Los falsos mitos de la “Armada Invencible”

Con frecuencia se asume que tras los sucesos del verano de 1588, del intento de invasión de Inglaterra, comoquiera que aquello fue un monumental fracaso por los caprichos de Felipe II, y la ineptitud de los almirantes, marineros y artilleros españoles, España perdió el dominio del mar, el relevo lo tomó Inglaterra y arrancó la “decadencia” española. Aunque ha habido hispanistas ingleses, o británicos o anglonorteamericanos, que han trabajado en el Archivo de Simancas (fundamentalmente) y han visto los documentos que todo aquello originó, desde 1988 –por poner una fecha de referencia– las afirmaciones del primer párrafo, pocos se las creen. En un alarde fascinante Lucy Worsley en la BBC ha puesto el dedo en la llaga sobre algunas de las exageraciones (”mentiras”, titulan ellos) que han rodeado aquellos acontecimientos.

¿Estamos en el tiempo de acabar con la “propaganda” de Isabel I? De ser así, su victoria fue cultural y rotunda, pues aún señorea en las mentalidades colectivas. Por otro lado, ¿tendría algo que ver ese programa con la desmitificación de la Isla que los europeos no pueden invadir…, en pleno Brexit? Sea lo que sea, sigue desmoralizando la capacidad didáctica de la BBC. Lo que rodea a la Armada de Inglaterra es un modelo de cómo se ha escrito la historia, y cómo se podría escribir. Para empezar, el nombre acuñado para la operación militar: “Armada Invencible” (aunque usan más el de “Spanish Armada”). Ni que decir tiene que es un nombre dado en esos años para hacer escarnio de la armada española. A ver si dejamos de usar tan ignominioso título cuando nos refiramos a la “Jornada de Inglaterra”, o a la “Empresa de Inglaterra”, o a la “Armada de Inglaterra”, que es como se llamó en España a aquello; cuando no la “Armada de Su Majestad”…, como otra más.

Porque, la de Inglaterra fue una Armada más de las muchas que se reunieron en tiempos de Carlos V y de Felipe II…, ¡y de Felipe III e incluso en tiempos de Felipe IV! Es increíble que tal se hiciera. Dicho sea de paso: hasta 1628 no se perdió una flota de Indias completa (pero esto es otra historia). En los ratos que he echado en los archivos, nunca he visto que se hablara de “Gran Armada”, o no caigo ahora en ello. Porque, aunque era una misión importantísima, la de derrocar a la gran heresiarca Isabel I, que acababa de decapitar a la reina católica de Escocia, que había mandado tropas a Flandes, no se trataba de invadir Inglaterra, reino del que Felipe II había sido rey consorte. Como digo, aquella armada estuvo compuesta por 127 buques de los que la mitad (como mucho) eran barcos de guerra –importantes galeones para travesías oceánicas y no para hacer navegación de cabotaje–, y los demás, o mercantes artillados, o mercantes apoyando logísticamente al resto de la flota. En la “Batalla Naval” (o sea, Lepanto), participaron unas 230 galeras cristianas y más de 40.000 soldados y tripulantes (sin contar galeotes).

Sin éxito histórico

Es verdad que era una flota internacional y de galeras. El caso es que en 1588 los 200 barcos ingleses de escaso calado (unas 200 toneladas de media) hubieron de correr la especie que se habían enfrentado a una Gran Armada, porque si se hubieran enfrentado a una armada considerable, pero no la de Normandía, no habrían tenido un éxito heroico. Está extendido el mito de que las decisiones las tomó Felipe II. Cuando hablo de decisiones me refiero tanto al nombramiento de almirantes, o capitanes de buques (¡cuántas vidas por escribir!), como casi si había que izar o arriar velas.

El “Demonio del Sur”, que todo lo dominaba y que no tenía gentes a su alrededor capaces. La verdad es que el sistema de Consejos que asesoraban al rey, o la manía que tenía de escuchar (en esta ocasión hay que citar a Zúñiga, Farnesio, Bernardino de Escalante o Santa Cruz, entre otros y desde 1585 en adelante) casa mal con la imagen del rey encerrado en El Escorial, pálido por falta de vitamina B. Por cierto, que lo de que “me mareo” de Medinasidonia, fue un error de transcripción de Fernández Duro: en el original pone “tengo muchas reumas” (desde luego, no estaba por la labor de meterse en tal jaleo).

En fin. Así se podría seguir. Qué le vamos a hacer, si es verdad que los accidentes meteorológicos dificultaron el embarque en su flota a Farnesio y cruzar el Canal a cubierto de la Armada; qué le vamos a hacer si el tornaviaje fue penosísimo pero con su huella en la católica Irlanda; ¿quién nos va a creer si contamos que se ha reconstruido la historia de todos y cada uno de los barcos, porque hay documentación administrativa?; ¿quién va a creer que las hazañas y descalabros de Drake parecen una obsesión antiespañola?; ¿cuántas nuevas Jornadas de Inglaterra hubo –excluyamos la humillación británica de Cartagena de Indias y Blas de Lezo, que esa sí fue su Armada Invencible–): una escaramuza en Cornwall en 1595, otra flota mayor en 1597 (también dispersada por las tormentas)?; ¿quién va a creer que la guerra siguió casi 20 años más, hasta 1604-1605 con la paz de Londres-Valladolid, que se ratificó coincidiendo con el bautizo del Príncipe Felipe IV? (con su genial ciclo literario, también).

Y es que si todo se hubiera perdido en 1588, ¿por qué el imperio marítimo español, no quedó desarbolado hasta la década de 1820, sobre todo –ya sí– tras Trafalgar en 1805, otro de los grandes agradecimientos que le debemos a la Revolución Francesa, o a las alianzas del gran estratega que fue Godoy? Aún recuerdo mis excursiones, de adolescente, a las “Seven sisters” en Seaford (Sussex), acantilados privilegiados para entender lo de la “Pérfida Albión” y aún guardo una caja de Korn Flakes de Kellogg’s de 1988, porque hicieron una inaudita campaña de propaganda sobre la “Armada” y regalaban monedas del “Spanish treasury” si reunías unos cupones. Lo de la Armada de Inglaterra da para más, sin duda. El Ministerio de Defensa hizo un hercúleo esfuerzo para publicar documentos originales, que tengo entendido que los van a subir a la red. Ojalá se consiga y pronto.

Tomado de www.larazon.es

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