LECTURA: La Sublevación De Jaca
El 12 de diciembre (viernes) de 1930, hace ahora setenta años, el capitán Fermín Galán sublevó en compañía de un significado número de oficiales y suboficiales a la tropa de los diferentes acuartelamientos de Jaca. En los preparativos habían participado también significados civiles jacetanos: Alfonso Rodríguez «El Relojero», Antonio Beltrán «El Esquinazau», los hermanos Palacios, Julián Borderas «El Sastre»…
Tras proclamar la República en Jaca y editar el bando correspondiente, los sublevados emprendieron en dos columnas, una por carretera y la otra por ferrocarril (ésta comandada por el capitán Sediles), la lenta marcha hacia Ayerbe, en donde les esperaban enardecidos. Una vez que los trescientos soldados dirigidos por Sediles hicieron andando el tramo Riglos-Ayerbe, ya que encontraron las vías del ferrocarril levantadas en aquel punto, quedó proclamada la República de aquella villa. A continuación, los sublevados se encaminaron hacia Huesca, en donde según los preparativos previos los artilleros complotados se sumarían a la rebelión. El mal tiempo y la excesiva lentitud con que avanzaban las columnas fueron elementos adversos para los sublevados.
Desde Capitanía General (de la V Región Militar), una vez confirmados los sucesos de Jaca, se organizó la contraofensiva militar gubernamental; se nombró al general Gay nuevo gobernador militar de Huesca dado que el general Lasheras había sido herido por los sublevados, en su intento de detener la columna de Fermín Galán en las proximidades de Anzánigo. Desde el atardecer del día 12, tropas procedentes de Zaragoza, dirigidas por los generales Dolla y Lazcano, y de Huesca, comenzaron a desplazarse hacia las lomas de Cillas, sorprendiendo a los oscenses por el volumen de piezas de artillería (ametralladoras, carros de combate…) y por el número de soldados movilizados.
En las lomas de Cillas
Amanecía cuando los sublevados de Jaca se aproximaban a las lomas de Cillas (a unos tres kilómetros de Huesca); a pocos metros divisaron cómo las lomas estaban silueteadas de soldados armados y de ametralladoras que les apuntaban. Ante el dilema de enfrentarse o parlamentar, no con los generales y los jefes allí apostados, sino con la oficialidad comprometida en la sublevación, Fermín Galán optó por lo segundo. El capitán de infantería con mando en compañía íngel García Hernández y el capitán Salinas en un coche conducido por «El Esquinazau», con bandera blanca, fueron los elegidos a tal efecto. Tras expresar su deseo de que querían parlamentar con la oficialidad fueron detenidos de inmediato. A continuación, las tropas gubernamentales comenzaron a disparar ante la perplejidad de Fermín Galán que, incapaz de ordenar el contraataque, sumido en la desesperación, sólo pudo expresar a sus tropas que se retiraran porque «entre hermanos no se lucha».
Hubo tres muertos y veinticinco heridos como resultas del tiroteo; de inmediato se produjo la desbandada general; muchos soldados con sus mandos más inmediatos se dirigieron a Jaca, otros fueron detenidos, algunos oficiales, monte a través, escondiéndose en parideras, torres aisladas…, emprendieron una huida desconcertada. Los civiles venidos desde Madrid (estudiantes y ateneístas) hicieron lo propio procurando camuflarse en grandes poblaciones (Zaragoza, Barcelona, Madrid…). Algunos de los encartados permanecieron en la clandestinidad hasta la proclamación de la II República. Sobre las diez de la noche del día trece llegó a Ayerbe, detenido, Fermín Galán, quien voluntariamente se había entregado en Biscarrués junto a otros sublevados: Mendoza, Manzanares y el maestro armero.
El domingo catorce de diciembre, en Consejo de Guerra con carácter sumarísimo fueron condenados a muerte y fusilados los capitanes Galán y García Hernández; otros oficiales lo fueron a cadena perpetua en ese mismo juicio.
En marzo de 1931 serían juzgados y condenados un significado número de oficiales y suboficiales así como los militares que en Jaca no secundaron la sublevación pero tampoco ofrecieron resistencia (se les acusaba de negligencia). El capitán Sediles, que fue condenado a muerte, fue indultado ante las movilizaciones populares que se desencadenaron en toda España, aunque con mayor intensidad en Jaca, en Huesca y en Zaragoza (eran vísperas de las elecciones municipales de abril de 1931). Los soldados en su mayor parte de pueblos aragoneses, fueron trasladados en castigo a diferentes guarniciones del norte de ífrica (Melilla, Laucién, Tizitketac…)
Volviendo a los acontecimientos de diciembre, solamente en Aragón, con un día de retraso sobre lo pactado, el día trece se iniciaba una huelga, promovida esencialmente por la U.G.T. y la C.N.T., que tuvo cierta importancia en Zaragoza y en muchas localidades de las Cinco Villas y del Campo de Borja (Ejea, Tauste, Farasdués, Gallur, Borja…), siendo secundada también en Huesca capital y en algunos puntos de la provincia.
Hasta aquí un resumen de los hechos más significativos; se impone a continuación una reflexión sobre los mismos.
Acabar con la dictadura
En 1930, el general Dámaso Berenguer, por imperativo de Alfonso XIII y con el beneplácito de la cúpula militar, intentó, sin desguazar la Dictadura primorriverista, restablecer el antiguo sistema de la Restauración, desempolvando los partidos más representativos del mismo con sus políticos más relevantes. No obstante, desde que Primo de Rivera intentó institucionalizar la Dictadura, dotándola de sus correspondientes instrumentos de poder (Asamblea Nacional, anteproyecto de Constitución, economía corporativa…) se comenzó a gestar en torno a una alianza de republicanos (de diversas tendencias ideológicas) y por los sindicatos de clase, una embrionaria oposición que se fue articulando tímidamente entre 1927 y 1930. El P.S.O.E. se manifestaba renuente porque no veían claro en la Ejecutiva nacional el procedimiento para acabar con la Dictadura y cambiar el sistema político.
Los intentos para desmantelar la Dictadura y producir un cambio de régimen (Sanjuanada, conspiración andaluza de 1929…) no habían dejado de ser típicas cuarteladas al margen de los partidos políticos y de la sociedad civil; estas intentonas generaron desconfianza en un sector de la izquierda que veía falta de articulación entre los sectores opositores a la Dictadura y a la Corona. Por ello, desde que Fermín Galán fuera destinado a Jaca, junio de 1930, intentó vincular la sublevación militar con las organizaciones político-sociales que habían de configurar el nuevo poder político resultante. Todos los acontecimientos que se sucedieron a partir de la caída de Primo de Rivera le interesaron, especialmente el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) y la formación de un Gobierno Provisional republicano en la sombra.
Nada más crearse el Comité Revolucionario Nacional (C.R.N.), en octubre de 1930, Fermín Galán viajó a Madrid para entrevistarse con los líderes republicanos y socialistas componentes de dicho C.R.N. (Lerroux, Marcelino Domingo, Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto…), logrando de inmediato ser designado delegado del C.R.N. en Aragón. Paralelamente, desde el verano, Fermín Galán fue estableciendo contactos con representantes de la C.N.T. en Zaragoza y Huesca; con el líder sindicalista oscense Ramón Acín enseguida entabló una entrañable amistad; Acín fue para Galán hombre clave en su estrategia revolucionaria dada su gran influencia en la C.N.T. de Aragón.
A partir de octubre de 1930, el capitán jacetano tomó claramente la iniciativa organizativa en Aragón, contando siempre con el apoyo del C.R.N. y convencido de que al mismo tiempo se estaba preparando un proceso revolucionario en otras partes del Estado. Su papel a partir de aquella fecha fue el de estimular y presionar al C.R.N. para que apoyase una sublevación militar a nivel nacional con las movilizaciones populares correspondientes. Su obsesión en fijar una fecha concreta, que sucesivamente y muy a su pesar se iba aplazando, le desesperaba, llegando a comentar con ironía del C.R.N.: «los telefónicos quieren hacer la revolución con doble decímetro».
La fijación de la fecha para el día doce de diciembre se hizo desde Jaca de forma consensuada con el C.R.N., por lo que no tuvo sentido en su día interpretarla como un adelanto que contribuyó a desarticular el movimiento revolucionario en ciernes. El C.R.N. había establecido, y todos los delegados aceptado, que la salida de la tropa a la calle se hiciera coincidir con la protesta generalizada mediante la proclamación de la huelga general, las manifestaciones estudiantiles (algunos estudiantes de la Federación Universitaria Estudiantil (F.U.E.) estuvieron participando el día doce en la sublevación de Jaca) y, en definitiva, las movilizaciones callejeras. Todos, al unísono, debían contribuir a la caída de la Monarquía y la proclamación de la República.
Como es bien sabido, Galán se quedó solo; el C.R.N. no secundó, aplazó la fecha del doce de diciembre al quince; en este día, detenidos la mayor parte de los miembros del C.R.N., así como los dirigentes sindicalistas y vigilados estrechamente gran parte de los militares complotados que según determinadas fuentes lo estaban en veintisiete guarniciones, sólo se sublevó en Madrid parte de la tropa y oficialidad de Cuatro Vientos. El resultado fue un fracaso.
Graves desajustes
¿Cómo interpretar tan graves desajustes? ¿No estaba, en el fondo, convencido el C.R.N. de traer la República a través de una asonada militar? ¿En diciembre de 1930 los partidos políticos republicanos y el P.S.O.E. carecían de la entidad suficiente que tendrían unos meses después? ¿Fueron necesarios los fusilamientos de Fermín Galán y íngel García Hernández, así como los Consejos de Guerra posteriores para vertebrar a la izquierda y concienciar a amplias capas populares y de las clases medias? En diciembre de 1930 todavía quedaba difuso el proceso electoral para recomponer el caduco régimen de la Restauración, sin duda, lo de Jaca tuvo una enorme repercusión político-social a nivel nacional. Muchos monárquicos no perdonaron a Alfonso XIII el que no indultara a los capitanes jacetanos fusilados; Maura, Alcalá Zamora, Ossorio y Gallardo…, optaron por la solución republicana como la mejor de las posibles, otros se confesaban monárquicos sin rey.
A partir de febrero de 1931, garantizadas las libertades mínimas para iniciar la precampaña electoral de unas elecciones que definitivamente serían municipales, se inició una movilización general popular atizada por los partidos políticos, sindicatos y por el movimiento estudiantil que fue en aumento al coincidir con los sucesivos procesos contra militares y civiles encartados en los hechos de Jaca. La lucha por la amnistía de los presos que se consideraban políticos, al no estar vigente en 1930 la Constitución ni garantizadas las libertades políticas, coincidió con la elaboración de las candidaturas para la conformación de ayuntamientos electos, y esta oportuna coincidencia se convirtió en un plebiscito Monarquía/República. Además, lo que no fue posible el doce de diciembre (la unidad) se lograba en marzo al ir en conjunción republicanos y socialistas frente a las candidaturas monárquicas y de derechas.
Según mi línea argumental, tuvo que suceder lo de Jaca para que se produjera la vertebración de la oposición (partidos republicanos con el P.S.O.E y con el beneplácito de la C.N.T.). Este entendimiento no se dio realmente en los meses previos al doce de diciembre: el P.S.O.E. mantuvo constantes reticencias, con la C.N.T. hubo que mantener contactos paralelos ya que no estaba presente en el C.R.N.; los diferentes dirigentes republicanos siempre le parecieron a Fermín Galán discrepantes entre sí. Los políticos del C.R.N. eran conscientes de esa realidad; por ello, en última instancia, a través de Casares Quiroga quisieron comunicar y convencer a Fermín Galán para que aplazara la sublevación al quince de diciembre (lunes); esa era la consigna de Graco Marsá y Casares Quiroga quienes, sorprendentemente, cuando pretendieron comunicar la misiva, vieron que las tropas de Jaca ya habían salido a la calle.
Fermín Galán y García Hernández se convirtieron en mártires por la República, sus retratos estuvieron presentes en las casas de obreros, políticos e intelectuales comprometidos. A Jaca se la consideró «cuna de la República» y a Pío Díaz, alcalde por un día, se le condecoraría en los días inmediatos al catorce de abril como «Alcalde Honorario de todos los Ayuntamientos de España».
En definitiva, con la sublevación de Jaca se inició una de las décadas de la historia contemporánea de España más controvertidas y agridulces a la vez. Si para muchos ciudadanos de Jaca fue el símbolo de la libertad y fraternidad, el fin de la década para esos mismos ciudadanos supuso represión, exilio y muerte. A los encartados en Jaca no se les perdonó su participación y fueron víctimas especiales de la trágica represión franquista que en Jaca se inició el mismo 18 de julio de 19