LECTURA: El Bipartidismo
El bipartidismo está presente en la política española, al menos, en los dos últimos siglos. Todo comenzó en las Cortes de Cádiz, con la división entre «serviles» y «liberales». Durante el reinado de Fernando VII la disyuntiva continuó entre absolutistas y liberales. Con Isabel II: moderados frente a progresistas.
El bipartidismo viviría en España su modelo más acabado con la Restauración de la Monarquía en la persona de Alfonso XII. La Monarquía suponía el eje estructural del Estado, pero la pieza fundamental del sistema sería el bipartidismo de corte británico. Esto es, dos partidos que se turnan en el poder: el gobierno y la oposición de Su Majestad.
Para ello, se necesitaban dos partidos que representasen el «arco político liberal». Cánovas encabezaría el Conservador y Sagasta el Progresista. El modelo requería un elemento básico: el turno. Los partidos, cuando ocupan el gobierno, deben ser conscientes de que el disfrute del poder es temporal.
El sistema funcionó, dotó a España un régimen político representativo, aunque no democrático, similar al de los países de su entorno y, al tiempo, le permitió disfrutar del periodo de estabilidad constitucional más prolongado hasta el momento. Estos años supusieron, además, la modernización económica y social de España.
Alfonso XIII abrió una nueva etapa caracterizada por los intentos de regeneración. El sistema debía renovarse, pues cada vez era más evidente que su carencia fundamental, «el caciquismo», era insostenible. El caciquismo había sido un defecto característico de las sociedades europeas en proceso de democratización que pervivía gracias al abstencionismo, pero esto cambió a medida que el siglo avanzaba. La reforma dentro de la Constitución tuvo su oportunidad con otras dos figuras de primer orden: Maura y Canalejas.
Antonio Maura representaba un conservadurismo «duro» pero moderno. José Canalejas un progresismo «avanzado» pero con visión de Estado. Sin embargo, esta esperanza se truncó por dos sucesos dramáticos: Maura quedó inhabilitado para el ejercicio del poder a raíz de la Semana Trágica de Barcelona (1909) y Canalejas fue asesinado por un atentado anarquista (1912). Ambos fueron sustituidos por líderes de menor talla, incapaces de mantener unido al partido conservador unos y más prestos a pactar con las formaciones antisistema de su izquierda que con el conservadurismo los otros. El sistema quedó herido de muerte pero se sostuvo apoyado en la bonanza económica que trajo la Gran Guerra. El fin de ésta y la crisis económica subsiguiente acabaron con él.
La «revolución de las masas» finiquitó un sistema incapaz de renovarse a sí mismo. Los gobiernos de Unidad Nacional y la Dictadura de Primo de Rivera fueron sus respuestas fallidas. Se necesitaba un nuevo turno que representase la realidad social. En un principio se pensó que la República sería la solución, pero ésta fracasó en el mismo punto.
El régimen constitucional de 1978 no ha sido otra cosa que la reconstrucción de ese bipartidismo histórico, con un gran partido que representa a los intereses de la «derecha» (UCD y PP, sucesivamente) y otro gran partido que representa los intereses de la «izquierda» (PSOE). Este bipartidismo reconstituido ha vuelto a proporcionar a España un largo período de desarrollo y libertad. Porque es la realidad de la alternancia en el poder de ambas opciones mayoritarias, lo único que nos garantiza la libertad. El obcecado deseo de una de ellas por acaparar el poder de manera indefinida es lo que a lo largo de nuestra historia ha provocado el fin, normalmente traumático, de los periodos de paz y desarrollo.
Pero, ¿por qué parece que no ha existido anteriormente el bipartidismo? Pues, porque el bipartidismo español siempre ha sido imperfecto. Porque siempre ha habido un hueco para movimientos de corte identitario y para alguna minoría ideológica.
El poder de estas minorías se debe a las imperfecciones de nuestro modelo partitocrático. Dos grandes partidos de visión amplia limitarían sus opciones a lo que realmente son: voces de una minoría.
El bipartidismo, por lo tanto, no es nuevo ni negativo. Su funcionamiento con dos partidos conscientes de la trascendencia de la Nación daría a España lo que no tiene hoy: un futuro basado en la solidaridad interna y en una política exterior coherente. En definitiva, un futuro cierto.
RAíšL RAMíREZ. Profesor Titular de Historia Contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos
Tomado de EL IMPARCIAL
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[…] sacadas de aquí, de aquí y de […]