Misioneros, la nueva diana del terror

Cuarenta misioneros fueron asesinados en 2018, el doble que el año anterior. Con el crimen de sor Inés, España ha perdido a tres religiosos en lo que va de año

Había sobrevivido a decenas de robos e incluso a cuatro días de secuestro, pero el pasado lunes la vida de la misionera española Inés Nieves Sancho se apagó para siempre. Un grupo de desconocidos degollaban a esta religiosa que llevaba más de 26 años enseñando a coser a las niñas de la aldea de Nola, al suroeste de República Centroafricana.

La triste noticia cayó como un mazazo a su hermana Araceli de 78 años y residente en Basauri (Vizcaya). «Me la han quitado cruelmente», repetía a este periódico entre lágrimas. «El 2 de agosto iba a cumplir 77 años. Todos le habíamos dicho que regresara. Incluso su congregación -Hijas de Jesús de Massac- le había pedido que volviera. Pero ella siempre decía que su vida era aquello», explica. La última vez que Araceli habló con sor Inés fue la pasada Navidad. «Estaba muy contenta. Ella siempre ha sido una mujer muy alegre y muy lanzada para todo. Toda su vida la ha hecho allí, en la selva de República Centroafricana», comenta. El dolor más grande para Araceli es la crueldad utilizada por los atacantes para acabar con la vida de la religiosa. «Ha sido una muerte horrible. La encontraron en el bosque atrás de la casa. La han enterrado en la ciudad de Berbérati, a 150 km de Nola y nosotros no tenemos nada de ella aquí», se lamenta.

Sor Inés era natural de la localidad burgalesa de Avellanosa de Muñó y era la segunda de cinco hermanos. Con menos de 14 años ingresó en la congregación de las Hijas de Jesús en la ciudad francesa de Massac (al noreste de Toulouse). «Empezó a escribirles cartas a esas religiosas que habían venido a nuestro pueblo a contarnos lo que hacían en las misiones y un día se marchó con ellas a Francia», recuerda. Luego también partió la hermana más pequeña de la familia -María Elisenda-, que finalmente optó por ser enfermera y vive en Toulouse.

Sor Inés llegó a República Centroafricana en 1993. Allí se dedicaba a formar a las jóvenes en distintos oficios para que pudieran sacar adelante a sus familias. El obispo de Bangassou, el español Juan José Aguirre, la describe como una «mujer muy trabajadora, muy querida por la gente y absolutamente pacífica». Aunque todavía se desconocen las causas del ataque, monseñor Aguirre asegura que sor Inés pudo ser «víctima de la brujería». En esta zona ubicada en la frontera con Camerún hay muchas minas de diamantes y hay personas que utilizan la magia negra. «Ellos creen que la sangre fresca, incluso la de los seres humanos, les trae suerte en la búsqueda de estas piedras preciosas», indica.

En lo que va de año, 11 misioneros han perdido la vida de forma violenta. Tres de ellos eran españoles. La primera víctima fue el misionero salesiano Antonio César Fernández que recibió tres disparos en febrero durante un ataque yihadista en Burkina Faso. El pasado 17 de mayo, el misionero salesiano Fernando Hernández, de 60 años de edad, fue asesinado en Bobo Dioulasso, Burkina Faso, por un antiguo cocinero de este centro. La tercera víctima fue sor Inés.

Radicalización del Islam

En total, el año pasado 40 misioneros fueron asesinados en algún punto del planeta, el doble que en 2017. La mayoría de los crímenes se produjeron en algún país africano (21), seguido de América (15), Asia (3) y Europa (1).

«Todos somos conscientes de la radicalización de muchas ramas islámicas que están intentado hacerse un hueco en África», explica el director de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España, José María Calderón. El sacerdote también recuerda que los misioneros «son religiosos y extranjeros». «Dos circunstancias que son motivo de odio en algunos sitios», asegura.

Hasta hace algunos años, las misiones eran consideradas espacios neutrales en medio de las contiendas de los países en conflicto, pero ahora se han vuelto un blanco fácil. «Antes la población civil acudía a ellas con la esperanza de encontrar un refugio, de poder preservar la vida y ahora son el lugar donde encuentran la muerte», señala el delegado de misiones de la diócesis de Burgos, Ramón Delgado. «Si esto está pasando con los misioneros cuánto más sucederá con la que gente que está con ellos», añade.

«Las balas nos rozan»

Testigo de ello es el obispo de Bangassou. Lleva más de 40 años en República Centroafricana, un país sumido en la violencia desde la irrupción en 2013 de grupos islámicos extremistas, como Seleka. «Muchas veces las balas nos pasan rozando o tenemos las Kalashnikov en nuestras cabezas pero tenemos confianza en la providencia. Estamos aquí para dar esperanza a la gente de que un día habrá paz», asegura. El obispo es perfectamente consciente del alto riesgo que corren los misioneros. «Denunciamos cosas que nadie se atreve a denunciar y esas balas van a los que se atreven a denunciar. Es un riesgo y lo asumimos sin miedo y sin intranquilidad porque confiamos en que Dios nos protege siempre».

«Antes íbamos a los pueblos a visitar a la gente pero ahora no lo hacemos»

Ser misionero siempre ha sido una vocación de riesgo. Además de trabajar en los puntos más calientes del planeta, estos sacerdotes y religiosas acompañan siempre a las personas más vulnerables. Es el caso de Ana de Barba, religiosa misionera de María Auxiliadora. Tiene 40 años y lleva más de 11 en Malí al frente de un colegio que consigue que cientos de niñas aprendan a leer y escribir. «Es muy bonito ver cómo se puede cambiar la vida de estas chicas. Llegan aquí analfabetas y ya tenemos algunas que han conseguido graduarse de enfermeras», comenta Ana. La vida en Mali no es fácil. Desde los años 90, la inestabilidad política en el país ha dado lugar a atentados y continuas oleadas de violencia que se cobran miles de vidas y dejan a miles de personas fuera de sus hogares. «No tenemos miedo pero la inseguridad es grande. Antes íbamos a visitar a la gente a los pueblos y ahora ya no lo hacemos porque nos han pedido que nos quedemos en casa», asegura. Dos misioneras llevan casi dos años secuestradas. «Que Dios nos proteja… qué vamos a decir».

Tomado de www.abc.es

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