. Las quemaduras negras en las conchas, en comparación con estudios de otros moluscos calentados a temperaturas específicas, mostraron que los cangrejos de la cueva se calentaron a unos 300-500 grados centígrados, lo ideal para cocinar.

«Nuestros resultados -asegura Nabais- añaden un clavo más al ataúd de la noción obsoleta de que los neandertales eran primitivos habitantes de las cavernas que apenas podían ganarse la vida con los cadáveres de animales de caza mayor recolectados en la basura. Junto con la evidencia asociada del consumo a gran escala de lapas, mejillones, almejas y una gran variedad de peces, nuestros datos desafían la noción de que los alimentos marinos jugaron un papel importante en la aparición de capacidades cognitivas supuestamente superiores entre las primeras poblaciones humanas modernas (nosotros) del África subsahariana.»

Los autores advierten que es imposible saber por qué los neandertales eligieron recolectar cangrejos, o si le dieron alguna importancia a su consumo, pero cualesquiera que fueran sus razones, comerlos les proporcionó beneficios nutricionales significativos.

Tomado de www.abc.es

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