Bombardeos atómicos sobre Hiroshima Y Nagasaki

Los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki (ciudades de Japón) fueron lanzados por Estados Unidos el 6 de agosto y el 9 de agosto de 1945, respectivamente. Estas han sido las dos únicas bombas atómicas con uso militar no experimental de la historia mundial. En pocos segundos, ambas ciudades quedaron devastadas. Se calcula que en Hiroshima de una población de 450.000 habitantes, la bomba mató en unos primeros instantes a más de 70.000 personas causando otros 70.000 heridos. A finales de 1945 el número de victimas mortales habrí­a ascendido a más de 100.000, pudiendo llegar, pasados cinco años, a más de 200.000 el número de muertes sumadas las causadas por la radiación nuclear. En Nagasaki, el número de ví­ctimas causadas directamente por la explosión se estima en 40.000 mortales y 60.000 heridos de una población de 195.000 habitantes. A estas ví­ctimas hay que sumar las causadas por los efectos de la radiación nuclear. De una población de 645.000 habitantes, el número de ví­ctimas pudo sobrepasar las 400.000 o 500.000; de ellas, 250.000 o 300.000 mortales (los datos difieren según diversas fuentes). La gran mayorí­a de las ví­ctimas fueron civiles.

El proyecto Manhattan

El 2 de agosto de 1939, Albert Einstein dirige una carta al presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, reclamando su atención sobre las investigaciones realizadas por los cientí­ficos Enrico Fermi y Leó Szilárd, por las que el uranio podrí­a convertirse en una nueva e importante fuente de energí­a. Luego, en base a estos descubrimientos, cientí­ficos estadounidenses calculan que con él se podrí­a construir una bomba de 2.000 megatones o megatoneladas y recomienda la fabricación de uranio e iniciar un programa de investigación sobre el uso militar de la energí­a atómica.

Algunas investigaciones realizadas por E. Fermi y L. Szilard, cuyos manuscritos me han facilitado, me inducen a creer que el elemento uranio puede convertirse en una nueva e importante fuente de energí­a en un inmediato futuro. Ciertos aspectos de la situación así­ creada parecen demandar atención y, si fuera necesario, acción rápida por parte de la administración…

Carta de Einstein enviada al presidente Roosevelt el 2 de agosto de 1939.

El 3 de septiembre Francia y el Reino Unido declaran la guerra a Alemania (Segunda guerra mundial) en respuesta a la invasión alemana de Polonia producida dos dí­as antes, el 1 de septiembre.

El 11 de octubre se entrega la carta de Einstein al presidente Roosevelt. Se crea el Comité Consultivo del Uranio. Sin los apoyos necesarios y con escaso presupuesto, resulta inoperante. Roosevelt autoriza la fabricación de una bomba atómica.

El 7 de diciembre de 1941 Japón bombardea la base naval estadounidense de Pearl Harbor sin que medie declaración de guerra. El bombardeo produce 2.000 ví­ctimas mortales. Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial y el programa atómico adquiere la máxima prioridad. Gran Bretaña y Canadá se suman al programa.

El programa se mantendrá en el más alto secreto bajo el nombre de «Distrito Manhattan» (Proyecto Manhattan). Miles de cientí­ficos e ingenieros, con un presupuesto superior a los 2.000 millones de dólares (Equivalente al gasto militar de los dos bandos en la Guerra Civil Española), se desplazan a Los ílamos, Nuevo México. Durante más de dos años trabajarán, bajo la dirección cientí­fica de Robert Oppenheimer, en dos proyectos de bomba atómica: una basada en el uranio y otra en el plutonio.

El 2 de diciembre de 1942 el cientí­fico Enrico Fermi logra la primera reacción nuclear.

El 6 de junio de 1944 los aliados desembarcan sus tropas en Normandí­a dentro de la denominada Batalla de Normandí­a.

El 15 de agosto se produce la apertura de un segundo frente en el sur de Francia, en Provenza, con la operación Anvil Dragoon. Alemania intenta una contraofensiva desesperada en la Batalla de las Ardenas en diciembre, donde pierde sus últimas reservas militares. Los aliados avanzan hacia Berlí­n.

En diciembre de 1944 se acelera el proyecto alargándose los turnos de trabajo en Los ílamos. El 7 de mayo de 1945 Alemania se rinde. En Europa la guerra ha terminado, sólo queda abierto el frente del Pací­fico. La noche del 15 de julio, Robert Oppenheimer, desde uno de los tres observatorios que se instalaron a 9.100 m del epicentro de la explosión, accionó el mecanismo que detonó la primera bomba atómica. La prueba, bautizada con el nombre de «Trinity« (trinidad), explosionó una de las tres bombas nucleares que el proyecto Manhattan habí­a logrado desarrollar (una de uranio y dos de plutonio). Se eligió el paraje conocido por «Jornada del Muerto«, una zona desértica a 80 km de Alamogordo, el lugar habitado más cercano. El cielo se iluminó para segundos después oscurecerse por el polvo radiactivo. Una enorme nube en forma de hongo ascendió, las montañas del fondo se empequeñecieron, la onda expansiva fue registrada a 400 km de distancia. El proyecto Manhattan habí­a culminado con éxito. Oppenheimer dirí­a: «Recordé una frase de la Bhagavadgita: soy la muerte, el destructor de los mundos».

Sesenta años después, en la zona, los niveles radiactivos aun son muy superiores a lo normal; pueden encontrarse rocas color verdoso, restos de la explosión, con altos niveles de radiación.

La decisión

El 12 de abril de 1945 muere F. D. Roosevelt, impulsor del Proyecto Manhattan, y le sucede en el cargo de presidente de los Estados Unidos el hasta entonces vicepresidente Harry S. Truman. Desconocedor del proyecto, es informado de todos sus pormenores: en tres meses Estados Unidos podrí­a disponer de una bomba capaz por sí­ sola de destruir toda una ciudad. í‰l será el que deba tomar la última decisión.

En noviembre de 1944 habí­an comenzado los bombardeos sobre Japón. Durante varios meses, la 20ª Air Force, compuesta por 500 bombarderos B-29, descargó más de 4.000 t de bombas sobre Japón. A finales de febrero de 1945 las defensas aéreas japonesas habí­an sido prácticamente anuladas y los principales objetivos de interés militar, alcanzados. Durante estos meses las operaciones eran diurnas para localizar el objetivo con precisión, y los vuelos a gran altura (más de 9.000 m) para, en gran parte, impedir la respuesta japonesa (durante estos meses, en proporción decreciente, la Air Force perdió 90 bombarderos B-29 en sus incursiones en Japón).

El 10 de marzo de 1945 Tokio, la capital de Japón, fue bombardeada. El bombardeo de Tokio marca el cambio de estrategia en los bombardeos sobre Japón. Inutilizados los principales complejos militares cambia la categorí­a del objetivo. El valor estratégico ya no se asigna a determinadas fábricas, puertos o nudos de comunicaciones; ahora serán ciudades y zonas más o menos extensas las que, determinando su valor estratégico, serán fijadas como objetivo. Tokio y otras muchas ciudades se consideraron de importante valor estratégico. El cambio estuvo marcado por el nombramiento del general Curtis E. Le May como jefe da las fuerzas del Pací­fico sur.

Los nuevos objetivos y la mí­nima respuesta de las defensas japonesas definieron las nuevas tácticas de las misiones. Los objetivos, menos concretos, requerí­an menor precisión; por lo que los bombardeos podí­an ser nocturnos. Y la escasa respuesta japonesa junto a la mayor seguridad de los vuelos nocturnos posibilitó que éstos fuesen a baja altura, ganando en efectividad. El bombardeo de Tokio fue nocturno, a baja altura y los 334 bombarderos que recorrieron los 3000 km que separan las Islas Marianas de Tokio lo hicieron desprovistos de cañones y ametralladoras (fue desmontado todo el armamento excepto el de cola), 2 toneladas de armamento y munición fueron sustituidas por bombas, lo que posibilitó que la carga efectiva de cada bombardero pasara de 4 a 6 toneladas. También se sustituyó el tipo de bombas. Las bombas rompedoras (muy eficaces contra edificios de hormigón y de estructura reforzada) usadas hasta entonces, fueron sustituidas por bombas incendiarias de Napalm (inútiles contra edificios sólidos, pero de efectos más extensos y especialmente mortí­feras).

Esa noche, trescientos treinta y cuatro B-29 cargados de Napalm, de los cuales dos llegaron con unos minutos de antelación que los restantes y bombardearon su objetivo marcando una gran X, tras lo cual los aviones restantes, en formación, ocuparon el cielo de Tokio en una extensión de 40 km² aproximadamente, dejando caer 8.250 bombas de 250 kilos que estallaban a 150 m de altura y proyectaban a su vez 50 bombas de 3 kg cargadas de napalm. La ciudad quedó convertida en una enorme antorcha entre la cual, las personas que no habí­an quedado abrasadas por el primer efecto del napalm, buscaban refugio contra las llamas que hicieron que en la zona atacada la temperatura alcanzase los 700ºC. Según el testimonio de uno de los pilotos:»Tokio estaba iluminado como un bosque de árboles de navidad. Las hogueras aun se podí­an distinguir unas de otras, pero el fuego comenzaba a extenderse; era como si miles y miles de velas centelleantes resplandecieran hasta formar un sólo foco de fulgor».

El ataque duró tres horas. A la mañana siguiente, en las calles yací­an los cuerpos de aquellos que habí­an muerto asfixiados cuando los incendios agotaron el oxí­geno del aire, y en los puentes de los rí­os los de aquellos que fueron arrollados por la avalancha humana que huí­a del fuego intentando encontrar refugio en los rí­os. El agua de las acequias, albercas y piscinas se habí­a evaporado y su fondo se encontraba cubierto por los cadáveres de los que se habí­an refugiado en ellas. íšnicamente el cauce central de los rí­os se demostró un refugio seguro; aquellos que buscaron los refugios contra los bombardeos convencionales perecieron asfixiados. Más de 120.000 personas murieron y 40.000 resultaron heridas de consideración. El 50% de la ciudad quedó destruida y el 20% de su industria inutilizada. El fuego arrasó 267.170 viviendas, quedando más de un millón de personas sin hogar. Según el parte oficial en Tokio quedó destruido: «el 18% de sus sectores industriales, el 63% de sus distritos comerciales y el centro de sus barrios residenciales». La Air Force sufrió la baja de 14 bombarderos y la desaparición de ocho tripulaciones.

Durante los meses siguientes se continuaron los bombardeos sobre Japón descargando más de 30.000 toneladas de bombas con el resultado de más de medio millón de ví­ctimas mortales. Varias ciudades de supuesto valor estratégico que fueron «reservadas» para el lanzamiento de la primera bomba atómica no fueron objeto de estos bombardeos (Hiroshima, Nagasaki, Kokura y Niigata entre otras). Entre noviembre de 1944 y agosto de 1945 se arrojaron sobre Japón 170.000 toneladas de bombas dejando el 80% de su industria devastada, 21 millones de personas perdieron su hogar y ocasionaron cerca de un millón de victimas mortales.

En la primavera de 1945 los servicios de inteligencia estadounidenses habí­an descifrado las claves usadas por los japoneses y las «intercepciones mágicas« (así­ llamadas por los servicios de inteligencia) le llegaban puntualmente al presidente Truman. Por ellas pudo conocer los diversos intentos de Japón para conseguir una rendición negociada.

En junio de 1945 el emperador Hirohito nombra al almirante Kantaro Suzuki como primer ministro y a Shigenori Tōgō como ministro de asuntos exteriores, ambos partidarios de negociar el fin de la guerra.

El ministro Shigenori Togo dio instrucciones a su embajador en Moscú para que la Unión Soviética (única gran potencia que en aquellos momentos se encontraba en paz con Japón como resultado del Pacto de Neutralidad que ambos firmaran en 1941) mediara frente a Estados Unidos una rendición pactada. Esta comunicación fue interceptada por los servicios de inteligencia estadounidenses.

El Presidente Truman exigió la rendición incondicional a Japón. El ex presidente Herbert C. Hoover, entre otros, le aconsejó, como único medio para conseguir la rendición de Japón, garantizar la figura de su emperador. Es objeto de discusión el que el secretario de estado James F. Byrnes fuese el único que le aconsejara mantener las exigencias de rendición incondicional.

El 4 de julio Churchill comunica a Truman la aprobación de Gran Bretaña para el uso de la bomba. El objetivo serí­a una ciudad que dispusiera de instalaciones útiles para la guerra. También, serí­an ciudades que no hubiesen sufrido los bombardeos a los que estaba siendo sometido Japón para una óptima valoración de los efectos de la bomba.

El 17 de julio de 1945 Truman, presente en la Conferencia de Potsdam, recibe la noticia de los resultados de Trinity: «Baby satisfactorily born« (nacimiento satisfactorio del bebé): Estados Unidos ha probado con éxito la bomba atómica y el ejército dispone de dos de ellas para su uso inmediato.

También en julio, el general Le May informó que los bombardeos aéreos habí­an paralizado la vida en las 70 principales ciudades de Japón llevandola a una «edad de piedra». Paralelamente, la flota mercante japonesa habí­a sido destruida en su 88%, imposibilitando la importación de productos de primera necesidad. Los Jefes del Estado Mayor Conjunto también informaron que: «Japón se convertirá en una nación sin ciudades, con los medios de comunicación interrumpidos, y tendrá tremendas dificultades para mantener unido a su pueblo para una resistencia continuada».

En el transcurso de la conferencia de Potsdam, el Emperador Hirohito enví­a un mensaje personal a Stalin expresándole sus deseos de poner fin a la guerra lo antes posible y enví­a como emisario a un prí­ncipe miembro de la casa real. Truman y Stalin mantuvieron conversaciones sobre los intentos de rendición de Japón. También se supo que Japón habí­a pedido la mediación de Suecia para acordar los términos de la rendición. Truman anotarí­a en su diario: «Telegrama del emperador japonés pidiendo la paz. Parece que los japoneses se rendirán antes de la entrada de Rusia. Estoy seguro que lo harán cuando Manhattan aparezca sobre su patria». Es tema de discusión si Stalin recibió o no al emisario japonés, el hecho es que Stalin no respondió a la petición de Japón posponiéndola, en un principio, a la conclusión de la conferencia.

El 2 de agosto, la Conferencia de Potsdam concluye con una declaración en la que se exige a Japón la rendición incondicional. A propuestas del secretario de estado James F. Byrnes se retira la cláusula en la que se garantizaba la posición a su emperador.[12]

Truman, desde Potsdam, no espera a la conclusión de la conferencia y da la orden de lanzar la primera bomba atómica. Japón ignora la resolución de Potsdam no dándose por enterado del ultimátum.

Los bombardeos

El 2 de agosto de 1945, en la isla de Tinian, en las Islas Marianas, la fuerza aérea de ataque atómico estaba dispuesta para actuar. Durante las últimas semanas sus tripulaciones habí­an estado entrenándose con vuelos a la altura a la que se iba a realizar el definitivo, a 9.600 m, en misiones a Japón donde dejaban caer una única bomba sobre objetivos muy concretos.

Al B29 que transportarí­a la bomba se le retiró el armamento, dejando sólo la ametralladora de cola. Su comandante, Paul Tibbets lo bautizó con el nombre de su madre: «Enola Gay«, y a la bomba se la bautizó con el nombre de «Little boy« (Pequeño muchacho).

El 5 de agosto el Enola Gay, con Little boy en sus entrañas despegó de Tinian con destino a Japón escoltado por cinco B29. Uno destacado con misión de comprobar las condiciones meteorológicas, dos para medir las consecuencias del impacto, fotografiar y filmar, y otros dos como escolta. El objetivo era Hiroshima en primer lugar, y si su cielo no estuviese libre de nubes, lo que impedirí­a registrar los efectos de la bomba, Nagasaki, Kokura o Niigata, la que mejores condiciones meteorológicas ofreciera.

El 6 de agosto, sobre Hiroshima el cielo estaba radiante y a las 8,15 el Enola Gay dejó caer la bomba atómica sobre el puente Aioi, centro geográfico de la ciudad. Sus habitantes, acostumbrados a ver pasar los B29 sin descargar sus bombas sobre ellos, se vieron sorprendidos por aquella gran explosión que en escasos segundos arrasó la ciudad en un radio de tres kilómetros.

Mientras el ejército japonés trataba de ocultar el bombardeo a sus ciudadanos, el presidente Truman se dirigió a su población a través de la televisión:

«Hace poco tiempo un avión norteamericano ha lanzado una bomba sobre Hiroshima inutilizándola para el enemigo. Los japoneses comenzaron la guerra por el aire en Pearl Harbor, han sido correspondidos sobradamente. Pero este no es el final, con esta bomba hemos añadido una dimensión nueva y revolucionaria a la destrucción […] Si no aceptan nuestras condiciones pueden esperar una lluvia de fuego que sembrará más ruinas que todas las hasta ahora vistas sobre la tierra.«

Tres dí­as después, el 9 de agosto, el bombardero B-29 apodado «Bock’s Car« dejaba caer sobre el centro de Nagasaki la segunda bomba atómica «Fat Man« (hombre gordo), alcanzando a la fábrica Mitsubishi, pero quedando los astilleros de su puerto a más de 2 km del centro de la explosión. La ciudad quedó igualmente destruida.

El presidente Truman pacta en secreto con Japón la rendición a través de su embajada en Suiza. La figura del emperador Hirohito serí­a preservada. El 10 de agosto Japón se rinde incondicionalmente. No obstante, una parte del ejército conspira sin éxito para interceptar la grabación del emperador Hirohito dirigida al pueblo de Japón. El 15 de agosto el pueblo de Japón oyó por primera vez la voz de su emperador y fue para anunciar la capitulación.

El 2 de septiembre, en la bahí­a de Tokio, en la cubierta del acorazado Missouri, se formaliza la rendición.

Blanco atómico

Durante la Segunda Guerra Mundial, en las afueras de la ciudad (a varios kilómetros del centro) se encontraban los cuarteles del Segundo Ejército, los cuales defendí­an el sur de Japón. Allí­ funcionaba un centro de comunicación, punto de almacenamiento militar y área de concentración de tropas. En las afueras también habí­a algunas plantas industriales y el puerto. Nada de eso fue tocado por la explosión, que sólo destruyó el centro de la ciudad (donde habí­a una inmensa mayorí­a de civiles).

Hiroshima para el tiempo de la guerra era un puerto militar y no habí­a sido tocado por los bombardeos convencionales, se decí­a que Harry Truman habí­a perdonado a la ciudad, la población civil colaboraba con el esfuerzo de guerra en fábricas de armamentos, Hiroshima era tácticamente un lugar logí­stico para la Rengo Kentay. Además en ese lugar se organizaba la defensa de las islas Kyushu.

Según un informe japonés: «Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, más de mil veces los ciudadanos de Hiroshima habí­an saludado con gritos de «¡Banzai!« a las tropas saliendo desde el puerto».

El centro de la ciudad contení­a un número de edificios de hormigón reforzado y estructuras más livianas. En el área de los alrededores se encontraba un conglomerado de pequeños talleres de madera entre casas japonesas. Las casas eran de madera con techos de tejas. Muchos de los edificios industriales eran también de madera. La ciudad en general era extremadamente susceptible al fuego.

Debido a los peligros de terremoto presentes en Japón, algunos de los edificios de hormigón reforzado eran construcciones mucho más fuertes que las requeridas por los estándares de Estados Unidos. Hiroshima tiene seis brazos del rí­o Ota y está cruzada por muchos puentes. El puente Aioi, con forma de T, fue elegido como blanco de bombardeo por el tripulante (bombardero) del avión que lanzarí­a Thomas Ferebee. Cerca del puente (a 600 m) estaba la clí­nica del doctor Shima. Hací­a el sector centro de la ciudad, a 900 m se erigí­a el castillo de Hiroshima, donde estaba el cuartel general del Segundo Ejército. El monte Futaba se encuentra a 2 km, las industrias Mitsubishi a 5 km, en dirección al puerto.

La población de Hiroshima habí­a alcanzado en su mejor momento a más de 480.000 habitantes al comienzo de la guerra, pero previamente al ataque atómico la población fue reducida a aproximadamente a 255.000 habitantes debido a evacuaciones. Este número se basa en la población registrada -que los japoneses usaban para medir la cantidad de raciones de comida necesarias-, pero no son muy exactas las cantidades estimativas de trabajadores y tropas adicionales que se encontraban en la ciudad. Para la designación de los blancos, se tomaron los siguientes criterios: nunca bombardeados convencionalmente antes, de relevancia para el esfuerzo bélico japonés, gran densidad poblacional. Por todos los criterios anteriormente dichos, Hiroshima estaba en la lista de blancos atómicos, estos eran: Kyoto, Niigata, Kokura, Nagasaki e Hiroshima. Kyoto fue sacado a último momento de la lista de blancos por expresa petición de Truman.

El amanecer del 6 de agosto de 1945

El 6 de agosto de 1945 Hiroshima sufrió el primer bombardeo atómico del mundo, la bomba atómica que se dejó caer fue la 2ª del mundo (la primera habí­a sido detonada como prueba en Alamogordo, Nuevo México). La escuadrilla 509, compuesta por los tres B-29 Enola Gay, Great Artist y el entonces aún sin nombre Necessary Evil Nº 91 despegaron de la isla de Tinian a las 2:15 (hora japonesa) y tomó rumbo a Iwo Jima. Desde ahí­ enfilaron hacia Japón.

A las 6:30 la bomba se armó. Se habí­a previsto armarla en vuelo por seguridad. Para evitar una activación no esperada, los circuitos que alimentaban el funcionamiento de la bomba contaban con un seguro eléctrico. Para dejar operativa la bomba, era menester retirar un seguro y luego insertar un dispositivo que permití­a que la baterí­a interna de la bomba funcionara. Sólo cuando esta cayera y alcanzara cierta altura determinada (para maximizar el daño) se iniciarí­a la reacción en cadena. Así­, pues, con esos seguros eléctricos se prevení­a el riesgo de volar todo Tinian, el islote militar de seis pistas, estadounidense. Cerca de las 7:00, los radares japoneses habí­an detectado algunas aeronaves estadounidenses en dirección noroeste acercándose al sur de Japón. Se dio la alerta y se interrumpieron las transmisiones de radio en varias ciudades, entre ellas Hiroshima. Los aviones se acercaron a la costa a gran altura (9 km). Cerca de las 8:00, el operador de radar en Hiroshima pudo determinar que el número de aviones acercándose era mucho menor e hizo levantar la alerta antiaérea. Se transmitió por radio una alerta sugiriendo el uso de refugios al avistamiento de los B-29.

Para entonces, el avión meteorológico Straight Flush, comandado por Eatherly (que fue el que provocó la primera alarma antiaérea) después de dos pasadas se habí­a comunicado con el Enola Gay, diciendo que la ciudad estaba cubierta por nubes, sin embargo, era visible a través de un boquete de claridad de 16 km de diámetro, el Straigth Flush recomendó el objetivo y se retiró de la escena. Tibbets, recibió el mensaje del Straight Flush y dijó a la tripulación: «es Hiroshima». A continuación llamó a Tinian y comunicó en clave: «Primario».

Se aproximaron a la ciudad a 9.460 m de altura, a contraviento y desde el noroeste. En el claro de nubes se perfilaban ní­tidamente la ciudad y el delta del rí­o Ota.

La explosión y sus consecuencias

El Enola Gay se acercó por el norte junto al avión acompañante, a las 8:10, las compuertas se abrieron y un zumbido de advertencia fue escuchado en la cabina, todos los asistentes se colocaron gafas oscuras, tal cual se les habí­a instruido. El bombardero Ferebee localizó el objetivo, el puente en forma de T sobre el rí­o Ota, a un costado de la clí­nica del Dr. Shima.

A las 8:15:17, el B-29 Enola Gay dejó caer la bomba atómica Little Boy («˜niño pequeño’) –según los escombros de Hiroshima, los relojes estaban parados justamente a las 8:16:15– sobre el centro de la ciudad y se alejó a gran velocidad, haciendo un brusco giro de 150° hacia el noroeste en forma ascendente. Algunos testigos vieron además caer algunos paracaí­das amarillos a lo lejos (eran los aparatos de medición del B-29 testigo, Número 91). La bomba cayó haciendo un ruido sibilante que no se percibió desde tierra. Para aumentar su alcance letal, la bomba estaba programada para iniciar la reacción nuclear a unos 640 m de altura. Esa altura serí­a determinada barométricamente (calculando la altura por la presión del aire) y -un sistema alternativo- por radar.

A las 8:16:43, la bomba estalló a la altura convenida, con una explosión de la magnitud de 20.000 t de TNT.

A las 16 milésimas de s de la detonación, se desplegó una bola de fuego primero violácea y luego de color blanco intenso y brillante como un flash fotográfico, con una temperatura de 50 millones de grados. Quienes vieron esa luz y vivieron para contarlo, quedaron ciegos permanentemente (muriendo meses después debido a la radiación).

A las 25 milésimas de s, la bola alcanzó un diámetro de 300 m, que vaporizó instantáneamente a todas las personas dentro de la clí­nica Shima y a miles que circulaban directamente debajo del estallido. La presión ejercida por la onda expansiva inicial fue de varias ton/cm2 y comprimió enterrando varios metros las columnas de la Clí­nica Shima. En algunos instantes se creó una columna invisible cuya compresión resultó enorme; el calor y la presión instantánea vaporizaron a más de 80.000 personas. De ellos, solo quedaron sus sombras sobre el cemento vitrificado.

A las 60 milésimas de s, la bola se expandió abrasando todo alrededor, a más de 500 m de radio y carbonizando con radiación infrarroja todo ser a 1,5 km del hipocentro.

2 s después de la detonación de la bomba, la onda expansiva comprimida, denominada «soplo de la explosión», habí­a destruido todo alrededor de 2,5 km de distancia, incinerando a quienes se encontraban en ese sector. La onda expansiva de alta temperatura devastó con vientos de 800 km/h, destruyendo totalmente las construcciones ligeras del resto de la ciudad, haciendo que los pedazos de las construcciones ligeras de madera y similares, sirvieran como verdaderas flechas.

En el cuartel del «2º Cuerpo del Ejército», a 800 m del hipocentro, el patio estaba lleno de militares ejercitándose, más un prisionero americano; súbitamente se transformaron en cadáveres humeantes. La baterí­a antiaérea que estaba sobre la montaña Futaba (a 2000 m del centro) quedó parcialmente destruida por la onda expansiva. Pocas semanas atrás, desde allí­ habí­an derribado a dos B-24 que habí­an proporcionado a la Kempei Tai 13 prisioneros de guerra americanos.

En el momento de la explosión, dos de ellos trabajaban en el puerto mismo y cuatro más estaban en las celdas del castillo de Hiroshima; del resto no hay antecedentes. La bola de fuego comenzó a ascender, consumiendo miles de m3 de oxí­geno. Las corrientes ascendentes crearon una columna de vací­o que succionó contravientos hacia el hipocentro; se percibí­a un sabor a plomo en el aire.

En ese momento, observadores hasta a 20 km de distancia de Hiroshima pudieron ver el hongo atómico ascendiendo completamente silencioso (el bramido los alcanzarí­a un minuto después, debido a que el sonido se mueve a 340,46 m/s). 5 s después del estallido, todo el daño estaba consumado. El área inmediatamente afectada fue de 5 km² densamente poblados.

La onda expansiva transportó vientos recalentados a más de 500 °C hacia toda la ciudad. Hubo miles de casos de incineración súbita, carbonizaciones parciales y quemaduras de personas expuestas hacia el hipocentro del estallido, a más de 10 km del punto cero.

Prisioneros de guerra estadounidenses

En el momento de la explosión habí­a 23 prisioneros de guerra estadounidenses: uno estaba haciendo ejercicios con la tropa, dos estaban en el interior de un carguero en el puerto, tres en las celdas del castillo. 13 de los prisioneros provení­an del derribo de dos aviones B-24 sobre Hiroshima en las semanas anteriores. Por lo menos tres de estos supervivientes fueron sacados de sus celdas y ajusticiados bajo un puente a pedradas por la población; de los diez restantes nunca se supo el paradero.

Lluvia negra

Pasados los minutos se vieron masas de gente quemada totalmente pero viva con jirones de piel colgando, mutilados por los escombros, algunos quemados parcialmente sólo por el lado expuesto a la explosión. Los incendios se sucedí­an uno tras otro.

Media hora más tarde empezó a suceder un efecto extraño: empezó a caer una lluvia de color negro. Esta lluvia traí­a el carboncillo condensado de todo el material orgánico quemado (entre ellos las ví­ctimas humanas), y del material radiactivo de la bola de humo que se habí­a levantado. Esta lluvia causó muchas ví­ctimas dí­as después por anemia, espasmos y convulsiones de origen hasta entonces misterioso.

El caos, el desconcierto y la ruina fueron totales. El paisaje calcinado adquirió un tono gris uniforme, como si el color se hubiera extinguido, el pasto se volvió rojo grisáceo, el 92% de las edificaciones sólidas de Hiroshima fue arrasado.

Bob Caron, artillero de cola del B-29 n.º82 Enola Gay [fuente: Enola Gay, de Gordon Thomas, pág. 451 y 452] describe así­ la escena desde 8.000 m de altura:

-«Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… catorce, quince… es imposible. Son demasiados para poder contarlos.

Aquí­ llega la forma de hongo de la que nos habí­a hablado el capitán Parsons. Viene hacia aquí­, es como una masa de melaza burbujeante. El hongo se extiende. Puede que tenga mil quinientos o quizá tres mil metros de altura y unos ochocientos de anchura. Crece más y más. Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo. Es muy negro, pero muestra cierto tinte violáceo muy extraño.

La base del hongo se parece a una densa niebla atravesada con un lanzallamas. La ciudad debe estar abajo de todo eso. Las llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan alrededor de las estribaciones. Las colinas están desapareciendo bajo el humo. Todo cuanto veo ahora de la ciudad es el muelle principal y lo que parece ser un campo de aviación. Eso aún resulta visible. Allá bajo hay aviones».

Bob Caron-artillero de cola/fotográfo del Enola Gay

La lluvia negra empezó a caer al noroeste de la ciudad unos 20 a 30 minutos después de la explosión. Esta lluvia se componí­a de grandes cantidades de sustancias radiactivas originadas por la fisión nuclear. Los efectos de esta radiación se sintieron en zonas lejanas.

¿Ha sucedido algo en Hiroshima?

En ese momento, el operador de control de la compañí­a de transmisión japonesa en Tokio notó que la estación de Hiroshima quedó fuera del aire. Intentó utilizar otra lí­nea telefónica para restablecer su programa, pero falló también.

Cerca de 20 min más tarde, el centro telegráfico en Tokio notó que la lí­nea de telégrafo habí­a dejado de funcionar al norte de Hiroshima. De algunas estaciones de tren pequeñas a las cercaní­as de la ciudad llegaron confusos informes oficiosos de una terrible explosión en Hiroshima. Todos estos comunicados fueron transmitidos a los cuarteles generales japoneses. Los cuarteles militares intentaron comunicarse reiteradamente con la estación de control del ejército en Hiroshima.

El absoluto silencio proveniente de la zona confundió a los hombres del cuartel; Algo habí­a sucedido, sabí­an que ningún ataque enemigo a gran escala podrí­a haber ocurrido, y sabí­an que en aquel entonces no existí­an depósitos de explosivos de gran tamaño en Hiroshima. Se le ordenó a un joven oficial el volar inmediatamente a Hiroshima, aterrizar, identificar los daños y regresar a Tokio con información fiable para los miembros del cuartel general.

El oficial se dirigió al aeropuerto y despegó hacia el sudoeste. Tras cerca de 3 h de vuelo, mientras se encontraba todaví­a a alrededor de 160 km de Hiroshima, pudieron divisar las nubes de humo sobre la ciudad. A media tarde todaví­a ardí­an los restos de Hiroshima. Su avión pronto llegó a la ciudad, la cual bordearon sin poder creer lo que veí­an: todo lo que quedaba de la gran ciudad era una cicatriz sobre la tierra, aún ardiendo, y cubierta por espesas nubes de humo. Aterrizaron al sur de la ciudad y el oficial -después de informar de lo visto a Tokio- comenzó a organizar medidas de ayuda.

En esa época no se sabí­a que no se debe acercarse a la zona de una explosión nuclear, ya que la radiación continúa durante varios dí­as o meses, generando cánceres de distintos tipos (intestino, pulmón, etc.). Los miles de médicos, soldados y enfermeros voluntarios que llegaron a Hiroshima en los siguientes dí­as, murieron todos de cáncer en los siguientes años.

A la medianoche (16 h después del ataque) las primeras noticias de la causa del desastre en llegar a Tokio provinieron de la Casa Blanca.

Balance de ví­ctimas

Se calcula que en Hiroshima de una población de 450.000 habitantes, la bomba mató en unos primeros instantes a más de 70.000 personas produciendo otros 70.000 heridos. A finales de 1945 el número de victimas mortales habrí­a ascendido a más de 100.000, pudiendo llegar, pasados cinco años, a más de 200.000 el número de muertes sumadas las causadas por la radiación nuclear.

En Nagasaki, el número de ví­ctimas causadas directamente por la explosión se estima en 40.000 mortales y 60.000 heridos de una población de 195.000 habitantes. A finales de 1945 el número de ví­ctimas mortales ya podí­a estimarse en 70.000 pudiendo haber sido de 140.000 pasados cinco años.

Al dí­a de hoy no es posible conocer el balance exacto de ví­ctimas, las cifras que se dan son aproximaciones, existiendo diferentes cifras según las fuentes.

Otras fuentes aseguran que el número de ví­ctimas mortales provocadas por la radiación y sus efectos a largo plazo es considerablemente inferior a las decenas de miles estando en realidad muy por debajo de esa cifra (en inglés, artí­culo).

Crí­ticas al bombardeo

Casi de inmediato después del término de la Segunda Guerra Mundial, y persistiendo hasta hoy, se han cuestionado los bombardeos atómicos sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

EE.UU. violó la convención de La Haya, que fueron los tratados estipulados en 1899, 1907 y 1923 (la ley sobre la guerra aérea), que en su acápite 23 trata sobre normas de bombardeos a objetivos militares y que prohí­be expresamente el bombardeo de ciudades con civiles, aunque haya objetivos militares incluidos en su perí­metro.

Se calcula que cada ciudadano japonés muerto por el bombardeo atómico costó inicialmente a los EE.UU. entre 5.000 a 8.000 dólares, esta cifra aun sigue decreciendo.

El uso de armas atómicas ha sido calificado de bárbaro. En la actualidad se dice que el presidente Harry Truman estaba efectivamente informado de que el emperador Hirohito tení­a la intención de rendirse en breve. Se sabe que, durante la conferencia de Potsdam, Truman escribió en su diario «Telegrama del emperador japonés pidiendo la paz. Parece que los japoneses se rendirán antes de la entrada de Rusia.» Japón estaba dispuesto a rendirse con la única condición de que se preservara la figura del emperador Hirohito, y a pesar de la insistencia de los aliados en su rendición incondicional, Truman garantizó el cumplimiento de esta condición en el pacto que firmó secretamente con Japón. Además en el momento del ataque el territorio estadounidense no estaba en peligro.

Justificaciones del bombardeo

Otros autores especulan que Japón no tení­a intención de rendirse, y que ya tení­a preparado el contrarresto de la invasión estadounidense, hasta con civiles armados. Por lo demás EE.UU. destruyó una base militar y un centro industrial militar, decenas de miles de civiles fueron asesinados. Algunos sugieren que una sola demostración de una bomba atómica en una región inhabitada hubiera hecho el mismo efecto disuasorio.

Se ha justificado que este bombardeo «ahorró» muertes, ya que una invasión habrí­a costado a EE.UU. un millón de soldados estadounidenses, y muchos más japoneses. Además EE.UU. se justifica al hacer este bombardeo sobre civiles, sin antes pedir una rendición sin respuesta por parte nipona, de vengarse de Japón, ya que atacaron sin aviso Pearl Harbor (Hawaii) produciendo 3.435 bajas, incluyendo 68 civiles . Se dice que los japoneses no se habrí­an rendido nunca. Y que probablemente habrí­an muerto millones de civiles si EE.UU. hubiera tenido que invadir Japón por medios convencionales. Para apoyar este argumento, señalan que el gobierno japonés sólo accedió a rendirse después de que se hizo estallar la 2ª bomba nuclear, aún más letal, en Nagasaki. Eso les hizo creer a los japoneses que habrí­a una lluvia de bombas nucleares sobre todas sus poblaciones civiles, (EE.UU. no tení­a una 3ª bomba nuclear lista luego de Nagasaki, debido a la dificultad en preparar el material radiactivo, pero habí­a una 3ª en curso, solo faltaba el suficiente material fisionable, posteriormente se hizo detonar en Bikini). Por otro lado, la increí­ble suma de USD $200.000.000 gastados en el proyecto no se habrí­a justificado si no se hubiese hecho volar una ciudad japonesa.

Albert Einstein quien habí­a escrito la carta a Roosevelt advirtiendo de los trabajos nazis sobre cuestiones nucleares, expresó que se habrí­a quemado los dedos con los que escribió dicha carta ya que alentó a los EE.UU. a la puesta en marcha de proyecto Manhattan.

Otros argumentan que Japón habí­a estado tratando de rendirse desde hací­a dos meses, pero Harry Truman se negaba, insistiendo en que sólo aceptarí­a una rendición absolutamente incondicional (algo que no pudo conseguir), pero de todos modos la prensa mundial presenció el momento en que Truman pidió la rendición; a partir de entonces, pasaron 11 dí­as desde la detonación de la primera bomba sin recibir una rendición por parte nipona, inmediatamente después de la primera bomba tampoco se manifestó una rendición, por lo cual 48 h después se detonó la 2ª bomba.

Una última razón que quiere justificar el uso de estas bombas nucleares es la demostración de fuerza ante la U.R.S.S., en lo que comenzaba a ser la Guerra Frí­a, tras el fin de la guerra en Europa. Con dicha demostración de fuerza los EE.UU. estarí­an avisando a la Unión Soviética: cualquier intromisión, más allá de los lí­mites marcados como nuevas fronteras en Europa, del poderoso Ejército Rojo encontrarí­a esta destructiva arma como oposición.

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2 Respuestas

  1. ceci dice:

    ME SIRVIO MUCHO LA INFORMACION, GRACIAS.

  2. nunca se podra olvidar esto aunque pase milies de años ajala nunca se vuelva a cometer orrores contra la humanidad como destruimos nuestro planeta

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