TEXTO 22: Homilí­a del obispo de Bilbao: Antonio Añoveros (24-02-1974)

Uno de los problemas que dañan más seriamente la convivencia ciudadana en el Paí­s Vasco y que afecta igualmente a la buena marcha de nuestra Iglesia diocesana, es el, así­ llamado, problema vasco. ¿En qué consiste dicho problema?

Reduciéndolo a lo esencial, puede expresarse de esta manera: mientras unos grupos de ciudadanos, aunque con matices distintos, afirman la existencia de una opresión del pueblo vasco y exigen el reconocimiento práctico de sus derechos, otros grupos rechazan indignados esta acusación y proclaman que todo intento de modificar la situación establecida constituye un grave atentado contra el orden social. (…)

El pueblo vasco tiene unas caracterí­sticas propias de tipo cultural y espiritual, entre los que destaca su lengua milenaria. Esos rasgos peculiares dan al pueblo una personalidad especí­fica, dentro del conjunto de pueblos que constituyen el Estado español actual.

El pueblo vasco, lo mismo que los demás pueblos del Estado español, tiene el derecho de conservar su propia identidad, cultivando y desarrollando su patrimonio espiritual, sin perjuicio de un saludable intercambio con los pueblos circunvecinos, dentro de una organización sociopolí­tica que reconozca su justa libertad.

Sin embargo, en las actuales circunstancias, el pueblo vasco tropieza con serios obstáculos para poder disfrutar de este derecho. El uso de la lengua vasca, tanto en la enseñanza, en sus distintos niveles, como en los medios de comunicación (prensa, radio, TV), está sometida a notorias restricciones. Las diversas manifestaciones culturales se hallan también sometidas a un indiscriminado control.

La Iglesia, para anunciar y hacer presente la salvación de Cristo, en esta situación concreta de la diócesis, tiene que exhortar y estimular para que se modifiquen convenientemente (…) las situaciones en nuestro pueblo (…).

Antonio Añoveros, «El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos», homilí­a leí­da en las iglesias de Bizkaia el 24 de febrero de 1974.

COMENTARIO

 El texto que se nos propone para comentar es un fragmento del documento «El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos» que, firmado por el Obispo de Bilbao, fue leí­do en las iglesias de Bizkaia el 24 de febrero de 1974. Está centrado en las dificultades que, en esos momentos, tiene el pueblo vasco para desarrollar su propia identidad.

Para realizar el comentario seguiremos el siguiente procedimiento: localización, análisis y contextualización. Se finalizará con unas breves conclusiones insistiendo en la importancia del texto.

1.- Localización

Tipo de texto: según la forma es un texto histórico primario; según la forma es una Homilí­a (en forma de carta) y según el tema es un texto social y religioso.

Autor: individual (Antonio Añoveros, obispo de Bilbao).

Destino: está dirigido a un colectivo y su finalidad es pública.

í‰poca: 24 de febrero de 1974.

2.- Análisis

Comenzaremos el Análisis con la aclaración de algunos términos que nos ayuden a una mejor comprensión del texto. «Homilía»: Discurso sencillo (sermón) que pronuncia en público (normalmente tras las Lecturas de la Misa) un sacerdote y que contiene explicaciones o instrucciones sobre ciertas materias religiosas, a menudo relacionadas con la sociedad o la actualidad; Antonio Añoveros:  Obispo navarro nacido en Pamplona el 13 de junio de 1909. Estudió Derecho y Teología. Es nombrado en 1952 obispo auxiliar de Málaga. Dos años después pasa a desempeñar el mismo puesto en Cádiz, diócesis de la que es preconizado obispo titular en 1964. Nombrado obispo de Bilbao en diciembre de 1971. En la cuaresma de 1974 protagonizó un duro enfrentamiento con el gobierno de Franco, a causa de su homilía sobre el derecho del pueblo vasco a su identidad, que fue leída el 24 de febrero de ese año en las iglesias de la diócesis.

El tema central del texto es denunciar la situación en la que vive el pueblo vasco y las dificultades que tiene para desarrollar su identidad. Todo ello bajo el concepto «problema vasco». Postura de la Iglesia ante dicho problema. Las principales ideas hacen referencia a  la diversidad de opiniones acerca del problema, la existencia de unos rasgos peculiares del pueblo vasco, el derecho que tiene a conservarlos, los obstáculos que la situación polí­tica presenta y la actitud de la Iglesia ante esta situación. Ampliamos brevemente cada una de estas ideas.

Se inicia el texto con una somera introducción en la que se justifica el escrito «uno de los problemas que dañan más seriamente la convivencia ciudadana en el Paí­s Vasco y que afecta igualmente a la buena marcha de nuestra Iglesia diocesana, es el, así­ llamado, problema vasco. ¿En qué consiste dicho problema?»

A partir de aquí­ desgrana, en varios puntos, el interrogante.

–          Inicia la argumentación reconociendo que, ante el problema, existen dos posiciones: la de quienes afirman que el pueblo vasco está oprimido y exigen un cambio de tendencia, y la de aquellos que, por el contrario, niegan la acusación y acusan a los anteriores de atentar contra el orden social.

–          Define en los dos párrafos siguientes la singularidad (dentro del conjunto de pueblos que constituyen el Estado español) del pueblo vasco (destacando su lengua milenaria) y el derecho que tiene a conservar dicha identidad (sin perjuicio de la convivencia con los pueblos circunvecinos). Para ello, afirma el texto, debe reconocerse su «justa libertad».

–          Acepta, en el cuarto de los párrafos, la postura de quienes defienden la «opresión existente» al afirmar que en «las actuales circunstancias« el uso de la lengua (tanto en la enseñanza como en los medios de comunicación) está sometida a notorias restricciones y las manifestaciones culturales a un indiscriminado control. Por tanto, el pueblo vasco no está disfrutando del derecho a manifestar su singularidad.

–          En conclusión: La Iglesia, para anunciar y hacer presente la salvación de Cristo, en esta situación concreta de la diócesis, tiene que exhortar y estimular para que se modifiquen convenientemente (…) las situaciones en nuestro pueblo (…). Lo cual implica el reconocimiento de las peculiaridades vascas y el derecho a desarrollarlas sin impedimento alguno.

3.- Contextualización

Resulta difí­cil determinar la importancia del papel jugado por la Iglesia católica en la legitimación de la Guerra Civil y del régimen franquista que se instauró con posterioridad y  que alcanzó tales niveles de implicación y complicidad que durante mucho tiempo fueron prácticamente un único ente. Por todo ello, la cuestión de la Iglesia vasca se convirtió en un asunto tan delicado, ya que para el régimen suponí­a enfrentarse a un «sector» de uno de los ejes que lo sustentaban.

Hasta los años sesenta reinó una cierta tranquilidad en el ambiente eclesiástico vasco aunque ya en noviembre de 1944 se produjo la primera denuncia del régimen ante el Vaticano por parte de un grupo de sacerdotes vascos. Aunque sin demasiada trascendencia, sí­ que supuso un primer toque de atención para las autoridades franquistas.

El fenómeno de la explosión del problema se debió a una conjunción de factores, entre los que señalamos: el menor nivel de represión llevado a cabo por el régimen, un cambio generacional en el cuerpo sacerdotal vasco y la irrupción de un movimiento de las caracterí­sticas de ETA.

En mayo de 1960, 339 sacerdotes vascos firmaron un documento titulado «Los sacerdotes vascos ante el momento histórico actual». Dicha carta constituyó el punto de ruptura respecto a las reivindicaciones anteriores, no sólo por el alto número de firmantes, sino por el eco que acabó teniendo en Europa y América a pesar de los intentos del Estado por socavarla.

Por otra parte, la designación del Papa Juan XXIII en octubre de 1958 supuso una ingrata sorpresa para Franco y sus colaboradores especialmente por la convocatoria (1959) del Concilio Vaticano II (1962-1965) y su incidencia doctrinal y pastoral.

Toda esta conjunción de factores suponí­a que la Iglesia estaba comenzando a desviarse del rumbo que habí­a seguido durante más de treinta años. Obviamente se trató de un proceso largo, complicado, en el que se produjeron divergencias en el Vaticano, en la curia española y en la vasca, pero que como veremos fue debilitando progresivamente al régimen.

En agosto de 1968 unos cuarenta sacerdotes ocuparon el Obispado de Bilbao durante diez dí­as en señal de protesta. A las cuestiones de fondo ya tratadas, éstos querí­an ahora que se añadiese la prohibición de la bandera española (considerada un «sí­mbolo de la opresión soportada») en las iglesias.

El suceso de Bilbao tuvo un «segundo acto» apenas cinco meses después (en noviembre) en el seminario de Derio, donde repitieron dos tercios de los protagonistas. En esta ocasión, sesenta curas ocuparon esta sede religiosa para continuar con sus protestas y denuncias de la situación del pueblo vasco, complementando este encierro con el enví­o de una carta al Papa. Ese documento contení­a los puntos que este sector del clero consideraba vital denunciar y necesario cambiar. Además, mostraba no sólo un incremento de la virulencia verbal, sino también una fuerte radicalización de las peticiones, denuncias y acusaciones.

Con el nombramiento de Antonio Añoveros como Administrador apostólico de Bilbao las autoridades franquistas esperaban que, de una vez por todas, se controlase la situación. Sin embargo, su «mandato» resultó aún más polémico que el de su predecesor, ya que los episodios más conflictivos relacionados con religiosos vascos se produjeron entonces, siendo él mismo protagonista del más grave de todos ellos.

Lo cierto es que, sorprendentemente, Añoveros se posicionó desde el primer momento, negándose a participar en las ceremonias públicas al lado de las autoridades, ni siquiera el dí­a de la fiesta nacional (el 12 de octubre).

En noviembre de 1973 tuvo lugar el incidente de la prisión de Zamora, que iba a ser el preludio de la crisis que se desencadenarí­a poco después. El 6 de dicho mes, seis sacerdotes encarcelados en la prisión de Zamora (habilitada para los religiosos) comenzaron una huelga de hambre e incendiaron sus celdas. Tres dí­as después, medio centenar de clérigos invadí­an los despachos del obispado de Bilbao, en solidaridad con los prisioneros de la capital zamorana. Un hecho similar ocurrió en San Sebastián y la policí­a procedió a su desalojo en ambos lugares, con los consiguientes incidentes. Así­ comenzaba el año 1974 en un ambiente cargado de creciente tensión. De hecho, no tardarí­an en desencadenarse las hostilidades.

En febrero, el Obispado de Bilbao envió una homilí­a a las parroquias vizcaí­nas cuyo contenido defendí­a los derechos del pueblo vasco y denunciaba la existencia de grandes obstáculos para que éste pudiese disfrutar de los mismos. Es el texto que hemos analizado.

Conclusiones

Finalizaremos nuestro Comentario con una breves Conclusiones en las que mostraremos, entre otras cosas, la importancia que tuve el texto.

La Iglesia, en el Paí­s Vasco, tuvo un singular protagonismo en el periodo franquista. Este protagonismo estuvo caracterizado por una aquiescencia generalizada hacia el régimen franquista aunque no exenta de singulares gestos de oposición. Así­, al menos, hasta los años sesenta.

Por varias razones, especialmente por la incidencia del Concilio Vaticano, las cosas se tornaron en esta década por cuanto una minorí­a significativa del clero (especialmente bizkaino) se posicionó abiertamente en contra del régimen. Sus demandas de «libertad», «respeto a los derechos del pueblo vasco», «amnistí­a», etc… se hicieron habituales. Estas demandas estuvieron acompañadas de «huelgas de hambre», «manifiestos», «encierros», etc… La reacción del régimen fue contundente: detenciones, multas, extradiciones, encarcelamientos, etc…

La arbitrariedad de muchas de estas acciones llevó a los Obispos correspondientes a emitir escritos en los que defendí­an a sus sacerdotes y algunas de sus acciones. La más significativa de estas «cartas» (leí­da en forma de homilí­a) fue la correspondiente al texto que hemos analizado. Su repercusión inmediata fue nula pero, a los pocos dí­as, provocó el más serio de los incidentes entre la Iglesia Vasca y el Gobierno.

El asunto enseguida tomó proporciones nacionales y el gobierno estudió tomar acciones contra el obispo Añoveros. Por su parte, el episcopado español le apoyó y el Vaticano envió un representante para mediar. Sin embargo, el intento de Roma resultó vano, ya que el gobierno decidió expulsar al obispo del paí­s, lo que finalmente no sucedió ante las amenazas de excomunión por parte de la Conferencia Episcopal española.

 

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