ORIENTACIÓN: Cómo aprender a tomar decisiones
Tomar las riendas de nuestra vida puede no ser tarea fácil. Con el paso de los años nos vamos encontrando con situaciones cada vez más complejas, y mientras que hay decisiones irrelevantes como por ejemplo elegir la vestimenta cada día o el destino vacacional de cada verano, hay otras mucho más importantes, como escoger la carrera profesional que vamos a estudiar, el lugar de residencia o incluso una ruptura. En cualquier caso, la importancia que se le da a cada uno de unos actos es diferente entre unos y otros: la elección que para mí es importante puede no serlo para otra persona.
En lo que sí coincidimos todos los individuos del mundo es en lo complicado que se ve cuando hay que escoger entre dos o varias opciones. A todos nos ha pasado en más de una ocasión escuchar una reflexión de alguien acerca de la vida, y que al oírla tu corazón te diga que es cierto, que te emocione el mensaje. Pero tras pasar el instante en que se te pone el vello de punta, tu rutina vuelve a ser la que era y vuelven las largas listas de acciones cotidianas que te llevan a los mismos resultados con los mismos hechos. Olga Fernández, formadora y escritora de «Vivir mola» conoce muy bien esta dualidad: «Cuando tienes un objetivo y tu mente hace este objetivo más suyo, lo que obtienes es mayor entusiasmo, y eso te hace aumentar la vibración de aquello que quieres lograr. Así funciona. Decidir algo no es pensarlo y dejar la idea en el aire. Las decisiones son actos de enunciar, actuar y desarrollar con la fe de que es posible».
Por qué nos cuesta tomar decisiones
Como hemos dicho, no todas las decisiones a las que nos enfrentamos son difíciles de tomar. Según explica la experta Olga Fernández, que bucea en este tema a lo largo de su libro «Vivir mola», en el que habla de aquellos asuntos que dificultan nuestra existencia, tomar decisiones no es tan complicado cuando realmente entendemos bien el concepto. «Tomar decisiones lleva intrínseco una acción inmediata, y eso es lo que la convierte en una decisión. En caso de no ser así supone una idea más a un saco de una lista de deseos», dice la escritora.
Es el miedo el que nos aborda cada vez que hay que nos debatimos entre varias posibilidades. Esta emoción bloquea incluso la emoción de las consecuencias; una fuerza limitante de la imaginación de vernos con el resultado obtenido o con la recompensa de satisfacción por haberlo conseguido. Dice Olga Fernández que «todo lo vuelve oscuro este miedo paralizador», incluso en las decisiones pequeñas. Este sentimiento se acentúa en los patrones sociales que existen donde la inmediatez es tendencia y los beneficios a corto plazo parecen lo normal. «Tenemos más miedo a emprender algo que a seguir aplazándolo, sin darnos cuenta que seguir demorando sí que debe darnos verdadero miedo».
Tal y como dice la autora de «Vivir mola», tomar decisiones no es más que un desafío por la falta de costumbre que tenemos de no hacer lo que realmente queremos. «Cuando tienes claro hacia donde caminas, la toma de decisiones no supone un problema en sí; de hecho entre pocas cosas tienes que estar debatiéndote, porque cuando hay un foco donde tener la atención con una meta en mente, emoción y acción, poco te distrae y no te debates en su complejidad, la coherencia y el deseo simplifican mucho», explica.
El peor momento para tomar decisiones
Habrá quien esté de acuerdo y habrá quien no, pero la experta sabe cuándo es el peor momento para tomar una decisión: la noche. Al parecer, las cargas emocionales, el cansancio, la ira y demás emociones que pueden aparecer especialmente tras una jornada laboral nos crean una energía poco recomendable para decidir cosas importantes. «El mejor momento es aprovechar el ‘momentum’ que hay justo detrás de un pequeño o gran éxito personal o colectivo. Ahí reside el impulso que da la satisfacción personal, el orgullo de uno mismo», revela Olga Fernández.
La escritora recomienda tener claro que las metas de cada uno de nosotros son únicas, intransferibles y son el motor por el que nos levantamos cada mañana. Y si te has preguntado por qué muchas veces pides opinión antes de tomar una decisión, Olga Fernández tiene algo que decir: «A los seres humanos nos importa la opinión de los demás porque hemos decidido creer en el pasado que la aceptación tiene que ver con el amor. Tenemos un miedo natural a que no nos quieran», cuenta, pero hay que saber ir a las personas adecuadas… «Todas las personas de éxito tienen miedo porque decidieron caminar hacia sus objetivos en todo lo que hacían sin compararse con nadie. Si alguna vez buscan una referencia o una opinión desde luego solo escuchan a quien tiene los resultados que ellos desean, descartando dar por válida la opinión de quien no lo ha conseguido , que suele tener una gran variedad de excusas; sus propios fundamentos para no haberlo hecho», dice la experta en tomar decisiones.
Tomado de www.abc.es