«Hemos ido a peor con la jornada escolar continua en los colegios»

El pasado mes de mayo, la OCDE aconsejó a España eliminar la jornada continua de los centros escolares para luchar contra el abandono escolar temprano. Ahora, con la vuelta al cole del curso 2023-2024, el investigador Daniel Gabaldón, sociólogo de la Universidad de Valencia (UV), vuelve a alertar sobre las consecuencias sobre este horario que eligen las AMPAS en los centros públicos.

Según el último estudio que acaba de terminar, ‘Proyecto Time: el tiempo en la infancia, un mapeo de España’, financiado por la Comunidad Valenciana, la jornada escolar continua hace que los niños descansen y coman peor, dediquen más tiempo a las pantallas y tengan más deberes. Todo ello sin mejorar el rendimiento de los estudiantes

«Lo único que tiene de positivo es que el alumnado hace más deporte reglado», explica a ABC el investigador tras haber analizado los datos de las dos ediciones publicadas de la Encuesta del Empleo del Tiempo del INE, en colaboración con Kadri Táht, de la Universidad de Tallin. En concreto, los alumnos con jornada intensiva hacen de media 16 minutos más al día de actividad en comparación con el alumnado que tiene jornada partida. Eso sí, la encuesta no mide parte de la actividad física no reglada que hacen los de partida en el descanso del comedor (juegos, etc.), que les permite disfrutar de más tiempo en el exterior y a horas más tempranas.

A la hora de comparar ambas jornadas, no se encuentran diferencias en cuanto al madrugón que experimental los niños. Todos de por sí, concluye el estudio, madrugan en exceso. «Nuestra jornada escolar ya es de las más madrugadoras de Europa, a la cabeza en secundaria y la séptima más madrugadora en primaria (tras Alemania, Dinamarca, Francia, y el Benelux)», subraya el informe. Sin embargo, sí hay una ligera diferencia entre los que tienen jornada intensiva y es que «madrugan un poco más y se acuestan un poco más tarde», matiza Gabaldón.

Según explica, los menores se levantan antes «en parte porque los centros educativos empiezan más pronto. Otros de partido también, pero son más flexibles», cuenta a ABC. «Lo que no tenemos muy claro es por qué se acuestan más tarde», reconoce.

«Madrugan un poco más y se acuestan un poco más tarde»

En este sentido, los investigadores barajan dos posibles razones. «Una es que el horario continuado es más estresante a nivel fisiológico porque son muchas horas del tirón y, luego, les cuesta más conciliar el sueño porque hacen siestas de tarde», es decir, a partir de las 16:00 o 17:00 horas, una vez salen del cole. «La otra explicación-continua- puede ser que, tal y como aconsejan los biólogos, para mantener una salud adecuada, los niños deberían pasar al menos dos horas al aire libre cada día. Si eso lo haces por la mañana, te conviertes en una alondra, es decir, más madrugador. Pero si sólo lo haces por la tarde, te haces más búho o trasnochador. Teniendo en cuenta que pasan toda la mañana en la escuela, solo pueden estar al aire libre por la tarde. Y esto ralentiza su ciclo».

Todo ello hace que descansen peor. Según los resultados, el alumnado que asiste a jornada continua duerme de media 42 minutos al día menos que el que asiste a jornada partida.

Comen en casa y con pantallas

Y, por si no fuera poco, la jornada intensiva hace que se alimenten peor porque comen demasiado tarde (entre las 14:00 y las 16:00) frente al alumnado que asiste a jornada partida (entre las 13:00 y las 15:00). «Al tener que dar todas las clases por la mañana, retrasan la hora de la ingesta», explica Gabaldón. De hecho, el experto recuerda cómo otro estudio de la UV de crononutrición evidencia que las células del tejido adiposo tienen diferente comportamiento en función de la hora de la ingesta: los que comen más tarde, tienen mayores problemas para perder peso. «Y, además, según otros estudios, tienden a ingerir alimentos más calóricos».

Este aspecto, en principio, no afectaría a los menores que se quedan al comedor escolar, sino más bien a los que se van a casa a comer, «especialmente, los chavales de secundaria que llegan a casa y muchas veces comen lo que sea o añaden salsas a sus comidas», ejemplifica el investigador.

Además, aunque aún no está investigado ni comprobado, los investigadores han visto que parece que hay una cierta correlación de que los menores con mayor prevalencia de sobrepeso se encuentran en las regiones donde más jornada continuada hay. «Aún se tiene que demostrar pero esto nos ha llamado la atención porque, de ser cierto, el Ministerio debería de intervenir», subraya.

También, los niños en jornada continua dedican 43 minutos más al día de tiempo a las pantallas (PC, videojuegos, TV, móvil, Tablet, etc.). «Los que se van a casa, llegan y se ponen a ver la tele, con el móvil… No tienen otra cosa que hacer», explica.

Y eso que, según los resultados, hacen más deberes: de media 29 minutos más al día que el alumnado que asiste a jornada partida. Tal y como recuerda el experto, «hay bastante literatura al respecto». «Los estudios sobre fatiga y atención predicen un empeoramiento en jornada continua con los pocos datos disponibles», recoge el estudio.

No están concentrados

La clave está en que la capacidad de atención de los alumnos merma a medida que pasan las horas. «El horario partido mejora los picos de atención», recuerda Gabaldón, Así, «los maestros tienden a mandarmás deberes cuando no les da tiempo en el aula. Es lógico que los alumnos que rinden, por tanto, peor, acaben teniendo más deberes».

La última conclusión llamativa del estudio es que tampoco se favorece la conciliación de las familias. «El alumnado que asiste a jornada continua pasa el mismo tiempo con la familia que el que asiste a jornada partida. Las diferencias no son estadísticamente significativas».

Fue en 1990 cuando este tipo de jornada escolar empezó a implantarse. Desde entonces, ha ido en aumento aunque no hay cifras oficiales sobre cuántos centros cuentan con ella. «Por los datos que tenemos, es que el cambio ha sido a peor», afirma Gabaldón, quien subraya los números de la OCDE y recuerda, además, cómo en un principio, cuando se empezó a hacer el cambio de horario, «las comunidades autónomas acordaron realizar estudios independientes» para analizar la nueva realidad. Sin embargo, apenas se hace.

«Hace falta una moratoria», dice, «y más teniendo en cuenta que a las familias, especialmente de rentas más bajas, no les llegan estudios como este. Sólo reciben la información que les da el propio centro y el profesorado, teniendo en cuenta que éste sale beneficiado con la intensiva. Hay que llegar a más familias y que se evalúe de verdad el bienestar de la infancia, que son parte de la ciudadanía y el futuro. Hay que crear un sistema educativo adecuado a sus necesidades y basado en la evidencia», concluye.

Tomado de www.abc.es

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